lunes, 17 de febrero de 2014

Grupos de presión en las parroquias

Abundan más de lo que se supone, y ya se supone mucho. Son esos grupos de parroquia que, poco a poco, abusando de la buena voluntad de un sacerdote, han ido atrapando parcelas de poder hasta convertirse en los grandes tiranos de la parroquia por encima del resto de los laicos, los sacerdotes y el obispo si se tercia.
Y el caso es que comenzaron bien. Aquel coro, lleno de gente buena, colaboradora, amable, parroquial, en perfecta sintonía con el párroco, llega un día en que se ha transmutado en un conjunto de sospechas, reivindicaciones, condicionantes y agresividad que no hay quien se atreva a cuestionar. ¿Qué ha pasado? Pues un poco de todo: dejadez del buen cura que confía porque no llega a todo, la incorporación de Manoli y Moncho, no creyentes pero buena gente, una llave que se les facilitó de los locales con lo que ensayan cuando quieren y hacen lo que les da la gana y finalmente no querer ver la situación. Gente que antes participaba en el consejo parroquial hoy es agresiva, individualista, canta lo que quiere y Dios te libre de lo contrario.


¿Y qué me dicen de aquel catecumenado de adultos que comenzó con tan buenos materiales, excelente disposición y amor incondicional a la Iglesia? ¿Cómo es posible que hoy sea un grupo crítico, áspero, negativo, aislado, que no da sino problemas? Más de lo mismo. Los sacerdotes que no queremos imponer por la cosa de la tolerancia, dos gallitos que empiezan a llevar el ritmo, cosas raras que se dicen, la gente que merece la pena se larga y se van quedando cuatro a los que añaden tres amiguetes no creyentes y, seamos claros, muy de izquierdas en cuanto que reivindican el aborto, el gaymonio y la venta del Vaticano. Otros que también se hicieron con una llave, con el derecho a decorar “su” sala evidentemente con un poster del Ché, y, por supuesto, el derecho a reunirse cuando les dé la gana y para lo que quieran, que para eso son la iglesia de verdad, y no las cuatro viejas que vienen a misa el domingo y encima pagan la luz y la calefacción.

Ante esto, me atrevo a sugerir cosas:

NINGÚN GRUPO SOLO, ninguno sin un sacerdote o persona de TOTAL CONFIANZA que esté al tanto de lo que pasa y cómo pasa. Me da igual coro, catecumenado, economato social, o las cuarenta horas.

NADA DE SALAS “EXCLUSIVAS”. En la parroquia nadie tiene una sala para su uso particular. Ni los jóvenes, los matrimonios, el coro o vida ascendente.

¿LLAVES? En el bolsillo del señor cura párroco y muy poquito más. Así de rotundo.

¿Y si llegas a una parroquia y te encuentras con un coro, un catecumenado o un grupo de jóvenes de esos con llave propia, sala exclusiva, programación particular y vida al margen de la parroquia excepto en los gastos, qué haces? Facilito, se cambia la cerradura, y se dice que no puede ser.

No pasa nada. Unos días de aguantar que te llamen dictador y fascista, recogida de firmas, nota en diario local y su minuto de gloria en una tele. A la semana, problema resuelto.

Lo interesante es que gente que usa y abusa locales parroquiales en exclusiva sin dar cuenta a la comunidad que facilita todo y además paga sus gastos, encima decide que el fascista es el párroco por pretender que todo sea de todos. La vida al revés. Pasa mucho: qué bonito es compartir, pero no suelto ni la sala ni las llaves.  
Jorge González Guadalix

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