lunes, 22 de abril de 2019

«Dios no está en las estrellas, está en el corazón»

El canónigo de la Catedral es astrofísico y busca el origen del Universo como científico y el principio como teólogo: «Somos mucho más que algoritmos»

(El Comercio) Teólogo y científico, José María Hevia Álvarez (Pola de Lena, 1947) descubrió la galaxia SMNR 1050 en el año 2000. Han pasado ya casi veinte años, pero el canónigo de la Catedral de San Salvador de Oviedo y profesor de Cosmología en el Seminario Metropolitano aún no ha apartado la vista del cielo. «Por lo que pudiera encontrar», bromea después de oficiar la misa capitular matutina instantes antes de iniciar esta entrevista. Becado por la Fundación Max Planck de Alemania, baraja dos destinos para analizar el cosmos durante el próximo verano: el observatorio de la Silla, en Chile, y el Centro Internacional Abdus Salam de Física Teórica de Trieste, en Italia. La altitud y la poca humedad en el desierto de Atacama «puede que me haga elegir la segunda opción» por motivos de salud, confiesa. Su técnica preferida es la llamada Interferometría de Muy Larga Base (VLBI por sus siglas en inglés). La misma que, entre otras cosas, ha permitido que hace una semana se tomase la primera fotografía de un agujero negro.

-Habrá visto con entusiasmo la primera fotografía tomada a un agujero negro.

-Con entusiasmo y mucha alegría, porque en el equipo de Interferometría algunos son compañeros. Ya se venía trabajando en ello, pero esta vez quedó el anillo bien hecho. Se percibe el síntoma del anillo alrededor del agujero negro. Aun así, el concepto de agujero negro (cuerpo gravitacional de tanta masa que no deja salir la luz) ya lo acuñó el pastor anglicano Jhon Mitchell en el siglo XVII bajo la nomenclatura de 'estrella oscura'.

-¿Qué hay más allá de la atmósfera?

-Más allá de la atmósfera hay un auténtico mundo. Muchas cosas visibles, otras detectables, muchas invisibles y otras deducibles. Un mundo relativamente nuevo. El Plus Ultra. A simple vista, solo vemos hasta Saturno, pero desde que Herschel descubrió Urano, no hemos parado de estirar el universo. El universo corre más que nosotros, está en expansión acelerada.

-Usted es un hombre de Dios y de la ciencia, ¿cómo lo conjuga?

-Hay muchos más eclesiásticos y creyentes que lo son. No es algo fuera de lo común. Lo que hay que tener en cuenta es la profesionalización y la especialización científica y no si uno cree en Dios o no. Hace cien años, la mayor cantera de los científicos que se declaraban ateos pertenecía a la Astrofísica. Actualmente eso ha cambiado y es en la Genética en donde hay menor porcentaje de creyentes. No es un tema que tenga que ver con la ciencia, sino con la opción personal de cada uno y sus aspiraciones. La Genética tiene ahora la aspiración de descubrir los confines del mundo y de arreglar los temas humanos a través de algoritmos biológicos. Aun así, ya sabemos lo que pasa cuando el hombre aspira más allá de sus posibilidades. La Torre de Babel. Somos más que algoritmos. El amor es mucho más que la química.

-¿Es algo común en la Iglesia?

-Copérnico fue canónigo, Lemaître (el primero en proponer la teoría de la expansión del universo) fue canónigo, el obispo de Dublín es astrónomo. Son solo unos ejemplos. Sí es cierto que en la Iglesia abundan más los humanistas que los científicos, pero es común. En el primer curso del Seminario hay una asignatura de Cosmología, la que yo imparto. A un seminarista se le muestran las novedades científicas y una cierta instrumentalización de racionalidad antes de darle la Biblia. Yo siempre digo a mis alumnos que a mi clase no entra Dios.

-¿Ha encontrado resistencias internas por los descubrimientos que pudiera realizar?

-Nunca. El avance de la ciencia no preocupa a la Iglesia. Otra cosa es el avance de la técnica. Y es que en muchas ocasiones la aplicación de las novedades científicas es antihumana. La clonación de ser humanos o la industria armamentística valen de ejemplo. Nos pasa lo mismo con el Cristianismo. Las Sagradas Escrituras han escudado más guerras de las que nos gustaría.

-La Iglesia siempre se ha mostrado ciertamente reticente al progreso...

-Las reticencias son en cuanto a la aplicación concreta. A la bomba atómica, por ejemplo, se la vio venir.

-¿Por qué puede resultar sorprendente que un canónigo sea a la vez un hombre de ciencia?

-Porque acaba siendo una especie de 'fake new' el hecho de que ciencia y fe sean incompatibles. Yo creo que eso viene desde el siglo XIX cuando los teólogos nos metimos a hacer descripciones del cosmos, que no eran en absoluto de nuestra competencia. La Teología ha de estudiar el principio y fundamento del cosmos, y la ciencia, los orígenes. Estas dos palabras son muy distintas. Si la ciencia intenta estudiar el principio y fundamento meterá la pata, porque no es su cometido. Lo mismo ocurrirá con la Teología si intenta lo contrario. Hay que tener la demarcación de campos perfectamente dialogada. Todos buscamos la verdad, que es una sola: 'Fides et ratio', fe y razón.

-Aun así, usted encontró una galaxia, ¿la mano de Dios le guió?


-Eso lo dijeron los periodistas de entonces. Para un mérito que es mío... (ríe) Lo cierto es que cuando la encontré, no supe directamente que era algo novedoso. Lo hice gracias a una aplicación simple del teorema del virial. En una estructura de un terceto de galaxias tiene que faltar una cuarta para justificar las distorsiones que tienen. No se veía a simple vista. Estaba detrás del polvo cósmico de una de las galaxias.

-Yaveh le dice a Abraham en el Génesis que cuente las estrellas si es que puede hacerlo, ¿es lo que trata usted de hacer?


-No, en absoluto. Hoy, con mucha más razón, el cosmos nos hace humildes. Seguimos sin poder contarlas todas.

-¿Ha encontrado a Dios en las estrellas?
-No, lo he encontrado en el corazón. Y si alguien afirma haberlo encontrado, en ese Dios yo no creeré. El Dios en el que yo creo me llama Chema. Es cierto que muchas veces rezo un salmo ante la grandiosidad del cosmos. Pero si yo soy capaz de deducir a Dios, deja de serlo.

-¿Fe y Ciencia se podrían complementar o una niega a la otra?

-Pascal ya dijo que hacen falta las razones del 'more' geométrico y las del corazón.

-Pero Dios no se puede demostrar...

-Si, por ejemplo, la teoría del Big Bang demostrase a Dios, habría que quitar el Credo. Aun así, se complementan. La fe puede ayudar a un científico a no mitificar lo que hay ahí fuera, a saber que lo que va a encontrar no son dioses.

-¿Qué le falta por encontrar al hombre más allá de La Luna?

-Cada vez que abrimos ventanas nos encontramos con ventanas mayores. Es oceánico lo que nos queda por descubrir.

--Como científico, ¿cree que habrá vida más allá de la Tierra?

-Tenemos tal cantidad de astros, que por cálculo de probabilidades, podría haberla; sin embargo, la Tierra es muy excepcional. Lo creeré cuando lo vea.

-De ser afirmativo, ¿qué supondría para el hombre moderno?

-Tengo muchas ganas, pero veo mucha ciencia ficción en ese reto.

-¿Y para el dogma religioso?


-La postura de la Iglesia sería la misma que hubo con respecto al descubrimiento de América (antes del descubrimiento, la Iglesia afirmaba que existían tres continentes por la Santísima Trinidad; después, adaptó su teoría a cuatro).

-En 1993, Leon Lederman escribió un libro de divulgación sobre las partículas elementales que se llamó así: 'La partícula de Dios'. Si el universo es la respuesta, ¿cuál es la pregunta? Dígame, ¿cuál es la pregunta que tenemos que hacernos?


-Dos preguntas: ¿cuál es el origen?, para los científicos; y ¿cuál es el principio y fundamento?, para los teólogos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario