sábado, 6 de abril de 2019

Chapeau hoy a la Conferencia Episcopal Española. Por Jorge González Guadalix



(De profesión Cura) Que es que ustedes solo hablan de cosas malas de la Iglesia, que ya está bien. Pobres de nosotros, si estamos locos por contar lo bueno y hasta hacemos esfuerzos, pero reconozcan mis lectores que no siempre nos lo ponen fácil.

Nuestra Iglesia católica hace muchas más cosas buenas que malas, dónde va a parar. Es lo normal y por eso ni lo mencionamos. Los miles y miles de sacerdotes y religiosos con una vida santa y entregada, la multitud de obispos con auténtico celo pastoral y trabajo por el evangelio del todo encomiable, la entrega de tantos a la noble tarea de la caridad y la evangelización. Es tanto lo bueno que no es necesario seguir destacándolo. Quizá por eso nos sorprende y destacamos el encontrarnos con alguna barbaridad de cuando en cuando. Justo porque no es lo normal.

Lo del hombre y el perro, ya saben. No es noticia que un perro muerda al hombre, sí lo es que el hombre muerda al perro. Pues eso. No es noticia un sacerdote, un religioso, un obispo, un laico que viven en fidelidad al evangelio. Lo es cuando se salen de lo corriente y normalito.

De la conferencia episcopal española no suelo hablar, aunque alguna vez he hecho excepciones. Mantiene un perfil bajito, no destaca ni en lo bueno ni en lo malo, hace su trabajo, y punto final. Su tónica es de pura prudencia, colegialidad y consenso en todo, y unos documentos que, por querer aprobaciones por unanimidad o casi, tienen que ser a la fuerza una casi nada. ¿Alguno de ustedes recuerda algún documento de la conferencia episcopal que les haya marcado de verdad en los últimos diez o quince años?

Sin embargo, ya ven, ayer me dejó la conferencia muy gratamente sorprendido, tanto que me he auto lesionado varias veces con pellizcos en mis brazos para asegurarme de que estoy despierto.

Esta ha sido la semana de Reig Pla y la eutanasia. El pobre, en el mejor sentido de la palabra, Reig Pla, suele quedarse bastante solito cada vez que le sacuden en todo el solideo. Yo, mal pensado, imaginé que en esta ocasión la cosa iría por similares derroteros. Silencio. Pero ya ven, la nota de la conferencia de ayer me ha parecido magistral en varios aspectos:

PRIMERO. Los obispos han enseñado los dientes. Poco, pero tienen dientes y los enseñan. Bendito sea Dios.

SEGUNDO. Denuncian la manipulación de los medios. Bien. Gracias.

TERCERO. Defienden la libertad de conciencia de cada persona para afrontar su vida y pedir ayuda donde le plazca, incluida la Iglesia.

CUARTO. Afirman la libertad de la Iglesia, reconocida en la Constitución española, la Ley orgánica de libertad religiosa y los Tratados internacionales sobre derechos humanos, para ofrecer su visión de la persona y acoger y acompañar a quien libremente se acerque a ella para crecer en un desarrollo humano integral desde el anuncio del Evangelio y el amor misericordioso de Dios.

Fantástica nota. Felicidades a nuestros obispos. Y un ruego ahora: que a partir de ahora no se me arruguen y me empiecen otra vez con el pasteleo del bueno, ya veremos y según y como. Para nada. Libres las personas. Libre la Iglesia. Y ahí no vamos a ceder ni un centímetro. Los sacerdotes, los fieles sabremos estar en nuestro lugar si así se hace. Gracias, obispos!

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