martes, 23 de abril de 2019

Ante las próximas elecciones. Por Monseñor Ricardo Blázquez Pérez

En poco tiempo, varias veces, somos los ciudadanos convocados a las urnas; son acontecimientos relevantes de la sociedad democrática y un ejercicio que reclama la corresponsabilidad de los ciudadanos.

Permítanme que exprese, en esta oportunidad, algunos deseos que estoy convencido de que conectan con los de muchas personas. La dedicación a la política es un servicio necesario y digno al bien común. Esperamos que los que trabajan de esta forma por la sociedad respondan lealmente a la encomienda que los ciudadanos les confían. La honradez los acredita y ennoblece; la corrupción, en cambio, los degrada y envilece. Necesitamos la ejemplaridad de quienes presiden las instituciones para fortalecer la moralidad en la sociedad.

Recuerdo algunas causas que requieren por parte de votantes y elegidos una consideración particular: la defensa de la vida humana desde el amanecer hasta el ocaso, desde la concepción hasta el fin natural, ya que en todo su recorrido y en todas las circunstancias está en juego la dignidad de personas; el cuidado y promoción de la familia, que es auténtico pilar de la sociedad, decisiva para la educación de los hijos, apoyo en la enfermedad, ayuda en las crisis individuales y sociales, equilibrio de las personas y estabilidad de la sociedad. El trabajo, subrayo ahora especialmente el de los jóvenes, es necesario para realizarse personalmente, ganarse el pan de cada día, ser reconocido en su dignidad personal y para constituir una familia. Reclamemos respeto a los derechos humanos, y nos exijamos la correspondiente obligación, sin discriminación «alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social» (Constitución española, art. 14). El camino es la justicia y la paz, la libertad y la concordia. Los derechos y los correspondientes deberes constituyen una unidad armoniosa dentro de la cual ninguno debe separarse de los demás.

Deseamos que en estos acontecimientos, tan importantes y decisivos para la vida en sociedad, brillen tanto la claridad en las propuestas como el respeto en las formas de comunicación. Los insultos no son argumentos; más bien, la descalificación de las personas es indicio de razones débiles. Los ciudadanos tienen derecho y obligación de conocer y sopesar los programas electorales. La manipulación de la verdad y la desinformación intencionada son particularmente dañinas en periodos electorales, ya que las consecuencias pueden ser graves y de largo alcance.

La papeleta que depositamos en la urna contiene nuestras legítimas expectativas y expresa nuestra responsabilidad.

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