lunes, 17 de noviembre de 2025

Teulón culmina su opera magna sobre la persecución de 1936: 22 años y 4 tomos







































(Rel.) Tras más de dos décadas de estudio e investigación, el sacerdote Jorge López Teulón acaba de culminar su obra en torno a "La persecución religiosa en la Archidiócesis de Toledo de 1936 a 1939".

Se trata del cuarto tomo de la opera magna publicada por el capellán del Colegio “Compañía de María” de Talavera de la Reina y postulador de la causa de 464 mártires de la persecución religiosa en España publica, que desde hace años escribe sobre este y otros temas en su blog de Religión en Libertad, Víctor in víncolis. Los cuatro tomos ya están editados y se encuentran disponibles a la venta en librerías.

''Los domingos'', fe y libertad. Por Guillermo Juan Morado

(Atlántico Diario) La película “Los domingos”, de la guionista y directora Alauda Ruiz de Azúa, no solo ha sido premiada en el Festival de Cine de San Sebastián, sino que también está siendo muy valorada tanto por la crítica especializada como por el público. De una manera respetuosa y profunda aborda la problemática de la fe y de la vocación religiosa de la protagonista del filme, Ainara, una joven de 17 años que quiere ingresar en un monasterio de clausura. Esta decisión se encuadra en las idas y venidas de una familia bastante desestructurada que recibe de forma muy distinta – desde la aprobación casi indiferente hasta el rechazo más enconado- la opción decisiva de Ainara.

La vocación a la vida contemplativa monástica tiene como fundamento, como única base que le da sentido, la fe; es decir, el acto mediante el cual la persona confía en Dios que se aproxima al hombre y acepta incondicionalmente su revelación. En palabras del Concilio Vaticano II: “Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece el homenaje total de su entendimiento y voluntad, asintiendo libremente a lo que Dios revela”.

Es importante insistir en la libertad de esta entrega y de este asentimiento. Nadie puede forzar la confianza. La confianza no se compra; no se obtiene mediante amenazas. Surge, libremente, en correspondencia a la acción de quien se hace merecedor de ella. Tampoco el asentimiento, la adhesión interior a la verdad, es el resultado de la constricción. Y menos cuando se trata de asentir a la verdad de la revelación, donde la voluntad juega un papel fundamental a la hora de mover a la inteligencia a la aceptación de lo manifestado por Dios.

La fe no es, ni en la vida personal ni en la vida social, enemiga de la libertad. Es, a la vez, su garante último y su máxima posibilidad de ejercicio. Como el amor, la fe es libre. Bien lo sabía un espíritu tan independiente como el cardenal Newman: «Creemos porque amamos»; es decir, es posible creer porque poseemos la capacidad de ir más allá de nosotros mismos, confiándonos, con entera libertad, a una palabra que aparece ante nuestra consideración revestida solamente con la credibilidad del amor.

Un ejercicio de libertad que compromete radicalmente la posibilidad de autodeterminar la existencia desde la confianza y la entrega a Dios, y en eso consiste la fe, no puede llevarse a cabo de modo inconsciente, arbitrario o frívolo. La fe, precisamente para poder ser libre, ha de ser razonable y responsable. Pero es un proceso completamente personal. Desde fuera cabe orientar, aconsejar, persuadir, pero nunca ejercitar presión o violencia sobre el creyente.

“Los domingos” ayuda a reflexionar sobre este componente de la fe – y, por extensión, de la vocación – que es la libertad. Los padres, los familiares, los amigos pueden querer a Ainara, pero este amor sería abusivo y falso si, por incapacidad de contemplar el mundo con los ojos del otro, por ausencia de empatía, se convirtiese en chantaje o coacción moral. En ocasiones, la propia casa, la familia, puede llegar a ser una especie de cárcel cuando alguien opta por vivir la fe y el seguimiento de Cristo, máxime si ese compromiso comporta, en un caso concreto, la vocación monástica. Es el dilema de hacer compatible el afecto y el respeto; el amor y la libertad.

domingo, 16 de noviembre de 2025

''No quedará piedra sobre piedra''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Estamos en la recta final del año litúrgico, por ello las lecturas de este domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, así como de los próximos domingos, nos acercarán a la idea que anualmente la Iglesia nos pide reflexionar. El final del Tiempo Ordinario suele coincide con el mes de "los difuntos", por lo que todo invita a interiorizar sobre el futuro, el final de los tiempos; sí, pero especialmente el nuestro propio. La primera lectura del profeta Malaquías es de claro tono apocalíptico, lo que nos invita no sólo a imaginar cómo será el fin del mundo, aunque realmente es más bien una llamada a vivir en el santo temor de Dios. Vivir así no implica ser medievales, no significa llevar una existencia marcada por el miedo, sino sencillamente hacer mi día a día con normalidad pero sin perder el respeto y reverencia hacia mi Creador, sin vivir de espaldas a Él, o sustituyéndolo por diosecillos mediocres. Quien vive el santo temor de Dios no vive con pánico ante un posible castigo, más bien vive sencillamente en el cuidado de no fallar ni ofender a quien en su grado máximo le ama, como es Dios mismo. La profecía de Malaquías algo de esto nos ha pedido: ''Pero a vosotros, los que teméis mi nombre, os iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra''. También la idea del horno ardiente nos viene muy bien en este tiempo de oración por los difuntos, y es que tenemos un problema grande en España, pues en los últimos cincuenta años los sacerdotes hemos dejado de hablar del purgatorio y el infierno, por lo que somos en buena parte culpables de que se haya extendido la creencia de que todos los difuntos por el hecho de morir van al cielo, se convierten en estrellas o conceden lo que se les pide como el genio de la lámpara maravillosa. Necesitamos recuperar la escatología puramente católica, pues sólo así entenderemos lo que necesitan nuestros seres queridos difuntos de nuestra ayuda. Siempre hemos imaginado a las almas del purgatorio entre llamas, pero hay que entenderlo bien, lo que experimentan es un fuego de purificación; no es tanto un castigo, sino un paso de limpieza, y es que en ese fuego interno del amor de Dios son quemadas todas las imperfecciones del alma. También la antífona del salmo 97 completa el enfoque apocalíptico de los textos del Antiguo Testamento: "El Señor llega para regir la tierra con justicia".

Igualmente en esta línea va el fragmento de la segunda carta de San Pablo a los cristianos de Tesalónica, y es que como nos suele ocurrir a todos en algún momento de la vida nos pasamos o nos quedamos cortos... Así les ocurrió en las primeras comunidades cristianas, los hubo que interpretaron correctamente este anuncio y vivieron cada una de sus jornadas con fidelidad y esperanza, pero hubo también malas interpretaciones y grupos de cristianos como algunos tesalonicenses que pensaban que ese final era inmediato, que la segunda venida de Jesús era cuestión de muy pocos días, por lo que decidieron dejarlo todo. Dejaron el trabajo, el cuidado del hogar y se pusieron a prepararse espiritualmente para el final sin pensar en nada más. Es por esto que San Pablo les amonesta y reprende: ''No vivimos entre vosotros sin trabajar, no comimos de balde el pan de nadie, sino que con cansancio y fatiga, día y noche, trabajamos a fin de no ser una carga para ninguno de vosotros''. El Apóstol tiene noticias de que la comunidad cristiana se está fracturando, pues unos están de brazos cruzados pensando en la vida eterna y el resto trabajando y manteniendo a los que no tenían otro pensamiento en mente que el final. Es en este contexto es en el que San Pablo acuña la sentencia que hemos escuchado y que forma parte de nuestro lenguaje coloquial de que "el que no trabaje que no coma". Por un lado, porque cada cual ha de ganarse con su sudor el pan de cada día, y por otro, por el pecado que implicaba el abuso de vivir unos a costa de los otros. 

Finalmente, el evangelio de este domingo, tomado del capítulo 21 del evangelio de San Lucas nos regala esta conocida escena de Jesús en el templo, con su llamado discurso escatológico. La sentencia del Señor es clara «Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida». Hay que adentrarse en la mentalidad judía del momento, y es que el templo de Jerusalén era el edificio más valioso y querido, y ya vemos que la profecía de Jesús no iba desencaminada, aún quedan algunas piedras: un muro, pero muy poquito se mantiene de aquel templo, y lo poco que queda desaparecerá algún día como todo lo que conocemos. Para los coetáneos de Jesús aquello sonaba imposible, e incluso a blasfemia, pero la lección que nos aporta es muy importante. El templo no hace la religión; apenas quedan ruinas de aquello y, sin embargo, el judaísmo sigue vivo, sigue siendo un lugar especial para ellos, y es que no acabamos de hacernos a la idea de que lo bueno de verdad no lo encontraremos en esta vida por muchos adornos que pongamos, atesoremos o compremos. También para nosotros los templos son importantes, pero como os decía el domingo pasado hay comunidades parroquiales que no tienen templo, y templos que ya no tienen comunidad parroquial. Es innegable que cuando vemos un templo hermoso, un basílica, una catedral... nos quedemos admirados, y esa belleza nos lleva a la oración y a reconocer que si es grande esa obra hecha por manos humanas, cuánto más la gran obra de la creación de Dios... Pero también llegará el día que no quede piedra sobre piedra: aquí en Asturias, donde la persecución religiosa de los años treinta destruyó tantísimos y tan bellos templos y capillas lo sabemos bien. También de esto va el evangelio de hoy, y es que San Lucas de algún modo con la forma de redactar el texto prepara el corazón ante las persecuciones. Hay que recordar que en los primeros siglos los cristianos se reunían en las catacumbas y en casas particulares para celebrar la eucaristía, no podían tener templos propios pues el cristianismo era ilegal. Recientemente hemos celebrado a los mártires asturianos, entre ellos a nuestros Beatos Seminaristas Mártires; parece una dedicatoria para ellos estas palabras del evangelio de hoy: ''Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida. Entonces les decía: «Se alzará pueblo contra pueblo»''. Esto es lo que vivieron en primera persona nuestros mártires del siglo XX: ruido de revolución, de guerra y, sin embargo, ellos se quedaron con lo que se tenían que quedar: con Jesucristo. En nuestros Mártires se cumple el evangelio: ''os echarán mano, os perseguirán, entregándoos... a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio''. Ellos entendieron perfectamente que la felicidad plena aquí no la iban a encontrar, por ello entre vivir sin Cristo o morir por Él tomaron la mejor decisión de todas que les llevó al cielo por la puerta grande, pues con su perseverancia salvaron sus almas. 

A veces también nos ocurre como aquellos fariseos, queremos saber la fecha de cuando va ser el final, alguna pista o alguna señal; unos lo querrían saber con buena intención para prepararse bien, mientras que otros seguro que ya pensaban hasta cuándo  y cómo podrían "estirar" su vida mediocre para intentar prepararse en el último momento. Pero Jesús no responde a la duda de cuándo va a suceder, aunque sí advierte de un peligro: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos". Atención a esto: la Iglesia siempre ha mirado al mañana en clave de trascendencia, pero nunca en tono apocalíptico, eso es propio de las sectas... Cuidado con los falsos profetas, con los susurros del maligno que busca confundirnos. Cuántas veces actuamos convencidos de que estamos haciendo la voluntad de Dios y, en realidad, hemos caído en la trampa del demonio, por eso el Señor nos alerta hoy de nuevo sobre que no nos engañen. Por último, quisiera dedicar una palabra a esta Jornada Mundial de los Pobres que se celebra en este día, para que crezca nuestra sensibilidad hacia los más necesitados de todo tipo. Y en esta semana que hemos celebrado a San Martín de Tours, hagamos como él y sepamos partir nuestra capa con el pobre, que no es otro que el mismo Cristo. 

Evangelio Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 21, 5-19

En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».

Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».

Él dijo:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos.

Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.

Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».

Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes.

Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.

Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.

Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.

Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre.

Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Palabra del Señor

¿Quién es mi prójimo? Una historia cristiana. Por Monseñor Fray Jesús Sanz Montes O.F.M.

Una vez más se ha publicado el informe Foessa que realiza Cáritas española sobre la exclusión y el desarrollo social en nuestro país, llevado a cabo por un equipo de 140 investigadores procedentes de 51 universidades, centros de investigación, fundaciones y entidades del Tercer Sector. En este informe donde se ausculta la realidad social de España se llega a la conclusión de que estamos atravesando un proceso inédito de fragmentación social donde muchas familias están siendo desplazadas hacia estratos inferiores con una de las tasas de desigualdad más elevadas de Europa. Han sido casi veinte años de crisis encadenadas, donde la recuperación social y la integración de los más vulnerables no han conseguido cerrar la brecha. En estos momentos hablamos de una severa exclusión que se coloca en un 52% por encima de la cota de aquel año crítico de 2007, señalando nada menos que a 4.3 millones de personas bajo ese umbral de pobreza.

Siempre que celebramos una asamblea diocesana de Cáritas con todos sus voluntarios y los técnicos que trabajan en sus oficinas, se da un doble escenario: el que representa ese encuentro como gesto de comunión entre nosotros trayendo tantas realidades de nuestra geografía cuando hablamos de las parroquias, los arciprestazgos de las ciudades y villas, de las cuencas mineras, de la franja alargada que baña el Cantábrico o los pueblos esparcidos por nuestra montaña. Pero también se hace presente la realidad concreta que a diario contemplan nuestros ojos: me refiero a los destinatarios de la labor de Cáritas. Son los pobres de tantas pobrezas que llaman a la puerta de nuestras parroquias y arciprestazgos. Ahí están sus rostros detrás de la precariedad económica, la falta de trabajo, el miedo ante la incertidumbre, el dolor de las personas más vulnerables cuando sufren la violencia o la exclusión, el no tener un techo o los papeles en regla para poder regularizar su situación. Este es el doble escenario de una Cáritas diocesana: la geografía de nuestras comunidades y la historia de los pobres que llaman a nuestras puertas.

Cáritas no es una ONG como a veces se la confunde por parte de quienes no entienden el significado de la comunidad cristiana y el ser mismo de la Iglesia de Jesús. Porque el amor y la justicia que preside la labor de Cáritas forma parte complementariamente de la liturgia con la que vivimos la oración a Dios y recibimos sus sacramentos, y la catequesis con la que nos formamos continuamente como niños, jóvenes o adultos para saber dar razón de nuestra esperanza. La caridad, la liturgia y la catequesis son los tres pilares sobre los que se asienta toda comunidad cristiana presidida por el Señor, alentada por la intercesión de María y los santos, junto a los hermanos que Dios ha puesto a nuestro lado para con ellos seguir escribiendo la historia en la encrucijada de nuestro tiempo y en los lares de nuestros espacios.

La parábola del buen samaritano es un vademécum en el que se espeja la vocación de quienes trabajamos en Cáritas. La pregunta inicial de aquel maestro de la ley tenía trampa: era para para probar a Jesús: “¿quién es mi prójimo?”. Pero será preciosa y provocativa la respuesta de Jesús contando una historia. Al final será Jesús quien pregunte: “¿cuál de todos ellos ha sido prójimo?, el que practicó la misericordia… Anda y haz tú lo mismo” (Lc 10, 25-37). Ahí tenemos una primera semblanza del voluntario de Cáritas. Pero hay otra parábola que completa esta: es la que refiere el evangelista Mateo: Venid vosotros, benditos de mi Padre, porque tuve hambre, tuve sed, estuve en la cárcel, fui extranjero, estuve enfermo, también desnudo… Y ante la extrañeza de los discípulos que no recordaban al Maestro en ninguna de esas circunstancias, Jesús les dirá: “lo que hicisteis o dejasteis de hacer con uno de estos mis pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 31-40). El secreto de nuestra entrega cristiana desde Cáritas, es que el Señor está en todos los pobres que llaman a nuestra puerta, los que tienen esas circunstancias de hambre y sed, de cárcel y extranjería, de enfermedad y desnudez. Ellos son también Jesús y por amor a Jesús los acogemos, los escuchamos y, en la medida de nuestras posibilidades, tratamos de resolver con cristiana solidaridad sus penurias. Esto es ser prójimo de aquellos con los que practicar la misericordia, aprendiendo de la entrega que Dios usa con nosotros cada día.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

sábado, 15 de noviembre de 2025

Mártires españoles siglo XX por Javier Paredes

(hispaniamartyr.org) El 17 de enero de 1918 un pelotón de fusilamiento, para cumplir la sentencia de muerte dictada contra Dios, disparó unas ráfagas de ametralladora contra el cielo de Moscú. Durante la Guerra Civil española, los milicianos del Frente Popular imitaron a los rusos en el Cerro de los Ángeles, fusilándole.

Durante la Guerra Civil española fueron asesinados 12 obispos, 1 administrador apostólico, 4.184 sacerdotes seculares y seminaristas, 2.365 religiosos y 297 monjas…

Los datos para mí más fiables proceden del gran especialista en Historia de la Iglesia en España Vicente Cárcel . Según ellos en 1931 había en España 34.176 sacerdotes diocesanos, 12.903 religiosos y 47.942 religiosas. En 1934 habían bajado a 7.401; por lo tanto, había 5.430 aspirantes menos al sacerdocio. Y con los novicios religiosos ocurre lo mismo, pues en 1930 eran 3.175 y en 1934 habían descendido a 2.823.

Cabe relacionar esta mengua con el sectarismo antirreligioso de los dirigentes de la Segunda República, que en número considerable pertenecían a la masonería. Recuérdese que, cuando todavía no hacía ni un mes que se había proclamado la Segunda República, el nuevo régimen hizo su presentación dejando hacer a los pirómanos de conventos e iglesias, sin que la fuerzas del orden intervinieran, no se le fuera a escapar a algún agente la cachiporra, porque “todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano”, Azaña dixit.

El tópico de las enormes riquezas de la Iglesia

Fue empleado en todos los tiempos por la propaganda antirreligiosa, durante la Segunda República y la Guerra Civil para justificar los ataques contra el clero y el asesinato de esos miles de sacerdotes y religiosos, así como de un número incontable de laicos que fueron asesinados por el curioso delito de “oler a cera”.

¿Alianza de la Iglesia en España con los poderosos…?

De entrada, lo que hicieron los poderosos, instalados en el Gobierno, fue arrebatar a la Iglesia en España buena parte de su patrimonio, mediante las leyes de la desamortización, que fueron publicando durante toda la primera mitad del siglo XIX.

El 94% del clero no superaba las 2.000 pesetas al año. Y de ese otro 6% restante, la mayoría de sus integrantes no sobrepasaba las 4.000 pesetas al año. Baste decir que el sueldo más alto era el deán de las catedrales que oscilaba entre las 5.250 pesetas y las 5.750, con la excepción del deán de la catedral de Toledo que cobraba 6.750 pesetas

Por otra parte, basta con mostrar los honorarios de los sacerdotes para desmontar el tópico de un clero opulento.

El 24 de julio de 1930 se aprobó el estatuto del Cuerpo de porteros de los Ministerios. El decreto establecía seis categorías que, de menor a mayor sueldo, iban desde porteros quintos hasta llegar a porteros primeros, para acabar en porteros mayores. Al puesto más bajo del escalafón, a los porteros quintos, se les asignaba un sueldo anual de 2.000 pesetas, las mismas dos mil pesetas que entonces cobraba igualmente un cartero.

Pues bien, el 94% del clero no superaba la cantidad de 2.000 pesetas al año. Y de ese otro 6% restante, la mayoría de sus integrantes no sobrepasaba las 4.000 pesetas al año. Baste decir que el sueldo más alto era el deán de las catedrales que oscilaba entre las 5.250 pesetas y las 5.750, con la excepción del deán de la catedral de Toledo que cobraba 6.750 pesetas.


El Fray Lazo revista antirreligiosa difundía cada semana todos los tópicos contra la religión católica. El primer número apareció el 13 de agosto de 1931. Y durante todo un año, hasta el mes de septiembre del año siguiente, en su portada aparecían personajes famosos de la República dando su opinión sobre el sacramento de la confesión. No es difícil imaginar lo que dijeron.

Y teniendo en cuenta que como la gran mayoría de este clero era rural, los sacerdotes vivían como un aldeano más en las parroquias que regentaban, con las mismas condiciones materiales que el resto de los vecinos, por lo que como ha puesto de manifiesto Martín Ibarra en su magnífico libro Barbastro una diócesis mártir (1931-1939), muchos sacerdotes de esa zona de Aragón se aficionaron por fuerza a la pesca y a la caza para poder completar su dieta alimentaria.
La mayor persecución que ha sufrido la Iglesia católica en los más de dos mil de años de su existencia.

Poniendo en relación el total de sacerdotes con el número de mártires. Lo primero que dicen estas cifras es que los verdugos no se conformaron con diezmarlos, porque martirizaron a uno de cada siete sacerdotes y a uno de cada cinco religiosos. Lo he dicho muchas veces en mis artículos de Hispanidad, pero lo repito una vez más: por la cuantía de los mártires, esta es la mayor persecución que ha sufrido la Iglesia católica en los más de dos mil de años de su existencia.

Y a esta impresionante realidad religiosa e histórica la denominación oficial de los actuales obispos españoles se ha referido unas veces como “mártires de España”, otras como “mártires del siglo XX” y hasta de una tercera manera como “mártires de la década de los años treinta”. Y todavía quedan otras maneras más si se combina la primera forma con las otras dos: “mártires de España del siglo XX” y “mártires de España de la década de los a los treinta”. Y todo por no llamar a las cosas por su nombre, para no molestar a los herederos políticos de los verdugos, con la ilusa pretensión de establecer -como se dice coloquialmente- un buen rollito con el poder actual.

Cierto que son mártires españoles, pero es falso que sean mártires de España, porque no en toda España hubo persecución religiosa.

Dejemos a un lado en este artículo la Segunda República, período en el que ya hubo mártires a manos de los mismos verdugos de la Guerra Civil. Pues bien, esos 6.859 asesinatos de sacerdotes, religiosos y monjas se produjeron en la zona bajo el control de los socialistas, los comunistas y los anarquistas o zona del Frente Popular.

Porque, con perdón o sin él, lo cierto es que en la zona de Franco o zona nacional no solo no hubo persecución religiosa, sino que se defendió y se protegió a los sacerdotes, a los religiosos, a las monjas y, en suma, a la religión católica. Por esta razón los sacerdotes, los religiosos y las monjas, a los que les cogió el estallido de la Guerra en la zona republicana, se escondían o trataban de pasar a la zona de Franco para que no les mataran los rojos.

Por tanto, estos dos comportamientos, tan diferentes y tan opuestos, quedan ocultos cuando a los católicos asesinados por los socialistas, los comunistas y los anarquistas en la Guerra Civil se les denomina oficialmente "mártires de España”.

En la zona de Franco o zona nacional no sólo no hubo persecución religiosa, sino que se defendió y se protegió a los sacerdotes, a los religiosos, a las monjas y, en suma, a la religión católica. Por esta razón los sacerdotes, los religiosos y las monjas, a los que les cogió el estallido de la Guerra en la zona republicana, se escondían o trataban de pasar a la zona de Franco para que no les mataran los rojos.

Lo de mártires del siglo XX es todavía más chusco, porque ni los siglos han asesinado a nadie desde que el hombre puebla la tierra, ni hubo persecución religiosa en España durante todo el siglo XX.

La persecución religiosa en el siglo XX, contra las personas y contra las cosas sagradas, se produjo desde el año de 1930 al año de 1939, coincidiendo con los últimos meses del reinado de Alfonso XIII, la Segunda República y La Guerra Civil.
¿Mártires del siglo XX…? Los siglos no hacen mártires

Porque lo que se pretende ocultar con la denominación de mártires del siglo XX es otra vez lo mismo: que los verdugos fueron los socialistas, los comunistas y los anarquistas, alentados por los masones, y que Franco protegió a los católicos.

Desproporción entre el número (6.562) de sacerdotes y religiosos mártires y el de monjas (297).

Soy consciente de que no todos los religiosos eran sacerdotes, yo desconozco esa relación; pero quien lo desee, que reste los religiosos que quiera por no ser sacerdotes, y la diferencia entre el número de sacerdotes y el de monjas martirizados seguirá siendo enorme. Semejante diferencia no se puede explicar porque las monjas se pasasen en mayor número a la zona de Franco, ni porque se supieron esconder mejor ellas que ellos.

Lo cierto es que las monjas a las que el estallido de la Guerra Civil les sorprendió en zona republicana estuvieran perfectamente controladas por los rojos.

Las expulsaron de sus monasterios, los conventos fueron dedicados a usos militares y civiles, se calcula que unas mil monjas permanecieron presas en las cárceles o en las checas, a muchas los milicianos les convirtieron en sus criadas y al resto se les permitió vivir en casas particular. Por lo tanto, si hubieran querido podrían haber martirizado al mismo número de monjas que de mártires sacerdotes o religiosos, o incluso a más.

Tampoco sirve para explicar esta diferencia, como en algún sitio se ha dicho, el hecho de que las monjas se dedicasen a tareas asistenciales. No es válido este argumento, en primer lugar, porque una buena parte de las monjas de 1936 pertenecían a comunidades contemplativas, que encerradas en su clausura permanecían ajenas a cualquier labor asistencial; y a muchas de estas las respetaron la vida; por otra parte, resulta que la mayor aportación a las 297 monjas martirizadas, hasta un total de 30, corrió por cuenta de las Hijas de la Caridad cuyo carisma es eminentemente asistencial.

En segundo lugar, tampoco se puede admitir el argumento anterior, porque entre el número de los mártires varones hay sacerdotes y religiosos que llevaron a cabo iniciativas asistenciales muy importante. Este fue el caso del sacerdote Joaquín de la Madrid, que fundó en Toledo un colegio solo para niños huérfanos de padre y madre, como ha detallado Jorge López Teulón en su libro Mártires a la sombra del Alcázar de Toledo. O por poner otro ejemplo, los 15 Hermanos de San Juan de Dios del Sanatorio Marítimo de Calafell (Tarragona), que atendían a niños enfermos en el sanatorio, y que fueron martirizados en la playa de esa localidad catalana.


La Iglesia vive de la Eucaristía, llegó a afirmar San Juan Pablo II. Y como los sacramentos quienes los confeccionan son los sacerdotes, en el hipotético caso de que estos fueran totalmente eliminados la Iglesia de Cristo desaparecería.

Tal desproporción entre el número de sacerdotes y religiosos martirizados y el número de monjas que derramaron su sangre a manos de los socialistas, los comunistas y los anarquistas, alentados por los masones, solo se explica si se tiene en cuenta que la última finalidad de esta persecución no era otra que hacer desaparecer de España a la Iglesia católica, una religión sacramental.

La Iglesia vive de la Eucaristía, escribió San Juan Pablo II en una de sus encíclicas. Y como los sacramentos quienes los confeccionan son los sacerdotes, en el hipotético caso de que estos fueran totalmente eliminados la Iglesia de Cristo desaparecería. Y no fue otra cosa lo que intentaron los socialistas, los comunistas y los anarquistas, alentados por los masones durante la Segunda República y la Guerra Civil.

Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá

La cloaca del periodismo anticatólico