sábado, 24 de febrero de 2024

Gracias Hermanitas por tanto bueno regalado al Occidente asturiano. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Con mucha tristeza me entero de la marcha de las queridas Hermanitas del Asilo "Hogar de San José" de Cangas del Narcea, donde durante más de un siglo han sabido dar al interior de unos muros fríos tal calidez humana y cariño, que cuando uno entraba en ese edificio no se sentía en una residencia al uso, sino en una casa familiar donde las puertas siempre estaban abiertas; donde siempre había una sonrisa y un detalle al recibirte. Las primeras Hermanas llegaron en el mes julio de 1899, sin duda un regalo de la Virgen del Carmen a su Cangas del alma. Cuando uno entra en esa capital del suroccidente por el barrio del Corral, ahí está la Capilla del Asilo que en su fachada y bajo la espadaña las Hermanitas pusieron con acierto el rostro de Nuestra Señora del Acebo, la cual da la bienvenida a todo el que llega a la villa. 

Cuando fui ordenado sacerdote -nunca me cansaré de contarlo y repetirlo- mi primer destino y primer amor fue aquel bello y amplio suroccidente asturiano al que jamás olvido, y donde aún estaría hoy si se hubiera cumplido mi deseo en voluntad propia desobedeciendo el mandato que la Iglesia que me impuso obligándome a hacer las maletas. Llegué a mis siete parroquias (tres del concejo de Degaña, tres del concejo de Ibias, y una del concejo de Cangas de Narcea) con la idea clara de vivir todo el tiempo en ellas. Y aquí también la obediencia a lo que el Arzobispo de entonces y su Consejo Episcopal tuvieron a bien, cambió mis planes. No querían que viviera siempre en Cerredo; les parecía una localidad muy alejada de todo y tenían miedo que aquello me pasara factura en el tiempo y me aislara del resto de sacerdotes del Arciprestazgo. Ante este temor me obligaron a tener mi segundo domicilio en uno de los pisos para sacerdotes que la Diócesis tiene en la calle La Paz de Cangas de Narcea, encima del hotel El Molinón. Así, a regañadientes, me sentí obligado no hacer una mudanza sino dos, teniendo parte de mis cosas en el piso que tenía en la parroquia de Cerredo, y acondicionar al mismo tiempo el piso que había dejado mi antecesor, Don Julio Villanueva (q.e.p.d.) el cual tuvo que ser jubilado a la Casa Sacerdotal por problemas graves de salud. 

Ahora, con más años encima, he de reconocer que aquella obligación me hizo bien; esto me permitía bajar algún día de la Semana a Cangas para despejar de la rutina de cura trota-pueblos. Normalmente iba a dormir el domingo, y así tertuliar con los compañeros sacerdotes en el bar del hotel, comer al día siguiente en el Riesco y hacer compras... Los lunes Don "Neyo", el coadjutor, solía escaparse a su Pola de Lena natal para ver a sus padres, y yo con gusto le celebraba la misa vespertina en la Basílica. De las muchas personas buenas que allí encontré en aquel idílico Sur-Occidente fue la Comunidad de Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Cangas del Narcea, a las que tuve de amigas y aliadas desde el primer día. La entonces Superiora Sor Ángeles Román Sánchez y yo hicimos buenas migas, por lo que siempre encontré en ellas soluciones y facilidades para todos los problemas que yo les presentaba.

Que tenía que limpiar las ánforas de las parroquias o luego las del Arciprestazgo, ellas lo hacían con gusto y mimo; que algún sacerdote de la zona tenía algún feligrés desamparado y con urgencia de encontrarle acomodo, ellas movían cielo y tierra... La Hermana Ángeles (Superiora) siempre se ofreció para lo que necesitara: comida, los manteles de las parroquias... lo que fuera. Siempre que iba a verla salía cargado de estampas, medallas y libretos de Santa Teresa de Jesús Jornet, las cuales me venían muy bien para mis visitas a enfermos y mayores, al ser ésta la patrona de la ancianidad. Yo le decía que estaba bien, que no necesitaba nada; a ella, como a tantos, le extrañaba... Como si por estar en "el fin del mundo" uno no pudiera ser feliz. Sor Ángeles me decía: "voy a reñir a Don Carlos Osoro; mira que mandarte a esa montaña tan arriba"... Y yo le contestaba: "y lo contento que estoy yo con mis ovejitas"... Muchos sacerdotes han denominado el Occidente asturiano como la Arcadia feliz, y yo así lo suscribo. En el Arciprestazgo del Acebo éramos diecinueve sacerdotes entre los diocesanos y los dominicos, y siendo muy distintos y plurales todos recuerdo con cariño la fraternidad con que nos reuníamos y compartíamos las fiestas o nos ayudábamos para éstas. Y las Hermanitas siempre estaban pendientes de nosotros a pesar de que el propio trabajo en el Asilo apenas las dejaba moverse para echar una mano en aquello a lo que se ofrecían y que buenamente pudieran colaborar. 

Ya en mi tiempo de Arcipreste, Sor Ángeles me comentó que sonaban ruidos respecto a eminentes cierres de algunas de sus comunidades, pues aunque tenían novicias y vocaciones, era superior el trabajo y las numerosas casas que atendían que la edad y las fuerzas de un número elevado de ellas en la Congregación. Al final, gracias a que ella, se movió se pudo renovar la comunidad de Cangas con religiosas jóvenes de Latinoamérica, aunque ya en aquel momento imaginamos que con el paso de los años la Congregación se vería obligada de nuevo a seguir cerrando casas y restructurando su presencia, con lo que Cangas, al no ser un lugar histórico de la Congregación ni una ciudad principal, sufriría este doloroso trance de tener que decir adiós a las Hermanitas. No es el primer adiós; en Cangas del Narcea aún pervive el recuerdo de congregaciones que aquí dejaron lo mejor de sí, y ya sólo vive en la memoria algunas como las Agustinas Recoletas o las Hijas de la Caridad. Ya hace décadas que el Occidente asturiano tuvo que decir adiós a las Hermanitas con su marcha de la localidad de Serantes (Tapia de Casariego), como también la Cuenca del Nalón lloró su marcha del Asilo de Ciaño en 2015. Es otra pobreza para nuestro mundo rural que se va vaciando de fieles, sacerdotes y de vida consagrada. No hace mucho fue el adiós de las Hijas de la Caridad de Luarca en 2013, las Dominicas de la Anunciata, primero de Pesoz en 2012, y luego de Navia el pasado 2023. En todo el Occidente sólo dos comunidades permanecen: las Dominicas de clausura de Cangas de Narcea y los Dominicos de Corias, que se mantienen a pesar de que la ilusión del P. Emiliano y el P. Patxi ya no es la de dos novicios. 

Las Hermanitas de los Ancianos Desamparados deberían ser nombradas Hijas Adoptivas de Cangas del Narcea por esa gigante y silenciosa labor que han llevado a cabo en el Concejo durante ciento veinticinco años, en los que hicieron verdad su lema de "cuidar los cuerpos para las almas". Todo reconocimiento para su Obra y misión se quedará corto, pero aunque les otorguen la Medalla de Oro de la Sociedad de Artesanos de Cangas, o le pongan a la explanada frente al Asilo el nombre de Plaza de Santa Teresa Jornet, todo serán minucias con respecto a la caridad que ellas han dispensado en el Concejo ganándose el respeto de todos con la evidencia de su buen hacer, y que ha logrado que hasta el más ateo quisiera terminar allí sus días. Una persona de Cangas dijo en cierta ocasión que el Asilo de las Hermanitas era el mejor de todo el Occidente, y yo le dije que sin duda; bastaba ver aquel relicario humano donde lo bien atendidas y mimadas estaban sus residentes, los cuales era habitual que celebraran sus cumpleaños con más de cien velas... Me hubiera gustado participar de su despedida con la eucaristía qué, presidirá el querido Don Jesús Bayón párroco emérito, junto al P. Emiliano que ha sido su fiel capellán estos últimos años, y junto a Don Juanjo el párroco actual, y los sacerdotes de la Unidad Pastoral. Al no poder hacerme presente en Cangas me uní espiritualmente dando gracias a Dios por el regalo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparado al todo el occidente asturiano. Ellas han cumplido al detalle lo que su fundador el P. Saturnino les pidió: ''La caridad cristiana es virtud excelente y sublime, cuyo fin principal no es otro que la unión del hombre con Dios y de los hombres entre sí por medio del dulce lazo del amor evangélico''. Dios os pague tanto bien hecho y tanto amor, Hermanitas.

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