jueves, 25 de diciembre de 2025

Navidad 2025

Felicitación de Navidad de S.S. el Papa León XIV:

Felicitación de Navidad del Santo Padre 

Felicitaciones a la Curia Romana

Felicitaciones a los empleados de la Curia Romana, de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano y del Vicariato de Roma, junto con sus familiares -

Homilía de la Misa de Medianoche:

Santa Misa de Nochebuena y Natividad del Señor 

Homilía de la Misa de Navidad:

Natividad del Señor - Santa Misa 

Bendición Urbi et Orbi:

Natividad del Señor - Bendición Urbi et Orbi 

Felicitación de Navidad del Presidente de la Conferencia Episcopal Española:

Mensaje de Navidad de Mons. Luis Argüello

Felicitación de Navidad del Arzobispo de Oviedo:

Felicitación de Navidad 2025 Mons. Jesús Sanz Montes

Entrevista al Arzobispo de Oviedo con motivo de la Navidad:

 "Jesús viene para deshacer nuestros nudos y enderezar entuertos"

Felicitación de Navidad de nuestra Parroquia y de las Hermanas del Santo Ángel:

Parroquia de San Felix de Lugones.

Felicitación personal de Don Joaquín:

Facebook

Reflexión de nuestro Párroco para el día de Navidad:

''Hemos contemplado su gloria''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

''Hemos contemplado su gloria''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Las primeras palabras en este día no pueden ser otras: ¡Feliz Navidad! Y desearnos esto implica de algún modo pedir que no sea un tiempo mediocre, sino una oportunidad para que el mundo se llene de Dios, para que todos tratemos de ser como este Niño que contemplamos en su cuna: inocentes, íntegros, serenos, pacíficos, pacientes, puros, sencillos... Dichosos los que en la próxima fiesta del bautismo del Señor puedan decir "este año sí que he vivido la Navidad", en vez de volver a lamentar que otra más hemos perdido la oportunidad de vivir estos días muy cerca del Señor.

Como hemos escuchado en la primera lectura, el Profeta Isaías advirtió que este día habría de llegar: "Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén". Así es; el Dios de la promesa permanece fiel y vuelve a su pueblo, a los que le dimos la espalda, y lo hace no con enfados, reproches y caras largas, sino en la indefensión y vulnerabilidad de un recién nacido, en la sonrisa de un bebé, y la pobreza de un establo. Viene a consolarnos, y ese consuelo está en descubrir que teniéndole a Él, lo tenemos todo, que si le seguimos estamos salvados. Nace Dios en la tierra, viene a nosotros. Como dice la plegaria II para las misas de niños: "Él vino para arrancar de nuestros corazones el mal que nos impide ser amigos y el odio que no nos deja a ser felices". Ahora está de nuestra mano, y es libertad nuestra decir no al mal y al odio de nuestra vida. Abramos los ojos; algo pasó en aquella noche santa: el nacimiento de un Niño cambió nuestra historia y nuestra suerte. Su Natividad no es una leyenda bonita, ni sólo un hecho histórico sin más: Dios ha querido insertarse en nuestro mundo, restaurar la ruptura, poner fin a la distancia entre los hombres y Él, y acabar con la indiferencia. Es Él quien toma la iniciativa y da el primer paso. Y esto no es una idea abstracta que el profeta proclamó sin más, sino que nosotros lo vemos cumplido en este Niño nacido en la gruta de un establo de Belén. 

Y es que no caben dudas; San Pablo nos lo dice claramente en su epístola a los Hebreos: ''En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo''. Se cumple el designio de Dios, no hay espacio aquí para el azar; detenernos a reflexionar sobre aquella primera Navidad nos lleva a caer en la cuenta de cómo al nacer en la noche el que es la Luz, podemos decir en verdad que la noche es tiempo de salvación. Pero no podemos perder de vista que las maderas del pesebre nos hablan ya del madero de la Cruz. Ese será el culmen de su misión; como dirá San Maximiliano Kolbe: “En el pesebre comienza la victoria del amor sobre el pecado”. Hay una dura parábola de Jesús que nos explica en sus propias palabras la misión del que ahora vemos como Niño. Me refiero a la de los viñadores malvados, aquellos que tenían arrendada una propiedad y el amo les reprocha que no están tratando bien a los siervos y empleados, y el dueño de la viña envía a su hijo, el cual muere en manos de aquellos desalmados. Esta es nuestra historia: Dios nos deja el mundo, le traicionamos actuando mal cayendo en el pecado, y Él no nos envía un mensaje cualquiera, unas letrillas o un recado; nos manda a su Hijo, al que daremos muerte. Qué símil tan llamativo, que naciera en Belén, tierra famosa porque allí se criaban los corderos inmaculados para sacrificar en el templo. Allí el Hijo de Dios daría su vida en rescate por nosotros como Cordero Inmaculado en el altar de la cruz. 

El evangelio de este día es solemne y complejo, teológicamente inabarcable, como el misterio mismo de la encarnación de Dios que San Juan aborda de una forma única en este prólogo. Es un texto con el que nos hemos familiarizado, que nos emociona y nos embarga el sentimiento cada navidad por ver con qué finura nos habla del Verbo encarnado. Su Verbo, su Palabra, es creadora, liberadora, salvadora, eterna... Y es esta Palabra la que se hace carne en la entrañas purísimas de la Santísima Virgen. Y esto no es solamente una idea piadosa; el evangelista es tajante: ''y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad''. Así es, el Señor ha querido hacerse visible, por eso cantamos hoy con el salmo: ''Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios''. La Navidad no es un sentimentalismo publicitario y comercial o unas fiestas sin más, sino la Pascua del nacimiento de Cristo. Y por eso hay fiesta en el cielo y el canto de los ángeles resuena de modo especial en estos días, pues es el canto por antonomasia de las fiestas navideñas: ¡''Gloria a Dios en el cielo''!... La liturgia nos acerca el misterio que celebramos en cada momento del año y, por tanto, no somos nosotros los que hacemos fiesta, sino que es Dios mismo quien a través de estos misterios viene a nosotros y nos abre el cielo de par en par, concediéndonos la gracia de recibirle. 

Evangelio de la Natividad del Señor

Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 1-18

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.

Él estaba en el principio junto a Dios.

Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.

El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.

En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.

Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.

Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.

Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».

Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.

Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.

A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Palabra del Señor

miércoles, 24 de diciembre de 2025

Felicitación de Navidad de la Parroquia

 

"Éste es el tiempo de la inocencia, de la pureza, de la amabilidad, de la ternura, de la alegría, de la paz. Es un tiempo en el que toda la Iglesia aparece vestida de blanco, con su traje bautismal, con aquellas resplandecientes y luminosas vestiduras que llevará en el monte santo".

(San John Henry Newman)

¡GLORIA A DIOS EN EL CIELO Y EN LA TIERRA PAZ!

Desde esta Parroquia de Lugones, y en nombre de toda la Comunidad cristiana que conforma esta feligresía de San Félix Mártir queremos desearos que la celebración de la Pascua Navideña sea ante todo un tiempo para la comunión, que no es sino la unión común. Navidad es un tiempo privilegiado para redescubrir que siempre es más lo que nos une, que lo que nos separa. Decía un anciano sacerdote que era una dicha especial acudir a la misa de medianoche el 24 de diciembre a comulgar, recordando aquella noche única en la que de algún modo Dios comulgó también con toda la humanidad.

En el saludo y felicitación de Navidad a los trabajadores de la Curia Romana, el Papa León XIV hacia una bellísima reflexión utilizando las figuras del belén que decía así: "En el belén, la imaginación popular ha insertado a menudo muchas figuras tomadas de la vida cotidiana, que pueblan el espacio alrededor de la gruta. Así, además de los inevitables pastores, protagonistas del acontecimiento según el Evangelio, podemos encontrar figuritas que representan diferentes oficios: el herrero, el posadero, la posadera, la lavandera, el afilador, etcétera. Por supuesto, se trata de oficios de antaño: algunos de ellos han desaparecido o se han transformado por completo. Sin embargo, conservan su significado dentro del belén. Nos recuerdan que todas nuestras actividades, nuestras ocupaciones cotidianas, adquieren su pleno sentido en el designio de Dios, que tiene su centro en Jesucristo. Es como si el Niño Jesús, desde el pesebre en el que yace, bendijera todo y a todos". Os invitamos desde la Parroquia a dejaros bendecir por el Enmanuel, y a que en estos días nuestros labios bendigan también a todo semejante nuestro en el que Dios también nace. En el belén de nuestra vida también hay pastores cojos, soldados, mercaderes despistados y Herodes nada amigos, que seamos capaces también nosotros de mover las figuras de nuestro belén viviente, que los que tenemos por malos los pongamos con los buenos, pero que los buenos no pasen tampoco a ser malos.

Le pedimos al Niño de Belén que sepamos contemplarle en estos días, que todo lo que nos ofrecen los días de Navidad no sean distracción que nos impidan vivir la auténtica Natividad del Señor. Dónde hay ideologías no hay Navidad, donde hay excesos no hay Navidad, donde hay odios no hay Navidad... Vaciamos el corazón de tanto que nos sobra y que impide a Cristo encontrar su cuna en nuestro interior. Son días para la felicidad "Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre:  «Maravilla de Consejero, Dios fuerte, Padre de eternidad, Príncipe de la paz»" (Is 9, 5).

De corazón: Feliz, dichosa y Santa Navidad con Jesús, María y José. Le hemos dicho en este tiempo de Adviento "Ven Señor ". Ahora en Navidad le decimos "Aquí estamos, esperándote, con lo poco que somos y tenemos, con nuestras flaquezas y pecados, para que viéndote recién nacido nos conmovamos y convirtamos".

Joaquín Manuel Serrano Vila,
-Párroco- 


Felicitación de Navidad del Sr. Arzobispo de Oviedo

(Iglesia de Asturias) La Navidad es «una fiesta que pone ternura en nuestros duros momentos, que enciende luz en no pocas penumbras, que asoma horizontes posibles cuando sufrimos sin salida tremendos callejones. Una palabra que supera nuestros mutismos, y una alegría que da razones a nuestra algazara», afirma el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz Montes, en su felicitación de Navidad para este año. 

«Queremos saber los motivos de esta alegría nuevamente reestrenada. Ocurrió hace dos mil años. Pongámonos por un momento en el trance de aquel momento, porque no tiene tiempo, ni siquiera espacio, y cualquiera de otra época u otro lugar tiene en ese Belén de antaño su cita sin igual».

«Aquello tuvo lugar –explica– cuando un silencio todo lo envolvía y la noche estaba a la mitad de su carrera. Y aquí y ahora estamos nosotros, testigos dos mil años después. Y lo somos en medio de nuestros apagones, de nuestros fríos y nuestro estrés. No sólo vino Dios entonces, sino que viene ahora y después, para poner su luz que nadie puede apagar, su ternura cálida como la gracia, y su paz que llena de sosiego nuestra alma y nuestra agenda».

Navidad: Dios se hace cercano con la pequeñez de un niño

(C.E.E.) En Navidad Dios nace en la humildad. Nace un niño que es signo de luz y paz en medio de la oscuridad. Jesús es nuestra paz y la fuente de nuestra alegría. Él es nuestra esperanza, como dice el Evangelio. La Navidad es el tiempo en el que la Iglesia celebra el nacimiento de Jesús. Este acontecimiento, ocurrido hace más de dos mil años, se renueva cada año. En el tiempo de Navidad, la Iglesia celebra el misterio de la manifestación del Señor: su humilde nacimiento en Belén. Y así podemos afirmar hoy, como nos recuerda el papa León XIV, que «Dios se hace cercano a la humanidad con la pequeñez de un niño».

El 24 de diciembre, con la celebración de la Natividad del Señor, en la misa de medianoche, en la Nochebuena, comienza el tiempo de Navidad en el calendario litúrgico para los cristianos, y termina con la solemnidad del Bautismo del Señor, que es el domingo siguiente a la Epifanía, que celebramos el 6 de enero.

Todo ello se puede consultar en el especial de Navidad que se ha preparado para estas fechas, donde se ofrecen las lecturas y comentarios a las mismas de este tiempo litúrgico; un espacio en el que se da a conocer un nuevo folleto de «Orar en familia» con ilustraciones originales que completan los textos; también qué significa el belén o reflexiones ante este tiempo, así como lecturas y música para celebrar mejor que el Niño nace, que ha llegado el Salvador.

¿Felices fiestas o feliz Navidad? El error de no saber qué felicitar

(Juan Cadarso/ Rel.) El mundo y, en especial, los países de tradición cristiana, celebran estos días la llegada de la Navidad. Ese vértice, ese parteaguas en el que el mito de las viejas culturas –que diría C. S. Lewis – se hace carne y entra, por fin, en la historia de la humanidad.

Porque, el cristianismo, a diferencia de todas las demás religiones –aunque, técnicamente, no sea una religión–, cree que Dios mismo se ha encarnado, se ha hecho exactamente –excepto en el pecado– como uno de nosotros para nuestra salvación. Las viejas cargas, los yugos pesados... los ha venido a cargar Él.

Por tanto, Navidad es sinónimo de esperanza, de volver a empezar, de unión entre cielo y tierra, de un Creador que se hace criatura, de todo un Dios que se hace hombre, incluso suda sangre por amor, de un Padre que no permanece indiferente, sino que nos da gratis la salvación. Todo eso es Navidad.

Decir, por ello, Feliz Navidad a alguien es decirle "tú no morirás jamás", parafraseando a Gabriel Marcel. Es anunciar la Buena Noticia, es convertirse en pastorcillo de Belén en medio de esta sociedad, es gritar que Dios sigue vivo hoy, y que vuelve a nacer, y que nuestro mundo no está perdido, que tiene solución, es decirle al otro que la alegría de Cristo es también para él.

Pero, en los últimos tiempos, se viene repitiendo en el Occidente descreído la idea de felicitar las "fiestas" y no la Navidad, por no molestar, ¡qué se yo!, como si se tratara de halloween, acción de gracias o un cumpleaños más. Sin embargo, si fuéramos conscientes de lo que felicitamos en realidad, nada habría más importante que decirle a alguien ¡Feliz Navidad!

Por desconocimiento o por mala fe –como, puede ser, tiene pinta, el caso de nuestro presidente–, la palabra Navidad comienza a verse como algo del pasado, que "debemos superar". Muchos, ahora, prefieren quedarse con las "fiestas", con el "comamos y bebamos que mañana moriremos", que decía San Pablo, antes de dar a conocer una Noticia de tal dimensión... que amenace todos nuestros cimientos y nos acabe por rescatar.

Estimados lectores, me gustaría terminar con este bello himno de la liturgia de las horas del día 25, día de Navidad:

El corazón más perdido

ya sabe que alguien le busca.

Hermanos, cantad conmigo:

"Gloria a Dios en las alturas".

El cielo ya no está solo,

la tierra ya no está a oscuras.

Hermanos, cantad conmigo:

"Gloria a Dios en las alturas".

¡Feliz Navidad!