miércoles, 15 de enero de 2014

Vida de San Antón (I)



San Antón o San Antonio Abad (Heracleópolis Magna, Egipto, 251; – †Monte Colzim, Egipto, 17 de enero del año 356), fue un monje cristiano fundador del movimiento eremítico. El relato de su vida, transmitido principalmente por la obra de San Atanasio, presenta la figura de un hombre que crece en santidad y lo convierte en modelo de cristianos. Tiene elementos históricos y otros de carácter legendario; se sabe que abandonó sus bienes para llevar una existencia de ermitaño y que atendía varias comunidades monacales en Egipto, permaneciendo eremita. Se dice que alcanzó los 105 años de edad.

El nombre de Antonio puede significar: "Fluoresciente" (de "Antos", flor) o "Invencible" (de "Anteos", el que se enfrenta victorioso a los enemigos). La vida de este santo la escribió San Atanasio, su gran amigo. Se le llama "Abad" que significaba "padre", porque él fue el padre o fundador de los monasterios de monjes. 

De pequeño no le enseñaron a leer ni escribir, pero sí lo supieron educar cristianamente. A los veinte años quedó huérfano de padre y madre, y al entrar a una iglesia oyó leer aquellas palabras de Jesús: "Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes, y dalo a los pobres". Se fue entonces y vendió las 300 fanegas de buenas tierras que sus padres le habían dejado en herencia, y repartió el dinero a los necesitados. Lo mismo hizo con sus casas y mobiliario. Sólo dejó una pequeña cantidad para vivir él y su hermana. 

Pero luego oyó leer en un templo aquella frase de Cristo: "No os preocupéis por el día de mañana", y vendió el resto de los bienes que le quedaban, y asegurando en un convento de monjas la educación y el futuro de su hermana, repartió todo lo demás entre la gente más pobre, y él se quedó en absoluta pobreza, confiado sólo en Dios. Se retiró a las afueras de la ciudad a vivir en soledad y oración. Vivía cerca de algunos monjes que habitaban por allí, y de ellos fue aprendiendo a orar y a meditar. Le enseñaron a leer y su memoria era tal que lo que leía lo aprendía de memoria. Esto le va a servir mucho para el futuro, cuando no tendrá libros para leer, pero sí recordará maravillosamente lo leído anteriormente. 

Recordando la frase de San Pablo: "El que no trabaja que no coma" aprendió a tejer canastos, y con el trabajo de sus manos conseguía su sustento y aún le quedaba para ayudar a los pobres. 

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