jueves, 2 de diciembre de 2021

Adviento y Navidad de la mano de San José. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Pensando en el adviento y la navidad de este año que se va, se me ha ocurrido centrar estas letras en una actitud preciosa que podemos hacer nuestra en estas semanas tan especiales del nuevo año litúrgico: vivir el adviento y la navidad de la mano de San José. Qué mejor referente, ahora que vamos a concluir también este año jubilar josefino que el Papa convocó, para volver la mirada al Santo Patriarca y bendito custodio de la Iglesia Santa, San José de Nazaret.

En ese hombre que prefirió vivir el anonimato, trabajar en el silencio y cumplir celosamente la voluntad de Dios aun cuando rompía todos los parámetros que su mente y corazón alcanzaban, encontramos el mejor modelo de cómo vivir nuestro día a día en clave de fe. Pero de forma específica y peculiar estos días que queremos como él y junto a él acompañar a la Santísima Virgen María en la recta final de su embarazo, en el nacimiento del Niño y sus primeras semanas de vida entre los hombres. Os animo particularmente a releer los escritos que el Santo Padre Francisco nos ha regalado en este tiempo sobre la figura de este gran Santo: desde la carta "Patris Corde", sus homilías, y, en especial, las últimas catequesis en las que nos ofrece unas brillantes pinceladas a los cristianos del siglo XXI sobre las enseñanzas del esposo de la Santísima Virgen.

Este año, cuando pongamos el belén, no olvidemos que tiene un protagonismo especial San José y a él hemos de mirar con cariño. En el Arzobispado de Oviedo hay un nacimiento muy curioso, pues no es la Virgen la que acuna el niño, sino que es San José quien lo tiene en brazos mientras Ella descansa en actitud orante. A veces da la impresión de que en "El Misterio" ponemos al esposo de María de "relleno", pero no olvidemos que su papel fue imprescindible en la historia de nuestra salvación. Desde ese prisma os propongo volver los ojos a San José, viviendo en este tiempo tres actitudes que él nos enseña:

Atento: En el Santo Patriarca encontramos un alma pura que se formó en su pueblo entre la oración y el trabajo artesanal de sus manos como de hábil carpintero. También como buen judío sus ojos estaban clavados en el horizonte aguardando con ilusión la llegada del Mesías. El espíritu del Señor le hacía tener una mirada más allá de lo visible, uniendo su corazón a lo trascendente y a la importancia de su misión; vivió en la seguridad de que el Dios de sus padres no había olvidado su alianza ni su promesa, y de que ahora contaba también con él.

Abierto: Es el hombre abierto a la gracia, disponible al proyecto de Dios que se entrega a su Providencia sin importarle ni su honor ni su fama. San José es el creyente que no duda del Señor, que sabe esperar en Él y acepta su voluntad. Dice "sí" a la dura misión que se le encomienda a pesar todos los sufrimientos y contrariedades que llevaba aparejada. Pero él no vacila, no se queja, y puesta la mano sobre el arado lo sujeta con firmeza y camina hacia adelante sin mirar atrás.

Protector: Nadie duda que la mayor grandeza de San José fue saber no sólo hacer las cosas bien, sino, además, hacerlas sin querer destacar nunca en nada. Podemos imaginarlo acompañando a Nuestra Señora camino de la casa de su Prima para que no le ocurriera nada, viajando atento a María hacia Belén para inscribirse en el censo, buscando posada para el Niño y haciéndole la cuna;  huir presuroso con la madre y el pequeño hacia Egipto garantizando su seguridad… Nadie amó tanto en aquellos momentos, estuvo tan cerca y cuidó tan bien a Cristo y a su Madre como San José. Pidámosle que nos enseñe a cuidar y venerar María, y cómo preparar la cuna este advenimiento en nuestros corazones y en esta Navidad.

Bendito San José, nuestro Padre y Señor, enséñanos a querer cada día más a Jesús y a María.

Joaquín, párroco

No hay comentarios:

Publicar un comentario