Despedida a Don José Fernández Martínez, pixueto de mérito y servidor consumado de la Iglesia asturiana
Eran las ocho de la tarde del domingo 12 de febrero cuando el director de la Casa Sacerdotal, don José Antonio González Montoto, comunicaba el fallecimiento de don José Fernández Martínez: ''Hace unos momentos entregó su alma a Dios nuestro hermano Don José''. Con una breve plegaria recé en mi interior: ''Dios lo tenga en su gloria; requiescat in pace. Amén''.
El tañido de la Wamba, desde la torre catedralicia, resonaba ''a finado'', para acompañar el anuncio de la triste noticia. Las campanas de la Catedral transmitían con sus posas, lentas y tristes, la noticia de que un Capitular de la ''Sancta Ovetensis'' había entregado su alma al Creador de todo, después de culminar el tránsito de su vida temporal. El Señor lo acoja benévolo, en su bienaventuranza.
Llamado a compadecer ante el Señor, para Don José se cerraba el tiempo de merecer, dando comienzo a una etapa de vivir, que solamente podía equipararse con la eternidad en el disfrute de la Vida eterna. Don José ''el de Thais'' era para los ''pixuetos'' una persona muy querida, por lo que, en su tierra natal, la noticia de su fallecimiento era recibida con el mayor sentimiento. La época de los premios y de los homenajes, con que en variadas ocasiones, los amigos y personas afectas sabían corresponder al cariño de un hijo de este pueblo que se volcó siempre en su estima y amor hacia todos los suyos, había concluído en la existencia de esta presente vida.
Con palabras del apóstol Pablo, me es grato t.ra.er al recuerdo su pensamiento, aplicado a Don José. Él, en efecto podría y puede ya decir: ''he consumado la carrera de la fe. Para lo sucesivo me está reservada la corona de la gracia y de la gloria, que para mí espero y para todos los que aguardan su venida''. Evoco como lo hace el Apóstol a su discípulo Timoteo el recuerdo de esa fe, sincera que tengo, fe que arraigó primero en mi abuela y en mi madre, fe que también ha arraigado en mí.
De noventa y nueve años, casi cumplidos, dispuso Don José, para llevar a colmo la fe que, por su bautismo, fue iniciado. Setenta y cinco fueron los de su entrega al servicio de los demás, mediante su sacerdocio, que recibió en el año 1948.
Su trayectoria estuvo marcada siempre por la entrega al servicio de sus comunidades, que, a través de su obispo, tuvo confiadas comenzando con la de San Pedro de Villademor de la Vega, en tierras leonesas entonces pertenecientes a la Diócesis de Oviedo. Siguió después, ya en Asturias, en San Pedro de Bernueces en Gijón, para dedicarse en el resto de los días de su sacerdocio, a la capellanía de las Hermanas de los Ancianos Desamparados, entonces en la confluencia de la Plaza de San Miguel con Campomanes, dedicado a la pastoral de los pobres, indigentes y abandonados hasta el año 2006, sirviendo después su apostolado para los ancianos de la residencia del Monte Naranco. En el Asilo Ovetense trabó amistad con Don José Pérez Jiménez, pintor eximio pacense, que tenía su residencia en el vecino Prado Picón, donde con los modelos de la pobreza y de la suma indigencia pintó, la Exaltación a la gloria y el retrato de la Madre Teresa de Jesús Jornet e Ibars, que es dado conocer en el Museo de la Iglesia, en los claustros catedralicios.
Siguieron después su dedicaciones a la Liturgia y al culto, para lo que se había provisto con sus estudios en la Pontificia Salmantina. Ejerció, de este modo, en todas las tareas del culto catedralicio, con la Guía renovada por el Obispo Martínez Vigil en su libro ''Regla de altar y coro''. Fue Martínez un auténtico renovador del culto divino catedralicio y en el ejercicio de este ministerio sufrió el ataque cerebral que le hizo quedar disminuido para ulteriores dedicaciones en el servicio de la Catedral y el de los hermanos.
La Curia pastoral de la Diócesis quedó marcada por su carácter ordenado y metódico, imprimiendo su sello personal y distintivo en todas sus actuaciones. Con fecha 1 de marzo de 2020 ingresó en la Casa Sacerdotal Diocesana, donde, rodeado de atenciones de todos, esperó el momento de su tránsito a la Casa del Padre. Descanso en paz el muy querido Hermano Don José, después de una vida culminada en el servicio a Dios Padre y entregada al de los hermanos en esta parcela que es la de la Iglesia que peregrina en Asturias, para alcanzar la gloria y la salvación eternas. Que así sea, descansa en la paz del Señor, hermano Don José.
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