viernes, 21 de noviembre de 2025

La Presentación de la Virgen María en el Templo

(Omnes) Según la tradición, inspirada en el apócrifo protoevangelio de Santiago, María fue llevada con tres años al Templo de Jerusalén por sus padres, san Joaquín y santa Ana, para consagrarla al Señor. La Iglesia contempla en este ofrecimiento temprano de la Presentación de la Virgen la imagen de María como “templo vivo”, aquella que acogerá en su seno al Hijo de Dios.

La fiesta tiene raíces antiguas. Se celebraba ya en Oriente desde el siglo VI, vinculada a la dedicación de la basílica de Santa María la Nueva en Jerusalén. En Occidente sería incorporada al calendario romano en 1585 por el Papa Sixto V. Más allá de su fecha y origen, esta memoria ilumina el misterio de María como criatura plenamente abierta a la gracia desde el comienzo de su historia.

Llamada actual y signo profético

La entrega inicial de la Virgen María anticipa momentos decisivos, como su “sí” en la Anunciación, o su presencia fiel al pie de la Cruz. Muchos autores espirituales ven en esta fiesta una invitación a ofrecer también nuestra propia vida como templo para Dios, siguiendo la senda de María.

La Presentación de la Virgen María no es solo un recuerdo del pasado,. Es una llamada actual a descubrir la belleza de la fidelidad silenciosa, señalan autores. Este día es también una oportunidad para agradecer la vocación de quienes hoy consagran su vida al Señor. Coincidiendo con esta fiesta, la Iglesia celebra la Jornada Pro Orantibus, dedicada a los contemplativos.

Tampoco es un evento remoto, sino un signo profético. Dios prepara con delicadeza la historia de la salvación, y lo hace contando con el “sí” humilde de una niña. Hay que distinguir esta fiesta de la Presentación del Señor en el Templo por María y José, que la liturgia celebra el 2 de febrero. Allí aparecen el anciano Simeón y la profetisa Ana.

jueves, 20 de noviembre de 2025

Documentos para la Historia. Homilía del Cardenal Arzobispo de Toledo Don Marcelo González Martín en el funeral por el Jefe del Estado Don Francisco Franco Bahamonde

Hoy celebramos la Iglesia la solemnidad de Jesucristo, Rey de Universo, Rey de la vida, de la muerte. De la vida porque de El, como de Dios la hemos recibido. De la muerte, porque, con su resurrección la ha vencido en su cuerpo glorioso y ha asegurado la misma victoria a los que creen en El. “Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque haya muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá para siempre.” (Jn.11,25).

Dejad que estas palabras crucen los cielos de la Plaza de Oriente y lleguen al corazón entristecido de los españoles. Transmitídselas vosotros mismos, los que, con el más vivo dolor, podéis repetirlas porque creéis en Jesucristo y, por lo mismo, podéis demostrar que vuestra esperanza es, al menos, tan grande como vuestro dolor.

Vosotros, excelentísima Señora y familiares de Francisco Franco, Reyes de España, Gobierno e instituciones de la nación. Su eco os será devuelto inmediatamente por un pueblo inmenso, cuyo rumor se extiende sobre todas las tierras de España. Más allá, en tantos lugares del mundo. Ahora mismo, acabo de recibir un telegrama de un obispo inglés, de Salford, Monseñor Holland, el cual me dice: ''Escordo participem dolorem tuum, vivam cum Cristo bonus miles, dilecta patria''. Participo de corazón en vuestro dolor, viva con Cristo el buen soldado de vuestra amada Patria.

Entrega a España.

Estamos celebrando el Santo Sacrificio de la Misa y elevamos a Dios por el alma del que hasta ahora ha sido nuestro Jefe de Estado. He ahí sus restos, ya sin otra grandeza que la del recuerdo que aún puede ofrecernos de la persona a quien pertenecieron mientras vivió en este mundo. Frente a ellos, nuestra fe nos habla no del destino inmediato que les espera al ser depositados en un sepulcro, sino de la eternidad del misterio de Dios Salvador, en que su alma será acogida, como lo será también ese mismo cuerpo en el día de la resurrección final. ¡Oh cristianos, niños y adultos, mujeres y hombres creyentes, hermanos míos en la fe de Jesucristo!, que vuestro espíritu responda en este momento a las convicciones que nacen de nuestra conciencia religiosa. Ante este cadáver han desfilado tantos, que , necesariamente, han tenido que ser pocos en comparación con los muchos más que hubieran querido poder hacerlo para dar testimonio de su amor al padre de la Patria, que con tan perseverante desvelo se entregó a su servicio.

Presentaremos a la adoración de todos la hostia santa y pura de la Eucaristía, nos sentiremos incorporados a la oblación del Señor con la nuestra, podremos ceder, en beneficio de aquel a quien amábamos, los méritos que por nuestra participación pudiera correspondernos, y juntos rezaremos y cantaremos el padrenuestro de la reconciliación y la obediencia amorosa a la voluntad de Dios, que está en los cielos.

La Espada de Franco.

Ese hombre llevó una espada que le fue ofrecida por la Legión Extranjera en el año 1.926 y un día entregó al Cardenal Goma, en el templo de Santa Bárbara, de Madrid, para que la depositara en la Catedral de Toledo, donde ahora se guarda. Desde hoy sólo tendrá sobre su tumba la compañía de la cruz. En esos dos símbolos se encierra medio siglo de la historia de nuestra Patria, que ni es tan extraña como algunos quieren decirnos ni tan simple como quieren señalar otros ¡Ojalá esa espada –él mismo lo dijo- no hubiera sido nunca necesaria! ¡Ojalá esa cruz hubiera sido siempre dulce cobijo y estímulo apremiante para la justicia y el amor entre los españoles!

En este momento en que hablan las lágrimas y brotan incontenibles las esperanzas y los anhelos de toda España el patriotismo, como virtud religiosa, no como exaltación apasionada, pide de nosotros que levantemos nuestra mirada precisamente hacia la Cruz bendita para renovar ante ella propósitos individuales y colectivos que nos ayuden a vivir en la verdad, la justicia, el amor y la paz, exigencias del reino de Cristo en el mundo.

Brille la luz del agradecimiento por el inmenso legado de realidades positivas que nos deja ese hombre excepcional, esa gratitud que está expresando el pueblo y que le debemos todos: la sociedad civil y la Iglesia, la juventud y los adultos, la justicia social y la cultura extendida a todos los sectores. Recordar y agradecer no será nunca inmovilismo rechazable, sino fidelidad estimulante, sencillamente porque las patrias no se hacen en un día, y todo cuanto mañana pueda ser perfeccionado encontrará las raíces de su desarrollo en lo que se ha estado haciendo ayer y hoy en medio de tantas dificultadas.

Algo más que la esperanza.

Con la gratitud por lo que hizo, y siguiendo el ejemplo que nos dio, es necesaria, mirando al futuro, no sólo la esperanza, irrenunciable en cualquier hipótesis mientras que el hombre es hombre, sino algo más, la ilusión creadora de paz y de progreso, que es una actitud menos conformista y más difícil. Porque obliga a conciliar a todos los esfuerzos de la imaginación bien orientada con la bondad de corazón y la buena voluntad. Ardua tarea a la que hemos de entregarnos a través de las pequeñas cosas de cada día y con las decisiones importantes de la vida pública. Para que la libertad sea eficiente y ordenada, el pluralismo nos enriquezca en lugar de disgregarnos, la comprensión facilite el análisis necesario de las situaciones y toda la nación, jamás esclava de las ideologías que por su naturaleza tienden a destruirla, avance hacia una integración más serena de sus hijos, unidos en un abrazo como el que él ha querido darnos a todos a la hora de morir, invocando en la conciencia los nombres de Dios y de España.

Mas ¡qué fácil es proclamar principios y manifestar deseos cuando no se tienen las responsabilidades, que atan o abren las manos! Por eso, en este momento, todavía lleno de aflicción, pero ya abierto hacia los nuevos rumbos que se dibujan en el horizonte, incapaz yo de dar consejos y temeroso de que también los hombres de la Iglesia podemos excedernos con nuestra mejor voluntad, me detengo con respeto ante vosotros, hijos de España, y apelo a vuestra conciencia de ciudadanos rectos, o a vuestra fe religiosa en los que la profesan, para que no os canséis nunca de ser sembradores de paz y de concordia al servicio de un orden justo, dentro del cual, y sin tratar de imponer a nadie convicciones que pueda no compartir, habéis de permitir a quien habla como obispo de la Iglesia, que afirme su fe en que siempre hay una voz que puede ser escuchada; la voz de Dios, que en la vida y en la muerte nos llama sin cesar al perdón, al amor, a la justicia, y a las realizaciones prácticas con que esas actitudes tienen que manifestarse en la vida social de los pueblos. Estoy hablando de Dios porque creo muy poco en la eficacia duradera de los simples humanismos sociales. Jamás han existido tantos, y jamás han aparecido tantas incertidumbres en las conciencias de los hombres que se llaman libres.

Ese pueblo que sufre es también un pueblo que espera y sabe amar. Todos, desde el más alto al más bajo, en esta hora solemne en que se escriben capítulos tan importantes de nuestra historia, tenemos gravísimos deberes que cumplir; a todos se nos dice que si el grano de trigo no muere y se hunde en la tierra, que da infecundo. La civilización cristiana, a la que quiso servir Francisco Franco, y sin la cual la libertad es una quimera, nos habla de la necesidad de Dios en nuestras vidas. Sin El y sus leyes divinas, el hombre muere, ahogado por un materialismo que envilece.

Que el combate por la justicia y la paz no cese.

Para vos, Majestad, que al día siguiente de ser proclamado Rey os toca presidir las exequias del hombre singular que os llamó a su lado cuando erais niño, pido al Señor que os dé sabiduría para ser Rey de todos los españoles, como tan noblemente habéis afirmado, y que el combate por la justicia y la paz dentro del sentido cristiano de la vida no cese nunca. Y pido para el que os llamó que el mismo Dios le acoja benigno en su misericordia infinita, tal como humildemente se lo suplicó cuando le llegaba la muerte.

¡Dona eis, Domine, et lux perpetua luceal eis!

Y que la Patria perdone también a sus hijos, a todos cuantos lo merezcan. Será el primer fruto de un amor que comienza y el postrero de una vida que acaba de extinguirse.

Un «Duty free» en Cuelgamuros. Por Monseñor Fray Jesús Sanz Montes O.F.M.

(El Debate) En mis andanzas montañeras de la mocedad, muchas veces subí a los riscos del Pico Abantos que se alza sobre el Monasterio de El Escorial y la Abadía de La Santa Cruz del Valle de los Caídos. Especialmente en invierno llegabas a la cumbre con el rostro aterido por la fría ventisca, y los pies entumecidos por la nieve helada que iban surcando nuestras botas de montaña. Es un enclave de la Sierra del Guadarrama que tiene gratos recuerdos en mis remembranzas. La filigrana del monasterio que ideó Felipe II, y la cruz enhiesta que se levanta en Cuelgamuros por aquel proyecto del General Franco.

Esa abadía regentada por los monjes benedictinos desde su comienzo no es el mausoleo que se hizo el propio General para sí mismo, como se ha afirmado equívocamente. La razón de ser de aquella Basílica fue ni más ni menos que un lugar para la reconciliación entre españoles, precisamente al amparo del signo de la cruz más alta del mundo, verdadero símbolo de la reconciliación mayor que cabe esperar, esa que nos obtuvo Jesucristo dando la vida para que nuestro destino no fuera fatal, sino el desenlace salvado por el supremo gesto de amor de Aquel que dio su vida por nosotros.

Allí reposan miles de caídos, de ambos bandos, en la contienda de nuestra guerra civil. Y precisamente allí, hay una comunidad monástica que tiene la custodia del lugar sacro velando por el recinto consagrado, rezando por los muertos allí sepultados y orando por la paz de un pueblo. Bien es sabido que Franco no decidió ser enterrado en esa Basílica, ni lo dejó escrito o sugerido en su testamento personal. Lo decidió el flamante Rey de España, Don Juan Carlos, al día siguiente de su acceso al trono de España, estando todavía el anterior Jefe de Estado de cuerpo presente.

El Papa Pío XII en su Carta Apostólica Stat Crux (1958) dice sobre aquel lugar al constituirlo en Abadía: «Una gran Cruz, signo de salvación y faro de eterno reposo, se levanta en lo alto de una roca que se eleva entre las cimas del Guadarrama. De tal forma ha sido perforada la granítica mole que la gran cavidad se ha transformado en un templo subterráneo. No lejos se han levantado edificios suficientemente amplios y destinados a ser moradas apropiadas para el servicio del culto, para los huéspedes y para los peregrinos». Más adelante, se refiere a la constitución de la comunidad monástica en estos términos, indicando la identidad de los religiosos y su cometido: «Los monjes del insigne monasterio de Silos, perteneciente a la Congregación de Solesmes de la Orden de San Benito, para que observaran en esta montaña, mansión de paz, los estatutos de la vida monástica, atendieran el culto sagrado, cultivaran los estudios y al pueblo fiel impulsaran, no solo hacia lo espiritual y eterno, sino también hacia la práctica de las virtudes cristianas. Por ello, para que pudiera decorosamente vivir la familia religiosa que allí habría de congregarse, no solo se le ha provisto con suficiencia, sino incluso con esplendidez. Finalmente, nos han dirigido Preces para que, según nuestro beneplácito, otorgásemos al nuevo monasterio y a su templo el título y los derechos de Abadía».

Termina el texto papal aludiendo al tenor de la dedicación del templo y la firmeza de su Carta Apostólica al respecto: «Exigimos y constituimos para siempre, con nuestra Autoridad apostólica y en virtud de estas Letras, la nueva Abadía exenta, que ha de ser nombrada con el título de Santa Cruz del Valle de los Caídos, a la cual, como perteneciente a la Congregación de Solesmes de la Orden de San Benito, la hacemos partícipe de todos los y privilegios concedidos a el Abades de tal familia religiosa. Sin que nada lo pueda impedir. Esto promulgamos, establecemos, decretando que las presentes Letras sean y permanezcan siempre firmes, válidas y eficaces: que produzcan y conserven íntegros sus plenos derechos que favorezcan cumplidamente, ahora y después, a los Prelados y monjes, tanto presentes como futuros, de la mencionada Abadía, que de esta forma establecemos y, conforme a esto, se ha de interpretar y definir. Desde ahora se ha de tener sin efecto y sin valor cuanto aconteciera ir en contra de ellas, sea a sabiendas o por ignorancia, o por quienquiera o en nombre de cualquier autoridad».

Será su sucesor, el Papa San Juan XXIII, quien dé un paso más y con el Breve pontificio Salutiferae Crucis (1960) declare la Iglesia de la Santa Cruz como Basílica papal: «Yérguese airoso en una de las cumbres de la sierra de Guadarrama, no lejos de la Villa de Madrid, el signo de la Cruz Redentora, como hito hacia el cielo, meta preclarísima del caminar de la vida terrena, y a la vez extiende sus brazos piadosos a modo de alas protectoras, bajo las cuales los muertos gozan el eterno descanso. Este monte sobre el que se eleva el signo de la Redención humana ha sido excavado en inmensa cripta, de modo que en sus entrañas se abre amplísimo templo, donde se ofrecen sacrificios expiatorios y continuos sufragios por los Caídos en la guerra civil de España, y allí, acabados los padecimientos, terminados los trabajos y aplacadas las luchas, duermen juntos el sueño de la paz, a la vez que se ruega sin cesar por toda la nación española».

Con la terminología de la época, dos papas se refieren a ese momento fundacional constituyendo una Abadía monástica benedictina y declarando Basílica el templo de aquella majestuosa iglesia, indicando por qué y para qué desde la perspectiva de la reconciliación y el perdón cristiano.

Por algún motivo (que no resulta difícil de colegir), algunos han querido hacer de ese lugar su foco de atención, e intentando su pretensión desmontadora de la historia real de su significado, con su calendario de exhumaciones, sus amenazas de expulsiones y con el proyecto de resignificación. Toda una carga pretenciosa de gran calibre ideológico que señala el símbolo de la cruz, la presencia de una comunidad monástica, el motivo de reconciliación fraterna y la trasformación del espacio basilical y sus accesos. Estamos ante un capítulo más, y este no es menor por todo lo que representa histórica, religiosa y emotivamente en nuestra sociedad española, de toda una agenda que pretende reescribir la historia con un relato inventado, impuesto, por mor de una ideología insidiosa que reabre heridas y nos vuelve a enfrentar con diferente calado.

En el discurso de apertura de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, nuestro arzobispo presidente, Mons. Luis Argüello señalaba con enorme claridad: «En el año 2028 celebraremos los cincuenta años de la Constitución. Estos próximos tres años deberían ser de 'purificación de la memoria' contaminada por los sesgos ideológicos de las leyes de memoria histórica y democrática que, justamente, quieren rehabilitar y honrar a víctimas de la dictadura y enterrar dignamente a quien seguían en fosas y cunetas, pero son, principalmente, un instrumento de polarización ideológica al servicio de los intereses políticos del presente más que cauce para ahondar en la reconciliación que los años de la Transición lograron, en gran parte».

Pretender resignificar lo que ya tuvo y sigue teniendo un significado en aras de un instrumento de polarización ideológica al servicio de intereses políticos, representa un atentado más que no supone la verdad que nos hace libres (Jn 8, 32), sino la mentira manipuladora que se hace liberticida. Querer aislar la Basílica impidiendo el acceso natural por la puerta de entrada hacia su atrio litúrgico es mutilar su sentido, máxime si para que monjes y fieles puedan adentrarse procesional o libremente en la Basílica, hay que pasar obligatoriamente por unos escenarios en donde se cuenta un relato político y se adoctrina ideológicamente. Es como imponer lo que sucede en algunos aeropuertos: que te fuerzan a pasar por tiendas y restregarte productos variados mientras llegas a tu puerta de embarque. Así estaríamos con el proyecto de resignificación que se proponen los mandamases gubernamentales: obligar a discurrir por una especie de Duty free ideológico teniendo que tragar, visionar, escuchar «su relato» para poder llegar al espacio sagrado donde celebrar la paz que Dios nos brinda y la reconciliación que nosotros celebramos. Sin duda que es una profanación en el sentido etimológico de la palabra, y traiciona dictatorialmente el proyecto originario de un espacio sagrado bajo la Santa Cruz del Señor que nos reconcilia como hermanos.

miércoles, 19 de noviembre de 2025

Del socialismo al exorcismo: la sorprendente travesía del sacerdote Francisco Torres Ruiz

 

«Te guste o no, España es una monarquía, ¡Viva Cristo Rey!»

(InfoCatólica) Esta mañana 15 ciudades españolas han amanecido con cientos de carteles, marquesinas y vallas publicitarias para celebrar la festividad de Cristo Rey. Con esta acción se pretende promover la entronización del Sagrado Corazón en miles de hogares de toda España.

La asociación ha preparado lo que denomina un «equipo de supervivencia espiritual»:

*con una imagen en la que un grupo de artistas ha estado trabajando el último año

* con una chapa única del Sagrado Corazón para la puerta

*con unos detentes para el coche

* con un devocionario ampliado y actualizado

*y un certificado familiar.

La información sobre la iniciativa se puede encontrar en https://sagradocorazon.rescoldo.org

La Asociación Rescoldo

Según detallan, la Asociación Rescoldo Hispánico es una entidad integrada por católicos comprometidos, progenitores y trabajadores especializados que aspiran a desarrollar su llamada vocacional en consonancia con sus convicciones religiosas. Profesan su fe en el Reinado de Jesucristo como origen de esperanza genuina y renovación auténtica. En consecuencia, dedican sus esfuerzos a lograr que su presencia recupere visibilidad en el ámbito doméstico, cultural y público.

Su aspiración consiste en colaborar en la formación de individuos con buenas intenciones dispuestos a comprometerse con el bienestar colectivo, fomentando aquello que representa lo Verdadero, lo Bello y lo Bueno. Manteniendo fidelidad a la doctrina social eclesiástica, depositan su confianza absoluta en el poder del Evangelio y en la mediación de la Virgen María y los santos que han influido en su trayectoria histórica.

Su denominación hace referencia a la brasa que permanece encendida de manera perpetua, aquella que, aunque oculta, mantiene su vitalidad y aguarda el instante propicio para reavivar todo cuanto la rodea. Esta metáfora define su propósito fundamental: preservar y difundir la llama del amor cristiano con el fin de iluminar y renovar tanto la existencia individual como el conjunto social.

martes, 18 de noviembre de 2025

Discurso del presidente, Mons. Luis Argüello en la 128º Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española

 

El Papa León XIV recibe a la Comisión Ejecutiva de la CEE

(Iglesia de Asturias) El Papa León XIV ha recibido a la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Española (CEE) esta mañana del 17 de noviembre, en un encuentro que ha durado alrededor de una hora. Tal y como se ha informado desde la Conferencia Episcopal Española, Mons. Luis Argüello, Arzobispo de Valladolid y presidente de la CEE, ha expresado la «alegría» de la Comisión Ejecutiva tras el encuentro con el Santo Padre, que se solicitó tras su nombramiento el pasado 8 de mayo y se confirmó a inicios de este curso 2025/2026. Además, la CEE ha hecho entrega a León XIV de una edición especial de la Biblia con motivo de su visita.

Entre los miembros de la Comisión Ejecutiva se encuentra el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz Montes, quien ha manifestado que se ha tratado de una «reunión totalmente grata y aleccionadora, donde los nueve miembros de la Comisión ejecutiva le hemos planteado asuntos variados, que él ha ido contestando con mesura y sabiduría». En el caso de Mons. Sanz, le ha planteado al Papa cuestiones como «la secularización de esta Europa neopagana», o «la llegada de inmigrantes musulmanes con su incidencia demográfica, y la de los inmigrantes hispanos que nos devuelven el Evangelio que hace siglos les llevamos nosotros y cómo hacer para acogerlos y dejarnos también enriquecer por su vivencia cristiana y eclesial». «He salido realmente contento», ha explicado el Arzobispo de Oviedo, habiendo también enviado los saludos del diácono y los sacerdotes procedentes de Chiclayo que se encuentran en nuestra diócesis. «Él sonrió y me dijo: salúdalos de mi parte», ha contestado el Pontífice.

El Presidente de la CEE, Mons. Argüello ha manifestado también que han podido «comentar con el Papa los diversos momentos que vive la Iglesia española», entre los que ha destacada, el deseo de anunciar el Evangelio; los retos de la iniciación cristiana; la situación de los laicos, sacerdotes y religiosos; la llegada a las comunidades españolas de mucha gente de otros lugares del mundo; o los trabajos que, «con el impulso de la Santa Sede», la CEE lleva a cabo en relación con la «prevención, formación y reparación» de las víctimas de abusos.

En relación a esta última cuestión, ha destacado el trabajo del plan PRIVA que ha permitido la existencia de una comisión de reparación que «nosotros creemos que está atendiendo a las víctimas que allá se acercan de manera satisfactoria».

Invitación al papa León XIV a España

Respecto a la posible visita del Papa a España, el presidente de la CEE ha señalado que, aunque es la Santa Sede quien confirma los viajes, han salido «esperanzados». También ha destacado que León XIV «conoce bien España», como han podido comprobar. Muestra de ello han sido sus comentarios sobre el «resurgir del interés espiritual y de la búsqueda religiosa» especialmente entre los jóvenes. Entre ellos se han destacado el crecimiento de los «retiros de impacto», de las peticiones de bautismo por parte de personas adultas o, de manera especial, el crecimiento en el «número de seminaristas».