viernes, 7 de abril de 2017

Ayuno de móvil. Por Carmen Castiella


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(Rel.) Del whatsapp al correo electrónico, de la página del banco al periódico, de facebook a instagram…Todo sin levantar la mirada ni apenas parpadear para humedecer los ojos. Las pantallas secan los ojos y de paso el alma. No dramatizo. Es dramático.

Gula de “likes” buscando la aprobación continua del grupo. Gula de conocimiento porque, en cuanto nos falta un dato, ahí está Google y su inmediatez en la respuesta. La biblioteca más grande de la historia, pero también la más desordenada. Un gigante sin cabeza. Pura dispersión. Gula de mensajes y respuestas. La red es un océano de náufragos pidiendo atención.

No quiero ser un erizo, actitud estéril que tiene todas las de perder frente al avance imparable de la era digital. La crítica desairada siempre será inútil, así que no nos queda otra que hacer un ejercicio de mesura: ya que el móvil se ha vuelto imprescindible, pongámosle límites para que no se convierta en un monstruo.

Propongo 24 horas de desconexión digital. 24 horas de liberación y descanso. 24 horas ganadas al tiempo. 24 horas de levantar la mirada al cielo y caer en la cuenta de hasta qué punto el dichoso y omnipresente aparato nos hace mirar hacia abajo…

No basta con silenciarlo. Hay que mantenerlo desconectado.

Menos móvil es más intimidad con las personas con las que estás.
Menos móvil es más atención y menos distracción.
Menos móvil es más puntualidad porque no puedes avisar de que llegas tarde.
Menos móvil es más conciliación porque estás para ellos. Hand-free-papás.
Menos móvil es más tiempo y menos prisa.
Menos móvil es más conocimiento y menos información.
Menos móvil es más serenidad y menos inmediatez.
Menos móvil es más ejemplo para nuestros hijos.
Menos móvil es más concentración y menos interrupción.
Menos móvil es más recogimiento.
Menos móvil es más realidad.

Menos móvil para custodiar nuestra cabeza y nuestro corazón, para educar nuestros sentidos y no vivir permanentemente volcados hacia el exterior.

Veréis que el ayuno tecnológico sabe a gloria. En mi caso, ni rastro de síndrome de abstinencia. Comprobadlo y repetiréis. Parece que el uso compulsivo del móvil puede ser más un mal hábito que una adicción y eso es esperanzador.

Después de probar el ayuno, viene la dieta de mantenimiento. Hay mil variables que se adaptan a mil circunstancias. Yo sigo una que consiste en apagar el móvil cada día a las 19.00 horas y volverlo a encender a las 9.00 de la mañana del día siguiente. La vida familiar fluye cuando no hay permanentes interrupciones.

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