jueves, 4 de mayo de 2023

La monja ovetense que restauró documentos históricos firmados por «todos» los reyes

(La voz de Asturias) A pesar de todos los avances tecnológicos, gran parte de la historia de la humanidad todavía se conserva en los libros. Un soporte que ha permitido que hayan llegado hasta nuestros días documentos de un gran valor patrimonial, puesto que a parte de transmitir conocimiento, la mayoría de ellos son los únicos testigos que quedan de acontecimientos pasados que han marcado el devenir de nuestra sociedad. Sin embargo, si estos no son custodiados adecuadamente, debido a la acción del tiempo se van deteriorando y, por tanto, perdiendo su esencia, que al fin y al cabo radica en la información que poseen. Con el objeto de que esto no ocurra, la monja ovetense María Dolores Díaz de Miranda se dedica «en cuerpo y alma» a restaurar aquellos escritos con siglos de antigüedad para mantener más viva que nunca la memoria del ser humano. Un trabajo que «es una expresión de mis creencias y mis vivencias», asegura la religiosa, una de las mayores expertas en restauración de Europa, quien trabaja en el Hospital de Tavera, en Toledo, para recuperar documentos del archivo de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, «uno de los más importantes del país».

Cambió personas por libros

Tras estudiar medicina, puesto que quería ser cirujana para acudir a las misiones y ayudar a los más desfavorecidos, María Dolores Díaz de Miranda ingresó en el Monasterio de San Pelayo de Oviedo. De acuerdo a la vida benedictina, la ovetense siguió el lema Ora et labora y junto con el resto de novicias acudía al taller de encuadernación que había en el propio convento. «Nos ponían a desmontar fascículos, que era muy fácil porque solo había que quitar las grapas, y luego aprendías todo el proceso que se debe seguir para volver a poner las cubiertas», cuenta antes de resaltar que los trabajos eran supervisados por monjas cuya edad, en algunos casos, superaba los 90 años, puesto que «aquí en principio no te jubilas y eso es bueno, porque estar en activo reporta beneficios para la salud física y mental».

Después de tres años encuadernando, «me llamó la hermana Sor Esther para trabajar en el taller de restauración donde ella era la encargada». Una vez allí, a María Dolores Díaz de Miranda le pusieron un bisturí sobre las manos. «Me resultó muy simpático porque pasé de querer operar a personas a operar libros», cuenta. Una anécdota a partir de la cual la ovetense señala que existe cierto paralelismo entre ambas profesiones, puesto que «al libro le tienes que hacer un diagnóstico y además este siente, ya que al estar formado a partir de materia orgánica está vivo». «Tú tienes un papel, le cae agua y ya ves lo que pasa. En el caso de la piel tienes que humedecer para trabajar con ella, los pergaminos hay que hidratarlos y estirarlos...», ejemplifica la monja, quien señala que en el oficio también entra en juego la arqueología, dado que «estás en el terreno, miras, observas y la propia pieza que tienes en las manos te está dando información».

Tal es la habilidad que María Dolores Díaz de Miranda tiene en las manos, que la ovetense empezó a aficionarse por el oficio y a profesionalizarse en el mismo. «Había documentos con los cuales tenía problemas, entonces empecé a estudiar sobre ello. Después fui a Barcelona, donde hice el máster y el doctorado en Conservación y Restauración. Aunque realmente mi especialidad es el papel, soy de las mejores especialistas que hay. Comencé con ello en Oviedo con Ana María Herrero, la archivera ya jubilada del Ayuntamiento de la capital asturiana, y gracias a mi dimensión intelectual, que es muy fuerte, me seguí formando», cuenta la ovetense, quien durante un tiempo estuvo al frente del taller de restauración del Monasterio.

«Tuve bajo mi poder documentos firmados por todos los reyes»

Tras varios años en Barcelona, María Dolores Díaz de Miranda se mudó a Toledo y al poco tiempo recibió una llamada de la Fundación de la Casa Medinaceli. «Se pusieron en contacto conmigo porque confiaban totalmente en mí por la trayectoria que tenía para conservar y recuperar el patrimonio histórico que tiene la casa», afirma. Sin dudarlo un instante, la ovetense cogió el petate y se mudó a Toledo para trabajar en el taller que la entidad cultural privada fundó en 2019 en el Hospital de San Juan Bautista de Tavera, donde se encuentran los documentos que conforman el archivo de «una de las dos grandes casas que hay en España, junto con la de los Alba». «Cuentan con un fondo documental que data del siglo IX. Además, a partir del año 800 y pico se empiezan a reunir más casas que aportan sus archivos, haciendo que tengan un archivo nobiliario de los más importantes de Europa», resalta la religiosa, quien desde entonces desempeña sus labores en dicha provincia.

Desde entonces por las manos de María Dolores Díaz de Miranda pasaron documentos de todo tipo. «El más antiguo data del siglo II y eran fragmentos de pergamino provenientes del Mar Muerto. También ayudé a recuperar el Fuero de Avilés -el documento escrito en asturiano más antiguo del que se tiene noticia- y antes de que lo robaran hice un diagnóstico al Beato de la Seu d' Urgell. De la misma manera tuve bajo mi poder documentos firmados por todos los reyes, entre los que figuran Isabel II, Felipe II, Carlos I, etcétera. Otro trabajo que hice fue sobre el documento en el que se recoge el primer monasterio que se fundó en Toledo y lleva la firma de Santa Teresa de Jesús. Además recuperé obras de Picasso, de Juan Gris, de Piñole, entre otros artistas. Por ejemplo, al Museo de Bellas Artes le restauré colecciones de grabados de Piranesi, un par de ellos eran de tres metros de largo», cuenta.

¿Cómo es realmente el oficio?

En el día a día, María Dolores se encarga de realizar los diagnósticos de los diferentes documentos que llegan a su taller de restauración. Para ello sigue un protocolo de actuación. «Una vez desmontado el libro, empiezo con las características: tipo de encuadernación, cosido, si tiene guardas o no, encabezas… todo una serie de elementos que te van a decir cómo es esa pieza. Después miro las alteraciones, si tiene rotura, desgarros, ataques por insectos xilófagos, etcétera. Y a continuación analizo las causas que han producido esas alteraciones. Cuando tengo todo eso en la mano, propongo un diagnóstico, pero este no es algo cerrado porque a lo mejor en el proceso de recuperación responde de otra forma y hay que adaptarse», explica.

En este punto, la ovetense señala que además es «muy importante» hacer todas las pruebas pertinentes como la estabilidad de las tintas, el ph del mismo, la acidez, ya que al tratarse de materia orgánica, «tanto la piel como las telas y el papel sus componentes estructurales están continuamente en una transformación». «Antiguamente como se utilizaban los candiles, hay muchos libros que tienen manchas de aceite. Unas manchas que van oxidándose y degradándose. Pasa lo mismo con las manchas de tinta, que uno de los grandes problemas es que el componente que da color es el hierro y este con el tiempo se oxida. Si se oxida va perforando y el papel se va rompiendo», precisa.

Una vez diagnosticado el documento llega el momento del tratamiento. Este puede ser en seco, que engloba la limpieza, la aspiración... o en húmedo, que generalmente implica lavar. «Una vez en el agua, las sustancias ácidas se van y tú a la vez lo que tienes que hacer es neutralizar», asevera María Dolores Díaz de Miranda, antes de explicar que si hay lagunas pérdidas, es decir, el papel está roto, hay que reintegrar el mismo. Para ello, «miras con el microscopio que tipo de fibras tiene y, según eso, haces una pasta para que los injertos sean de características similares». A continuación «hay que encolar el papel para que cuando escriba no se comporte como un secante, después hay que alisar y secar el mismo, armar y construir el libro, coserlo y encuadernarlo», pormenoriza la ovetense.

«El libro hay que sentirlo, tienes que vibrar con él»

De todo este proceso laborioso y minucioso a partes iguales, María Dolores Díaz de Miranda se queda con todo el aspecto táctil. «El libro hay que sentirlo, tienes que vibrar con él», asegura antes de confesar que los ejemplares le generan cierta emoción. «En algunos casos me ha tocado estar meses con un libro, por eso cuando sale del taller es como que te despides de él», reconoce la ovetense, quien manifiesta que aparte del valor histórico que puede tener un documento también está el humano y el afectivo.

Bajo esta premisa, la religiosa asegura que fue en Barcelona cuando tuvo que restaurar unos documentos que le marcaron «mucho». «Eran los registros de los presos que se iban a Mauthausen. Con esos listados aparecía el nombre del preso y, con él, el nombre de un referente que podía ser su mujer, su tío, su hermano o alguien. Yo ante eso siento una vibración. Además, ahí hay una dimensión de sufrimiento», relata. También, «no hace mucho que me trajeron para restaurar una Biblia de 1800 y pico y te das cuenta que pasó hasta cinco generaciones y encima la han utilizado», señala la ovetense, quien resalta que «todos los documentos nos ayudan a construir nuestra historia, dado que una persona sin historia es una persona sin memoria».

Una historia de la que María Dolores Díaz de Miranda forma parte, puesto que participa «en el recorrido vital de los documentos». Y lo seguirá haciendo muchos años más, dado que continuará dedicándose a la restauración de libros y ejemplares con siglos de antigüedad. Aunque «el tiempo te llega para lo que te llega», por el momento ya participa en un proyecto de investigación con la Universidad de Humanidades de Copenhague sobre un estudio de un manuscrito de Hernán Colón. También está en un proyecto sobre los papiros en el que colaboran miembros del CSIC, de la Universidad Pompeu Fabra y de la Escuela de Restauración de León.

Además ha llegado a un momento de su vida en el que le gustaría transmitir todo lo que sabe sobre este oficio. Es por ello que baraja impartir alguna que otra clase. «En Barcelona ya hice pequeños cursos sobre restauración y aquí en Toledo lo hice sobre cantorales y vino gente de fuera de España», cuenta antes de proseguir que «en el taller he tenido alumnos de máster haciendo asignaturas curriculares, a parte de codirigir trabajos de Fin de Grado». Y por si fuera poco, por su mente ronda la idea de escribir dos libros. Uno sobre la restauración de ejemplares litúrgicos y otros sobre las identificaciones del papel, tal y como confiesa la ovetense, quien cada vez que puede se escapa a su tierra natal para reencontrarse con los suyos, pero sobre todo para pasar tiempo con su madre.

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