lunes, 17 de junio de 2024

Hospitalitas. Por Jorge Juan Fernández Sangrador

“Las Edades del Hombre” es una de las más importantes propuestas artísticas, de iniciativa privada, realizadas en España. No sé a qué esperan para darle los premios “Princesa de Asturias” y “Ratzinger”. Desde 1988, doce millones de personas han visitado el total de las exposiciones, en las que se han podido admirar 5.228 obras. De éstas, 2.398 han sido restauradas antes de que las viese el público.

La de este año, bajo el título “Hospitalitas. La Gracia del Encuentro. A Graza do Encontro”, es la vigesimoséptima edición y fue inaugurada, el pasado 12 de junio, por Felipe VI. El acto real tuvo lugar en la iglesia de Santiago y en la colegiata de Santa María de Villafranca del Bierzo, si bien habrá simultáneamente otras dos sedes en Santiago de Compostela: la Cripta del Pórtico de la Gloria, en la catedral, y el monasterio de San Martín Pinario. Para la elección del tema y de los emplazamientos se quiso que estuvieran vinculados al Camino de Santiago.

En la colegiata de Villafranca, la disposición de las salas se ha hecho en conformidad con el dístico del dominico medieval Agustín de Dacia sobre los cuatro sentidos de la Sagrada Escritura: «La letra enseña los hechos, la alegoría lo que has de creer, / El sentido moral lo que has de hacer, la anagogía a lo que has de tender».

Así, en la primera estancia (la de la “Letra”) se presentan hechos de hospitalidad, misericordia y compasión, tanto en la mitología greco-romana como en la historia bíblica; en la segunda (la de la “Alegoría”), imágenes que ilustran la noción teológica en la que se sustentan nuestras relaciones con el prójimo y con el extranjero; en la tercera (la de la “Moral”), representaciones de las acciones coherentes que se han de seguir a partir de la revelación divina y de la alianza sellada entre Dios y la humanidad en la Biblia; en la cuarta, (la de la “Anagogía”), expresiones de la bienaventuranza con la que Cristo premiará, cuando vuelva en gloria al final de los tiempos, a quienes lo hayan acogido y auxiliado en los demás, especialmente en los pobres y necesitados.

Antes de iniciar la visita de la exposición en la colegiata, conviene ir a la iglesia de Santiago, convertida en sala audiovisual, para “inmergirse” en una experiencia provocada por el flujo y el reflujo de imágenes y de envolventes efectos luminosos y sonoros, tan en boga hoy, que adelantan algunos de los temas que se podrán apreciar después serena y gustosamente en el placentero deambular entre las hermosas piezas artísticas seleccionadas para la muestra de este año.

El término latino “hospes” (huésped) proviene de la misma raíz indoeuropea, “ghosti-“, que “hostis” (hostil). Ambos están, en su origen, íntimamente imbricados y prevalecerá una acepción u otra según sea nuestra posición respecto a aquella persona de la que, por el mero hecho y desde el mismo instante en que ha llegado hasta la puerta de nuestra propia casa, puede decirse que ya ha entrado de alguna manera en nuestras vidas: ¿es potencialmente amigo o potencialmente enemigo?

El cristianismo, que se mostró extremadamente cauto, como puede leerse en la “Didajé” y en las reglas del monacato, en lo de dar recibimiento al giróvago, es decir, al zascandil que anda de acá para allá, logró crear una universal fraternidad en todo el mundo, haciendo del enemigo, un amigo; del forastero, un ciudadano; del extraño, un hermano; de la humanidad dispersa, un pueblo. Y es que Cristo allí en donde entra, une.

En la exposición berciana de “Las Edades del Hombre”, imágenes y tablas de antaño hacen presente un tema, el de la acogida, al que los desencuentros, el individualismo, la guerra y la soledad, en un mundo en el que la circulación de las personas de un sitio para otro se ha acentuado vertiginosamente, le confieren máxima actualidad, confluyendo en ella -la exposición- el pasado y el presente. Y también el futuro, pues, como escribió Rainer Maria Rilke en una de sus cartas a un joven poeta:

“Se nos podría hacer creer fácilmente que nada ha ocurrido y, sin embargo, hemos cambiado como cambia una casa en la que ha entrado un huésped. No podemos decir quién ha llegado, tal vez no lo sepamos nunca, pero muchos indicios hablan del futuro que acaba de entrar para transformarse en nosotros, mucho antes de que acontezca y se manifieste.”

En efecto, con la llegada del huésped, el futuro se anticipa y se hace presente ya en nuestras vidas, y da comienzo, sin saber bien cómo, un proceso de transformación.

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