domingo, 22 de enero de 2023

''Proclamando el evangelio del reino''. Por Joaquín M. Serrano Vila


Estamos ya en el domingo III del Tiempo Ordinario, donde los textos sagrados nos hablarán de dos aspectos clave en la vida del creyente: la conversión y el seguimiento; de nada sirve convertirnos sin una meta, como tampoco sirve de nada seguir a Jesús sin cambiar un ápice nuestro estilo de vida. En este día también celebramos el "Domingo de la Palabra de Dios", instituido por el Papa en 2019 para caer en la cuenta de la necesidad que tenemos de profundizar nuestra relación, conocimiento y vivencia que tiene ésta en nuestras vidas. Nos encontramos igualmente en pleno "Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos". Es un hecho que en vivimos divididos, y éste es uno de los peores testimonios que podemos dar, por ello hemos de pedir insistentemente al Señor que todos los creyentes en Cristo seamos uno como Él y el Padre lo son junto al Espíritu Santo.

I. Vivir la Comunión

La segunda lectura nos viene muy bien para ahondar en estos días el problema de la falta de comunión, pidiendo de forma especial por la unidad de todas las Iglesias cristianas, aunque nos viene bien también reflexionar cómo está nuestra propia comunión, incluso con los miembros de nuestra comunidad parroquial. San Pablo nos presenta una súplica o petición bien solemne que va dirigida a los corintios, sí, pero que se nos dice hoy a todos: ''Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que digáis todos lo mismo y que no haya divisiones entre vosotros''. San Pablo se encuentra en Éfeso, y se ha enterado hablando coloquialmente que los cristianos de la comunidad de Corinto se llevan "a matar" entre ellos. El Apóstol no se hace el adivino ni anda con misterios, y con claridad les dice que: ''me he enterado por los de Cloe de que hay discordias entre vosotros''. ¿Quiénes son los de Cloe?, pues un grupo de cristianos de Corinto que pasaron por Éfeso y le hablaron a Pablo de los enfrentamientos que sufrían. En este pasaje siempre digo que es llamativo que San Pablo, al cual algunos lo presentan como enemigo de la mujer denomine a ese grupo de cristianos ''los de Cloe'', lo cual viene a significar que a ojos del Apóstol esta mujer era la que llevaba la voz cantante o mejor representaba al grupo. Y atención a lo que dice seguidamente: ''Y os digo esto porque cada cual anda diciendo: Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefas, yo soy de Cristo''. Podríamos actualizarlo y aplicarlo a nuestro momento: ''yo soy de Juan Pablo, yo de Benedicto, yo de Francisco''... Ó a nuestra Diócesis: ''yo soy de Díaz Merchán, yo de Osoro, yo de Sanz Montes''; incluso a nuestra Parroquia: ''yo soy de Don Cecilio, yo de Don Fernando, yo de Don Joaquín''... Aquí está el motivo del tirón de orejas de San Pablo que viene a decirles que no se han enterado de lo que es ser cristianos; ¡no habéis entendido nada! ''¿Está dividido Cristo?''... No podemos avanzar a ningún destino divididos, sólo unidos todos con diferentes sensibilidades y carismas y en el puesto de cada cual, podremos ser testigos visibles creíbles del Señor. El diablo -el que divide- busca en todo momento este triunfo de la división; no caigamos en su trampa que sólo busca ''hacer ineficaz la cruz de Cristo''.

II. Vivir la Paz

La primera lectura tomada del Libro 8 de Isaías, nos presenta un precioso pasaje bien conocido denominado "El cántico o poema de la paz". Enero es considerado por muchos el mes de la paz; es el deseo con el que iniciamos un nuevo año, y así la Iglesia nos presenta algunas fechas significativas: el 1 de enero "La Jornada Mundial de la Paz"; "El Octavario por la Unidad de los Cristianos" los días previos a "La fiesta de la conversión de San Pablo", lo cual es una búsqueda de pacificar enfrentamientos del pasado, y, en muchos lugares de España y Asturias, se celebra en estos días próximos al 24 de enero a "Nuestra Señora: la Virgen de la Paz". Como véis, en este texto la paz es un anhelo constante del ser humano desde que el mundo es mundo; un sueño que a veces tarda en llegar, que muchos ni llegan a ver y que tantos otros han perdido ya la esperanza de experimentarla. Los versículos que hemos escuchado vienen a ser la introducción o comienzo del citado poema donde se nos habla de cómo el Señor humilló un territorio. ¿A que se refiere todo este lenguaje tan extraño para muchos?... Es más sencillo de lo que parece; nos habla del norte de Galilea, que era una zona que sufrió mucho en el devenir de la historia pues fue dominada por Asiria, y el mismo autor la denomina: ''Galilea de los gentiles''. Es otra experiencia de opresión, de falta de libertad, por eso utiliza esas palabras que a nosotros nos suenan a la navidad o la noche de reyes: ''El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló''. He aquí el sentido -y necesidad- de conocer la Sagrada Escritura como nos pide el Papa, pues es mucho lo que se esconde en cada línea. En esta frase vemos a la perfección cómo algo escrito por un hombre de carne y hueso no es simplemente una frase corriente; es una afirmación que habla de la libertad de la Galilea del norte que estaba oprimida, pero también nos sirve a nosotros para comprender que Jesucristo es la luz que viene a nuestras vidas para sacarnos de nuestras oscuridades. Cuando se nos explica que los autores de la Biblia escribieron bajo inspiración, no se dice por decir; aquí encontramos las pruebas. Vivir ligados a la palabra de Dios, es un camino que lleva a vivir espiritualmente en la paz y a ponerla en práctica, pues en esa palabra revelada Dios no habló en pasado, sino que nos sigue hablando en absoluto presente. 

III. Vivir el Evangelio para alcanzar el reino

Y por último, el evangelio que este capítulo 4 de San Mateo nos habla de conversión y seguimiento, pero veamos algunos detalles importantes: Jesús está introduciéndose en su vida pública, y el evangelista nos dice dónde está y qué ha pasado. Y es que han arrestado a Juan, y por eso Jesús se retira a Galilea: ''se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí''. Aquí no tenemos que hacer paralelismos de comentar lo que hemos escuchado en la primera lectura, el mismo autor dice que Jesús se establece en este lugar, precisamente para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías: «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló». Está claro que San Mateo se ha dado cuenta de que esa "luz grande" es Jesús y no otras cosas buenas que les pudiera haber pasado; la pregunta es: ¿se enterará la gente de allí? ¿nos enteraremos nosotros?... Jesús predica, y hoy la Iglesia continúa esta misión de gritar a nuestro mundo: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». No sólo Jesús es la nueva luz para Galilea, sino qué, además, sueña con una Galilea nueva. Sólo por la conversión llegamos a Dios; sólo el buen camino nos llevará a las puertas del reino de los cielos. Galilea no tenía buena fama, aquella tribus de Zabulón y Neftalí eran famosas por ser muy próximas al paganismo, era una comarca de gente fría, ruda, una periférica... Y por ahí empieza Jesús, por los últimos, los mal vistos, los de mala fama y, por si fuera poco al empezar su predicación -la historia del amor de Dios por los hombres arranca aquí- de entre esta gente elige a sus colaboradores más próximos, a sus apóstoles, a sus mejores amigos. Y así, junto al lago, ve a aquellos humildes pescadores y los llama para que le sigan y hacerlos "pescadores de hombres". Esta invitación nos la hace Jesús a nosotros: ¡venid!; quiere que hagamos eso que tantas veces hemos cantado en nuestra vida: ''no has buscado ni a sabios ni a ricos, tan sólo quieres que yo te siga''... ¿le seguimos realmente; hemos dejado en la arena nuestra barca y nos atrevemos a ir con Él a buscar otro mar?... No nos quedemos en un querer a Jesús y seguirle sólo en la intimidad, sino hagámoslo vocacional y testimonialmente  ''proclamando el evangelio del reino''.

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