domingo, 9 de abril de 2017

Reflexión en torno al Domingo de Ramos. Por Rodrigo Huerta Migoya

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1 Dios bendice los ramos, pero sobre todo a las personas

Entramos en la Semana Santa acompañando al Señor en esta senda que enmarca las últimas horas de su vida. Hoy el color litúrgico nos advierte que no estamos ante una fiesta sino ante un memorial de pasión, por ello el color rojo nos evoca, en este marco, su preciosísima sangre.

Iniciamos una etapa que requiere ser vivida en profundidad, de domingo a domingo, día a día y paso a paso junto al Salvador, el cual nos invita un año más a ser testigos de su pasión, muerte y resurrección. Quedarnos únicamente en este domingo de "Ramos" sin ir más allá, es empobrecer el legado de fe del que somos deudores; más hoy día podemos ya dar gracias porque algunos sigan al menos siendo fieles a los domingos, o al domingo de Ramos, pues hay muchos bautizados, e incluso practicantes, a los que estos días nada les dirán o no sabrán vivirlo con verdadero provecho de su alma. La playa, el "sky", la montaña o el crucero, suplen en estos días al que da sentido a la vida total a cambio de un placer temporal, sin futuro ni sentido que también acabará pasando factura. Pero tampoco se puede enfocar esta evidencia como una reprimenda clerical cada año, sino que esto ha de invitarnos a reflexionar y orar sin descanso por tantos hijos pródigos a los que el Señor espera con los brazos abiertos y que quizá en estos días su corazón sea tocado por la gracia al pasar cerca de un templo abierto, una procesión u acto de piedad.

En el ritual del inicio de la Celebración de este día la liturgia presenta dos posibles oraciones para el momento de la bendición de las palmas; la primera dice: "Santifica con tu bendición estos ramos…" mientras que la segunda reza: "Acrecienta Señor la fe de los que en ti esperan..."
Es un detalle a observar: no vamos a la Iglesia sólo para bendecir un ramo, sino para decirle al mismo Cristo que queremos estar a la altura y ser testigos de su entrega.

2 Hacerse como niños

De la liturgia tradicional hemos heredado un canto realmente hermoso ‘’Pueri hebreorum’’ o ‘’los niños hebreos`` que antaño se empleaba como antífona del salmo 23 (Del Señor es la tierra y cuanto la llena…) que se entonaba justo al terminar la bendición de los ramos.
Actualmente en muchos lugares del orbe católico seguimos recordando a aquellos niños que portando ramas de olivo salieron al encuentro del Señor. Y he aquí que en aquella escena de la entrada que llamamos triunfal del Señor los pequeños del lugar fueron protagonistas, y es que Jesús los quería cerca de él.
También los niños se nos presentan de nuevo como modelo a imitar; no fueron los sacerdotes, ni los ancianos, ni los peregrinos que llenaban la ciudad los que organizaron la recepción del Mesías, sino ellos, los últimos. "En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños no entrareis en el reino de los Cielos" (Lc 18,17)

3 El abandono de Dios


El relato según San Mateo vuelve a tocarnos el corazón, y es que uno no puede dejar de comparar el evangelio de los ramos del comienzo de la Misa, con la Pasión que hoy ocupa el ángulo central de la Palabra de Dios. La cosa parece que empieza bien, pero termina mal. Así será la Semana Santa, así será la misión redentora como también a nuestra vida le llegará un fin triste que en nada se asemejara a gozo del comienzo. La pregunta es ¿dónde esta el final para nosotros?
Analizando ese ''Dios mío, Dios mío ¿por que me has abandonado?'' que es la que llamamos cuarta palabra que el Redentor dijo en la Cruz, podemos entender muchas cosas: el miedo, la verdadera aceptación de la limitación humana e incluso el sentimiento de abandono.
Se ha hecho ya internacional sacar a relucir esa ausencia o inoperancia de Dios cada vez que ocurre una tragedia. Pero también sobre uno se puede pensar ¿quien ha abandonado más a quién? ¿Dios al hombre, o el hombre a Dios? 
Creo que fue en el año 2008 cuando en una celebración en la Almudena el Cardenal Arzobispo de Madrid reflexionaba sobre esta evidencia con una palabras que luego serian muy criticadas y es que la verdad a nadie nos gusta que se nos recuerde, cuando nos denuncia. Decía así: "la sentencia de que ‘Dios ha muerto’ ha dejado en la sociedad contemporánea rastros inequívocos, entre otros, el de la soledad de las personas. El abandono de Dios es el origen de la soledad radical que genera las crisis de matrimonios y familias.No hay poder humano que pueda llenar el vacío de Dios en la conciencia de las personas y consiguientemente, tampoco, en el corazón y el interior de la sociedad".
Por tanto cuando culpamos a Dios hemos de estar seguros de encontrarnos en una situación favorable para poder exigirle o reclamarle ante lo que nosotros consideramos abandono. Entra en juego aquí el pecado, como también en sus últimas horas fue tentado el Hijo de Dios.

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