martes, 20 de febrero de 2024

Dios quiere salvarnos: Cuaresma, tiempo de conversión. Por Ricardo Mur Saura

No podremos desarrollar nuestros músculos si vamos siempre en taxi. Ni llegaremos a conocer la montaña, disfrutar de su limpia atmósfera o contemplar sus hermosas vistas, mientras no hayamos conseguido escalarla palmo a palmo.

La facilidad nos hace perezosos, nos vuelve caprichosos, superficiales, ligeros y consumistas. La Cuaresma es una llamada a coger el camino del esfuerzo, el camino de la superación personal. Es una invitación a dar jaque mate a la comodidad: menos descanso y más ocupación; menos sillón y más tajo; menos calle y más lectura; menos televisión y más oración; menos pantallas y más trato personal. Hay que utilizar más la mente, las manos, los codos y el corazón si queremos crecer como personas y como cristianos.

La Cuaresma es tiempo para recordar que somos amados por Dios. Él nos ha creado, nos ha llamado a la vida y nos mantiene en ella. Nos conoce a cada uno por nuestro nombre y apellidos. Piensa en nosotros, nos mira, consuela, ayuda y protege. Nos ama con nuestras cualidades y defectos; cuando hacemos el bien y cuando pecamos de egoísmo. Nos ama siempre y nos acompaña en todo momento.

Es algo tan maravilloso que muchos no se atreven a creerlo: no somos nosotros los que hemos amado a Dios, sino que en realidad Él nos amó primero, hasta hacerse como nosotros y dar su vida por nosotros.

AYUNO GRATO A LOS OJOS DE DIOS

Desde antiguo se ha dicho que la Cuaresma es tiempo de ayuno. Pero Dios no quiere una simple abstención de ciertos alimentos, Él desea un ayuno que nos libere de nuestras esclavitudes y pecados.

Si nos privamos de un plato de carne, pero no del rencor o del deseo de venganza, nos habremos quedado en la superficie del ayuno. Si damos una limosna, pero no sacamos del corazón el egoísmo, la soberbia, o el rencor, tampoco habremos progresado gran cosa.

Dios quiere que cambiemos, que mejoremos por dentro. Los gestos exteriores (privarnos de algo material) nos pueden ayudar a recordar eso, y fortalecen nuestra voluntad para cambiar nuestras actitudes negativas; porque si no somos capaces de privarnos de una cosa, que puede ser relativamente fácil, ¿cómo vamos a ser capaces de privarnos de nuestras inclinaciones negativas, que es mucho más difícil?

Desde el principio los cristianos entendieron que el ayuno, el verdadero ayuno, es un signo de amor, un signo de solidaridad con los pobres. Por eso, el alimento que el día de ayuno ellos no tomaban se lo daban a los necesitados. Por tanto, para un cristiano, ayunar significa pensar en los demás.

MIÉRCOLES DE CENIZA

¿A qué os suena este día? Tal vez un día un tanto gris, como teñido por la ceniza que se impone sobre nuestras cabezas … y a lo mejor, hasta hemos pensado que es un día de tristeza, porque el sacerdote nos decía eso tan serio: «Polvo eres, y en polvo te has de convertir». Aunque ahora diga: «Convertíos y creed en el Evangelio». No, hombre, no. Yo al menos no lo creo así.

Jesús, ante todo, quiere que seamos felices, que vivamos cada día más felices. Y este es un día muy especial. Cristo nos invita a convertirnos y a vivir. Hoy Jesús nos invita a que le acompañemos en un viaje de cuarenta días y para este viaje, que va a ser duro, hemos de ir preparados de forma adecuada.

Son necesarias estas cosas:

*La conversión: amar a todos más.

*El ayuno: desligarnos de todo lo que nos ata.

*La oración: charla muy a menudo con Jesús.

*El servicio: disponibilidad para entregarnos.

¿Estamos dispuestos? Pues, ¡adelante …!

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