jueves, 3 de septiembre de 2020

Santoral del día: San Gregorio Magno

(Infovaticana) San Gregorio Magno fue un Papa de la Iglesia Católica y uno de los cuatro Padres Latinos de la Iglesia. 

San Gregorio nació en Roma, en el año 540, dentro de una respetada familia de patricios romanos. El padre de Gregorio fue San Gordiano, senador romano y prefecto de la ciudad, descendiente de la gens Anicia, una de las más nobles de Roma y de las primeras en convertirse al cristianismo. Se sabe que su padre ocupó el cargo eclesial de regionarius, posiblemente en alguna de las provincias romanas. San Gordiano fue hermano de las santas Tarsilla y Emiliana. La madre de Gregorio fue Santa Silvia, mujer de enorme piedad y también perteneciente a una honorable familia de patricios sicilianos. Gregorio fue tataranieto del Papa San Félix III, y se le relaciona familiarmente con el Papa San Agapito I.

La vida de Gregorio estuvo destinada al servicio público desde su juventud, alcanzando grandes éxitos en su carrera desde muy temprana edad, en gran parte gracias a la importante posición de su familia. En el año 572, Gregorio alcanzó el cargo de prefecto de la ciudad de Roma, uno de los cargos más altos de la política de la época. Su administración estuvo fuertemente marcada por la peste, así como por el caos burocrático en el cual él intentó implementar el orden y la disciplina.

Tras haber heredado la inmensa fortuna de su padre, Gregorio decidió retirarse a una de sus casas en las colinas de Roma, abandonando la carrera pública por una vida de recogimiento y oración. Esta vida empezó a transformar de manera más consciente el corazón de Gregorio, por lo que cada vez se entregó más a la contemplación, transformando su casa en el monasterio de San Andrés en el Cielo. La fama de Gregorio como efectivo administrador ya estaba muy difundida, pero ahora su inmensa piedad y santidad personal lo hacían un candidato perfecto para ser convocado al servicio de la Iglesia.

Poco tiempo después de la fundación del monasterio, el Papa Pelagio II convoca a Gregorio al diaconado, ordenándolo al poco tiempo, y enviándolo como apocrisario (equivalente a un nuncio de nuestros días) del Obispo de Roma a Constantinopla, para obtener el apoyo del emperador bizantino en el avance de los longobardos a Roma, así como para suprimir la controversia doctrinal de los monofisitas.

La misión de Gregorio en Constantinopla fue muy efectiva, alcanzando importantes acuerdos con el emperador Mauricio, sobre todo a sus importantes conexiones con familias senatoriales de la ciudad. Muy pronto, la fama de este santo varón empezó a crecer por toda Roma. Una vez de vuelta a la capital, el Papa Pelagio II cayó muerto por la peste, por lo que en el año 590, se eligió a Gregorio como nuevo Obispo de Roma, a pesar de su resistencia inicial culminada con un fracasado intento de fuga.

La mayor prioridad de San Gregorio fue la evangelización de los pueblos bárbaros, siendo consciente que no se podía seguir tratrándolos como tribus sanguinarias, sino que había que acogerlos como hermanos. Envió importantes misioneros a los longobardos, así como a los visigodos de Hispania, a los francos, sajones y bretones. Después de muchos esfuerzos, la paz con entre Roma y los bárbaros se logró gracias a los acercamientos diplomáticos del Papa Gregorio con los miembros de las casas reinantes, así como la Evangelización de muchos de estos pueblos.

El Papa Gregorio destacó también en el cuidado de los más pobres, haciendo reformas en la administración de los bienes de la Iglesia, de tal modo que los pobres se beneficiaran de la producción del trigo, así como de cada una de las ganancias eclesiales. Su preocupación por las necesidades de todos fue tan admirada que se ganó el apodo de “Consul Dei“. El Papa Gregorio, se comunicaba por carta con senadores y diplomáticos bizantinos, a la vez que con herejes cismáticos, con monjes en abadías lejanas, así como con viudas, pobres, y reyes y reinas de las tribus bárbaras. Su habilidad para hablar a cada uno en un lenguaje comprensible le ganaron enorme fama de estar siempre inspirado por el Espíritu Santo, imagen con la que se le representa hasta la fecha.

De las muchas epístolas y tratados escritos por San Gregorio, uno de los más difundidos es su obra conocida como Los Diálogos, una serie de cartas escritas a un diácono llamado Pedro, en las cuales le expresa su nostalgia por la vida contemplativa y ascética, intentando vivir su pontificado de la manera más cercana a un monje que le fuera posible, a la vez de cumplir con sus múltiples obligaciones y misiones eclesiásticas.

El Papa San Gregorio murió el 12 de marzo del año 604, a los sesenta y cuatro años de edad, lo que se consideraba muy avanzado para su época. Aunque no se sabe la fecha exacta de su canonización, fue declarado Doctor de la Iglesia por el Papa Bonifacio VIII en el año 1295 (aunque ya se le menciona como tal en documentos del año 800). El Papa San Gregorio recibió desde épocas muy tempranas el apodo de “Magno” no tanto debido a su grandeza, sino a su “magnanimidad” hacia todas y cada una de las personas con las que tuvo trato. Es uno de los llamados Padres Latinos de la Iglesia, junto con San Agustín, San Ambrosio y San Jerónimo.

Como recuerdo de tan valioso Papa, la Iglesia creó la Orden de San Gregorio Magno, la cual subsiste hasta nuestros días, y con la cual son condecorados fieles que se han destacado en el servicio a la Iglesia y obras católicas.

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