viernes, 24 de mayo de 2024

El Papa aprueba el milagro que abre la puerta a la canonización del beato Carlo Acutis

(InfoCatólica) Durante una audiencia con el Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto del Dicasterio de las Causas de los Santos, el Papa Francisco autorizó la promulgación de decretos relativos a: El milagro atribuido al Beato Giuseppe Allamano, fundador del Instituto de las Misiones de la Consolata. El milagro atribuido al Beato Carlo Acutis, laico. El milagro atribuido al Venerable Siervo de Dios Giovanni Merlini, sacerdote. El martirio del Siervo de Dios Stanislao Kostka Streich. El martirio de la Sierva de Dios María Magdalena Bódi. Las virtudes heroicas del Siervo de Dios Guglielmo Gattiani. Las virtudes heroicas del Siervo de Dios Ismael Molinero Novillo. Las virtudes heroicas del Siervo de Dios Enrico Medi. El Papa también aprobó la canonización de los Beatos Emanuele Ruiz y siete compañeros, y convocará un Consistorio para su canonización y la de Giuseppe Allamano, Marie-Léonie Paradis, Elena Guerra y Carlo Acutis.

Quince años para ser santo

Carlo Acutis (1991-2006), nacido en Londres y criado en Milán, desde temprana edad mostró una profunda devoción a la fe católica, especialmente a la Eucaristía. Carlo era conocido por su habilidad en la informática, creando un sitio web sobre milagros eucarísticos que se ha convertido en una referencia imprescindible sobre la materia. El Valle de los Caídos acogió el verano del año pasado la exposición internacional «Los Milagros Eucarísticos en el mundo", creada por él

Murió a los 15 años de leucemia, ofreciendo su sufrimiento por el Papa y la Iglesia. Su cuerpo reposa en Asís, y fue beatificado el 10 de octubre de 2020.

Infancia y Formación

Carlo mostró un interés temprano por la vida de fe, asistiendo a misa diariamente y rezando el rosario. Su madre, inicialmente poco religiosa, fue inspirada por la fe de Carlo y profundizó en su propia práctica religiosa.

Devoción a la Eucaristía

Desde pequeño, Carlo desarrolló una gran devoción por la Eucaristía, refiriéndose a ella como «su autopista al cielo». Realizó su Primera Comunión a los siete años y desde entonces no faltaba a misa diaria, además de pasar tiempo en adoración eucarística.

Enfermedad y Muerte

En 2006, Carlo fue diagnosticado con una forma agresiva de leucemia. A pesar de su sufrimiento, mantuvo una actitud positiva, ofreciendo su dolor por el Papa y por la Iglesia. Falleció el 12 de octubre de 2006 a los 15 años.

Beatificación

El proceso de beatificación de Carlo comenzó en 2013, siendo declarado Venerable en 2018 por el Papa Francisco. Su beatificación se llevó a cabo el 10 de octubre de 2020 en Asís, donde su cuerpo reposa.

Su madre, Antonia Salzano, asegurí a InfoCatólica en septiembre del año pasado que cada día llegaban testimonios de posibles milagros por la intercesión de su hijo.

Web oficial del beato Carlo Acutis.

Los otros decretos












Beato Giuseppe Allamano




El Beato Giuseppe Allamano (1851-1926) fue un sacerdote italiano, fundador del Instituto de las Misiones de la Consolata y de las Hermanas Misioneras de la Consolata. Nacido en Castelnuovo Don Bosco, Italia, Allamano se dedicó a la formación de sacerdotes y a la promoción de las misiones en África. Fue rector del Santuario de la Consolata en Turín y trabajó incansablemente para apoyar a los misioneros a través de la educación y la organización. Fue beatificado en 1990 por el Papa Juan Pablo II, quien reconoció su vida de santidad y dedicación a la evangelización.

Venerable Giovanni Merlini


El Venerable Siervo de Dios Giovanni Merlini (1795-1873) fue un sacerdote italiano perteneciente a la Congregación de los Misioneros de la Preciosísima Sangre. Nacido en Spoleto, Italia, se unió a la congregación fundada por San Gaspar del Búfalo y se destacó por su dedicación a la evangelización y la propagación de la devoción a la Preciosa Sangre de Cristo. Como tercer Moderador General de la congregación, Merlini trabajó incansablemente en la formación de misioneros y en la expansión de la congregación. Fue declarado Venerable el 27 de marzo del 2001.

Mártir Stanislao Kostka


El Siervo de Dios Stanislao Kostka Streich fue un sacerdote diocesano nacido el 27 de agosto de 1902 en Bydgoszcz, Polonia. Fue asesinado el 27 de febrero de 1938 en Luboń, Polonia, por un miembro del Partido Comunista Polaco.

Mártir María Magfalena Bódi


La Sierva de Dios María Magdalena Bódi fue una laica húngara nacida el 8 de agosto de 1921 en Szgliget, Hungría. Fue asesinada el 23 de marzo de 1945 en Litér, Hungría, debido a su fe.

Guglielmo Gattiani


El Siervo de Dios Guglielmo Gattiani (1914-1999), nacido como Oscar Gattiani, fue un sacerdote profeso del Orden de los Frailes Menores Capuchinos. Nació el 11 de noviembre de 1914 en Badi, barrio del municipio de Castel di Casio en Bolonia, Italia, y murió el 15 de diciembre de 1999 en Faenza, Italia. Gattiani destacó por su profunda espiritualidad, dedicación pastoral y servicio a la comunidad, ejemplificando las virtudes de humildad y caridad propias de los capuchinos.

Ismael Molinero Novillo


Ismael Molinero Novillo nació el 1 de mayo de 1917 en Tomelloso (Ciudad Real) y falleció el 5 de mayo de 1938 en el Hospital Clínico de Zaragoza. La Guerra Civil lo marcó profundamente por el asesinato de su director espiritual, la quema de iglesias e imágenes. En 1937 el ejército republicano lo reclutó y le obligó a participar en la guerra, pero en la batalla de Teruel decidió arrojar su fusil al suelo, se aferró a su medalla de la Milagrosa y dejó de luchar, motivo por el cual fue detenido por el bando nacional y llevado a un campo de concentración.

Estando preso sufrió una pulmonía que motivó su internamiento en el hospital Clínico de Zaragoza. Allí entabló una profunda amistad con el capellán del campo de concentración, ocultando siempre su pertenencia a Acción Católica para evitar que le concedieran privilegios de libertad.

«No quiero nada con el mundo. Soy de Dios y para Dios; si muero seré totalmente de Dios en el cielo, y si no muero… ¡quiero ser sacerdote!... ¡Hacen falta santos!», dijo desde su lecho de enfermo. Fue entonces cuando se le empezó a conocer como Ismael de Tomelloso. Murió el 5 de mayo de 1938, tenía 21 años de edad.

Enrico Medi


Enrico Medi (1911-1974) fue un físico y político italiano conocido por su profunda fe católica y su dedicación tanto a la ciencia como a la evangelización. Nació el 26 de abril de 1911 en Porto Recanati. Medi obtuvo un doctorado en Física y fue profesor en varias universidades italianas. Participó activamente en la política, siendo miembro de la Asamblea Constituyente de Italia y del Parlamento Europeo.

Medi destacó por su capacidad para integrar la ciencia y la fe, participando en numerosos congresos y escribiendo sobre la compatibilidad entre ambas. Fue conocido por sus conferencias y programas de televisión donde difundía conceptos científicos junto con valores cristianos.

Durante su vida, Medi también se comprometió con causas sociales y educativas, promoviendo el diálogo entre diferentes campos del conocimiento y la religión. Su testimonio de vida y su contribución a la armonización entre ciencia. Murió el 26 de mayo de 1974 en Roma.

jueves, 23 de mayo de 2024

Felicidades a los Sacerdotes que cumplen 25 y 50 años de ministerio

 

Homilía en la fiesta de Cristo Sumo y Eterno Sacerdote

Bodas jubilares de los sacerdotes ordenados en 1974 y 1999

Es una hermosa fiesta que tiene una relación directa con el ministerio sacerdotal al que hemos sido llamados muchos de nosotros. Sólo hay un sacerdote de la nueva Alianza, que es Jesús el Señor. Y a ese sacerdocio nos ha querido vincular Él con esta preciosa e inmerecida vocación. Somos sus brazos que nuestras pequeñas manos alargan repartiendo sus dones. Somos sus labios que nuestra boca se abre para pronunciar sus palabras, somos su pálpito que nuestro corazón late en el amor al Padre y la entrega a nuestros hermanos confiados. Un solo sacerdocio con tantas manos, tantos labios y tantos corazones que han ido prolongando en el tiempo y todos sus avatares aquella entrega del Señor. Los hambrientos de entonces, hoy necesitan ser saciados de otro modo. Los ciegos de aquella época sufren la oscuridad de los que hoy no ven lo bello y verdadero. Los cojos y tullidos del tiempo de Jesús, adolecen en nuestros días otro tipo de cojeras y parálisis. Y así podríamos ver a los Nicodemos que buscan en la noche, a las Magdalenas que quieren volver a empezar su vida nueva, los Zaqueos que esperan un encuentro que les cambie por entero sus trampas y mentiras, los Dimas que en el último momento reciben el abrazo que les adentre en el paraíso.

El sacerdocio de Jesús ha tenido esos nombres concretos que se suman a los de sus propios discípulos llamados tan gratuitamente, ha acariciado esas soledades en la intemperie de tantos desamparos, ha enjugado esos llantos por la dureza de la vida, ha jugado con la alegría de los niños en la plaza, ha levantado de la postración del error a los pecadores que le reconocieron como al Salvador de sus derivas y pecados. Este fue el sacerdocio de Jesús. El nuestro está unido de modo inmenso a ministerio de salvación.

No somos suplentes, no somos secundarios actores de reparto. Hemos sido llamados por nuestro nombre, en aquella edad de nuestros años cuando por primera vez atisbamos entre dudas y corazonadas que este sería nuestro camino. Lo que nos ha dicho el profeta Jeremías en la primera lectura tiene que ver en el misterio de nuestra llamada personal en la Iglesia: “pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (Jer 31, 33). Todas nuestras fibras, nuestras huellas dactilares, nuestros ensueños y sonrisas, nuestras lágrimas y cansancios, han tenido como trasfondo esta dulce escritura en el corazón: ahí Dios quiso darnos las tablas de la vida, mucho más que hiciera con Moisés sobre las de piedra en el monte Sinaí. Es el corazón donde el Señor escribió nuestro destino, donde nos asignó nuestra misión, donde nos hermanó con quienes nos han acompañado y a los que nosotros hemos podido acompañar.

El primer día de los ácimos en la pascua judía de aquel año, Jesús quiso transformarla en una cena postrera de confidencias amorosas, de plegarias confiadas, de transmisión de su encomienda a los que llamó y formó durante aquellos tres años de seminario especial con el Maestro único, con el Sacerdote sumo y eterno. Y allí les confió sacramentalmente lo que nosotros repetimos en cada Eucaristía: “tomad, esto es mi cuerpo; esta es mi sangre de la alianza derramada por muchos”. Es lo más grande que hacemos en nuestro sacerdocio, pero no es lo único. Como Jesús hizo tantas otras cosas, dijo tantas otras palabras, realizó tantos otros signos. Así también nuestro ministerio tiene junto a este “tomad y comed, tomad y bebed” de cada Eucaristía, otra serie de momentos con sus palabras y sus gestos: cada vez que acogemos a las personas que llaman a nuestra puerta, o cuando organizamos las diversas actividades de nuestras comunidades y parroquias, o al perdonar los pecados, o cuando preparamos las catequesis, o al presidir celebraciones matrimoniales, o al ungir con el bálsamo a los enfermos, o al despedir a los hermanos que fallecen.

He repasado los nombres de los sacerdotes que hoy celebran en este encuentro de nuestro Presbiterio diocesano, sus veinticinco o cincuenta años de ministerio. Los sacerdotes diocesanos José Manuel y Miguel Ángel Coviella, José Ramón Garcés, José Luis López, Manuel Robles, César Rodríguez y el P. Manuel Úbeda, CP. En aquel 1974 yo no estaba todavía en el Seminario. Seguía mis andanzas laborales deshojando la margarita vocacional. Año en el que políticamente se agotaba un modo de gobernanza, se anhelaba un cambio que resultó imparable, mientras que eclesialmente se avanzaba entre luces y sombras, esperanzas y sobresaltos por el camino apuntado por el Concilio Vaticano II con todo lo que supuso aquel momento de largos horizontes en lo social y en lo cristiano también en nuestros lares.

Los que celebráis las bodas de plata también tuvisteis vuestra encrucijada memorable. Allí estabais los curas diocesanos Alfonso Abel, Alfredo de Diego, Andrés Fernández, José Manuel García, Arturo García y el P. Rodrigo Sevillano, CP. Era un 1999 en el que concluíamos siglo y milenio, y fue ocasión para grandes remembranzas y un sereno examen de conciencia de los logros o fracasos que igualmente en lo político y eclesial podíamos ya evaluar con los varios lustros vividos entre momentos apasionantes y otros que nos pudieron defraudar.

En esa coyuntura 50 o 25 años atrás, comenzabais vuestra andadura ministerial todos vosotros. Los primeros destinos, las primeras incertidumbres, los primeros logros, las primeras contrariedades. ¡Cuántos momentos vinculados a nombres de personas, a circunstancias diversas con todo su acopio de ayuda acompañada o de desgaste en soledad! No hace mucho hablaba con un joven sacerdote de nuestra diócesis. En su poco tiempo de ministerio ya acusaba la diferencia grande entre la protección del seminario donde fue nutriendo sus ganas y sus ensueños, y la realidad desprotegida de una intemperie humana y pastoral donde aparecen los cansancios y las incipientes pesadillas. Yo le hablaba del “cambio climático” (del verdadero) que se da en cada biografía humana y sacerdotal, porque son muchos los humores, los amores, las penumbras y las luminarias, los sofocones y las tiriteras, las bonanzas y las sequedades con que hemos ido escribiendo esta hermosa historia humana y sacerdotal en cincuenta o veinticinco años. Hay un cambio de clima que es el de la misma vida con todos sus factores y resortes, cuando experimentamos de tantos modos los inviernos con sus rigores escuálidos, las primaveras que rompen en la flor vivaracha, los estíos que nos agostan con su holganza y los otoños que nos dejan en el misterio de su recogida nostalgia.

No podemos aspirar a ser el eterno seminarista que nunca estrena responsablemente la encomienda recibida en la ordenación sacerdotal. No podemos tampoco dilapidar todo cuanto de bueno se nos ha dado de mil modos para afrontar nuestra llamada. Por eso es la gratitud serena y humilde la que brota del corazón cuando mirando el camino recorrido descubrimos tantas gracias recibidas sin que nos hayan faltado algunos pecados. Pero el resumen tiene siempre sabor a la sabiduría aprendida en la entraña de todo lo que nos ha acontecido en todo este tiempo. Motivos para la alabanza agradecida, motivos para el arrepentimiento sincero, motivos para seguir escribiendo una historia inacabada todavía. Es pertinente el consejo del apóstol Pablo a su discípulo Timoteo: “te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos” (2 Tim 1, 6). Es lo que, en un día como este, especialmente vosotros vais a hacer en esta fiesta de Cristo Sacerdote. Y es lo que hemos pedido en la oración colecta: la gracia de ser fieles en el cumplimiento del ministerio recibido.

Mi felicitación a todos vosotros, a vuestras familias, feligreses y amigos, a todos cuantos os ayudaron a llegar a aquel momento de la ordenación y a recorrer vuestro camino como sacerdotes. Que María nuestra Santina nos ayude en este santo empeño.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

miércoles, 22 de mayo de 2024

Aportaciones - sugerencias a la Delegación Episcopal del Clero. Por Joaquín Manuel Serrano Vila, Arcipreste de Oviedo



PROPUESTAS DE ACCIÓN CONJUNTA DELEGADO DEL CLERO Y ARCIPRESTES PARA EL ACOMPAÑAMIENTO DE SACERDOTES

Desde mi punto de vista, hay dos cuestiones a considerar en cualquier plan de acompañamiento:

-Sacerdotes jóvenes y/ó neopresbíteros:

Normalmente, cuando salen (salimos) del Seminario ya nadie pregunta ni acompaña nada más... Se pasa de un férreo control organizado y estructurado en la vida académica y formativa a la indiferencia (y a veces indolencia) más absoluta que hacer “despertar” a una realidad de “soledad” que en ocasiones sobrepasa a la persona y la deprime, haciendo ineficaz su ministerio, y/ó la convierte en un francotirador independiente que enfadado con el mundo traidor hace comenzar en ésta un proceso de secularización silencioso (que nada tendrá que ver luego con los “papeles”) y/ó la transformación en un funcionario de lo sagrado como “modus vivendi” y no pocas veces autodeclarado “en rebeldía.”

*Se necesitan cauces serios para valorar en la formación de los seminaristas su madurez y equilibrio psicológico y afectivo (se dice que se hace pero, finalmente, muchas veces es un cubrir el expediente…) y luego una vez ordenados y en el ejercicio del ministerio, aparecen carencias y “fantasmas”. Tras la ordenación se necesita un seguimiento y unas mediaciones con autoridad para el “obligado” acompañamiento, y unas exigencias de mínimos (como se hace en cualquier empresa, o p/ej en órdenes religiosas) para evitar

-y no permitir en lo posible- que se produzca la soledad depresiva que en muchos casos lleva al individualismo egoísta y secularizante y, por ende, a inmediatos escándalos “ad intra y ad extra.”

-Sacerdotes maduros y mayores:

Dependiendo de su personalidad de éstos y de la eficacia en lo anterior, así será el sacerdote maduro y mayor. Distinguiría DOS “modelos”:

No pocos se han “escapado” en el tiempo a un acompañamiento (y elemental control) adecuado, y son un compendio de problemas personales y pastorales allí donde han estado y/ó están. Se necesitan estructuras eficaces que en sus atribuciones canónicas actúen con responsabilidad, pues en no pocas ocasiones los reinos de taifas y las repúblicas independientes (con sus aparejados dramas pastorales y personales) son fruto de la indiferencia, indolencia, e inoperancia de dichas estructuras.

Los sacerdotes más mayores merecen especialísima atención, y, aunque tenemos una Casa Sacerdotal que cubre las carencias de la realidad del sacerdote mayor, no suple muchas veces sus propias soledades y carencias afectivas, familiares o personales. Otros -no pocos tampoco- viven solos en rectorales o viviendas propias, y no sabemos (también por inoperancia muchas veces de las estructuras canónicas) de sus situaciones de miseria (dicho en sentido amplio) hasta que fallecen. Arciprestes y Vicarios ante la enfermedad y fallecimiento no pueden dejar la iniciativa (que casi siempre es muy poca o ninguna) a la familia. Particularmente a la hora de acceder al domicilio del sacerdote, si este se encuentra en una casa Rectoral.

*Hay que potenciar prioritariamente y subrogadamente con recursos diocesanos y/ó colaboraciones de los sacerdotes en activo -si hiciera falta de forma imperada en nómina- la Casa Sacerdotal  para mejorarla y hacerla atractiva a todos, dotándola de mejores servicios y atenciones, evitando en lo posible al final del ministerio “satélites” sin rumbo sujetos a miserias mundanas y propias, y donde las estructuras de atención pudieran hacerse más presentes en la vida de los sacerdotes mayores para satisfacer las necesidades y carencias de manera individual y personalizada. No puede ser que al final de los días se sigan dando sacerdotes de 1ª, 2ª y 3ª en función de las parroquias en que hayan estado, o ministerios y/ó encomiendas desarrolladas en la vida activa que les hayan proporcionado ahorros o no; y que éstos sean al final de sus vidas lo único que garantice su calidad en ella.

Sacerdotes ancianos y jubilados

- Hay una frecuente situación que se vive con nuestros sacerdotes mayores, y es que al haber vivido toda la vida solos con el paso del tiempo se van cerrando en sí mismos, y a menudo viven en situaciones precarias, con frío, mal comiendo y/ó mal aseados. Hay sacerdotes que tienen "miedo" a la Casa Sacerdotal, pues la ven como un "desguace", por eso sería bueno formar un equipo de sacerdotes dentro de la Delegación que en diálogo con las familias de estos sacerdotes facilitarán el ser llevados a la Casa, o al menos que se mejoren sus condiciones de vida.

Para todos los Sacerdotes del Presbiterio

Cada vez tenemos más medios a nuestro alcance, pero a la vez somos menos; es triste ver que hace sesenta años con casi mil sacerdotes en la Diócesis se conocían mucho mejor entre ellos y se sabían no sólo el nombre, sino hasta los detalles más irrelevantes. En un momento de cierto desencanto y desafección y crisis en general para nuestra vida ministerial ante las dificultades que experimentamos, creo que no podemos seguir haciendo lo de siempre, sino transformar rutinas y buscar caminos que fomenten la fraternidad sacerdotal; superar viejas rencillas muy humanas entre hermanos. También hay muchos hermanos heridos que hace años que no acuden a nada por una mala experiencia o por alguna injusticia sufrida... Quizá sea el momento no de seguir esperando a que su historia termine sin oena ni gloria, sino salir a buscarles...

Sacerdotes enfermos

Se debería poner mucha atención a los sacerdotes delicados de salud, tratando de establecer un contacto directo y permanente entre la Delegación del Clero y las familias de cada presbítero, de forma que haya una vía de comunicación además de con ellos (que ha menudo son reacios a "molestar" con sus necesidades) con su familia directa. Hay sacerdotes -me consta- viviendo en pésimas condiciones, y aunque muchas veces no se puede hacer nada -pues ellos son los primeros que rechazan ayuda y comunicación- en obligación institucional -y canónica- preocuparse de su situación y estado y, si hicera falta intervenir como se hace en otras situaciones "menores". Sería importante promocionar con transparencia la Casa Sacerdotal y quitarles ese miedo a ella con la ayuda de sus familias y animarles a conocer la Casa y darle más vida pastoral y presencia diocesana a la misma.

Sacerdotes en situación irregular

Hay bastantes sacerdotes en situación irregular: sacerdotes que no están suspendidos ni han presentado la solicitud de secularización, pero llevan ya vida de seglares. Sacerdotes con familia que celebran los sacramentos, y otras situaciones muy complejas. Sería conveniente con ayuda de los sacerdotes más próximos a cada uno -a menudo compañeros de curso- no olvidarles y tener un acompañamiento especial para que sigan viendo a la Iglesia como Madre de muchos hijos -que no madrasta de Cenicienta- al tiempo que se trate de buscar solución para cada caso concreto con sus circunstancias. 

Sacerdotes diocesanos y religiosos

- Sería interesante propiciar retiros o encuentros trimestrales al menos del clero de cada vicaría, y este pudiera ser un momento de compartir, orar juntos y dedicar tiempo a la adoración del Santísimo y la liturgia de las horas.

- En torno al mes de noviembre (3, 4 o 5 ) sería también bello y agradecido celebrar una misa exequial por todos los sacerdotes diocesanos difuntos.

- En los próximos años empezaremos a ver cómo cada vez serán muy pocos los sacerdotes que celebren bodas de oro y plata, dado que los cursos numerosos están desapareciendo. Ante esta realidad muchísimas diócesis ya han incorporado la efeméride de las bodas de diamante (60 años de ministerio) que deberíamos valorar como fórmula para lograr que el clero de toda edad se sienta parte en la fiesta de Jesucristo Sacerdote, pues de año en año la asistencia y participación va decayendo proporcionalmente. 

- Otra buena medida sería celebrar, por ejemplo, la fiesta de Sagrado Corazón de Jesús como jornada para pedir la santificación de los sacerdotes que podría celebrarse en la Basílica de Gijón, en la parroquia de Sabugo en Avilés o en la parroquia de San Juan en Oviedo, e incluso celebrar esa fiesta por vicarías. 

- La celebración del patrono San Juan de Ávila siempre había sido en Covadonga, algo muy querido por el clero que se debería conservar. También podría ser esta una buena oportunidad para que los sacerdotes de la Diócesis compartieran su testimonio, pues se suelen traer conferenciantes de gran interés, pero también se hecha de menos -quizás durante el café informal- que algún compañero comparta su experiencia. También hay sacerdotes que han ampliado estudios, los cuales podrían ser requeridos igualmente para las ponencias, en ese día o en otras celebraciones. 

¿Vicaría?

En el momento del deceso de los sacerdotes, con frecuencia los arciprestes se encuentran con muchas dificultades a la hora de tomar decisiones de cara a todo lo relacionado no sólo con la preparación de sus exequias, sino además, con todo lo relacionado con el traspaso de cuentas, libros, documentos y objetos de valor que el párroco difunto custodiaba como administrador y no dueño. Respecto a las exequias las familias con frecuencia imponen velar a los sacerdotes en el Tanatorio, se niegan a que se les amortaje con las vestiduras sagradas o imponen hasta la hora y el lugar de las mismas, por no hablar de la redacción de la esquela, que ha menudo demuestra que la familia no tenía mucha formación religiosa. Tal vez habría que preguntarnos si no sería más interesante facultar al Delegado del Clero con poder ordinario a modo de Vicario para que asumiera en sus quehaceres estas labores en coordinación con arciprestes y vicarios de zona, partiendo de una pautas o protocolos genéricos a definir.

Exequias de los Sacerdotes

Cada vez la concelebración en los funerales de los hermanos sacerdotes que fallecen es menor, dado que a menudo también coinciden no pocas veces con las horas de los quehaceres parroquiales, o si son en fin de semana, se vuelve casi imposible. Habría que hacer un esfuerzo por tomar conciencia que todos deberíamos intentar como ejemplo de fraternidad acudir al funeral de todo hermano sacerdote, fuera conocido o desconocido, cercano o distante, y que la hora del funeral se planteara pensando prioritariamente en facilitar la asistencia de los hermanos sacerdotes. Independientemente de lo anterior, habría que potenciar la Hermandad Sacerdotal de Sufragios, para que los sacerdotes no nos olvidemos de celebrar la eucaristía y el responso correspondiente por cada hermano de Presbiterio que fallece. 

Animo a todos los sacerdotes del Arciprestazgo de Oviedo que tengan ideas, propuestas o sugerencias para darle traslado a la Delegación Episcopal de Clero, y se las hagan llegar a Don Antonio Herrero Casares, que ha recibido recientemente este Servicio a todos, y que a buen seguro las recibirá con sumo agrado.

26 de mayo, Jornada Pro Orantibus 2024

(C.E.E.) Un año más, la celebración litúrgica de la solemnidad de la Santísima Trinidad nos ofrece la ocasión de recordar con gratitud en nuestra oración a aquellos que se han consagrado enteramente a vivir a la luz del misterio eterno. Ellos y ellas son «los que rezan». Así los reconocemos, con sencillez y profundidad, a través del apelativo con que damos nombre a la Jornada Pro Orantibus. Son «los que rezan» porque han hecho de la actitud orante —que es inherente a la fe, pero se modula de distintos modos según los carismas— regla y medida de todas las cosas: las internas y las externas, las personales y las comunes, las decisivas y las pasajeras, las del corazón y las del mundo. No hay más que atravesar los muros de un monasterio para caer en la cuenta de que allí la realidad se rige por esa otra ley, tan distinta a la que normalmente nos arrastra, que surge de las entrañas del Evangelio. Contemplar para asentir a la verdad y la bondad y la belleza del Dios que se revela a cada instante: he aquí la disposición orante que configura los tiempos, las formas, las relaciones, las mociones y la misión de quienes hacen memoria en el seno de la Iglesia del unum necessarium que el Señor pronunció como norma suprema de vida delante de sus padres, primero (cf. Lc 2,49), y de Marta y María, después (cf. Lc 10,42). 

Precisamente María, la hermana de Betania, y María, la madre del Señor, constituyen iconos perennes para los consagrados contemplativos que, a través de los siglos, se arrodillan ante el Amigo para escucharlo (cf. Lc 10,39) y meditan todas las cosas del Hijo en su corazón (cf. Lc 2,19). Lo cual les conduce a estar cerca del Señor en toda circunstancia, incluso allí donde imperan las tinieblas del dolor y el sinsentido: en la tumba del hermano muerto o en la cruz del hijo agonizante. Tanto por su mirada, que les permite escrutar gozosamente el amor de Dios en la faz de Cristo, como por sus pies, que las sitúan a la vera de Cristo hacia el Calvario, ambas representan ejemplos eximios de la vocación contemplativa en la Iglesia. En ellas se cumple esa peregrinación interior por la que la visión humilde del Señor en todo tiempo y lugar termina traduciéndose en una senda esforzada de discipulado. En la historia de estas mujeres, que aparecen casi siempre discretamente, en un segundo plano, en silencio y totalmente volcadas hacia Cristo, conocemos la verdad profunda del seguimiento del Señor para todos, pues comprendemos que quien pone sus ojos en Cristo con serenidad y sinceridad no puede dejar de mirar lo que él mira y de caminar por donde él camina. Una mirada y un camino cuyo horizonte último es el Padre, que sale siempre al encuentro de los hombres —tantas veces heridos y perdidos— para que entremos en su voluntad. 

Esta vida escondida, en que se conjugan contemplación y obediencia, define la singularidad vocacional de «los que rezan». El lema escogido para la Jornada de este año 2024 lo recoge exactamente así: «Contemplando tu rostro, aprendemos a decir: “¡Hágase tu voluntad!”». Podríamos decirlo también desde la perspectiva inversa: «Haciendo tu voluntad aprendemos a contemplar tu rostro». Se trata de un movimiento con cadencia de ida y vuelta que, justamente porque apela a los dos polos de la experiencia (el receptivo y el activo, el don y la respuesta), hace crecer la fe hacia cotas cada vez más intensas de relación con Dios y oblación fraterna. Lo que el Señor espera de nosotros y del mundo nos interpela vivamente cuando contemplamos su santa faz, así como su imagen llagada y resucitada nos asalta en la realidad concreta cada vez que intentamos obrar según su voluntad. San Bernardo de Claraval, alma gigante en la vasta historia de la vocación monástica, describió muy bellamente esta dinámica cuando trató de referir por qué y cómo debe el monje crecer en la contemplación del Señor de grado en grado. Decía el santo: 

Amadísimos hermanos, este es el primer grado de la contemplación: pensar constantemente qué es lo que quiere el Señor, qué es lo que le agrada, qué es lo que resulta aceptable en su presencia. […] Ya que la vida está en la voluntad del Señor, indudablemente lo más provechoso y útil para nosotros será lo que está en conformidad con la voluntad del Señor. […] Conforme vayamos avanzando en la vida espiritual, siguiendo los impulsos del Espíritu, que ahonda en lo más íntimo de Dios, pensemos en la dulzura del Señor, qué bueno es en sí mismo. Pidamos también, con el salmista, gozar de la dulzura del Señor, contemplando, no nuestro propio corazón, sino su templo […]. En estos dos grados está todo el resumen de nuestra vida espiritual: […] por el primero, nos fundaremos en el santo temor y en la verdadera humildad; por el segundo, nos abriremos a la esperanza y al amor (san Bernardo, Sermón 5 sobre diversas materias 4-5). Al mirarnos en el rostro de Cristo, como la vida contemplativa hace y nos invita a hacer, dejamos por un momento de considerar nuestro propio interés para acoger el querer del Padre. Y el querer del Padre no es sino que el hombre viva conforme a la gloria del rostro de su Hijo.

Hermosa circularidad que explica el engranaje profundo de nuestra fe devolviéndonos una y otra vez a la senda del Señor, aquel que fue capaz de cantar las grandezas eternas de Dios Padre (cf. Lc 10,21) al tiempo que derramaba su sangre en los vericuetos más oscuros de la historia para hacer su voluntad (cf. Lc 22,42). Cuando el Espíritu, que vibra en el Hijo, ilumina nuestros ojos también moviliza nuestros pasos, porque en el fondo todos queremos estar allí donde quiere que estemos quien nos quiere. Así lo recordó el papa Francisco en 2016 en el número 11 de la constitución apostólica Vultum Dei quærere sobre la vida contemplativa femenina:

Contemplar, pues, es tener en Cristo Jesús, que tiene el rostro dirigido constantemente hacia el Padre (cf. Jn 1,18), una mirada transfigurada por la acción del Espíritu, mirada en la que florece el asombro por Dios y por sus maravillas; es tener una mente limpia en la que resuenan las vibraciones del Verbo y la voz del Espíritu como soplo de brisa suave (cf. 1 Re 19,12). No es por azar que la contemplación nace de la fe, la cual es puerta y fruto de la contemplación: solo por el «heme aquí» confiado (cf. Lc 2,38) es posible entrar en el misterio.

Entremos, pues, en el misterio a través de la contemplación obediente o de la obediencia contemplativa. Y hagámoslo de la mano de «los que rezan», tantos hombres y mujeres que, a lo largo de los siglos y a lo ancho del mundo, han entregado su vida a esta vocación orante de entrega radical. En su existencia transfigurada a la luz del Resucitado hallamos —hoy y siempre— un motivo esperanzado de acción de gracias y un vivo aguijón que nos espolea hacia una obediencia cada vez mayor en la propia vivencia de la fe. 

Comisión Episcopal para la Vida Consagrada

martes, 21 de mayo de 2024

Oración a Nuestra Señora de la Esperanza

Virgen bendita de la Balesquida, Esperanza de Oviedo, Señora de Pentecostés: protégenos del desánimo, el desaliento y la zozobra cuando nos alcancen y nos desarmen; que tu imagen nos reanime y nos reafirme en la espera cuando nos sintamos desfallecer, cuando las propias fuerzas no alcancen y el horizonte se llene de nubarrones, y que tu ejemplo al pie de la cruz donde murió Jesús, Hijo tuyo y Señor nuestro, nos muestre el camino para transformar el dolor en esperanza. Señora de la Esperanza en quien descansamos, concédenos vislumbrar con renovada confianza la vida eterna que tenemos prometida y alumbra nuestro peregrinaje en la tierra para que sepamos llevar esperanza a los que caminan a nuestro lado. Acoge Dios padre de bondad infinita nuestras súplicas esperanzadas. 

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén 

Santa María de la Esperanza de la Balesquida: ruega por nosotros 

Biblia y arqueología. Por Jorge Juan Fernández Sangrador

Ha fallecido el pintor y escultor asturiano José Manuel Legazpi Gayol, que inició su andadura artística en los años de estudiante en el Seminario de Oviedo y de residente en el Instituto Español Bíblico y Arqueológico de Jerusalén, en donde colaboró como dibujante con Emilio Olávarri Goicoechea, canónigo de la catedral ovetense, en los trabajos arqueológicos que este condujo en Tierra Santa cuando se creó la benemérita Casa de Santiago en Jerusalén, de la que Olávarri fue director desde 1965 hasta 1971.

El Instituto Español Bíblico y Arqueológico, conocido también como Casa de Santiago, fue fundado por el sacerdote gallego Maximino Romero de Lema en 1955, con el fin de que, así como a los eclesiásticos españoles les era dado realizar investigaciones sobre Historia de la Iglesia en el Centro de Estudios anejo a la Iglesia Nacional de Santiago y Montserrat en Roma, tuviesen la oportunidad de seguir también cursos de Sagrada Escritura en Jerusalén, frecuentando la prestigiosa Escuela Bíblica y Arqueológica Francesa, fundada por el dominico Marie-Joseph Lagrange, y visitasen los lugares en los que acontecieron los hechos referidos en la Biblia.

El interés por verificar la historicidad de los relatos bíblicos, la preocupación por conocer las lenguas semíticas y la exhumación, a lo largo del siglo XX, de los restos de ciudades importantes del Antiguo Oriente y de otros testimonios de civilizaciones desaparecidas se hallan entre las razones principales que impulsaron a los gobiernos de naciones que han tenido siempre en gran aprecio la historiografía y la preservación de lo que aún perdura de las culturas del pasado, y a algunas fundaciones particulares a crear, en Jerusalén, instituciones dedicadas al estudio de las llamadas ciencias auxiliares de la Biblia, a saber, Historia, Arqueología, Geografía, Epigrafía, Numismática, Etnología y Lingüística del Próximo y Medio Oriente.

España se incorporó enseguida, gracias a la preclara visión de Maximino Romero de Lema, a esta corriente de investigación múltiple, que, hasta el momento de la instauración de institutos altamente especializados en Oriente, estuvo, en gran parte, a cargo de religiosos, embajadores y cónsules, amantes del Mundo antiguo, destinados en las correspondientes misiones evangelizadoras o diplomáticas existentes en los países que componen el Cuadrilátero Semítico, entre los mares Mediterráneo, Rojo, Caspio y Negro.

Las revistas científicas en las que se vertieron los resultados de aquel quehacer pionero en las arriba mencionadas áreas del saber atestiguan la seriedad, el rigor, la calidad, la minuciosidad y la trascendencia de una admirable empresa cultural acometida desde diferentes vertientes en un contexto ampliamente interdisciplinar.

A la Casa de Santiago, que es propiedad de la Conferencia Episcopal Española, la cual ha confiado su gestión a la Universidad Pontificia de Salamanca, se hallan asociadas importantes vías de investigación, de ámbito internacional, como son, entre otras, las que tienen que ver con los manuscritos de Qumrán, la literatura midrásica y la targúmica, y los orígenes del cristianismo.

En lo que se refiere a las excavaciones arqueológicas, merecen ser destacadas las dirigidas por Emilio Olávarri Goicoechea en El Khiam, Khirbet Arair, Ammán, Tel Medeineh y Jerash; por el sacerdote cántabro Joaquín González Echegaray en Mogaret-Dalal y El Khiam; por el dominico asturiano Juan A. Fernández-Tresguerres en Khirbet es-Samra y Jebel al-Mutawwaq; y por el agustino leonés Florentino Díez Fernández en el Santo Sepulcro y San Pedro in Gallicantu.

Las generaciones jóvenes sostienen, en su deriva hacia el adanismo, que el de ayer fue un mundo en blanco y negro; sin embargo, en eso no andan acertadas, y uno, que ya peina canas, suscribe aquella confesión de Plutarco, que es extensible a otras muchas áreas de la cultura: “Yo quisiera haber sido zapatero en Atenas para que a mi casa viniera Sócrates a sentarse a departir a mi lado”.

Y es que, incluso sin haber tenido la proyección universal del célebre filósofo griego, los grandes que ha habido en el campo de la ciencia bíblica y de la arqueología han sido verdaderos colosos, pertenecientes a una estirpe hoy cuasi extinta de titanes en cuanto a la erudición, el léxico, el estilo literario, la ponderación y la sapiencia. Avistaron espacios inexplorados en territorios lejanísimos y supieron cómo adentrarse en ellos. En tiempos, además, en los que la actual tecnología se encontraba todavía en pañales, por lo que solamente desde su intelecto, admirablemente configurado, podían entrever y colegir aquello que, décadas más tarde, los modernos métodos de análisis e investigación han otorgado su plena confirmación en cuanto a la veracidad de los resultados, dando figuradamente la razón a aquella noticia que se lee en el libro del Génesis (6,4): “Había por entonces gigantes sobre la tierra” (Gigantes autem erant super terram in diebus illis), pues gigantes eran, en efecto, de la ciencia y de la cultura.