(Infovaticana) Monseñor Adolfo González Montes (Salamanca, 1946) es obispo emérito de Almería desde el 30 de noviembre de 2021.
Meses antes, el Papa Francisco había nombrado un obispo coadjutor para la diócesis de Almería, monseñor Antonio Gómez Cantero, quien es el actual obispo de la diócesis. Ese periodo de cogobernanza entre ambos prelados estuvo marcado por las palpables diferencias que existían entre ambos.
Ahora, por primera vez desde su retirada allá por noviembre del 2021, González Montes, quien ahora reside en Madrid, ha concedido su primera entrevista a InfoVaticana para hablar de la situación actual de la Iglesia y también de sus casi veinte años al frente de la diócesis almeriense.
En la entrevista, González Montes denuncia el abandono de las raíces cristianas en Europa, denuncia la imposición del «derecho» al aborto, defiende la tradición y la Verdad revelada y se muestra partidario de la enseñanza de la Iglesia en cuanto al sacramento del orden sacerdotal, el matrimonio y la homosexualidad.
P-Hace ya más de un año desde que pasó a ser el Obispo emérito de Almería. ¿Cómo es su nueva vida en estos momentos?
R-Trabajando en mi apartamento, fuera de asistir a algunos encuentros de obispos, como los del grupo de Obispos del Mediterráneo en Florencia, o el Katholikentag, asamblea de los católicos alemanes celebrada en Stuttgart en representación de los obispos españoles. He tomado parte, claro está, en las asambleas plenarias de la Conferencia Episcopal Española en Madrid y en otros encuentros por videoconferencia. He dado también algunas conferencias que me habían pedido. He celebrado en unas pocas parroquias y hermandades, muy pocas, porque me he mantenido casi enclaustrado trabajando, como le digo, en mi apartamento del Seminario en algunos escritos que tengo pendientes de terminación.
P-Usted ha sido el representante de la CEE en la Comisión de Conferencias Episcopales de la Unión Europea (COMECE), ¿Cómo ve la Iglesia en Europa?
R-He estado acudiendo a Bruselas a las asambleas de COMECE durante 15 años, muy enriquecedores. El fin de estas asambleas de obispos de la Unión Europea, uno por Conferencia, es seguir y evaluar la acción política y social de las instituciones europeas en lo que afecta a la vida de la Iglesia; sobre todo la legislación que compromete la dignidad de la persona y a sus derechos y la libertad religiosa. Nos preocupa el estado moral de la sociedad europea, en la que el cristianismo ha retrocedido. Hay una tendencia suicida a renunciar a las propias raíces cristianas en países que han llevado el Evangelio a los continentes durante siglos. La sociedad europea vive de valores cristianos que han sido secularizados en el marco de la cultura agnóstica y relativista actual. Las Iglesias tratan de afrontar el reto de la nueva evangelización. Es de apreciar que las Iglesias sean consideradas interlocutoras de las instituciones europeas y que podamos trabajar con quienes están en ellas.
P-¿Le preocupa un posible cisma de la Iglesia en Alemania?
R-Claro que me preocupa. La defensa de los verdaderos derechos humanos ha ido seguida de la reivindicación de los llamados derechos civiles. Algunos son complemento valioso de los derechos humanos, pero otros son muy discutibles o, sencillamente, no son derechos y van contra la dignidad de la persona No existe, por ejemplo, un supuesto derecho al aborto. Algunos de estos derechos civiles son producto de un subjetivismo inseparable del relativismo moral imperante. Lo que está pasando en Alemania es una muestra clara de qué sucede, cuando se transfieren reivindicaciones de la sociedad civil a la Iglesia poniendo entre paréntesis la revelación bíblica. Aunque, teóricamente, se dice que no se pretende cambiar la naturaleza de la Iglesia, el llamado «camino sinodal» en Alemania parece que sí pretende hacerlo. Se apela a la sinodalidad para cambiar la antropología revelada y la moral evangélica, la comprensión de los mismos sacramentos; o para atribuir al laicado lo que corresponde sólo al episcopado como es la guía y el magisterio propio del ministerio ordenado, el discernimiento de las doctrinas. La cuestión es que buscar un sistema mixto de gobierno de la Iglesia, si no ya paritario de representaciones de los obispos y del laicado es contrario a la sucesión apostólica y a la institución divina del ministerio apostólico.
P-¿Qué valoración hace del proceso sinodal en el que está inmersa la Iglesia?
R-El sínodo de los obispos es una institución que representa a los obispos, aunque nunca unos cuantos obispos por muy cualificados que sean pueden representar a la asamblea universal de los obispos, ni sustituir al concilio con el papa. Fue concebido por Pablo VI para ayudar al papa en el ejercicio de su ministerio y magisterio. La Iglesia no puede modificar la tradición apostólica de la fe, ni los obispos asumir reivindicaciones tópicas que la contradigan. La sociología no puede convertirse en el instrumento de evaluación de la tradición de fe y moral católica, para pedir a los obispos que reformen la Iglesia acomodándola al pensamiento relativista actual. La Iglesia siempre ha de pedir la conversión al Evangelio de las personas y de la sociedad y las culturas. El proceso sinodal puede ser positivo como preparatorio del sínodo, para conocer y discernir algunas cuestiones de la vida de la Iglesia con miras a la evangelización. Es inquietante el eclesiocentrismo que padecemos, mientras la fe cristiana se muere en una sociedad que se dice abierta, pero se muestra tan intolerante con el cristianismo.
P-Dentro de la CEE presidió la Comisión de la Doctrina de la Fe ¿ve posible que la Iglesia cambie cuestiones como la ordenación de mujeres, la moral sexual o la aceptación de parejas homosexuales?
R-La ordenación sacerdotal de mujeres va contra lo que en continuidad ininterrumpida afirma la tradición de fe. El papa Juan Pablo II declaró que pertenece al contenido infalible de la fe y que, por tanto, la Iglesia no tiene autoridad para modificar el sacramento del Orden. El ministerio sacerdotal no es un derecho, ni del varón ni de la mujer, sino institución soberana de Jesucristo, que se corresponde con la diferencia entre el varón y la mujer y ayuda a comprenderla. En el sacramento del Orden se hace patente, con la gratuidad del don, la significación sacramental de Cristo como Esposo y la maternidad de la Iglesia, algo que está enraizado en la teología de la creación divina del hombre y la mujer.
P-¿Cree que la sociedad actual ya no percibe la diferencia entre el varón y la mujer?
R-El sentido común de la gente sí que percibe la diferencia, son algunos colectivos los que parece que no la perciben y se empeñan en imponer a la sociedad su propia visión de género. La cuestión es que si todo se concibe como una mera función a desempeñar que no afecta en nada a la constitución antropológica del ser humano, entonces se han acabado todos los problemas. Ahora bien, esto no se corresponde con la revelación ni tampoco con la razón natural. Para tener idea clara del matrimonio, hay que tener en cuenta la antropología bíblica y el significado que tiene la diferencia entre el varón y la mujer para el amor conyugal y la transmisión de la vida. Está en juego la imagen de Dios en el amor conyugal y la significación sacramental que Jesús dio a la unión matrimonial. La Iglesia respeta la condición de cada persona y condena la discriminación de una persona por su orientación sexual. Lo que la Iglesia no puede aprobar son los actos homosexuales. El Catecismo de la Iglesia Católica dice que son intrínsecamente desordenados, contrarios a la ley natural y están cerrados por sí mismos a la transmisión del don de la vida. El matrimonio entre personas del mismo sexo no es verdadero matrimonio, aunque así lo consideren las leyes civiles de algunos países. La Iglesia no impone a nadie la fe revelada, pero tiene derecho a manifestar con libertad su conciencia religiosa y oponerse a la imposición de la ideología de género que coloniza la educación y la cultura.
P-Le haré algunas preguntas, si me permite, sobre la reciente auditoría realizada en la diócesis de Almería, donde se analizaba la gestión económica durante sus últimos 11 años como obispo. ¿Qué le han parecido los resultados?
R-Mire, en 2015 yo mandé hacer ya una auditoría. En 2021 ante las cosas que se publicaban con afirmaciones falsas y gratuitas, levantando sospechas infundadas, yo expuse en las instancias que debía hacerlo la necesidad de hacer la auditoría. Al final, se accedió a ello y se le sugirió a mi sucesor que la pidiera formalmente, para que la financiara la Conferencia. Hay que aclarar además que la auditoría no fue una auditoría forense ni tampoco de gestión. Por tanto, no ha evaluado la gestión, ya que ha sido una auditoría contable. Lo que sí deja ver con neta transparencia es que todo se ha realizado conforme a programación motivada y conforme a norma canónica y civil. En las decisiones que se tomaron siempre se contó con la autorización de los consejos consultivos y, cuando lo exigía la normativa, también con la autorización de la Santa Sede. Los documentos están ahí.
P-¿Qué impresiones le transmitió Monseñor Joseba Segura, quien coordinó la auditoría?
R-Joseba Segura siguió de cerca la auditoría y al final, a mediados de junio, me convocó a mí y a mis colaboradores para que los auditores nos presentaran los resultados. Hizo lo mismo presentándolos al obispo coadjutor y al clero diocesano. Con la presentación de los auditores, Mons. Segura hizo una evaluación global de lo hecho en los diez años analizados, confirmando que el procedimiento de la contratación de crédito aparece en la auditoría motivado por la necesidad de afrontar rehabilitaciones y obra necesarias para el funcionamiento de la diócesis, y que todo se había hecho conforme a norma. Negó con rotundidad que la diócesis estuviera en ruinas o bancarrota, rechazando juicios del género, ya que la auditoría había constatado que se trataba de inversiones que habían multiplicado el valor del patrimonio inmobiliario diocesano de tres a cuatro veces, pasando de un monto de en torno a 10 a 11 millones en 2002 a un monto mínimo de más de 42 millones de euros y un monto máximo de casi 47 millones en 2021. De esto no se hablado, claro está. Mons. Segura ofreció su evaluación para que se diera a conocer o se colgara en la página web del Obispado, pero no se hizo.
P-¿Cómo se explica, entonces, que la auditoría refleje casi 24 millones de euros?
R-Mire usted, la deuda crediticia de toda la diócesis, no del Obispado, estaba en diciembre de 2021 en poco más de 22 millones y medio de euros según los datos del Banco de España, que por cierto nunca ha intervenido ni ante la diócesis ni ante la Santa Sede, como algunos han divulgado, prefiero no saber con qué intención. Este monto de crédito correspondía a diversas entidades e instituciones de la diócesis y a diversos bancos, no a uno solo. El aumento sobre esa cantidad ya no es competencia mía, ya que yo dejé la competencia en materia económica el 13 de marzo de 2021.
P-¿No tenía recursos la diócesis que hubieran evitado recurrir al endeudamiento de la diócesis?
R-La diócesis contaba con el dinero que mi predecesor había obtenido de ventas de patrimonio inmobiliario, pero ese dinero tenía ya su propio destino. Mi predecesor puso el mayor interés en la construcción de la Casa Sacerdotal, que encontré prácticamente acabada cuando llegué, pero que había que pagar. Había que pagar la iglesia de Santa Teresa, una importante iglesia construida por mi predecesor; y estaba prevista la urgente rehabilitación del edificio de Caritas Diocesana, que había sufrido un grave incendio, y de la Casa de Espiritualidad, enteramente arruinada por aluminosis. Se hacía necesario continuar la rehabilitación del Seminario, al cual había trasladado con gran acierto los seminaristas retirándolos de Granada, donde estuvieron más de dos décadas. El endeudamiento diocesano era necesario y, por eso mismo, razonable, dada la situación obsoleta y ruinosa de los edificios comunes a mi llegada a la diócesis. Estaban proyectadas algunas iglesias parroquiales, rehabilitar el Palacio Episcopal y un edificio para la Curia diocesana. Todo se ha afrontado progresivamente, pero ¿cómo se hacen las rehabilitaciones y la obra nueva si no es con crédito?
P-Pero la diócesis ha tenido dificultades…
R-Bueno, ha habido algunos momentos de dificultad a causa de la falta de liquidez que ha afectado a las parroquias que habían contratado crédito antes de la crisis de 2008 y de la dura crisis de la pandemia, que vino después. Mire, las parroquias que han construido iglesia parroquial, porque no tenían y estaban en locales en precario, ya habían comenzado su construcción cuando llegaron estas crisis, y el Obispado ha tenido que ayudarlas. Con esta ayuda, las parroquias han ido cumpliendo con las mensualidades de los créditos, como sucede con las familias que tienen la hipoteca del piso. La diócesis ha venido cumpliendo sus compromisos.
P-Ustedes han invertido también en el nuevo Colegio del San Ildefonso
R-La educación católica es una apuesta irrenunciable de la Iglesia. Al comienzo de mi administración pastoral, quedaba una comunidad educativa residual del que había sido el principal colegio diocesano. Me propuse la refundación del colegio y su financiación autónoma con el apoyo de los laicos del Consejo de Asuntos Económicos. El resultado ha sido exitoso a juicio de todo el mundo en Almería. Los auditores dejan claro que, si se comenzó con el apoyo económico de la diócesis, desde 2019 sus balances son enteramente positivos y el colegio es de entera solvencia.
P-Según la Conferencia Episcopal, la mitad de las diócesis españolas tienen deudas, algunas bastante altas. ¿Está la diócesis de Almería en la peor situación?
R-Sinceramente, no es así. Algunos proyectos llevados a cabo por otras diócesis son mucho más elevados que toda la deuda de Almería, y casi todas las diócesis tienen dificultades para afrontar sus compromisos de crédito, desde la irrupción de la primera crisis hace ya más de diez años.
P-¿Qué se puede hacer para reducir la deuda?
R-Como usted puede imaginar, no entro en sugerir o proponer nada, si no se me pide parecer, y hasta ahora nadie me lo ha pedido. Le diré lo que, siguiendo la senda de mi predecesor había preparado con mis consejos consultivos. Para ayudar a las rehabilitaciones contábamos con la enajenación de algunos inmuebles no esenciales. En algunos casos la venta estaba ya comprometida cuando se produjo mi relevo, pero fue suspendida sin que se me diera explicación ninguna. Nunca pensamos ni enajenar ni alquilar ninguno de los inmuebles esenciales para el funcionamiento de la diócesis; sobre todo porque su rehabilitación se justificaba por ser necesarios para el funcionamiento de la diócesis. Parece que de nuevo los responsables actuales de la economía diocesana han propuesto a los consejos un programa parecido, si no igual al nuestro, que ya contaba las autorizaciones preceptivas.
P-Tenía que hacerle estas preguntas y, para terminar, quisiera retomar algunos temas, si nos lo permite. ¿Cómo ve la caída del número de seminaristas en España?
R-Es un síntoma bien alarmante de la falta de impulso evangelizador en las comunidades cristianas. Las causas de esta disminución son varias y a veces complejas, pero se pueden concretar algunas, como la falta de vida cristiana familiar. Falta colaboración de los padres y, a veces, los chicos tienen que afrontar que sus padres, aunque estén bautizados, se encuentren alejados de la vida de la Iglesia. Muchos seminaristas viven la separación o divorcio de sus padres. Por otra parte, no hace falta decir que el ambiente social y la cultura actual no favorecen las vocaciones, y también las parroquias no promueven las vocaciones.
P-¿Qué puede hacer la Iglesia para llegar a los jóvenes y evangelizar la sociedad?
R-Las causas no están sólo fuera de la Iglesia, están también dentro de la Iglesia, y es algo muy grave, porque sin seminario no hay futuro para una diócesis A veces falta una pastoral acertada de las vocaciones, resultado de la secularización que hay dentro de la Iglesia. Es paralizante el reparo de muchos sacerdotes a proponer a un adolescente o a un joven la vocación como realización de la propia vida, no para que entre en un grupo de benefactores de la sociedad por mero altruismo. Está en juego el seguimiento discipular de Jesucristo, que llama personalmente al joven para pastorear la comunidad cristiana y para llevar la salvación a quienes la buscan, a veces a tientas y en los márgenes de la Iglesia, y cuando la hallan la reciben gozosos.
P-¿Qué papel han de jugar los laicos en estos momentos dentro de la Iglesia?
R-Los laicos son la mayoría y el común de miembros de la Iglesia. Los obispos y sacerdotes estamos al servicio de los que no lo son, como los religiosos y los laicos. El Vaticano II dice que la vocación de los laicos es buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales para ordenarlas según el plan de Dios, porque es propio de los laicos su carácter secular. Hoy se corre el riesgo de clericalizar a los laicos. El Papa habla con razón del clericalismo con el que a veces actúan los sacerdotes, pero esto se empeora cuando son los laicos los que actúan como si fueran clérigos. La caída de las vocaciones al ministerio pastoral no se puede compensar clericalizando a los laicos ni es la solución. Hay que afrontar sin ambages las causas de la falta de vocaciones sacerdotales.
P-Entonces, ¿los laicos no tienen que ver con la acción pastoral y el gobierno de la Iglesia?
R- A la Iglesia no le son aplicables todas las formas de gobierno de la sociedad civil, aunque algunas no le vienen mal. Hay quienes piensan que delegar en los laicos la jurisdicción que confiere la potestad de Orden es bueno para democratizar la Iglesia, pero no dicen que es hacerlo por la puerta de atrás, aunque creo que lo saben. El Vaticano II enseña que no corresponde a los laicos el gobierno de la Iglesia que es propio de los pastores, pero sí les corresponde colaborar con los pastores en la acción pastoral en las condiciones establecidas por la Iglesia. Separar la jurisdicción del sacramento del Orden como forma para delegar la potestad de jurisdicción en los laicos es uno de esos malos planteamientos teológicos que no producen una práctica buena. Lo vienen advirtiendo teólogos y obispos preocupados con esta cuestión, como el cardenal Müller, pero también el cardenal Kasper.
P-¿Qué cometido y tareas pueden asumir los laicos en la vida de la Iglesia?
R-Nadie mejor que ellos pueden aconsejar y proponer en todo lo referente a la acción temporal de la Iglesia. Es necesaria su presencia en los consejos consultivos y en los organismos diocesanos donde se los necesita en diversos campos, y no es el menor el de la economía; pero también es necesario que se responsabilicen de los ministerios laicales, colaborando en la transmisión de la fe y la acción litúrgica, la catequesis y la educación católica de los niños en colaboración con las familias, los tribunales de la Iglesia y el ejercicio de la caridad. Son muchos los laicos, y más mujeres que hombres, que están en los diversos equipos parroquiales de colaboración pastoral con los párrocos. El concilio dice que corresponde a los laicos iluminar y ordenar las realidades temporales, pero si los clericalizamos los asuntos temporales se quedan sin el protagonismo propio de los laicos. Necesitamos un apostolado laical vigoroso y orgánico, que ayude a orientar la sociedad según el plan de Dios en la familia, la política, el mundo del trabajo y la empresa, la comunicación, las bellas artes, la acción social y la lucha por la justicia. No se trata de volver a una sociedad confesional, sino de cumplir con el mandato de Cristo de evangelizar, y hacerlo hoy en el marco de una sociedad abierta sin privatizar la fe.
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