viernes, 7 de junio de 2024

Corazón de Jesús; centro de nuestra fe y manantial de gracia del que bebieron los Santos. Por Rodrigo Huerta Migoya

La alegría de celebrar la Solemnidad del Corazón de Jesús se ve agrandado este año no sólo por el 350 aniversario de las revelaciones del Señor a Santa Margarita María de Alacoque, o la apertura del Año Jubilar con motivo del Centenario de la Consagración de la Basílica del Sagrado Corazón de Gijón, sino que además, el Santo Padre nos ha adelantado en la audiencia general de este miércoles día 5 de Junio que se encuentra preparando un documento sobre el Sagrado Corazón de Jesús que -si Dios quiere- saldrá a la luz en septiembre. Oramos por el Papa, por el desarrollo y los frutos de este documento que a buen seguro hará mucho bien a la Iglesia. Ojalá sirva esa nueva Exhortación Apostólica para que tantos creyentes que no comprenden esta devoción descubran que Jesucristo nos ''amó con corazón de hombre'' (Gaudium et Spes 22). Partimos de la idea de que un día tan señalado como este es para estar verdaderamente felices. Benedicto XVI que era un gran devoto del Sagrado Corazón, dicen que como buen alemán tenía a gala a los Santos de su tierra, de los que era todo un entendido como San Hermann Joseph, un monje místico de la zona de Colonia que vivió en el siglo XII y que se le considera el autor del primer canto católico al Corazón de Cristo. Dicha pieza musical se denomina «Summi regis cor, aveto, te saluto corde laeto» («Oh Corazón del Rey Soberano, te saludo con un corazón alegre»). Qué dicha sabernos amados por quien es todo amor. 

Quizás haya intelectuales que se puedan permitir el lujo de no reconocer esta devoción, de despreciarla o ridiculizarla, pero para los que no somos teólogos ni tenemos demasiadas dotes para introducirnos en los misterios de Dios, este culto a Jesucristo tan sencillo es la mejor forma que tenemos de confesar que nuestro Dios es todo amor, de reconocer que el amor prominente del Señor nunca nos falla y, como no, que no correspondemos a su amor como deberíamos, aunque nos proponemos esforzarnos en mejorar teniendo como referente cada viernes un buen momento para confesar nuestros pecados en el día en que su corazón se nos abrió de par en par por medio de la lanza que traspasó su bendito costado. En la cruz es donde se hace verdad que ''Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo'' (Jn 13,1) . Cuánto bien hace la religiosidad popular a la vida de fe, dicen muchos -y es cierto- pero el Corazón de Jesucristo no es un apéndice, sino del centro mismo de nuestra fe, el epicentro del evangelio y la entraña misma del misterio del Verbo encarnado.

La liturgia del Sagrado Corazón está dentro de las llamadas celebraciones móviles -luego explicaremos el motivo de ser este día- pues su fecha varía cada año en función de la Pascua, dado que su día propio siempre es el viernes siguiente a la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre del Señor dentro, de la antaño llamada Octava de Corpus: ¿De qué forma se puede honrar con cariño en su día al Corazón de Jesús?. Hay quienes llevan su escapulario, el "detente" en el bolso de la camisa o en la cartera, o lo llevan en la medalla de bautismo o primera comunión; en la insignia de su hermandad o cofradía dedicada a su Corazón. Hay quienes acuden a alguna "hora santa" en su víspera, o procesiones en las que se venera su Imagen... Pero la mejor forma de celebrarlo por todo lo alto es con una buena confesión y asistiendo con piedad a la santa misa. Sólo en la eucaristía se nos concede la gracia de sentir como San Juan evangelista y vernos reflejados en esa preciosa descripción que el joven Apóstol hizo: ''el que Jesús amaba estaba reclinado en la mesa en el seno de Jesús'' (Jn 13,23).

Hay pasajes en la Sagrada Escritura que nos ayudan a descubrir a este Corazón que nos llama a devolver amor por amor: de forma especial en la lectura de los evangelios y de forma más específica aún en el evangelio de Juan. A propósito de ésto, conviene rescatar esa magnífica reflexión que Orígenes regala a todo el que quiera asomarse y profundizar en los entresijos de este evangelio tan profundo, para lo cual el teólogo de Alejandría propone a los exégetas esta consideración que para él es el secreto de la grandeza de este libro: que sólo él reclino su cabeza sobre el pecho del Señor, y que sólo éste a los pies de su Maestro crucificado recibió a la Santísima Virgen como madre: ¿Descubrió algo San Juan reclinando su cabeza sobre el pecho de su Señor? San Agustín nos dirá que sí; nada menos que  los “secretos sublimes de las profundidades más íntimas del Corazón de Nuestro Señor”Así, no se puede adentrar uno en los textos joánicos sin poner su cabeza a la escucha del latido del corazón del Señor, y sin acogerse al cuidado materno de Santa María, descubriendo como San Juan en el calvario que Cristo ''me amó y se entregó por mí'' (Gal 2,20) , mientras María silenciosa al pie del madero, a buen seguro ''conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón'' (Lc 2,19).

Canta así la liturgia de este día en su prefacio propio que ''elevado sobre la cruz hizo que de la herida de su costado brotaran, con el agua y la sangre, los sacramentos de la Iglesia''. He aquí el amor del corazón de Jesús que no se reserva nada para sí. Se da todo por entero; no nos amó mucho, sino ''hasta el extremo'' (Jn 13,1). Y por esto no se nos dice sin más ''le traspasó el costado'' (Jn 19,34), como si ahí hubiera terminado todo, sino que el Evangelista especifica en el mismo versículo ''y al punto salió agua junto con la sangre''. Ahí está el manantial de gracia que sale de Cristo muerto que ha dado hasta su último aliento y el último latido de su corazón, aferrado al suplicio de la cruz redentora. Es fuente a la que somos llamados a acudir veloces como el ciervo sediento va en busca de agua fresca, o como la samaritana junto al pozo de Jacob que descubre que sólo Cristo es el manantial ''que corre hasta la vida eterna'' (Jn 4,14) . Partiendo de aquí vemos cómo San Juan Crisóstomo tiene una catequesis a propósito de este pasaje donde dice: “Del costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia, como del costado de Adán fue formada Eva. Por esta misma razón, afirma san Pablo: Somos miembros de su cuerpo, formados de sus huesos, aludiendo ello al costado de Cristo. Pues del mismo modo que hizo a la mujer del costado de Adán, de igual manera Jesucristo nos dio el agua y la sangre salida de su costado para edificar la Iglesia. Y de la misma manera que entonces Dios tomó la costilla de Adán, mientras éste dormía así también nos dio el agua y la sangre después que Cristo hubo muerto”. ¿Qué lección sacamos de esta enseñanza?... Pues que mirando al Corazón de Jesús descubrimos una verdad ineludible: que Él así deseó que aceptásemos, que es inseparable Cristo de la Iglesia, y que no hay cristiano sin comunidad, ni verdadera Iglesia si Cristo no es su centro. 

Una figura clave en la propagación del Culto al Corazón de Jesús ha sido la religiosa "salesa" Santa Margarita María de Alacoque, quien en su monasterio visitandino de Paray-le-Monial, se le aparece Nuestro Salvador en 1675 mostrándole su corazón, y que el mismo Cristo definió entonces: "He aquí el corazón que ha amado tanto a los hombres, que no se ha ahorrado nada, hasta extinguirse y consumarse para demostrarles su amor. Y en reconocimiento no recibo de la mayoría sino ingratitud". También el Señor le pidió a Santa Margarita que se diera culto: “Te pido que el primer viernes después de la Octava del Corpus, se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por Él, recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares”. Por ello la celebración litúrgica la ha elegido el mismo Cristo y no la Iglesia, y al querer un día cercano al Corpus ya entendemos de forma preclara que no estaba desencaminado San Manuel González cuando quiso dedicar la Capilla Mayor del Seminario de Málaga al Corazón Eucarístico de Jesús. Los capellanes y confesores de las Salesas de Paray-le-Monial eran sacerdotes de la Compañía de Jesús, los cuales se convirtieron en poco tiempo -tanto por Europa como por el mundo- en los de grandes promotores del culto al Corazón de Cristo, especialmente en los siglos XVIII, XIX y parte del XX. Hay muchos santos que han vivido apariciones o experiencias místicas relacionadas con el Corazón del Señor, merecerían ser más conocidas Santa Juliana de Norwich, Santa Matilde, Santa Verónica Giuliani, Santa Ángela de Foligno, Santa Lutgarda, o nuestro querido Beato Francisco Bernardo de Hoyos, a quien el Señor le hizo la Gran Promesa de que los católicos españoles aguardaríamos confiados lo que habrá de reinar en  su corazón, con mayor veneración que en otras partes. Más el Sagrado Corazón de Jesús pidió también algo muy concreto al joven Padre Hoyos, como él mismo así contó a su confesor: ''Dióseme a entender que no se me daban a gustar las riquezas de este Corazón para mi sólo, sino para que por mi las gustasen otros''. Quién descubre el amor de Dios no se lo puede guardar para sí, sino que ha de darlo a conocer. A este respecto conviene recordar la enseñanza siempre actual de nuestro Salvador: ''donde está tu tesoro, allí está tu corazón'' (Mt 6,21). Que no falte en el día del Sagrado Corazón de Jesús un gesto discreto pero sincero de cercanía con los pobres, los favoritos del Amor que nunca se cansa de amar a pesar de no ser amado.

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