sábado, 21 de julio de 2018

JESUCRISTO NOS DA LA PAZ Y EL SOSIEGO. Por José María Martín OSA

1.- El reinado de la justicia y la salvación. El texto de Jeremías es un oráculo mesiánico que denuncia la ineptitud y corrupción de los reyes de Judá, pero al mismo tiempo anuncia la restauración de la dinastía de David. Dios eligió a David y "le sacó de los apriscos del rebaño; de andar tras las ovejas lo llevó a pastorear a su pueblo”. A diferencia de David, muchos de esos reyes han extraviado al pueblo en vez de encaminarlo. Nabucodonosor ha destronado a Jeconías y ha impuesto como rey a Sedecías. Aunque es de estirpe davídica, su legitimidad de hecho se apoya en el favor de Nabucodonosor. Jeremías anuncia la caída del débil rey y denuncia los abusos de los malos pastores. Dios cumplirá su promesa de modo nuevo y con una intervención personal. Primero salvará "el resto", o sea, la continuidad del pueblo de la alianza. Después, frente al sucesor ilegítimo. Dios suscita a David un "vástago legítimo", es decir, "justo". Ese vástago de David estará al servicio de la "justicia y el derecho", cosa que no ha cumplido Sedecías, y unificará Israel con Judá en un reino de paz. Frente al nombre impuesto por Nabucodonosor, que no responde a la realidad, el vástago llevará un nombre auténtico, aclamado por todo el pueblo: "El Señor es nuestra justicia". La repatriación prometida no es más que el anticipo y el anuncio de los tiempos mesiánicos en los que, al fin y de una forma imprevisible, todo llegaría a su cumplimiento en Jesús, el Hijo de David, el Buen Pastor. El Mesías será descendiente de David, será rey para establecer el reinado de la justicia y traer así la salvación.

2.- El Salmo que nos da paz. Merece la pena observar los rebaños de ovejas que pastan en nuestros campos. Retozan a placer, pacen a su gusto, descansan a la sombra. Nada de prisas, de agitación o de preocupaciones. Ni siquiera miran al pastor; saben que está allí, y eso les basta. Libres para disfrutar prados y fuentes. Alegres y despreocupadas, las ovejas no calculan ¿cuánto tiempo queda? ¿adónde iremos mañana? ¿bastarán las lluvias de ahora para los pastos del año que viene? Las ovejas no se preocupan, porque hay alguien que lo hace por ellas. Las ovejas viven de día en día, de hora en hora. Y en eso está la felicidad. Hemos recitado en el Salmo “El Señor es mi pastor”. Sólo con que yo llegue a creer eso, cambiará mi vida. Se irá la ansiedad, se disolverán mis complejos y volverá la paz a mis atribulados nervios. Vivir de día en día, de 'hora en hora, porque él está ahí. El Señor de los pájaros del cielo y de los lirios del campo. El Pastor de sus ovejas. Si de veras creo en él, quedaré libre para gozar, amar y vivir. Libre para disfrutar de la vida. Cada instante es transparente, porque no está manchado con la preocupación del siguiente. El Pastor vigila, y eso me basta. Es bendición el creer en la providencia. Es bendición seguir las indicaciones del Espíritu en las sendas de la vida.

3.- Unidad en el amor. Estamos muy acostumbrados a los extremismos clasificatorios: buenos y malos, amigos y enemigos, progresistas y conservadores, nacionalistas y separatistas, etcétera. Algo parecido pasaba en la Iglesia primitiva: lo normal era pensar y actuar según la gran división religiosa: judíos y gentiles. La lectura de la carta a los Efesios viene a corregir nuestras apreciaciones y a darles su verdadera perspectiva cristiana. Al mundo hay que mirarlo desde la perspectiva del sacrificio salvador de Cristo. En su Sangre ya no hay ni cerca ni lejos, ni buenos ni malos, ni judío ni gentil; sino sólo un único pueblo de hermanos, unidos por la misma sangre de Cristo, por el mismo amor del Padre común. Cristo es nuestra paz y fuente de nuestra unidad. Nuestra celebración eucarística tendrá que significar una muerte a las divisiones internas y externas, y una vida nueva de unidad y amor.

4.- Necesitamos un pastor que nos llame. Jesús es Dios con nosotros y delante de nosotros, el único Pastor, el Buen Pastor que reúne a las ovejas descarriadas: "Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma". También hoy anda la gente desorientada, también hoy caminamos por el mundo como ovejas sin pastor. Cada vez tenemos más problemas y menos soluciones: ¿Qué debemos creer? ¿qué debemos hacer?; ¿a qué debemos atenernos y a quién podemos hacerle caso? El contraste de pareceres nos confunde, y vemos que ni tan siquiera los curas se ponen de acuerdo; ahora vivimos desamparados, y la pregunta nos acosa por todas partes. Esto nos da vértigo y nos produce angustia y desasosiego, porque no estamos acostumbrados a vivir a la intemperie de tantas opiniones y tan contradictorias. En esa situación es comprensible que algunos, quizás demasiados, sientan nostalgia de las viejas seguridades. Y esto es altamente peligroso para la verdadera libertad, porque el miedo y la angustia es el mejor caldo de cultivo de la demagogia. Muchos, no pudiendo aguantar por más tiempo la desorientación y la duda y no atreviéndose a buscar la verdadera seguridad en Dios, se pierden adhiriéndose de nuevo a cualquier pastor. Tengamos calma y escuchemos atentos al Señor que nos habla con calma. Cuando todas las verdades parecen cuestionables, cuando no hay quien encuentre el camino, cuando la vida se convierte en problema..., Jesús nos dice: "Yo soy la Verdad, el Camino y la Vida".

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