sábado, 29 de abril de 2017

Habéis pues en Dios vuestra fe y vuestra esperanza

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Las primeras reacciones de los discípulos el día de Pascua son de incredulidad y de decepción. Las esperanzas acariciadas en vida del Maestro se han venido abajo en el Calvario y el sepulcro. Dos de esos hombres regresan desencantados a su pueblo. Y, sin embargo, lo que ni unos ni otros podían imaginar ha ocurrido: aquel Jesús crucificado vive y en él se han cumplido las antiguas Escrituras (Ev.: Lc 24, 13-35).

De eso es de lo que habla Pedro con vigor poco después, el día de Pentecostés, ante un auditorio expectante. La gente conoce los hechos más o menos vagamente, pero el apóstol los expone en una clave inédita, que revela en ellos el cumplimiento del designio de Dios anticipado en la Escritura. Pedro y sus compañeros lo atestiguan convencidos y lo muestran con su propia transformación (1ª lect.: Hch 2, 14.22-33).

Es todavía Pedro quien insiste, esta vez por escrito, en otro aspecto de esa muerte que ha relatado en su discurso ante la multitud. Lo que ha ocurrido ha sido trágico, sí, pero ha venido a ser un inmenso beneficio en favor nuestro: se ha pagado un enorme precio por nosotros, pero hemos sido rescatados. De ahí nace nuestra fe, que nos exige tomar en serio nuestra vida (2ª lect.: 1 Pe 1, 17-21).

                                                                                                           Fray Emilio García Álvarez O.P.

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