sábado, 14 de mayo de 2016

Reflexiones al Evangelio . Por el P. Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O.P.



1ª) ¡Reconocimiento de Jesús vivo: El Espíritu realiza la nueva creación!

Les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Como el Padre me ha enviado así os envío yo a vosotros... Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos. En la escuela joánica se insiste de modo particular en la misión. El Padre envía al Hijo al mundo para salvarlo y no para condenarlo. El Padre y el Hijo envían al Espíritu, y juntos a los apóstoles. La cadena de la misión se prolonga hasta la vuelta del Señor glorioso al final de los tiempos. Este carácter teológico de la misión se traduce en un sentido misionero que invade el Evangelio. Aliento y viento se expresan en hebreo con el mismo término de Ruaj (que en griego se traduce por Pneûma y en castellano Espíritu). Este doble sentido del término es el que expresa toda la riqueza del Espíritu. Es necesario observar algunos detalles para la comprensión del fragmento. En primer lugar, Jesús es el transmisor del Espíritu. Se ha cumplido la era mesiánica y Jesús, verdadero Mesías, dispone del Espíritu recibido del Padre y lo entrega a sus discípulos. En segundo lugar, el verbo «exhalar» remite a dos momentos importantes en el plan del Dios Creador y Salvador: la creación del hombre (Gn 2,7), en cuyo texto se afirma que Dios sopla en las narices de la imagen elaborada con la arcilla y se convierte en un ser vivo. El hombre es un ser vivo por la acción del Espíritu. En segundo lugar, la visión de los huesos secos que vuelven a la vida (Ez 37). Esta visión se enmarca en el exilio de Babilonia. Los huesos secos representan a la casa de Israel que ha perdido su esperanza y siente el peso del silencio de Dios. De nuevo aparece el Espíritu y de nuevo la misma expresión verbal soplar. Este acontecimiento histórico se convierte en un símbolo de la nueva creación por obra del Espíritu. Estos datos precedentes nos ayudan a valorar las expresiones de Juan cuando nos transmite que Jesús resucitado se hace presente entre sus discípulos, sopla su aliento sobre ellos y les entrega el Espíritu.

2ª) ¡Nueva creación y perdón de los pecados!

Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. El don del Espíritu Creador se manifiesta en el perdón de pecados. El pecado es el que malogró, en el paraíso, el proyecto de Dios sobre el hombre que lo quiso y lo formó para la vida y felicidad, pero en la obediencia y comunión con su Creador. El hombre desconfía de su propio Creador y comete el pecado de querer ser él mismo al margen de Dios que le creó, rompiendo su dependencia de Él. El Espíritu Santo, llevando adelante su actividad de perdonar los pecados a través de los Apóstoles y de la Iglesia, hará presente en el mundo la nueva creación; manifestará en el mundo el verdadero proyecto de Dios. El pecado no está en la textura original del hombre. Por eso podemos afirmar que el pecado no es humano, es decir, no entra en el proyecto original que Dios tiene para el hombre. Y por eso se puede decir que Jesús no lo pudo tener como hombre (porque como Persona divina repugnaba frontalmente), aun cuando se afirme que fue igual a nosotros en todo. Con la reconciliación universal, obra de la muerte-resurrección de Jesús actualizada siempre por el Espíritu Santo, aparece de nuevo cuál fue el proyecto original de Dios.

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