martes, 23 de agosto de 2016

Entrevista de Mons. Georg Gänswein para el periódico "Schwäbischen Zeitung"


El hombre de confianza del papa pide la reforma fiscal de la iglesia alemana. En francisco reconoce "un clásico jesuíta de la vieja escuela ignaciana”.

El Arzobispo de la curia, Georg Gänswein, es Prefecto de la Casa Pontificia y desde hace muchos años secretario y confidente del Papa emérito Benedicto XVI. En una entrevista exclusiva para "Schwäbische Zeitung" habla el "servidor de dos Papas" sobre los pontificados de Benedicto XVI y su sucesor, Francisco.

Explica la visión desde Roma de la Iglesia alemana desde un punto de vista interno. Explica por qué considera que el sistema fiscal de la Iglesia alemana ha llegado a un punto insostenible. Deplora la discrepancia entre diócesis ricas e iglesias vacías. Habla sobre el rechazo que él produce a la institución eclesiástica en Alemania. Y revela por quien late su corazón en fútbol.

Con el arzobispo Gänswein conversó en Roma el editor Hendrik Groth.

-¿Cómo está el Papa Benedicto XVI?

Ya no es Papa, se retiró. En abril cumplió 89 años de edad y recientemente celebró su aniversario número 65 como sacerdote. Hubo una pequeña ceremonia con Francisco, cardenales y algunas personas invitadas de forma personal. La cabeza se mantiene clara, brillante, bien. Las piernas están algo cansadas. Especialmente caminar se hace más difícil. El andador le da estabilidad y seguridad. La psicología es de hecho tan importante como la fisiología. Pero las fuerzas simplemente han disminuido. También el Papa emérito es una persona sujeta a las leyes naturales.

-¿Cómo se desarrolla el trabajo diario?

La rutina diaria es simple. Se inicia con la misa de la mañana. Yo concelebro, de vez en cuando hay concelebrantes invitados. Sigue el breviario, luego el desayuno. La mañana tiene el siguiente ritmo: oración, lectura, correspondencia, visitas. Después el almuerzo, donde estoy de nuevo. Después del almuerzo hacemos dos o tres pequeñas rondas de paseo por la azotea. Luego viene la siesta. Por la tarde dedica mucho tiempo a leer y contestar las cartas; todavía recibe una gran cantidad de correo de todo el mundo. A las 19:00 horas vamos a los jardines del Vaticano para rezar el rosario, luego cenamos y a continuación, vemos el noticiario italiano. Por lo general después se retira, lo mismo que hago yo. El domingo tiene un desarrollo más relajado ("de domingo"), no hay trabajo, se dedica a la música y la cultura.

-También es el intermediario entre el reinante Papa Francisco y Benedicto. Poco después de la elección del nuevo Papa dijo que, en teología, no pasaba una hoja de papel entre Benedicto y Francisco. ¿Puede decir lo mismo después de un par de años?

Esa pregunta ya se me ha hecho; y afirmo aún después lo que veo, oigo y percibo. Con respecto a los principios de su convicción teológica definitivamente hay una continuidad. Por supuesto, también soy consciente de que en ocasiones podrían surgir dudas por las diferentes formas de representación y expresión. Pero cuando un Papa quiere cambiar algún aspecto de la doctrina tiene que decirlo con claridad, a fin de que sea vinculante. Los principios doctrinales importantes no pueden cambiarse a través de medias frases o con notas a pie de página formuladas ambigüamente. La metodología teológica en este sentido tiene un criterio claro. Una ley que no es clara en sí misma, no puede obligar. Lo mismo es aplicable a la teología. Las declaraciones doctrinales deben ser claras para que sean de obligado cumplimiento. Las declaraciones que permiten diferentes interpretaciones son algo arriesgado.

-¿No es también una cuestión de mentalidad? El Papa viene de Buenos Aires. Los argentinos tienen un especial sentido del humor, con un cierto brillo en sus ojos.

Por supuesto, la mentalidad juega su papel. Francisco está fuertemente influenciado por su experiencia como Provincial de los jesuitas y, especialmente, como arzobispo de Buenos Aires, en un momento en que su país estaba económicamente muy mal. Y allí, en la gran ciudad y mega diócesis, se comprende que hacía lo que hacía convencido de ello, de manera firme. Y esto es también lo que hace ahora como Obispo de Roma, como Papa. El hecho de que en la frescura de sus discursos a veces es un tanto impreciso en comparación con sus predecesores, simplemente hay que aceptarlo. Cada Papa tiene su propio estilo personal. Es su forma de hablar, aun a riesgo de producir malentendidos que a veces dan lugar a interpretaciones aventuradas. Él continuará hablando sin pelos en la lengua.

-¿Hay una grieta entre los cardenales y entre los cardenales de diferentes continentes, que ven y entienden al Papa de forma diferente?

Antes del Sínodo de los obispos, en octubre pasado, había una especie de sentimiento a favor o en contra del Papa Francisco. No sé quién creó este escenario. Tengo cuidado de hablar de una distribución geográfica de los pros y los contras. Es cierto que en algunas cuestiones el episcopado africano ha hablado muy claramente. Episcopado, o sea, las conferencias episcopales y no sólo obispos individuales. No fue así el caso en Europa y Asia. Sin embargo, me resisto a esta teoría de la ruptura. Si bien, en aras de la verdad, debo añadir que algunos obispos están realmente preocupados por el hecho de que la doctrina pueda sufrir debido a la falta de un lenguaje claro.



-A veces se tiene la impresión de que los católicos conservadores que han reclamado a sus hermanos y hermanas progresistas fidelidad al Papa durante el pontificado de Benedicto XVI, ahora tienen un problema con el Papa Francisco. ¿Es esto cierto?

La certeza de que el Papa es considerado como una roca sólida, el último anclaje, se está empezando a diluir. Si esta percepción de la realidad refleja y se ajusta adecuadamente a la imagen del Papa Francisco o si se trata más bien de una creación de los medios de comunicación, yo no lo puedo juzgar. Sin embargo, la incertidumbre, y ocasionalmente la confusión y un cierto desorden, han aumentado. El Papa Benedicto XVI se refirió poco antes de su renuncia al Concilio Vaticano II considerándolo como un auténtico “Concilio de los padres" ante un "virtual Concilio de los medios de comunicación”. Lo mismo puede decirse quizás ahora de Francisco. Existe una brecha entre los medios y la realidad actual.

-Por otro lado el Papa Francisco consigue atraer a la gente hacia la Iglesia católica.

Francisco puede, de hecho, captar la atención del público y atraer. Y esto, incluso más allá de la Iglesia. Tal vez aún más fuera que dentro de la Iglesia Católica. La atención que se presta por el mundo no católico, también en Alemania, al Papa, es considerablemente mayor que en el caso sus predecesores. Por supuesto, esto también se debe a su estilo poco convencional, y el hecho de que tenga gestos simpáticos e inesperados conquista a los medios de comunicación. La percepción favorable de las personas juega un papel esencial para una información positiva.

-¿Hay un punto de inflexión en la Iglesia a través de Francisco? ¿Hay un punto de partida hacia una nueva dirección?


Si nos fijamos en su vida espiritual, escuchamos lo que predica, reivindica y anuncia, entonces se le reconoce como un clásico jesuita ignaciano de la vieja escuela, en el mejor sentido de la palabra. Si este hombre ha iniciado una nueva era, en este sentido, hace afirmaciones claras sin tener en cuenta si son políticamente correctas. Esto es liberador, puede ser bueno o no. Esta postura valiente es acogedora, la gente lo agradece con simpatía, incluso con entusiasmo.

Tal vez se puede hablar de un despertar, de una nueva era a este respecto. Poco después de la elección del Papa Francisco un obispo habló del "efecto Francisco" y añadió con orgullo que ahora es hermoso ser católico. Se empezó a sentir y percibir públicamente un viento a favor de la fe y de la Iglesia. ¿Esto es realmente así? ¿La vida católica es más viva, se asiste más a los servicios religiosos, han aumentado las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, han vuelto a la Iglesia las personas que la abandonaron? ¿Qué ha producido el llamado efecto Francisco concretamente en la vida religiosa de nuestros respectivos países? Desde el exterior, no se puede apreciar un resurgimiento. Mi impresión es que el Papa Francisco goza de altos índices de aprobación como ser humano, superiores a cualquier otro líder mundial. Sin embargo, en la cuestión de la fe, la propia identidad de la fe, todo esto parece tener poca influencia. Los datos estadísticos, que no mienten, desgraciadamente me producen esa impresión.

-Un tema recurrente es el sistema fiscal de la Iglesia alemana. Benedicto se ha expresado críticamente en relación a este tema muchas veces. Con la Iglesia pobre que quiere Francisco, el sistema también es difícil de conciliar. ¿Está bien que quien no pague el impuesto a la Iglesia, para decirlo sin rodeos, sea expulsado?

El impuesto a la Iglesia es un tema sin fin. Naturalmente, la pregunta sería si el sistema que tenemos en Alemania es una manera apropiada de apoyo financiero a la Iglesia. Deben tenerse en cuenta las razones históricas de la aparición de la tributación a la Iglesia con el fin de situar correctamente la pregunta, en caso contrario entramos en un callejón sin salida. Hay dos puntos de vista opuestos que están en contradicción. Algunos dicen: ¡Abajo el impuesto eclesiástico! Otros quieren convertirlo en una especie de bien de culto. Ambos extremos no son aptos. En Italia, todos los asalariados tienen que pagar un impuesto cultural. Se puede optar por contribuir con ello a la Iglesia católica, pero no hay obligación. No existe la expulsión, como en Alemania, para el caso de que alguien deje de pagar ese impuesto. Aquí vemos: el impuesto eclesiástico no es ningún impuesto de culto sino un impuesto de confesión. Si para mí es demasiado alto, simplemente dejo de pagarlo y me ahorro el dinero. Por supuesto, es algo fuerte que - como usted dice -se produzca la expulsión en caso de no pagar el impuesto a la Iglesia.

-¿El problema es que alguien está excomulgado, de hecho, si no paga el impuesto eclesiástico?
Sí, esto es un problema grave. ¿Cómo reacciona la Iglesia católica en Alemania ante este desafío religioso? Con la exclusión automática de la comunidad eclesial, es decir, la excomunión. Esto es excesivo, no es lógico. Se pueden cuestionar dogmas, nadie se preocupa por eso, nadie es expulsado. ¿La falta de pago del impuesto a la Iglesia es una ofensa mayor que las violaciones de los principios de la fe? La impresión que se genera es: mientras la fe está en juego es bastante aceptable, pero tan pronto como el dinero entra en la ecuación, entonces las cosas se ponen serias. La espada aguda de la excomunión de la iglesia es irracional y necesita ser corregida.

-Usted vive desde hace muchos años en Roma. ¿Ha cambiado su punto de vista de Alemania?

Sí, por supuesto. La opinión se ha vuelto más profunda y más amplia. Simplemente porque aquí recojo experiencias a través de encuentros diarios con personas de todo el mundo, se gana en conocimiento, se amplían horizontes y se produce un enriquecimiento humano y espiritual. Una experiencia que he vivido personalmente, es que gran parte de lo que vemos en Alemania como realidad eclesial es desconocido en otros países, pero la fe todavía está muy viva. Y no quiero en este punto poner en la picota a las instituciones católicas. Pero si se habla con hermanos que vienen de otros países, y se les explica, por ejemplo, cuantas personas trabajan en las diócesis alemanas o para organizaciones de la Iglesia, fruncen el ceño. No pueden creerlo. El dinero hace posible muchas cosas, pero también lleva consigo un peligro de asfixia. Naturalmente el patrimonio debe ser bien administrado. El dinero no pertenece al obispo, ni al capítulo de la catedral, ni a una fundación, tienen la gran responsabilidad de utilizarlo conforme al sentido de confianza que debe producir el anuncio de la Iglesia.

-Y sin embargo, si se aplica la frase del Papa Benedicto, la Iglesia debe renunciar a sus bienes terrenos con el fin de preservar su riqueza y contribuir a su purificación y reforma interior.

Si los bienes excluyen la creencia - la fe-, entonces sólo hay una posibilidad: liberarse de ellos. Las arcas llenas y las iglesias vacías, esta brecha es terrible, no puede continuar por mucho tiempo. Si la caja registradora suena y los bancos se quedan vacíos, un día se producirá la implosión. Una iglesia vacía no puede ser tomada en serio. ¿De qué sirve que una diócesis sea muy rica pero la fe se va a agotando poco a poco? ¿Estamos secularizando tanto la fe que casi no juega un papel o está incluso considerada como un lastre? El lastre se tira cuando ya no se necesita. ¿No somos capaces de predicar la fe para que las personas sientan que es algo grande, algo hermoso que enriquece y profundiza en nuestras vidas?

-En cuanto a la ocupación de sedes episcopales vacantes en Alemania, su nombre surge una y otra vez. ¿Se imagina haciendo esta tarea?

Se divulga un top de favoritos para quemarlos. Esta es la verdadera razón para designarlos: un juego transparente. Tengo aquí y ahora dos tareas importantes que cumplir, como Prefecto de la Casa Pontificia y secretario del Papa emérito, a quien prometí lealtad el día de su elección hasta su último día. Y esto, por supuesto, no ha cambiado con su renuncia.

Las sedes vacantes de obispos funcionan de la siguiente forma: en Alemania, excepto en Baviera, donde se aplica un régimen ligeramente diferente, el capítulo de la Catedral elige al obispo de una lista de tres personas. ¿Cree usted que si algún capítulo incluye mi nombre, me elegirían a mí? Difícilmente. Esto no me duele. Es injusto, pero los interesados en este juego siempre lo repiten. Como antiguo empleado de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como Secretario del cardenal Ratzinger y el Papa Benedicto, obviamente llevo una "marca de Caín". Yo soy claramente "identificable" de forma externa. De hecho, esto es así: nunca he intentado esconder mis convicciones. Y si esto ocurre porque mi discurso no es complejo, sino claro, entonces debo decir: sí, es cierto. Lo sostengo, ahora y también en el futuro. Los capítulos tampoco son una acumulación de la más alta lealtad hacia Roma. No tengo ambición alguna por ocupar una sede episcopal alemana.

-Entre los laicos alemanes usted tiene una imagen mucho más positiva. Es muy popular. En los medios de comunicación no logra deshacerse de la etiqueta de "George Clooney del Vaticano", un top del cine internacional que mueve muchas simpatías.

Probablemente esto no ha sido beneficioso para mí, al contrario. La institución eclesiástica tiene una imagen negativa de mí. No estoy entre sus favoritos.

-¿Tiene usted tiempo para sus hobbies?


Intento tomarme todo el tiempo posible para ir a la montaña. Una vez al mes tengo que ir. Voy con un par de hermanos al Abruzzo. Durante tres años me he propuesto volver a coger las raquetas de tenis. Hasta ahora sin éxito. La lectura se queda corta, la música es demasiado breve. Si es posible voy a trabajar a pie. La montaña es una necesidad, es una limpieza interna y externa.

-¿Es cierto que es fan del Bayern Munich?

Esto es cierto. Desde que tenía cuatro años. Pero también el Friburgo SC ha anidado con el tiempo en mi corazón. Tengo gran simpatía por este equipo.

-Por favor, mire por un momento a la Iglesia católica en Alemania como si de un equipo de fútbol se tratase. ¿Qué opinión crítica es la primera que se le ocurre?
Este equipo falla en la línea delantera. El partido se está jugando más bien en el centro del campo, se pasan los balones mutuamente de un lado a otro. Falta el flujo del juego, lo esencial, el riesgo. Así no puede ganarse hoy un juego.

-¿Vio usted junto al Papa Francisco la final de la Copa del Mundo entre Alemania y Argentina?

(Susurro): Él no la vio. No quiso.

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