(Iglesia de Asturias) Este domingo comienzan en el Seminario Metropolitano los actos de celebración ante la inminente fiesta de los Beatos Seminaristas Mártires de Oviedo, que tiene lugar el día 6 de noviembre, Memoria de los Mártires de la Persecución Religiosa en España durante el siglo XX. Hablamos con el Director Espiritual del Seminario, D. Jaime Díaz Pieiga, sobre cómo se están preparando en la comunidad para vivir estos días.
Para el Seminario estos días son importantes. ¿Cómo lo van a celebrar?
Sí, son fechas marcadas en el calendario. Los Seminaristas Mártires son nuestros hermanos mayores, nuestros hermanos especiales. Y esta es una fecha esperada con ilusión. El martes pasado ya comenzamos la Novena que hacemos en comunidad de una manera muy sencilla y se está preparando la Vigilia para el domingo día 2, así como el Triduo que son esos tres días que anteceden a la fiesta en la cual pues ya celebraremos solemnemente a los Beatos y en la que tendrá lugar el Ministerio de Acolitado de uno de los seminaristas, de Pelayo Díaz Avello en este caso.
Este año como novedad en estos días del Triduo, el día 5 asistiremos a la presentación, en el Club de Prensa de La Nueva España, a las 19 h, del libro «Los 39 mártires de 1934 en España con los santos de Turón a la cabeza», cuyo autor es Mons. Juan Antonio Martínez Camino. Ese día anticiparemos la misa del Triduo, en vez de a las 20 h a las 18 h, para poder asistir a la presentación  de este libro.
¿Qué nos dice su memoria, la memoria de los Beatos Seminaristas Mártires para los cristianos aquí en Asturias?
Yo creo que nos dice mucho. Para los cristianos de Asturias, en primer lugar, es un orgullo que nueve jóvenes, todos ellos nacidos en la región, hayan sido beatificados. Es también, creo, un estímulo en la vivencia de la fe y especialmente en la fe de los jóvenes. Los seminaristas, en su juventud, nos hablan de coraje, de osadía, de brío y también de fortaleza en una sociedad en la que hay que decir en voz alta: «somos cristianos». Además, yo creo que su testimonio nos habla de «llamada». No podemos dejar de pensar que son seminaristas. Y quién sabe si algún joven, conociendo la vida de estos beatos, pueda pensar: «¿Y por qué no yo ser sacerdote?». Sirve también para aquellos jóvenes y menos jóvenes que tienen una fe adormecida, cómoda. Hemos de pensar que ellos vivieron la entrega suprema y a nosotros tantas veces nos cuestan esas pequeñas renuncias, esas pequeñas entregas de cada día en la vida de piedad, en la convivencia, en la familia, en el trabajo. Yo creo que pensar en unos jóvenes que dieron la vida por Cristo nos estimula a vivir la fe en ese día a día.
¿Qué aprendemos de todo lo que nos dejaron los seminaristas mártires?
Ellos son maestros, con lo cual de los maestros siempre se aprende y ellos son maestros porque precisamente aprendieron del Maestro que es Jesús. Sus vidas, su martirio, la proclamación como Beatos, yo creo que nos están diciendo, recordando y estimulando en algunos mensajes que nos dejó el Maestro con mayúscula. Por ejemplo: «No tengáis miedo». «Vosotros seréis mis testigos». «Tendréis ocasión de dar testimonio de mí». «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos». «Bienaventurados vosotros cuando os insulten, os persigan por mi causa», «Estad alegres y contentos».
También nos están diciendo que la mejor forma de propagar la fe, que es mucho más que una doctrina, es con la entrega de la propia vida. Así lo han hecho ellos y así lo han hecho tantos y tantos testigos en la vida de la Iglesia desde sus inicios. Estos Beatos Seminaristas no dejan de ser un eslabón más en esa cadena tan larga de testigos en la Iglesia.
De los nueve seminaristas beatos que tenemos en la diócesis, ¿hay alguno cuyo testimonio le haya impresionado especialmente?
Yo creo que lo que más me impresiona es el martirio en sí de todos ellos. Me llama mucho la atención la sencillez de sus vidas. Y las conversaciones, por ejemplo la que tuvo el grupo que murió en el 34, en la noche que pasaron en el sótano, hablando precisamente del martirio. Creo que esto nos da a entender que ellos tenían una vivencia de fe muy a flor de piel. También me llama la atención la frase, creo que bastante conocida, del beato Sixto, ya en la contienda civil y que aparece recogida en la lápida del túmulo donde están sus reliquias en la Capilla Mayor del Seminario. La frase es «Si a mí me pasa algo, ustedes tienen que perdonar», escrita en una carta que él dirigía a su familia. Creo que esto es un testimonio de que, en su corazón, el corazón del beato Sixto pues albergaba ya el perdón a los enemigos, una de las condiciones para hablar de martirio precisamente. Y eso siempre me impacta. Y como la veo allí escrita cada vez que lo visito, es un recordatorio fabuloso.

No hay comentarios:
Publicar un comentario