miércoles, 15 de octubre de 2025

Este Jueves

 

Santoral del día: Santa Teresa de Jesús

(COPE) La experiencia mística ha abundado en el Santoral y también dentro de los santos españoles. Hoy celebramos a Santa Teresa de Jesús, cuya vivencia de Dios ha marcado toda su existencia. Nacida en Ávila en 1515, de pequeña quiso ir con uno de sus hermanos a tierra de paganos para sufrir el martirio y llegar al Cielo.

Un tío suyo les verá y les devolverá al hogar familiar. La santa andariega ingresó en el Convento Carmelita de la Encarnación, buscando una experiencia profunda de Dios. Guiada por la Providencia inicia la renovación del Carmelo.

Para llevarlo a cabo contó con la ayuda de San Juan de la Cruz al que llamaba cariñosamente “el medio fraile” en alusión a su estatura. En su trayectoria, fundó quince monasterios, empezando con el Convento de San José, en su ciudad natal.

Tuvo que soportar muchas incomprensiones y persecuciones, pero siempre tuvo una fuerte unión con el Esposo –Cristo- siendo una de las grandes místicas. El Señor el puso desde el Cielo a San Pedro de Alcántara que celebramos próximamente y que le impidió ser procesada por el Santo Oficio que le acusaba de brujería injustamente.

La Misticidad se plasmó plasmó en sus muchos escritos espirituales y literarios, como El Castillo Interior o El Libro de su Vida. En ellos propuso las tres Vías que son la Purgativa referida a la conversión, la Iluminativa referida a la Luz de la Gracia; y por fin la Vía Unitiva que se alcanza al llegar al Cielo.

Santa Teresa de Jesús dejó esta vida, a la que denominó una mala noche en una posada 1582. Ese año entró en vigor el calendario gregoriano y aunque muere el 4 de octubre, al día siguiente se ajustan tres días y pasa a ser día 15. Fue proclamada Doctora de la Iglesia.

martes, 14 de octubre de 2025

Nueva misión en México con sacerdotes de Lumen Dei

(Iglesia de Asturias) Dos sacerdotes y un diácono pertenecientes a la Asociación Lumen Dei, incardinados en diócesis de Oviedo, han acudido recientemente a fundar una nueva misión en México, y lo hicieron acompañados por el Arzobispo, Mons. Jesús Sanz. La misión se encuentra exactamente en el Estado de Guerrero, en la diócesis de Tlapa, dentro del distrito Cochoapa el Grande y de la parroquia Arroyo Prieto. Una misión que empieza «desde cero», tal y como explica el padre Dionisio Serrano Pascual, Superior de la Comunidad de Avilés y Secretario General de Lumen Dei. Esta Asociación Pública de Fieles, fundada por el jesuita Rodrigo Molina en la década de los 60 del pasado siglo, tiene su sede en Asturias y su Superior es el propio Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz. «Tenemos ya la aprobación con el visto bueno de la Santa Sede», concreta el Padre Dionisio, que aclara que la Asociación tuvo «un comienzo plenamente misionero con los más pobres y los más abandonados».

En la diócesis varios sacerdotes de la comunidad son párrocos y otros dos, capellanes de hospitales, como es el caso del Padre Dionisio, en el Hospital Universitario Central de Asturias.

La misión que ya está en marcha en México surgió recientemente, a raíz de la fundación de una primera sede por parte de un sacerdote diocesano de Toledo, que comenzó a trabajar en la zona, especialmente abandonada. «Este sacerdote tenía amistad con el señor Arzobispo de Oviedo por lo que juntos, vieron la posibilidad de que algunos sacerdotes de la diócesis de Oviedo fueran a aquella parroquia a ayudar, porque tiene unos 90 pueblos muy apartados unos de otros y con una orografía muy accidentada. Pidieron ayuda y se acordó que podían encargarse los sacerdotes de Lumen Dei», explica el padre Dionisio.

Los dos sacerdotes y el diácono que ya están instalados y dando los primeros pasos en su nuevo destino, deberán comenzar «prácticamente desde cero» en cuanto a la evangelización de las personas que allí se encuentran, dado el nivel de abandono en el que han permanecido durante años. «No solo es un sitio de difícil acceso por la delincuencia o por las malas carreteras, sino que además, uno de los principales obstáculos para poder comunicarse allí es el idioma», explica el Superior de la comunidad de Lumen Dei en Avilés. Y es que en San Pedro el Viejo, el pueblo en el que se asienta la actual misión de Lumen Dei, el 95% de la población no habla castellano, sino otro idioma que se llama Mixteco, de gran complejidad.

Exhortación apostólica del Papa León XIV “Dilexi te”


«Te he amado» (Ap 3,9). Así comienza la Exhortación Apostólica Dilexi te, del papa León XIV, que se centra en el amor incondicional hacia los pobres y recoge un proyecto heredado del papa Francisco. El título evoca la voz de Cristo que se dirige a la comunidad cristiana e invita a redescubrir el vínculo inseparable entre la fe y la cercanía con los pobres.

El primer capítulo se detiene en el sentido cristiano de la atención a los pobres, recordando que no es un acto de filantropía, sino una expresión esencial de la fe. Invita a escuchar el “grito de los pobres” y a reconocer las diversas formas de pobreza —material, moral y espiritual— que interpelan la conciencia cristiana.

El segundo capítulo explica la opción preferencial de Dios por los pobres como una expresión de su misericordia. Presenta a Cristo como modelo de cercanía y servicio, y recuerda que el amor al prójimo es inseparable del amor a Dios, siendo las obras de misericordia criterio del juicio final.

El tercer capítulo repasa la historia de la Iglesia en su servicio a los necesitados. Muestra una continuidad de caridad y entrega que ha sostenido la vida cristiana a lo largo de los siglos.

El cuarto capítulo analiza la proyección social de este compromiso, destacando la Doctrina Social de la Iglesia y el impulso del Concilio Vaticano II. Denuncia las estructuras que generan desigualdad y propone valorar la experiencia y sabiduría de los pobres como un don para toda la comunidad eclesial.

El quinto capítulo concluye con una llamada a la conversión personal y comunitaria. Recuerda que el cuidado de los pobres es una tarea permanente y cotidiana, y que los gestos concretos de ayuda y cercanía —por pequeños que sean— son expresión viva del Evangelio en el mundo actual.



lunes, 13 de octubre de 2025

Homilía del Sr. Arzobispo en la Festividad de Nuestra Señora del Pilar

Tenemos avanzado el otoño y los bosques de nuestras montañas asturianas hacen gala de esos colores con sus tonos ocres como humilde alabanza que pone ante nuestra mirada la dulzura de un tiempo sereno y lleno de nostalgia. Este es el ambiente que siempre rodea la festividad que hoy celebramos los cristianos en la memoria de una advocación mariana tan entrañable y tan hispana como la Virgen del Pilar. Ella siempre aparece junto a aquel apóstol audaz que llegó al Finisterre de aquella época primeriza cristiana.

Muchos artistas nos lo han descrito en su trance más bajo a la orilla del gran cauce fluvial de Cesaraugusta, la actual Zaragoza. Allí andaba el bueno de Jacobo, hermano de Juan, y ambos hijos del Zebedeo. Llegó a donde más lejos llegaron aquellos doce amigos que Jesús hizo sus discípulos. Junto a Pedro y Juan obtuvo confidencias y privilegios en esa amistad extraordinaria con el Maestro. Su misma madre se atrevió a pedir al mismo Jesús un cargo de importancia para sus dos hijos, Jacobo y Juan, en ese Reino de los cielos del que hablaba Cristo, como quien pide un par de carteras ministeriales para hacer de los dos del Zebedeo, personas importantes y consideradas.

Tenían por sobrenombre “Bonaerges”, que en arameo significa “los hijos del trueno”, apodo puesto por Jesús mismo cuando vio cómo se las gastaban aquellos dos hermanos con su frecuente impetuosidad. Resultó curioso el que aquel hijo del trueno fuese fulminado por la indiferencia de los hispanos cuando les anunciaba el Evangelio. Por eso sorprende esa escena que retratan las antiguas crónicas al ver este Jacobo, cuyo nombre conocido viene ya tras la popular veneración como santo cristiano: San Jacobo, San Yago, Santiago… el apóstol. La escena es la de un hombre abatido en su más clamoroso fracaso en aquella Hispania romana al contar que él se había encontrado con Cristo.

Problemas lingüísticos, porque posiblemente con su arameo oriental no se hizo entender con el latín ibérico. Problemas de usos y costumbres tan diferentes quizás con los que él traía de sus lares en la Galilea de entonces. Problemas de pedagogía, tal vez por no acertar a presentar como Buena Noticia con su mensaje de paz, de luz y de gracia, las bienaventuranzas que él escuchó con asombro admirado desde los labios del Maestro Jesús. ¿Cómo contar aquello de lo que él fue testigo: que las personas que entraban en contacto con Jesús les cambiaba la vida? ¿Cómo transmitir lo que vio cuando Jesús se apostaba en la plaza para ver jugar a los niños y poner ejemplo de su inocencia infantil, o cuando vio pasar a la viuda de Naim que iba a enterrar a su hijo único, o aquel suceso en Jericó cuando el más odiado del pueblo por ladrón (aquel señor bajito llamado Zaqueo) decidió devolver cuatro veces más lo que había robado con sus extorsiones e influencias? Y así, podrían pasar por el argumentario de su prédica los debates ariscos con los fariseos por parte del Maestro, como también la misericordia entrañable que tuvo con María Magdalena y tantos otros pecadores o tullidos a los que curó de sus cegueras, de sus cojeras y de sus derivas torpes en las distintas contradicciones morales. Pero no le dio resultado, y de ese modo quedaba fulminado en la tristeza de su infecundo trabajo apostólico el hijo del trueno que se pavoneaba junto a Pedro y a Juan en aquellos tres años de aquí para allá siguiendo a Jesús en Galilea y Judea. Pero la Hispania romana ya se ve que era otra cosa.

Por eso hoy celebramos no una derrota apostólica, sino el milagro de la cercanía materna que consiguió levantar el ánimo, empujar de nuevo a la andanza evangelizadora a quien así desfondado masticaba su tragedia. Es la Virgen del Pilar. Porque fue sobre un pilar de jaspe a orillas del río Ebro, donde se hizo presente aquella madre que como tal recibimos los cristianos al pie de la cruz en la persona de Juan: hijo, he ahí a tu madre, le dijo Jesús al discípulo amado, hermano de Santiago. Y ella supuso para este apóstol necesitado de apoyo y consuelo, lo que cualquier madre ofrece a un hijo desvalido: justamente un pilar donde apoyarse, un pilar de belleza y fortaleza para levantar la cabeza y seguir adelante. María representa lo mejor de nuestra historia cristiana. La historia creyente de la Virgen nos habla de un requiebro hermoso en la fatalidad cotidiana, para asomarnos con Ella y en Ella a cómo en la tierra de todos nuestros imposibles Dios puede hacer florecer su divina posibilidad. ¿Qué representa para nosotros lo imposible? ¿Nos atreveremos a ponerle nombre y circunstancia? Tantas cosas nos pueden resultar así de inasequibles, de desbordantes, hasta provocar las lágrimas que furtivamente hemos ido a compartir con la dulce Señora en esa ermita escondida del corazón. Ella nos dice que Dios tiene recursos, que nos sabe amar y que es el único que no juega con nuestra felicidad, trocando de este modo nuestro llanto en danza, quitándonos los lutos para revestirnos de la algazara de una fiesta que no acaba.

Esto fue María para Santiago, junto a aquellas orillas en la Cesaraugusta de entonces. Y bien lo celebran los amigos aragoneses, pero no sólo ellos, sino toda España, y no sólo el resto de los españoles, sino toda esa América hispana. Hace cinco siglos sucedió esa epopeya de la historia universal con el descubrimiento de América. Descubrir un mundo nuevo, nuevas gentes, nuevas tierras, encerraba una serie de intereses económicos, políticos y militares. Tamaña hazaña, llevada a cabo por hombres con sus luces y sombras, sus gracias y pecados, tenía también otro objetivo. No sólo llevaban ambiciones comerciales, no sólo portaban arcabuces y soldadescas, llevaban también el evangelio, la cruz del Resucitado y un mensaje salvador que anunciar y compartir como enseña. Es el reconocimiento de estos pueblos hispanos hermanos nuestros con los que tenemos en común la lengua, la fe y el afecto mutuo. Pero antes de la efeméride histórica, el 12 de octubre es para nosotros una fiesta mariana: nuestra Señora del Pilar. Hoy nos hacemos peregrinos de ese santuario zaragozano que nos reclama nuestra mirada y nuestra devoción.

Santiago y la Virgen del Pilar en esta fiesta señera, nos mueven a pedir por este pueblo que los tienen como patronos y protectores en la tierra. Si Santiago es patrono de España, la Pilarica aúna en su fiesta a una nación entera. A ellos nos encomendamos para que lo que nos une en la España toda, sea motivo de alegría fraterna y no división cicatera. Pedimos para que la unidad permita el abrazo de hermanos que saben tejer con sus hilos plurales el bordado bello y pacífico de una serena convivencia.

En este día tan festivo, nos acercamos con gratitud y afecto a uno de los cuerpos de seguridad del Estado como es la Benemérita, que celebra en la Virgen del Pilar a su patrona señera. Vaya nuestro sentido agradecimiento por estar presente la Guardia Civil en tantos escenarios donde necesitamos una ayuda y una defensa: en las carreteras, en la montaña, en el mar; allí donde se atenta contra la vida y la seguridad ciudadana y rural, en las fronteras, y también donde haya delincuentes de guante blanco o sofisticado que porfían altaneros contra la justicia y la verdad. Por todo ello, en un día como hoy, es justo y necesario felicitar a nuestros guardias civiles por su impagable labor, aún a cosa de sacrificios que llega al más extremo cuando te juegas la vida. Ofrecemos la santa Misa por los miembros de la Guardia Civil que han fallecido en acto de servicio, y pedimos por sus familiares, sus compañeros y amigos.

Que la Virgen del Pilar sea esa columna de afecto y seguridad para todos, que en tiempos de zozobra sostiene nuestra esperanza.


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

13 de Octubre: Aniversario de la Dedicación de la Catedral de Oviedo

La dedicación de un templo es la donación del edificio a la divinidad y es un rito que se celebra una sola vez. En la comunidad cristiana, como rito de iniciación, la dedicación señala el inicio de una etapa importante para la vida de la Iglesia local.

En la historia de la Iglesia no se tienen noticias de dedicación de templos hasta el siglo IV y consistían, preferentemente, en la celebración de una Eucaristía solemne. Una de las tradiciones más conocidas desde los inicios de esta ceremonia la constituía la costumbre de guardar reliquias en el altar, la cual siempre gozó de gran aceptación por parte de los fieles. A partir del siglo VI la ceremonia se fue haciendo más solemne y complicada, implicando aspersiones y unciones de los muros del templo, así como incensaciones. Este ritual se mantuvo hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965). En la Catedral de Oviedo se da la particularidad de que las reliquias, que deben depositarse a los pies del altar, están dentro del ara, la piedra que se ubica en el centro del altar, a la espera de ser colocadas en su lugar canónico.

Actualmente el rito de dedicación es más sencillo y consta de cuatro partes: entrada a la iglesia, liturgia de la palabra, oración de dedicación y unción de la iglesia y altar y, finalmente, celebración de la Eucaristía. Esta ceremonia debe ser siempre realizada por el obispo, y la iglesia debe tener un santo o santos titulares. La advocación de la Catedral de Oviedo en el momento de su fundación, el 13 de octubre del año 821, era la de basílica de San Salvador y los Santos Apóstoles.

Cada 13 de octubre, en la Catedral de Oviedo se conmemora el aniversario de la dedicación del templo construido por Alfonso II el Casto, del que guarda memoria agradecida el Cabildo de esta iglesia, porque, no solo elevó a capital del reino de Asturias el lugar donde había nacido -Oviedo-, sino que, en ella, estableció la sede episcopal de la nueva Diócesis que se creó poco después.

domingo, 12 de octubre de 2025

''Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila



Tocaría hoy hablar del Domingo XVIII del Tiempo Ordinario, pero al ser 12 de Octubre ponemos nuestra atención en la Madre del Señor en esta querida advocación de Nuestra Señora del Pilar. Es una devoción que siempre he querido cuidar en esta comunidad, no porque sea una devoción personal del párroco debido a la vinculación y cariño con la Guardia civil, algo que es evidente, sino porque nuestro actual templo parroquial fue dedicado en el año 1940, año santo del Pilar, como así rezan los recordatorios de aquel día. Se cumplían entonces XIX siglos de la venida en carne mortal de la Virgen Santísima a Zaragoza, alentando al Apóstol Santiago a no rendirse en su predicación en esta tierra, que habría también por su acción evangelizadora una nación muy de Cristo y muy de María. Como parroquia hemos de tener claro que la piedra angular es Jesucristo, pero también María nuestra columna, nuestro apoyo y pilar...

En la primera lectura del Libro Primero de las Crónicas, hemos escuchado el relato de cómo todo Israel se reunió para el solemne traslado del Arca de la Alianza al lugar que se había preparado para ser depositada. Y así como nos dice el texto "Llevaron el Arca de Dios y la colocaron en el centro de la tienda"... Para los Hebreos este era su mayor tesoro, lo que les hacía sentir la presencia de Dios en medio de ellos y lo que les llenaba de alegría; esto es lo que hemos de experimentar nosotros al celebrar hoy a la Virgen del Pilar: la emoción de darnos cuenta que es Ella quien nos trae al Señor, que en sus brazos está nuestra mayor riqueza, y la alegría de poder presumir con gozo de que somos tierra de María, no porque amemos a la Virgen sin más motivo que el catequético o dogmático, sino porque Ella nos amó primero y nos visitó aún en su vida mortal. Por ello a lo largo de los siglos todo tributo de amor a la reina del cielo por parte de España ha sido poco. Santa María es el Arca de la Nueva Alianza, el puente entre Dios y nosotros que nos regala el pilar al que abrazarnos en las horas de dificultad cuando todo viene en contra, y la fe de nuestra Nación parece extinguirse. La promesa de la Madre de Dios nos llena de esperanza, como dice la tradición sobre la santa columna en que fue exaltada Nuestra Señora:

"No la derriban los vientos
ni la sepultan las aguas,
Mientras que exista esta Piedra
España será cristiana"

La segunda lectura, tomada del relato del Libro de los Hechos de los Apóstoles, nos lleva a fijar la mirada en María y los Apóstoles en Pentecostés, donde según nos relata el autor "perseveraban unánimes en la oración". Este es el secreto de cara al mañana; esta es nuestra misión hoy: ser cristianos que perseveren en la oración y no tanto en el activismo que tantas veces nos asfixia y nos aleja del sentido de lo sobrenatural. Santa Maravillas de Jesús afirmó que "España se salvará por la oración". No la salvarán estrategias políticas ni políticos de quita y pon, ni proyectos sociales o económicos; la salvación pasa por la oración, por la íntima unión con el Señor, como aquellos primeros cristianos que a pesar del miedo y la incertidumbre ante el futuro se unieron en intensa plegaria en torno a María.

Es esta una jornada para dar gracias al Señor por la historia de fe de nuestra Nación que se llevó a tantos lugares de Hispanoamérica que también hoy celebran a la Pilarica, como cariñosamente llaman en Aragón a su Patrona. Y el evangelio de esta solemnidad va también en esta línea: no es que a Jesús que le parezca mal el piropo que le regala "una mujer de entre el gentío", o desprecie públicamente el elogio que le hacen hacia su madre  en Él, sino que quiere poner el énfasis en quienes pueden ser también dichosos; es decir, nos pide a nosotros que contribuyamos a ser parte de esa dicha escuchando la palabra de Dios pero sin quedarnos sólo ahí, sino cumpliéndola en nuestra propia vida.

Hoy es una fecha muy especial para pedirle a la Virgen del Pilar por España, para que crezca la unidad y se difuminen las divisiones, para nos sintamos orgullosos de nuestra Patria e identidad, y cooperemos en el bien común; para que seamos acogedores con los que llegan a nuestro suelo como lo hicimos nosotros al suyo, y seamos generosos con los que necesitan ayuda... Qué actual sigue siendo aquella plegaria de San Juan Pablo II ante Nuestra Señora del Pilar en 1982: 

Virgen Santa del Pilar:
Aumenta nuestra fe,
consolida nuestra esperanza,
aviva nuestra caridad.
Socorre a los que padecen desgracias,
a los que sufren soledad, ignorancia,
hambre o falta de trabajo.
Fortalece a los débiles en la fe.
Fomenta en los jóvenes la disponibilidad
para una entrega plena a Dios.
Protege a España entera y a sus pueblos,
a sus hombres y mujeres.
Y asiste maternalmente, oh María,
a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad.
Así sea.