domingo, 31 de marzo de 2013

Cara semanal del Arzobispo

 
Pascua: la Gran Misión
 
Amaneció la luz que no declina nunca, y se hizo hueco la vida dejando para siempre vacío el sepulcro que amordazó con la muerte como intrusa con sus males. Y tal y como dijo el Señor, el Templo de su cuerpo a los tres días fue rehecho con un reestreno tan nuevo como eterno jamás. El Dios infinito que le habitaba y el hombre mortal que Él no desdeñó, se abrazan ahora en esta vida nueva y renovadora que nos silba su canción poniendo letra de esperanza a la música del corazón. Es el himno de la alegría en el que se inspiran los Goethe con sus versos y los Beethoven con sus corales. Dios ha resucitado su humanidad, y en ella ha sido vencida su muerte y la nuestra para un siempre que no podrá caducar.
 
       ¿Cómo contarlo uniéndonos dos mil años después a esta alegría que embargó a los primeros oyentes, a los primeros videntes de esta sorprendente novedad? Entonces corrió de boca en boca. El pecado y sus adláteres ya no tenían la última palabra. El triunfo de Jesús sobre el maligno cerró el discurso con su verbo de bondad, de verdad, y de belleza.
       Y salieron a las encrucijadas de todos los caminos, moviéndose en todas las direcciones, y a los cuatro vientos en todas las lenguas se pusieron a cantar albricias. No somos rehenes de nuestras torpezas, no estamos lisiados en cojeras malditas que impiden que corramos, o mudos con mordaza que no nos deja gritar, o ciegos condenados a la tiniebla cuando la luz nos ha devuelto la vista. Este era y es siempre el milagro. Esta fue y será siempre la Buena Noticia.
       Estamos así de contentos aún en medio de nuestras dificultades, de nuestros retos, de las cosas sin resolver con el don de Dios y su sabiduría. Pero la alegría ya ha comenzado, nuestro callejón tiene salida, y no hay nada ni nadie que pueda arrebatarnos esta dicha, como nos acaba de decir el Papa Francisco: que nadie nos robe la esperanza.
 
 
       Lo celebramos en cada parroquia y en cada comunidad cristiana, y así nos va a durar este momento nada menos que cincuenta días, lo que dura el tiempo de Pascua. Como si un domingo de guardar nos supiera tan a poco que necesitamos estas ocho semanas. Pero además en Asturias vamos a unirnos en Oviedo y en Gijón a un gesto que en otras diócesis españolas y tantas de Europa se va a realizar por iniciativa del Camino Neocatecumenal. Es la llamada Gran Misión de la Pascua por la que queremos contarlo con respeto a quien nos quiera escuchar.
       Se han escogido tres lugares al aire libre, por donde la vida deambula de aquí para allá. Son plazas, son ensanches, son parques. Allí se saluda la vida al verla pasar, allí a veces se evita al reconocer a los rivales, allí se reúne para charlar y gozar en encuentro amistoso, allí se hace piropo y requiebro enamorado, allí se hace juego inocente de nuestros más pequeños o para los más mayores se hace descanso soleado… allí precisamente, por donde la vida pasa, queremos nosotros anunciar que Cristo ha resucitado. Queremos contar sin alharacas ni troníos que esta es la razón por la que estamos alegres, que Dios está a nuestro lado, y que la muerte, el pecado y todos sus chantajes han sido desenmascarados y dominados.
       Rezar a media mañana de estos domingos de Pascua, el canto de alabanza por tan infinita aurora resucitada, y dar luego el testimonio de cómo Cristo cambia la vida si le abrimos la puerta y le damos entrada. Vale la pena sumarse a la iniciativa y participar como hermanos testigos junto a otros hermanos. Gran Misión como testimonio en las plazas y encrucijadas, de una enhorabuena bendita que no tiene trampa. Feliz Pascua.

 
         + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
         Arzobispo de Oviedo

No hay comentarios:

Publicar un comentario