domingo, 30 de marzo de 2025

“ Su padre lo vio y se conmovió ”. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Nos vemos ya en el domingo IV de Cuaresma, llamado ''Laetare'' -''¡alegraos!''- pues ya hemos superado el ecuador de nuestro camino; ya queda menos para la Pascua esperada y anhelada. Como nos pasa en el Adviento con el domingo "Gaudete" hoy el color litúrgico es diferente, toma un color distinto; no es el morado penitencial ni tampoco el blanco festivo; es un color rosáceo o salmón que nos recuerda en qué punto estamos. Aún en cuaresma; sí, pero con el alivio de vernos ya empezando casi la cuenta atrás hacia la Semana Santa, prácticamente a la vista. La liturgia de este domingo pone nuestra atención en la misericordia de Dios, en su perdón, no como algo abstracto ni como una excusa del todo vale, sino como una certeza que ha de empujarnos a transformar nuestro estilo de vida, a disfrutar de la gracia de vivir no alejados del Señor y los hermanos, sino en paz, y con la premisa de que la misericordia que Dios tiene con nosotros hemos de aplicarla hacia todos los ámbitos de nuestra vida día a día. En la misericordia Dios nos restaura y también nosotros podemos restaurar siendo misericordiosos con los demás.

En la primera lectura del libro de Josué se nos revela un cambio en la vida de aquel pueblo errante y peregrino por el desierto; caminaron esperando llegar a aquella tierra prometida y no habiendo alimento en la estepa fue el mismo Dios quien los alimentó con el "maná". Pero aquí lo que se nos relata es que el maná se acabó por estar ya en la tierra soñada, y donde ya podían alimentarse de los productos de ese lugar. Ahí empezaba su libertad e independencia total, por eso el Señor dice a Josué «Hoy os he quitado de encima el oprobio de Egipto». La esclavitud no era sólo que no podían salir de aquellas tierras donde eran cautivos y tenían que construir lo que los egipcios les mandaban; no eran dueños ni de su propia tierra y comida, sino que todo les venía impuesto. Por eso, esa primera pascua en Guilgal, ya fuera del desierto, es una acción de gracias a la bondad del Señor para con los suyos que experimentaron de primera mano las palabras del salmista: ''Gustad y ved qué bueno es el Señor''. El tema de la tierra es difícil de entender hoy en España, al igual que el del trabajo; hace años tener tierras y poder trabajarlas era lo más grande, pero actualmente vemos cómo nuestros pueblos se vacían, cómo las fincas para la agricultura cada vez valen menos y son muy pocos los que sueñan con continuar esa labor. Hace años era una vergüenza no trabajar y un orgullo lo contrario, ahora es casi un mérito el vivir sin hacer nada dependiendo de pagas, herencias, pelotazos, trampas, famoseo, sueldos Nescafé... Pero para un judío el trabajo es algo sagrado, por eso siempre han tenido esa fama de ser tan buenos para los negocios. Para ellos es un honor tener un trozo de tierra a su nombre y trabajarla con su sudor, pues les recuerda lo mucho que sus antepasados soñaron para dejar de ser errantes, para no depender del maná y poder vivir del trabajo de sus manos en la tierra prometida.  

El evangelio de este domingo por su parte nos presenta la parábola del Hijo pródigo, una de las páginas más hermosas y profundas del evangelio donde se nos abre de par en par el corazón del Señor que queda en este relato perfectamente descrito. Puede parecernos que sabemos la historia de memoria, que ya poco nos dice y, sin embargo, su profundidad es tal que tras dos mil años de interpretaciones, reflexiones y exégesis sobre estos versículos sigue siendo un mar espiritual en el que sumergirnos. A cada cual nos dice algo diferente y nuevo; con cada gesto, personaje y palabra al fluye en nuestra mente y corazón. A fin de cuentas es un canto de cómo Dios es amor, de cómo nos ama y hasta qué extremos nos sigue amando, esperando y perdonando. En plena Cuaresma este relato es un recordatorio de que el Padre nos llama, nos añora y nos espera para regalarnos su misericordia, para que dejemos la vida de pecado que nos tiene tirados a la altura del barro en que se revuelcan los animales de bellota. Para eso nos espera Dios, no para reprocharnos nada ni castigarnos, pues cuando nos acercamos al confesionario experimentamos exáctamente lo mismo que el hijo pródigo: nos sentimos levantados, abrazados, vestidos de gala y con fiesta en el cielo por nuestro retorno al hogar. 

Cuando nos alejamos de Dios, de la Iglesia, de la vida de fe, perdemos los bienes de su casa, la eucaristía principalmente; este es el banquete al que volvemos con ropas nuevas y en el que podemos participar de nuevo tras haber recibido ese abrazo de perdón que Cristo nos regala en la confesión sacramental, en la reconciliación con Él. Es aquí, en la eucaristía no sólo dominical, sino de cada día, donde gustamos y vemos lo bueno que es el Señor para con cada uno de nosotros, pues Él hace fiesta cada vez que venimos reconociendo que somos frágiles, que necesitamos de su perdón, que tantas veces somos pródigos por caminos muy lejanos a su casa y, sin embargo, como Padre que es, no lleva cuenta de nuestras faltas, no nos las reprocha, sino que en silencio espera que seamos nosotros quienes se las contemos y le pidamos perdón no para condenarnos, sino precisamente para levantarnos volviendo a Él. San Pablo lo explica muy bien en su segunda epístola a los Corintios que también hemos escuchado: ''Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo. Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación''. El Apóstol es muy claro; esto no es un invento humano, ha sido el Señor quien dijo a sus discípulos: ''a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados''. Por eso, en esta Cuaresma, no dejemos de preparar nuestro interior para los días santos que se acercan. Jesús sigue siendo el que «acoge a los pecadores y come con ellos» y que decían los escribas; sí, somos nosotros, y qué orgullo saber que Cristo no nos trata como merecen nuestros pecados. Aunque nos hayamos ido de malas maneras, aunque hayamos estado años lejos, aunque lo malgastáramos todo, Él sigue conmoviéndose en sus entrañas al vernos y sale corriendo a nuestro encuentro para abrazarnos y besarnos, para celebrar fiesta y comida por el anhelado reencuentro: "Sí, me levantaré; volveré donde está mi Padre"...

Evangelio Domingo IV de Cuaresma ''Laetare''

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 15, 1-3. 11-32

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
“Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”. El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.

Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.

Recapacitando entonces, se dijo:
“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros».

Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.

Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.

Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.

Y empezaron a celebrar el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.

Este le contestó:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.

Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Entonces él respondió a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.

El padre le dijo:
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».

Palabra del Señor

sábado, 29 de marzo de 2025

Desde nuestro brocal: Engendrar un libro

Acaba de salir al mercado como un nacimiento o la siembra de un árbol. Es un nuevo libro en el que digo al hilo de nuestros días, que en medio de la perplejidad y confusión que constatamos en nuestro momento histórico, hay siempre un motivo de esperanza. He querido titularlo de un modo original: “Jesús, camino y caminante” (Ed. Monte Carmelo. Burgos 2025). Estamos en el camino sugerido, en cuya senda aparece con discreción un caminante que me presta sus ojos cuando mi mirada no alcanza, que me levanta del polvo cuando caigo de bruces, que desliza su compañía cuando me asusta la soledad que me acorrala con sus miedos todos. Un camino claro, sí, pero un caminante cierto, también. Y esta es la experiencia humana que tantos podemos atestiguar.

Los cristianos hemos hecho un largo recorrido unas veces más ágiles y decididos, otras más distraídos o a empujones de una inercia piadosa pero insuficiente; en algún momento incluso con no pocas contradicciones que negaban con los hechos lo que los labios proclamaban. Pero el camino sigue abierto, la andadura inconclusa, y la meta de nuestro destino siempre en el horizonte pendiente. No se plantea una vida cristiana solitaria y aislada, sino debidamente acompañada por quienes se alzan para nosotros como un reclamo cotidiano. Buscar esa fraterna compañía significa tener la solidez de la referencia que me acerca la paz serena y me reconforta con sus palabras sabias.

Hacemos este camino que concluirá en la pascua eterna, tras haber atravesado las mil cañadas entre las nieblas de nuestras dudas y las certezas convencidas, con las gracias y pecados que se han dado en nuestra pequeña biografía. Tantas realidades nos han visto crecer acompañándonos de mil modos: nuestra familia, nuestros círculos de amigos y personas cercanas, las experiencias que nos han marcado con su mensaje positivo o no tanto, las vivencias diversas en los procesos educativos y en las convivencias con realidades culturales y religiosas. No serán tampoco indiferentes las etapas de la vida con su ambiente escenográfico poniendo fecha y domicilio a nuestros pasos, la urdimbre de responsabilidad en las encomiendas que hemos ido recibiendo y secundando. Y el simple paso de los años donde fuimos aquilatando sabiduría o empecinándonos en la ignorancia, con todo ese cúmulo de factores que dibujan nuestra personal idiosincrasia.

Así, en el trasiego de este camino, podemos afirmar que también nosotros hemos realizado un itinerario desde nuestros desiertos varios con nuestros altibajos y vaivenes, hasta la pascua sorprendida de cuanto Dios mismo nos ha venido mostrando, poniendo su luz en las sombras, misericordia donde había ofuscación errada, dando su gracia sobreabundada donde hubo pecado en abundancia. Y también hemos experimentado el temor y la intemperie que nos deja pobres y asustados cuando avanzamos por un derrotero con el que no contábamos, dejando manifiesta nuestra precariedad y pequeñez para abrirnos a quien siendo más grande que nosotros nos señala la vía de salida hacia la meta para la que fuimos creados. Todos hemos hecho ese camino en el que nos acompaña un Dios humanado que aprendiendo a hablar nuestras lenguas y frecuentando nuestros andurriales, se ha hecho cercano y próximo como jamás habríamos imaginado, poniendo en nuestros labios su Palabra y repartiendo con nuestras manos su Gracia.

Camino y caminante es una historia compartida que explica nuestra vida cristiana desde la dulce compañía de ese Dios que no es intruso, extraño, ni huraño. Él sabe mi nombre y hace de mis lágrimas su propio llanto, y haciendo su fiesta con mis alegrías y sus encantos. Todo un don por el que dar las debidas gracias, mientras podemos ojear hojeando unas páginas que nos despiertan tan inmerecido regalo de sabernos acompañados en un camino por ese caminante que nos ha sido dado.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

El escolapio Pedro Aguado Cuesta, nuevo obispo de Huesca y de Jaca


(C.E.E.) El papa Francisco ha nombrado obispo de las diócesis de Huesca y Jaca al P. Pedro Aguado Cuesta, Sch.P., en la actualidad superior general de la Orden de las Escuelas Pías (Escolapios). El nombramiento se hace público a las 12.00 horas de hoy, sábado 29 de marzo, y así lo ha comunicado la Nunciatura Apostólica a la Conferencia Episcopal Española.

Estas dos sedes estaban vacantes tras la toma de posesión de Mons. Julián Ruiz Martorell como obispo de Sigüenza - Guadalajara el 23 de diciembre de 2023. Está al frente, como administrador apostólico, Mons. Vicente Jiménez Zamora desde el 2 de enero de 2024.

P. Pedro Aguado, superior general de los Escolapios desde 2009

El P. Pedro Aguado nació el 26 de junio de 1957 en Bilbao. Hizo su año de Noviciado en la casa de Orendain (Guipúzcoa). Su profesión simple la emitió el 24 de agosto de 1975 y la solemne el 25 de agosto de 1979 en la comunidad “San José de Calasanz” de Pamplona, donde fue ordenado sacerdote el 13 de junio de 1982.

Cursó los estudios de Magisterio en la Escuela de Formación del profesorado “Nuestra Señora de Begoña” de Bilbao (1978). Es Licenciado en Ciencias Eclesiásticas por el Centro Superior de Teología, dependiente de la Universidad de Navarra (1982) y Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Deusto (1988).

Fue ecónomo en distintas comunidades de la Orden: Juniorato 1 de Bilbao (1975-1978), Juniorato 2 de Pamplona (1978-1982) y de la comunidad Juan XXIII de Pamplona, donde también fue responsable de la Pastoral vocacional (1982-1985). Durante diez años fue el rector de la comunidad del Juniorato 1 de Bilbao (1985-1995). Además, fue el responsable de Pastoral de los colegios Calasanz de Pamplona (1982-1985) y de Bilbao (1985-1995).

También ocupó los cargos de rector y maestro de juniores de la Provincia de Vasconia (1985-1995) y de asistente provincial (1988-1995) y superior provincial (1995-2007) de Vasconia, y superior provincial de Emaús (2007-2009).

Ha sido vocal del Consejo Ejecutivo de la Unión de Superiores Generales (2012-2021).

En la actualidad es superior general de la Orden de las Escuelas Pías, desde 2009; presidente de la Comisión de Educación de las Uniones de Superioras y Superiores Generales (UISG y USG), desde 2009: y consultor de la Congregación para la Educación Católica de la Santa Sede, desde 2016.

viernes, 28 de marzo de 2025

Reflexión del Arzobispo de Oviedo para la IV semana de Cuaresma

 

Así era el rostro original de santa Teresa de Jesús

(Ecclesia) La figura es el resultado de un riguroso estudio antropomórfico y forense que se inició en con la apertura de su sepulcro en Alba de Tormes. La reconstrucción por científicos de Italia y Australia representa a la santa de Ávila con 50 años

Durante un acto simultáneo celebrado esta mañana en Alba de Tormes, Roma y Australia, se ha presentado oficialmente la reconstrucción científica del rostro de santa Teresa de Jesús, coincidiendo con el 510 aniversario de su nacimiento. La imagen, considerada la representación más fiel de cómo fue la santa en vida, es el resultado de un riguroso estudio antropomórfico y forense que se inició en agosto de 2024, tras la aprobación por parte del Vaticano de la apertura de su sepulcro en Alba de Tormes. 

El proyecto ha sido liderado por el profesor Ruggero D’Anastasio, de la Universidad Gabriele d’Annunzio de Chieti–Pescara (Italia), y la ejecución corrió a cargo de la profesora Jennifer Mann, especialista del Victorian Institute of Forensic Medicine de la Universidad de Monash, Australia. Utilizando técnicas forenses avanzadas, el equipo se basó en medidas antropométricas, radiografías, testimonios históricos y descripciones de la época para esculpir con precisión el rostro de Teresa de Jesús. La reconstrucción representa a la santa de Ávila con aproximadamente 50 años, una edad clave tanto en su vida espiritual como en la fundación de su obra.

La escultura muestra a santa Teresa con un rostro sereno y pleno, con una expresión introspectiva, pómulos marcados y frente despejada. Sus ojos, ligeramente almendrados, reflejan un carácter contemplativo, y sus cejas gruesas y arqueadas, junto con la equilibrada disposición facial, coinciden con la detallada descripción que hizo la madre María de San José, quien convivió con ella en el convento. Además, se han incorporado los tres lunares distintivos que poseía en el rostro.

La reconstrucción revela una estructura ósea sólida, una nariz recta y bien definida, labios firmes y una barbilla redondeada que aporta dulzura y determinación. Esta imagen plasma con fidelidad la complexión mencionada por sus contemporáneos, fortaleciendo la conexión entre los datos forenses y los testimonios históricos.

Durante la presentación, el Padre Miguel Ángel González, prior de Alba de Tormes y Salamanca, destacó que esta imagen no solo es un testimonio físico, sino también un «reflejo del alma de santa Teresa de Jesús, una “vera efigies” que une ciencia y mística». Por su parte, el padre Francisco Sánchez Oreja, provincial de los Carmelitas Descalzos de Santa Teresa de Jesús en España, expresó que contemplar este rostro es mirar a la santa «en su humanidad plena, en su carne y en su espíritu», e invita a redescubrir su mensaje siempre vivo y actual gracias a la ciencia y al arte.

LA IGLESIA EN UNA SOCIEDAD PLURAL.UNA VOZ INCÓMODA Y NECESARIA

Conferencia en la Casa de la Cultura de Posada de Llanera (Asturias). 
27 marzo de 2025 

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm 
Arzobispo de Oviedo 

La Iglesia ha visto pasar por delante de su puerta tantos escenarios políticos, culturales, económicos, religiosos. Tenemos en los dos mil años de itinerario histórico todos esos mundos que se han confrontado con la comunidad cristiana para apoyarse en ella sacando beneficios de toda índole, para enriquecerse mutuamente en una recíproca benevolencia, o acaso para contradecirla, para perseguirla y tratar de erradicarla fatalmente. 
La larga y compartida historia cristiana en lo que llamamos Occidente, en esta vieja Europa y todos sus recovecos espaciotemporales, tiene un punto de partida en el encuentro de Grecia y Roma con el acontecimiento cristiano. No es imaginable la idiosincrasia de Europa sin la referencia fundante y vinculante de la tradición cristiana. Es lo que con agudeza llamó Benedicto XVI la “apostasía de sí misma” con relación a la tradición que hizo nacer y crecer Europa. 
Esto nos abre el marco de reflexión de lo que queremos exponer en torno a cómo ser cristianos dentro de la sociedad actual que en no pocos sentidos se ha hecho neopagana, precisamente traicionando con indiferencia o beligerancia, el legado creyente y cultural que ha forjado a través de veinte siglos el rostro de este continente occidental que tanto ha contribuido con sus luces y sombras, sus gracias y pecados, al alumbramiento de lo que llamamos Europa o de lo que en ella representa España. De los desafíos y esperanzas que esto plantea, intentamos ver cómo la Iglesia en una sociedad plural es precisa-mente una voz a veces incómoda, pero más necesaria que nunca.

 1. Entre el mutismo y la invisibilidad, una tentación contemporánea 

Son diversas las miradas de los curiosos que escrutan nuestras palabras o silencios, nuestras presencias o ausencias cuando los cristianos entramos en la liza de lo cotidiano sin encaramarnos en los púlpitos habituales. Las cosas públicas nos dicen que no son objeto de nuestra reflexión, empujándonos al ostracismo hasta sellar nuestros labios censurando la palabra o emparedando nuestra presencia en el rincón de lo sacral. El mutismo y la invisibilidad es lo que desean algunos como escenario de la presencia cristiana en toda la trama social: en el mundo de la cultura, de la política, las artes varias, la opinión publicada, los debates éticos, los retos y desafíos sociales, y un largo etc. Pero resulta que tenemos el derecho y el deber de acercar también nuestra palabra, esgrimir nuestras razones, exponer nuestras reservas o nuestra crítica constructiva en la edificación de la ciudad secular de la que formamos parte. Por ese motivo no aceptamos las nuevas catacumbas que algunas siglas políticas y sus terminales mediáticos nos imponen sin más, confinándonos allí como apestados empujándonos a la inanidad. 

En nuestros lares llevamos años con una gestión política que no nos ha dejado indiferentes. Pesan en mi conciencia ciudadana y en mi alma cristiana lo que, en estos años llenos de sobresaltos, hemos podido ver con recortes que soslayan las libertades imponiéndote una forma de sociedad que determina tantas cosas. Lo verificamos en España, en otros lugares europeos a través de sus instituciones legislativas y parlamentarias, y en los países hermanos de la América hispana que se han deslizado hacia el populismo más dictatorial como el que se da en Cuba, Nicaragua, Venezuela, México, Ecuador, etc. 

Es justo y necesario señalar algunas de estas derivas, sin que me mueva un reglamento de partido, y menos aún una intencionalidad de cota de poder. No hay siglas políticas que me impelan a señalar como inadecuado o a desear como conveniente lo que ahora voy a decir. Mi única referencia, aunque algunos no lo entiendan, es ese modo de ver las cosas que corresponde a la perspectiva cristiana, de acompañar las personas que la Providencia ha puesto a mi cuidado y de aspirar al bien social de un pueblo con el que escribo la historia. Esta visión se nutre en la vieja sabiduría bíblica, el ejemplo bondadoso del Señor Jesús y la larga tradición cristiana forjadora de una cosmovisión aprendida de los santos que nos inspiran, y también aprendida en los errores con los que nuestra fragilidad más los contradice. 

Por eso, cuando pongo el dedo en alguna de las llagas de nuestros días sumiéndonos en la zozobra de tantas turbaciones, esas que reescriben nuestra historia con relatos tergiversados y manipulados, las mismas que hacen leyes campanudas que coartan nuestras libertades con medidas liberticidas, esas que magrean nuestra convivencia vendiéndose al mejor postor de sus poltronas a toda costa mantenidas… entonces mi voz cristiana se hace indómita, se hace molesta, se hace revolucionaria e, incluso, maldita. Por eso se trata de una voz ante la que algunos oyentes deciden acallar, censurar o ridiculizar. Pero nunca conseguirán que sea una voz muda y una presencia clandestina. Señalemos algunas de esas ideas y actitudes que danzan en las bailandas de nuestros días.

 a) La verdad nos hace libres, nos hace esclavos la mentira 

En estos tiempos que corren, hay un primer contrapunto de enorme actualidad: el binomio verdad-mentira. Emerge así en primer lugar, el valor máximo que de suyo tiene la verdad. Fuimos educados así, y así nos lo transmitieron en la familia y en el colegio de nuestras primeras enseñanzas, en la parroquia y su catequesis: hemos de decir siempre la verdad. No una verdad demagógica que tiene trampas en su propia falsedad, ni una post-verdad amañada para engañar a mansalva, sino la verdad límpida, humilde y retadora, esa que nos hace libres, como dijo Jesús. Por eso somos críticos ante quien hace de la mentira su arma política: mentir a sabiendas, mentir en el currículum que los desacreditan, mentir en sus promesas incumplidas, mentir engatusando a los ingenuos que se confían, mentir con la impunidad de quien cambia de opinión… y aquí no pasa nada. La sarta de mentiras que hemos visto en estos años arrasa cualquier credibilidad en los labios mendaces que las proclaman, e imposibilitan siquiera prestar más atención a las trolas de los trileros profesionales desembarcados en la política. La voz cristiana anunciará siempre la verdad y denunciará siempre la mentira. Los amigos de la verdad encontrarán en nosotros a los aliados de las causas justas, y los amigos de la mentira nos pondrán todas sus zancadillas: encausándonos en sus tribunales domesticados y negándonos la ayuda de las subvenciones que dan a los que encubren sus fechorías. 

b) Las ideologías que nos des-enraízan 

En segundo lugar, duelen las agendas ideológicas que con prisa zurupeta han sembrado confusión y fatal modificación en la humilde verdad de la ley natural cuando hablamos de la vida humana naciente, creciente y menguante, imponiendo el despropósito abaratado del aborto como derecho, la eutanasia como empujón matarife, la vida precaria a la intemperie sin encontrar trabajo o sin mantenerlo dignamente, llegando sin infarto a fin de mes cosidos de deudas. O cuando hablamos de la identidad de varón y mujer y todas las variables que se han inventado para marear la perdiz en el delirio festivalero del género humano y su listado interminable en la sopa de letras de sus nomenclaturas. Se han dictado leyes que han puesto en la calle terroristas, abusadores y violadores, o han destruido la verdad antropológica en torno al transgénero o a la disforia sexual. Jugar así a ser dioses arruina tantas vidas inocentes en nombre de las fantasías o frustraciones de quienes las promueven, y cuyas derivas no tienen vuelta atrás, como en otros países donde los juguetones empezaron antes, y ahora querrían inútilmente remediar. Las ideologías en torno al género sexual y sexuado, en torno a la vida humana en todas sus etapas, en torno a la justicia que asegura la honradez en sus honestidades, la paz sin dar pie a interesadas treguas y el respeto por la historia que nos precede en donde hay valores preciosos que debemos mantener y errores de los que deberíamos aprender. Todo esto salta por los aires cuando hay posturas que se mueven por estos movimientos ideológicos que viven dialécticamente del jaleo, de la confusión, la trasgresión, la manipulación de la libertad y… de las subvenciones. Ante esta carga ideológica, los cristianos alzamos nuestra voz indómita para defender la igualdad diferenciada del hombre y la mujer, el valor sagrado de la vida en todo su itinerario desde su concepción hasta su desenlace natural, la historia que hemos ido escribiendo con sus altibajos y contradicciones pero que representa un espejo en el que nos miramos cuidando nuestra convivencia. 

c) La convivencia secular de un pueblo 

En España hay un hecho que nos identifica como comunidad histórica, cuando llevamos juntos más de 500 años conviviendo precisamente en la plural diversidad. Somos la nación más antigua de Europa. La unidad de nuestra realidad histórica como españoles supone un valor precioso que identifica la tradición cultural de nuestro pueblo. Esta unidad (a no confundir con la uniformidad) es un bien que no se debería dilapidar bajo ningún concepto. 
Hay una larga historia de convivencia de siglos con todos nuestros escollos y desavenencias, pero también con todos nuestros mutuos enriquecimientos en lenguas, tierras e idiosincrasias complementarias, y hay también una historia más reciente en una transición modélica en la que superamos viejas confrontaciones y heridas no tan lejanas entre todos los españoles. De hecho, hemos podido gozar de una paz y prosperidad que ha hecho que España emergiera como un país moderno y democrático dentro de la Unión Europea de la que por tantos motivos y títulos formábamos parte. Crisis y dificultades no nos han faltado, pero hemos ido superando los retos que nos desafiaban con una altura de miras verdaderamente madura y serena. 
Son tiempos donde hemos de librar la batalla cultural. Lo dijimos no hace tanto tiempo los obispos españoles hablando de la unidad de nuestro pueblo como un bien moral. 

La gobernanza de un pueblo: entre la alternancia y la alternativa. 

En algún momento he reflexionado sobre el deseable cambio de escenario, pero me hacía la siguiente pregunta: ¿estamos hablando de una alternancia o de una alternativa? Porque venir más o menos a lo mismo, pero gestionado por otros gestores, sería lamentable por las consecuencias en una nación como España, de tan precioso patrimonio cultural y moral en su larga andadura histórica. No basta una alternancia, necesitamos una real alternativa sin palabras huecas o morosas que terminen dejando las cosas como están. Una alternativa en donde los cristianos no pedimos privilegios, sino libertad ante las líneas rojas infranqueables: la vida en todos sus escenarios como ya hemos señalado (naciente, creciente y menguante), la verdad verificable en programas políticos que no mienten, la libertad religiosa y cultural, la libre elección educativa de los padres para sus hijos, la historia no reescrita con memorias tendenciosas que reabren heridas, evitar las confrontaciones que nos enfrentan fratricida- mente, apoyar el bien moral de la unidad de un pueblo con su historia, paisaje, lenguas y riquezas complementarias, el acompañamiento de personas en su flanco de desamparo de vulnerabilidad. 

Ya se ve que en esto no esgrimo unas citas bíblicas, ni reseñas de concilios, referencias papales, o documentos episcopales, sino la conciencia ciudadana con principios morales que bebe de esas fuentes cristianas, situándome crítica o esperanzadamente ante quienes se nos exponen como los gestores de nuestra gobernanza. No hay sigla política que nos represente ni delegamos en ningún partido nuestra cosmovisión cristiana, pero hay grupos o nombres que no deberían contar con nuestro apoyo ante sus ataques, mientras que algunos de diferente calado sólo se aproximan parcialmente. 

2. Cuando la Iglesia toma postura y pide la palabra 

No es infrecuente que al tomar postura y pedir la palabra en esta batalla cultural en la que estamos inmersos, nos tilden a los obispos con el sambenito de meternos en política. La palabra “política” viene del vocablo griego “polis”, que significa ciudad. Los papas han hablado con frecuencia de que hacer política es una forma de ejercer la caridad, cuando la acción política tiene que ver con la administración justa, la resolución de los problemas educativos y sanitarios, la apuesta por la seguridad ciudadana y la promoción de una convivencia serena y complementaria. Pero si una mala política apuesta precisa- mente por los valores más opuestos a los que acabo de señalar, entonces hay alguien que debe levantar su voz desde su responsabilidad ciudadana y no desde una tribuna parlamentaria como si fuésemos el partido de la oposición. 

Se han dado expresiones populares ante algo que toca una fibra importante de nuestra conciencia histórica cuando se percibe el disparate corrosivo y destructor de plantear la gobernanza de España. Cuando la sociedad toma la calle para decirlo en voz alta, cuando asociaciones de jueces y de fiscales, de colegios profesionales, asociaciones y despachos de abogados, colectivos de funcionarios con sus sindicatos, patronales empresariales, asociaciones de diplomáticos, incluso asociaciones de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, colectivos de periodistas en la prensa más libre y responsable, cuando se da todo este movimiento social de amplio espectro, estamos ante algo que preocupa y duele, y que no consiente mirar para otro lado pasivamente. 

Entonces una pregunta se nos impone: ¿y la Iglesia no va a decir nada? ¿Por qué calla y está como ausente? Obviamente no es cierto, cuando algunos Obispos nos hemos manifestado con mesura, claridad y pertinencia sobre estos asuntos que a todos nos embargan. De hecho, nuestra Conferencia Episcopal en los últimos decenios ha salido a la palestra cuando la sociedad nos demandaba de tantos modos una palabra. Para algunos es una palabra orientadora, la esperaban como denunciadora de riesgos que rompen la historia y la dañan la avenencia, como palabra pacificadora ante conflictos que tensan y crispan poniendo en jaque la convivencia. Sería improcedente para nuestro ministerio si bajásemos a la arena de un debate partidista al amparo de unas siglas más desde una tribuna como si quisiéramos recuperar extrañas teocracias y creyentes banderías. Nuestra clave no puede ser política, aunque hagamos crítica a algunas derivas de gobernanzas administrativas o legislaciones vinculantes. Nuestra clave debe ser únicamente moral. 

Las ideologías envenenan a las nuevas generaciones con una educación que es manipulación de la ciudadanía a corto, medio y largo plazo, narcotizando la mirada de quienes gregariamente quedan hipnotizados como pueblo: toda la banalización y la exaltación de la sexualidad en clave pornográfica y hedonista secuestra el alma. Si a esto añadimos que se llama eufemísticamente un proyecto de progreso lo que supone la destrucción de la familia, la confusión antropológica y la homicida manipulación de la vida desde la ideología de género, el feminismo radical, las prebendas exaltadas del movimiento LGTBI+ y la cultura woke, estamos ante un horizonte grave que como cristianos tenemos la obligación de advertirlo con audacia, denunciarlo con arrojo y presentar la bondad y la belleza de su contraria alternativa. 

Cabe otro tipo de hacer política que no sea deudora de la mentira torticera, de la división insidiosa, del chantaje tramposo, de la destrucción del Estado de derecho dejando la democracia herida, de las diversas ideologías tóxicas. La patológica aspiración continua de una poltrona de gobernanza por quienes en su delirio egocéntrico pagando cualquier precio para ello con lo que no les pertenece, aun vendiendo en fullera almoneda la misma Patria, sufren una amoralidad indigna, distanciándose del recto gobernante. Esto no es de derechas ni de izquierdas, sino inmoral y amoral, al carecer de la solidez moral que les falta. Por eso la voz de la Iglesia resultará siempre subversiva y molesta.

 3. Un caso actual: los abusos pederastas por parte de la Iglesia 

En la prensa de ayer se daba cuenta de una comisión que el gobierno de Sánchez y sus aliados siniestros (por lo de la izquierda), para exigir a la Iglesia una reparación de los abusos que en su seno se han realizado contra menores. Hace un tiempo que coparon titulares de prensa, el informe que el Defensor del Pueblo entregó en el Parlamento tras su curiosa investigación en torno a los casos de abusos sexuales que han podido perpetrar con menores y personas vulnerables los miembros de la Iglesia Católica. Sin duda, estos casos se han dado, lamentablemente. La comunidad cristiana lo ha reconocido, ha pedido perdón y ha tomado medidas para acompañar a las víctimas estableciendo la prevención para que no siga sucediendo, con una pedagogía adecuada y una toma de conciencia dirigida a seminaristas, sacerdotes, catequistas y agentes de pastoral, trabajadores y voluntarios de Cáritas, y un largo etcétera. Pero siendo esto verdad, no es, ni mucho menos, toda la verdad. Se trata de una dolorosa minoritaria verdad, que no por ser poca deja de doler ante el daño infligido a los más inermes como eran los niños y las personas vulnerables. 
El problema de los abusos pederastas lo tiene la entera sociedad y no sólo la Iglesia. Hay que insistir: en el elenco de grupos de personas delincuentes de esta terrible plaga, la Iglesia está también… pero al final de la lista macabra. Ese “también”, significa que hay otras realidades que han delinquido igualmente, que lo han hecho quizás antes y con mucha más numérica saña: el ámbito familiar, el escolar, el del tiempo libre, el mundo deportivo, los establecimientos de fitness, internados y centros de protección estatales o autonómicos, formaciones políticas y personajes contradictorios en sus filas, etc. Es decir, es una sociedad la que ha podido caer en esa amoralidad perturbada y obsesa. La Iglesia también ha tenido su cuota en esta terrible deriva, pero es justo situar también estadísticamente de qué estamos hablando.
Aquí hay otras intencionalidades claras: provocar en la sociedad el secuestro de la autoridad moral de la Iglesia señalándola como una institución sistémicamente insolvente, encubridora y corrupta: ¿quién confiaría sus hijos a un centro educativo religioso, o los dejaría en unas catequesis de formación cristiana, si la Iglesia está sistémicamente corrompida? Ellos quisieran obtener nuestro mutismo y nuestra invisibilidad, forzando el amedrentamiento asustado y acomplejado para callar ante la que está cayendo y para no salir del agujero de la cueva de nuestras sacristías. 
La sociedad así envenenada y confundida será más manipulable por quienes desde su amoralidad narcisista y falaz pretenden a toda costa perpetuarse en sus poltronas de poder. No debemos consentir que se nos identifique con ese relato falso que desfigura la verdadera labor de la Iglesia. ¿Qué institución de las aludidas más arriba ha tomado con seriedad trasversal cartas en el asunto? ¿Cuáles han creado oficinas de acogida y acompañamiento, han educado preventivamente a sus miembros, y han colaborado activamente con la fiscalía? Hemos de insistir que estamos ante un problema social de muchos perfiles y matrices, en el que como comunidad cristiana representamos el 0’2 de su conjunto, y no el 99’8 que parece que no interesa desde una focalización que no es inocente a lo exclusivamente eclesial. Debemos denunciar los desmanes tramposos en informaciones sesgadas o falsas, y decir humildemente lo mucho y bueno que hacemos como comunidad cristiana, reconociendo errores, pidiendo perdón y acompañando a las víctimas sean quienes sean. 

4. Conclusión: la palabra indómita de la comunidad cristiana 

Hemos hecho un acercamiento a la presencia y la palabra de la comunidad cristiana dentro del mundo de nuestros días en esta sociedad plural que nos alberga y nos agradece, o tal vez nos ignora y persigue de tantas maneras. Forma parte del reto que debemos asumir con paciencia y esperanza. Pero seguimos escribiendo esta historia inacabada que en Jesús tuvo su comienzo y que Él sigue narrando con el relato hermoso de nuestra vida, con los renglones torcidos o emborronados, y con nuestras páginas en blanco. Somos herederos de una Buena Noticia de la que nuestro mundo tiene necesidad. 
En cada momento de veinte siglos, el cristianismo ha logrado perfilar gradualmente su propia cosmovisión de la vida que incluye la relación con el Misterio revelado en Cristo, una nueva forma de mirar al hombre y también una forma diferente y reconocible de escribir la historia. Encontramos un hilo de pensamiento propio, cuando desde la perspectiva cristiana aparecen en categorías filosóficas las grandes preguntas que los clásicos grecorromanos se hacían sobre la verdad, la belleza, la bondad, el dolor, la muerte, la eternidad y las respuestas que desde la Revelación y la tradición eclesial hemos venido dando. De aquí surge de manera original una antropología diferente que nutre la propia cultura cristiana: un verdadero caleidoscopio como resultante del encuentro con los pueblos y sus matrices culturales a los que anunció el Evangelio y propuso las opciones morales con todas sus consecuencias. Desde la visión ecológica propia en el reconocimiento de la creación como don de Dios y como casa común que hay que cuidar, hasta la dignidad de la persona con el respeto de la vida en todos sus estadios, pasando por la auténtica igualdad entre el hombre y la mujer en una complementariedad diferenciada, sin excluir la adhesión a las expresiones de la belleza en todas sus formas, el peso de la bondad en su urdimbre diversa y la vinculación determinante con la verdad que siempre nos hace libres. Nos da una mirada propia y genuina, que representa cuanto nuestros ojos descubren y señalan, dejándose iluminar por la luz que dimana creativa de la mirada de Dios. 
No somos ciegos incapaces de mirar, y el Occidente cristiano es un gran museo donde se muestran con delicadeza muchas obras en sus diversas manifestaciones: los hermosos monumentos arquitectónicos, las bellísimas obras de arte con los pinceles de nuestros pintores, las gubias de nuestros escultores, la arquitectura que concibe y construye la ciudad de diferentes maneras. La historia del arte es un gran relato y con la expresión de la belleza se puede contar todo lo que significa la cultura. Esta enciclopedia de belleza en Europa sería incomprensible sin el cristianismo. 
Igualmente, en la literatura hay también una contribución preciosa que recrea una visión del mundo, del hombre y también una relación con el Misterio de Dios. Los grandes temas antropológicos como la vida, la muerte, el amor, el dolor, el odio, la libertad, la esperanza, la fe, etc., son el tema que poco a poco dan la palabra a la poesía, la prosa, el relato histórico o el relato parabólico. Una biblioteca será siempre un archivo de saberes con todos sus registros literarios, donde las preguntas, las contradicciones, las certezas y las esperanzas quedan ensambladas en las páginas que nos guardan sus mejores secretos. Los escritores cristianos han dejado testimoniado con sus plumas lo que el corazón humano ha sentido y expresado siempre. 
Pero la música también representa esta complicidad cultural porque es capaz de expresar en la interpretación orquestal y coral, una sinfonía de sonidos y sentimientos con la que los artistas intérpretes manifiestan lo que late dentro del hombre, traduciendo en el pentagrama las preguntas del corazón humano: desde el canto gregoriano hasta la música barroca, desde un lied amoroso que embelesa hasta una canción de protesta y libertad con toda su denuncia. En el pentagrama de la vida, caben todas las notas con su duración, los silencios con sus discretos suspiros, la adoración, la pasión, la nostalgia, el miedo, la remembranza y la esperanza. Todo ello en un requiebro musical que permite abrir el corazón y levantar la mirada. 
Los cristianos hemos hecho ese camino en el que nos acompaña un Dios humanado que aprendiendo a hablar nuestras lenguas y frecuentando nuestros andurriales, se ha hecho cercano y próximo como jamás habríamos imaginado, poniendo en nuestros labios su Palabra y repartiendo con nuestras manos su Gracia. Jesús es Camino y caminante en una historia compartida que explica nuestra vida cristiana desde la dulce compañía de ese Dios que no es intruso, extraño, ni huraño. Él sabe mi nombre y hace de mis lágrimas su propio llanto, gozando su fiesta con mis alegrías y encantos. La comunidad cristiana dentro de una sociedad plural como la nuestra tiene esta palabra que no enmudece, esta presencia que no se escapa, y a fuer de parecer subversivos, incómodos y revolucionarios, jamás seremos fugitivos o clandestinos que se pierden en naderías y bobadas, cuando salimos al encuentro del hombre contemporáneo abrazando las preguntas de los hermanos y vendando sus heridas, porque nos sabemos samaritanos que van al encuentro de nuestra generación para anunciar la más bella y bondadosa Buena Noticia.
Visto por Rodrigo Huerta Migoya a las jueves 13:48
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