martes, 2 de agosto de 2016

"Vivo el milagro como una Gracia"



(Iglesia de Asturias)

Entrevista a Celina Sánchez del Río, Religiosa del Santo Ángel de la Guarda. Esta religiosa gijonesa, de 79 años de edad, ha vivido en sus propias carnes el milagro que llevará al fundador de su congregación, el padre Luis Antonio Ormières, francés, a los altares.

Es natural de Gijón y religiosa del Santo Ángel de la Guarda. Fue alumna del colegio que tantos años lleva en la ciudad –en el que falleció, por cierto, su fundador, en el año 1890–, y también profesora del centro, durante casi dos décadas.

A sus 79 años de edad, su nombre se escucha estos días más allá de su círculo habitual porque en ella se ha dado el milagro, aprobado por la Santa Sede, que elevará al fundador de su congregación, el Siervo de Dios Luis Antonio Ormières, a los altares. La fecha de su beatificación se hará pública próximamente, y ya está decidido que la ceremonia tenga lugar en la Catedral de Oviedo.
Todo comenzó hace más de diez años. “Tenía molestias en la boca, y acudí al dentista. Tras observar que una herida no se me cerraba, éste me sugirió acudir a un maxilofacial, porque aquello no tenía buena pinta”, recuerda. “Me preocupé mucho, y al acudir al especialista, me descubrieron el cáncer; concretamente, un carcinoma maxilofacial. En aquel entonces yo estaba en Palencia”, explica.
A partir de ese momento, comenzaron las operaciones. Primero una, después otra. El cáncer avanzaba y los médicos decidieron operar una tercera vez para limpiar lo máximo posible. Tras esa tercera operación, con resultados muy pesimistas y con el diagnóstico de que el cáncer avanzaba en malignidad, la hermana Celina es destinada a Madrid. “Me dijeron los médicos que una vez allí acudiera a un otorrino y a un oncólogo, porque tendrían que ponerme quimioterapia y otros tratamientos”, afirma la religiosa, que destaca que “desde el primer momento en que supimos que tenía la enfermedad, todas las religiosas que me conocían y todo mi entorno comenzó a encomendarlo a nuestro fundador”.
“Cuando llegué al otorrino, en Madrid, después de las operaciones, éste decidió hacerme una biopsia, y todo comenzó cuando el resultado de esta prueba, a los diez días, dió negativo. El mal había desaparecido”, describe. “Me habían puesto un injerto, y se me había caído. Tenía un agujero persistente que no se cerraba, y cuando el doctor diagnosticó, por la biopsia, que ya no tenía cáncer, el agujero empezó a cerrarse”.
Nadie era capaz de comprender qué estaba pasando. “Llamé a la doctora que me había estado tratando y me decía que era imposible que ese agujero se cerrara –recuerda la religiosa–. Sin embargo yo no podía más que repetirle que yo sólo podía decir lo que estaba pasando, lo que yo veía. Y cuando acudí a verla y se lo enseñé, me dijo que ni clínica, ni científicamente eso que a mí me había pasado tenía explicación”.
Al advertir que se había curado de manera “milagrosa”, habló con el otorrino de Madrid, y le sugirió que aquella curación “no era normal”. “El médico me explicó que efectivamente era así, pero para que pudiéramos hablar de curación, tendrían que pasar al menos cinco años. Han pasado diez, y yo sigo totalmente curada”, explica Celina, con su voz pausada. En ningún momento llegó a recibir tratamientos externos como quimioterapia: “ni una pastilla me tomé”, afirma.
La congregación, convencida de la intercesión del fundador en la curación de la hermana Celina Sánchez, decidió reanudar el proceso de beatificación que hacía años había comenzado. “Empezaron a hacerse todos los trámites en el obispado; tuvimos que testificar desde la doctora y su marido, también médico y testigo de todo el proceso, hasta las personas que habían permanecido conmigo durante la enfermedad”.
La Congregación para las Causas de los Santos publicó recientemente la aprobación del Papa de este milagro, sucedido en una religiosa asturiana. Una “alegría inmensa” para ella, pero también “un reclamo, porque con este milagro siento la necesidad de una renovación para dar sentido a mi vida religiosa dentro de la congregación. Lo vivo como una gracia, como un paso de Dios en mi vida, y siento un profundo agradecimiento, y así lo vive también la congregación, que puede dar un beato más a la Iglesia”.

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