viernes, 3 de julio de 2015

Reflexión sobre la Eucaristía de Su Eminencia el Cardenal de Lima


Más adelante, Jesús en el nuevo testamento entrega su cuerpo y sangre en la cruz. No solo en la última cena, sino en la cruz, es una muerte, es una resurrección, es un mediador de la nueva alianza. Cada vez que recibimos el Cuerpo de Cristo debemos recordar que estoy recibiendo a quien ha muerto por mí y por mis pecados, para tener ese sentimiento de perdón: “Señor ten misericordia de mí”. Por eso en la Misa respondemos en la consagración: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven señor Jesús”.

Recibamos la Eucaristía sabiendo que ese acto de amor del Señor está inscrito en la cruz. Hay un muerto, hay un dolor y todo aquello se convierte en amor y misericordia. Cuando Jesús instituyó la Eucaristía nos recuerda el Evangelio que Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: “Tomen esto es mi Cuerpo”.

Hermanos, en esta vida pasamos mucho hambre. Es un hambre del alma que se siente débil, sola, que tantas veces sufre la enfermedad o la soledad por el pecado. Y este alimento pan del alma me fortalece para una vez y siempre decirle a Cristo: “aquí estoy porque me has llamado”. La Eucaristía es fortaleza y es amor.

La Eucaristía también es el alimento que une a las familias. Es ese misterio de amor que hace que la familia brille en la sociedad y en el mundo entero. Jesús viene en esa Sagrada Familia, María y José. Piensa en tu familia aunque veas que hay dolor, y a veces separación y pídele a Jesús: fortalece mi familia, la unión de padres, hijos, hermanos y abuelos queriéndose. Entregándose la fe de generación a generación. Benditas abuelas que hoy con gran cariño entregan el tesoro a sus hijos y nietos para que esta generación reciba el tesoro que nos dieron nuestros padres.

La Eucaristía es el alimento de esperanza que nos ayuda a ser más solidarios y a ayudarnos unos a otros. Como dice el Papa “no porque somos una ONG”. No. Sino porque nos une un mismo amor, Cristo que se expande a través de la Eucaristía a lo largo y ancho del país curando enfermos, perdonando pecados, sembrando alegría, paz y alimento para la vida eterna. Nos espera una vida eterna preciosa. Jesús que hoy te vas a pasear por esta plaza y a través de los medios de comunicación por todos los hogares, míranos con compasión; ilumina nuestras almas, enséñanos a mirar la eternidad. En ese gran misterio Jesús ha hecho que el camino para llegar al cielo es la humanidad. Tu vida humana es el camino para ir a la vida divina. Por eso es tan importante que tu familia, tu trabajo, tu comportamiento, tu catequesis, tus mandamientos y tu amor estén conformes a las enseñanzas de Jesús. Si no hay vida eterna, nada vale la pena.

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