jueves, 22 de junio de 2017

Carta semanal del Sr. Arzobispo

Tiempo de cambios y nombramientos

Tiempo de cambios. Un escenario habitual de todo fin de curso con los nombramientos de sacerdotes tras su ordenación sacerdotal o tras un periodo de ministerio en las parroquias y encomiendas que les habían sido asignadas. El diálogo que precede a un nuevo destino sacerdotal, es no sólo cordial y acogedor, sino incluso agradecido, con una comprensión hacia la realidad de nuestra Diócesis, que marca la verdadera estatura humana y cristiana de nuestros curas.

La disponibilidad es la actitud de quien se sabe peregrino en el éxodo de la historia por valles frondosos o áridos desiertos junto a los hermanos que se confían para ayudarse recíprocamente. Es la travesía que culmina en la otra orilla en la que Alguien nos espera con unas brasas encendidas para acogernos y celebrar eternamente una comida pascual que no acaba. Tal disponibilidad la prometemos los sacerdotes en el momento de nuestra ordenación, y somos sinceros al aceptar los designios del Señor que a través de la mediación de la Iglesia nos acerca a un lugar u otro sin una geografía previa, con esta u otra encomienda que no responde a pretensiones extrañas, con estos hermanos que nos quieren y queremos o con otros que aprenderemos a servir y amar. Qué hermoso cuando te encuentras con sacerdotes que tienen esta actitud por encima de sus gustos, sus deseos o preferencias… Todo lo cual es legítimo, pero no lo prioritario en quien se sabe discípulo del Maestro y enviado a su misma misión.

Quien se aferra a un lugar o quien pretendiese conquistar otro apetecible sin más horizonte que el propio interés al margen de las necesidades de la Iglesia que le ha dado tanto, o todo, para ser lo que son y estar donde están, no han entendido lo que en verdad significa ser ministros, servidores de Dios en los hermanos. Alguno puede haber con años mozos que anda de tantos modos haciendo valer sus valores para ver si le toca su lotería. Algún otro también con muchos años vividos que lamenta haber sido apartado a una segunda línea dando rienda a sus fantasías, y afirmar en un lapsus cuál es su pena: que le han quitado el poder. Pero estos poquísimos casos son tan pocos, que no ensombrecen ni leve ni fugazmente el precioso testimonio de esa mayoría que representa la casi totalidad de nuestros sacerdotes.

Es un homenaje sencillo y fraterno a estos hermanos que hasta el último momento, mientras Dios disponga, están al servicio de la comunidad eclesial allí donde se les requiera sin nostalgias dolidas y sin aspiraciones pretenciosas: en primera línea con una juventud que puede durar años, o en la digna retaguardia cuando las fuerzas faltan o la prudencia lo aconseja; a pleno sol en las horas agostadoras, o en la humilde sombra sabiendo envejecer sin llorar sus poderíos y retirándose sin resistencias.

Y junto al buen ejemplo de nuestros curas en este tiempo de cambios, está también el de las mismas parroquias y sus parroquianos. Es noble que les duela despedir a un sacerdote que se hizo querer y que no se le retenga como si fueran ellos los propietarios. También aquí hay un brindis por la madurez cristiana que nuestras parroquias ofrecen. La recogida de firmas, los malos modales y los despechos, no cambian ni suplen el trabajo lento y respetuoso de quienes debemos realizar este proceso: nos tomamos tiempo para orar, pensar, dialogar viendo el conjunto de todas nuestras necesidades pastorales que pasan por las personas y las instituciones. A esto nos atenemos poniendo en manos de Dios y la Santina las fatigas y el descanso, los sinsabores y los encantos.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

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