lunes, 10 de marzo de 2014

I Lunes de Cuaresma. La santidad de vida

I LUNES DE CUARESMA
(Lev 19, 1-2. 11-18; Sal 18; Mt 25, 31-46)



TRES LLAMADAS
"Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo” (Lev 19, 2).
“La voluntad del Señor es pura y eternamente estable” (Sal 18).
"Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme" (Mt 25).

CONSIDERACIÓN
Según la selección que hace la Iglesia de las lecturas de hoy, la santidad de Dios y la pureza de su voluntad se unen con las obras de misericordia. Dios es perfecto, santo y misericordioso.
La liturgia de la Palabra de este día enlaza los mandamientos de Dios, dados a Moisés y anunciados a todo el pueblo, con las obras de misericordia y la santidad divina.
No hay posibilidad de amar a Dios, a quien no se ve, si no se ama al prójimo al que vemos.

LLAMADOS A LA SANTIDAD DE VIDA
Después del Concilio Vaticano II, se ha reafirmado mucho más la vocación a la santidad que tenemos los bautizados. Ya no se habla de los grados de perfección, sino de las formas de vida cristiana. Cada uno debe ser santo en la forma a la que es llamado.
La Iglesia reconoce entre los santos a fieles que han vivido de manera muy distinta el Evangelio, pero en todos destaca la virtud de la caridad.
La santidad se demuestra con los frutos más emblemáticos de la relación con Dios y de la sensibilidad hacia los más necesitados. No es posible la santidad sin el ejercicio del amor cristiano.
A quienes viven y practican las obras de misericordia se les puede llamar benditos, bienaventurados, en definitiva, santos.
La santidad se reconoce por el seguimiento de Jesucristo, manifestado en las obras de piedad y de compasión.
No se pueden desunir santidad, perfección, justicia, y misericordia.
No hay santidad sin amor; no hay amor sin misericordia; no hay misericordia sin acercamiento a los que más sufren, y no hay acercamiento perfecto sin mirada teologal.
Ángel Moreno

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