lunes, 23 de enero de 2023

La casulla que Nuestra Señora dio a San Ildefonso. Por Luis Alberto Sánchez

(unpasoaldia.com) La imposición de la casulla a San Ildefonso en Toledo, hace de esta tradición toledana una de las más veneradas en nuestra ciudad, siendo representada en numerosas obras de arte y siendo celebrado como Patrón de Toledo el 23 de enero.

Ildefonso de Toledo (Toledo, 607 – 667, hijo de padres Visigodos y sobrino de San Eugenio III) fue obispo de Toledo del año 657 al 667. Estudió en Sevilla, bajo la tutela de San Isidoro, y entró a la vida monástica en la orden de San Benito, huyendo de sus padres, nobles que se oponían a su vida sacerdotal. Posteriormente sería elegido abad de Agalia, en el río Tajo, cerca de Toledo.

En el 657 fue elegido arzobispo de esa ciudad. Unificó la liturgia en España y escribió numerosas obras de carácter litúrgico y dogmático, particularmente sobre la Virgen María.

Una noche de diciembre, se dirigía junto con unos clérigos a la Iglesia mayor de Toledo, situada en el lugar que hoy ocupa la Catedral. Al acceder a la oscura nave, tras abrir el pesado portón, descubrieron que una intensa luz emanaba del altar, sobre la silla del Obispo.

En este momento, todos sus acompañantes huyeron despavoridos, al observar que la luz brillaba y se movía con gran intensidad. Ildefonso, no sintiendo miedo, se aproximó al altar y pudo observar que la luz provenía de la Virgen María, acompañada de un nutrido grupo de ángeles que entonaban cantos celestiales.

La Virgen hizo una señal a Ildefonso para que se aproximara y éste, arrodillado ante tal presencia, escuchó que le decía: “Tu eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería.”

Y tras haber pronunciado estas palabras, fue la misma Virgen quien impuso la casulla sobre Ildefonso, dándole instrucciones de utilizar esta prenda sólo en las festividades dedicadas a Ella.

En la Catedral de Toledo, aún se puede observar, protegida por una recia reja, la piedra en la que la Virgen puso sus pies cuando se apareció a San Ildefonso.

Parece que no fue éste el único favor celestial y hecho milagroso gozado por el Santo; su entrega mística y contemplativa se vio compensada con los más extraños carismas sobrenaturales; y otros muchos prodigios cuentan las crónicas de sus coetáneos; por lo que no es de extrañar que, desde Gonzalo de Berceo hasta Lope de Vega, las letras españolas hayan cantado la devoción de San Ildefonso a la Virgen María.

Unos años antes, viendo el peligro que se cernía sobre Sevilla, debido a las invasiones que los árabes estaban realizando en el norte de África, San Isidoro decide trasladar una importante serie de reliquias conservadas en esta Catedral. Entre ellas estaba el famoso “Arca de las Reliquias”, traído de Jerusalén y conservado desde tiempos de los Apóstoles, que llega a Toledo, pero por poco tiempo, debido a la invasión peninsular.

Esta “arca” y otras reliquias conservadas en la Iglesia Mayor Toledana sufren un nuevo largo viaje al ser trasladadas hacia el norte (Asturias), “primero escondida en una cueva en el Monsacro y luego por orden de Alfonso II “el Casto” se trasladaron a la Capilla del palacio dedicada a San Miguel.”

Entre estas reliquias ya se encontraba la Casulla de San Ildefonso y su cuerpo, quedando éste en Zamora. Ciertas relaciones de reliquias dan fe de la existencia de la Casulla, y el Arcediano de Tineo, Marañón de Espinosa, Primer Rector de la Universidad y cronista de la catedral, dice a principios del siglo XVII con relación a la casulla: “Sólo sabemos que quedó dentro del arca, cuando se verificó el reconocimiento oficial de ésta en tiempos de Alfonso VI, la preciosa vestidura que Nuestra Señora trajo del cielo a su capellán San Ildefonso, que no sabemos si fue alba o casulla porque la cédula no decía sino vestimento sin declarar más”.

Tras la intensidad de la solicitud toledana por recuperar la reliquia, se cree que la Casulla estuvo oculta en Oviedo, y de nuevo se entremezcla la historia y la leyenda: Se dijo que estaba en la bola grande de la torre de la catedral, pero se comprobó que no; se dijo entonces que estaba debajo del Arca Santa, pero tampoco; se pensó luego que estaría detrás del retablo de la capilla de San Ildefonso (capilla que desapareció en 1934), pero allí tampoco estaba y por más que se buscó nunca apareció…

Valdediós en Fitur. Por Jorge Juan Fernández Sangrador

El Ayuntamiento de Villaviciosa ha propuesto, en la Feria Internacional de Turismo (FITUR) 2023, que se clausura hoy en Madrid, al conjunto monástico de Valdediós, en Asturias, como el destino hacia el que todo viajero amante de la historia, de la arquitectura y del paisaje debe encaminarse en algún momento de su vida para recrearse en la belleza, la amenidad y la sacralidad del lugar.

Valdediós es, ante todo, un espacio religioso. Ya lo dice el nombre: Valle de Dios. Lo fue siempre. Allí, Alfonso III el Magno halló el reposo con el que todo gobernante sueña cuando se siente sobrepasado, abrumado y desalentado por las fragosidades del cargo, las incomprensiones y las deslealtades de los pares y de los colaboradores. Imagino que, cuando oyese cantar, durante el rezo, el versículo sálmico que dice «Solo en Dios descansa mi alma», diría para sí: «¡Qué gran verdad es!»

De todo cuanto se construyó, en el siglo IX, en aquella pradería de Boides solo queda la fabulosa joya que es la iglesita denominada El Conventín, dedicada a San Salvador, porque, al igual que en el resto de Asturias, la fe cristiana es la que ha levantado, mantenido y embellecido, para el culto divino, ese conjunto de edificios monumentales que son lo mejor de lo mejor en Asturias y que la Iglesia custodia para que estén siempre al servicio de la sobrenatural función para la que fueron pensados, erigidos y consagrados.

Porque, que yo sepa, los reyes y gobernantes de antaño no se preocuparon de mantener en pie las instalaciones palaciegas de sus antecesores. Imagino que por celos. “Damnatio memoriae”. Es que no ha quedado nada. Salvo los sillares y los elementos que cupo aprovechar para la construcción de iglesias, capillas y monasterios.

La Iglesia, en cambio, sostiene en pie sus templos por los siglos, pues es inundada, respecto a ellos, por los mismos sentimientos que colmaban el corazón de aquel israelita que, mientras contemplaba la hermosura del de Jerusalén, exclamaba: «Yo amo la belleza de tu casa, el lugar donde reside tu gloria». De aquí la inmensa aflicción que padece cuando ve que, por diversas razones, irremediablemente se deterioran, se vienen abajo o se les da un uso distinto de aquel que es el que verdaderamente les corresponde.

A los benedictinos les gustaba asentarse en montes. Montecasino, por ejemplo. A los cistercienses, en valles. Claraval, por ejemplo. Y ninguno mejor que el de Dios, es decir, Valdediós, para entregarse a la observancia de la Regla de san Benito. Y en él se instalaron los monjes blancos en el siglo XIII. Dedicaron su monasterio, según es costumbre entre ellos, a Santa María.

Recuérdese que «Bernardus valles, montes Benedictus amabat, oppida Franciscus, celebres Dominicus urbes». San Bernardo amaba los valles; san Benito, los montes; san Francisco, los pueblos y ciudades pequeñas; santo Domingo, las grandes urbes.

Valdediós tiene valores, además, añadidos. Uno de ellos es el paisaje. Los atardeceres de Valdediós se han hecho famosos por los actos culturales que se celebran en el verano, organizados por la Fundación José Cardín Fernández y el Círculo Cultural de Valdediós, aunque quien haya tenido ocasión de deleitarse en los amaneceres no los olvidará jamás: la evanescencia de la oscuridad, los primeros rayos del sol, la niebla en la foresta, los madrugadores cantos de los pájaros o la visita de los cérvidos que bajan a beber al río.

Otro valor: los alrededores. Y me refiero con esto al concejo en el que se encuentra emplazado Valdediós, es decir, Villaviciosa. Quien haya gustado de las delicias que ofrecen su capital y sus pueblos tornará para gozar nuevamente de ellas siempre que pueda, porque habrá tenido ocasión también de comprobar que las amistades forjadas allí son irrompibles.

Por otra parte, esa ría no sé qué es lo que tiene, pero lo primero que me viene a la boca es la palabra “magia”. Es preciosa. A San Salvador de Priesca y a las iglesias románicas de la zona les dedicaré un artículo más adelante.

Y con el de Villaviciosa, el municipio de Sariego. Uno podría pasarse horas y horas en las alturas del concejo contemplando la placidez de la vega y la imponente crestería montañosa que se extiende enfrente, mirando al este, formada por las más renombradas cimas de la orografía asturiana.

Sariego forma parte, además, con Bimenes, Cabranes, Colunga, Nava y Villaviciosa, de la llamada Comarca de la Sidra. Participaron en Fitur y aguardan con ilusión a que la cultura sidrera asturiana sea declarada pronto Patrimonio de la Humanidad.

Otro valor, nada explotado, creo yo: los vínculos con Portugal. El rey Alfonso III el Magno llevó los límites de su reino hasta el río Mondego. Y el obispo de Coimbra, Nausto, fue uno de los consagrantes de El Conventín de Valdediós.

Hay que decir que Portugal es una gran nación y que todo lo que se haga con ella puede llegar fácilmente hasta Macao, Mozambique, Angola y Brasil. Y Coimbra es una ciudad hospitalaria, culta y de mucha fama a causa de su historia y de su universidad.

De modo que esa especie de endogamia que se aprecia en Fitur, ya que las personas que asisten a los actos de presentación por parte de los ayuntamientos son asturianos y están sobradamente familiarizados con el género que se expone, puede ser contrarrestada por medio de una bien pensada estrategia de posibles conexiones internacionales. Y lo primero que hay que hacer es dar a conocer Valdediós en Portugal, si es que no se ha hecho ya, comenzando por Coimbra.

domingo, 22 de enero de 2023

''Proclamando el evangelio del reino''. Por Joaquín M. Serrano Vila


Estamos ya en el domingo III del Tiempo Ordinario, donde los textos sagrados nos hablarán de dos aspectos clave en la vida del creyente: la conversión y el seguimiento; de nada sirve convertirnos sin una meta, como tampoco sirve de nada seguir a Jesús sin cambiar un ápice nuestro estilo de vida. En este día también celebramos el "Domingo de la Palabra de Dios", instituido por el Papa en 2019 para caer en la cuenta de la necesidad que tenemos de profundizar nuestra relación, conocimiento y vivencia que tiene ésta en nuestras vidas. Nos encontramos igualmente en pleno "Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos". Es un hecho que en vivimos divididos, y éste es uno de los peores testimonios que podemos dar, por ello hemos de pedir insistentemente al Señor que todos los creyentes en Cristo seamos uno como Él y el Padre lo son junto al Espíritu Santo.

I. Vivir la Comunión

La segunda lectura nos viene muy bien para ahondar en estos días el problema de la falta de comunión, pidiendo de forma especial por la unidad de todas las Iglesias cristianas, aunque nos viene bien también reflexionar cómo está nuestra propia comunión, incluso con los miembros de nuestra comunidad parroquial. San Pablo nos presenta una súplica o petición bien solemne que va dirigida a los corintios, sí, pero que se nos dice hoy a todos: ''Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que digáis todos lo mismo y que no haya divisiones entre vosotros''. San Pablo se encuentra en Éfeso, y se ha enterado hablando coloquialmente que los cristianos de la comunidad de Corinto se llevan "a matar" entre ellos. El Apóstol no se hace el adivino ni anda con misterios, y con claridad les dice que: ''me he enterado por los de Cloe de que hay discordias entre vosotros''. ¿Quiénes son los de Cloe?, pues un grupo de cristianos de Corinto que pasaron por Éfeso y le hablaron a Pablo de los enfrentamientos que sufrían. En este pasaje siempre digo que es llamativo que San Pablo, al cual algunos lo presentan como enemigo de la mujer denomine a ese grupo de cristianos ''los de Cloe'', lo cual viene a significar que a ojos del Apóstol esta mujer era la que llevaba la voz cantante o mejor representaba al grupo. Y atención a lo que dice seguidamente: ''Y os digo esto porque cada cual anda diciendo: Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefas, yo soy de Cristo''. Podríamos actualizarlo y aplicarlo a nuestro momento: ''yo soy de Juan Pablo, yo de Benedicto, yo de Francisco''... Ó a nuestra Diócesis: ''yo soy de Díaz Merchán, yo de Osoro, yo de Sanz Montes''; incluso a nuestra Parroquia: ''yo soy de Don Cecilio, yo de Don Fernando, yo de Don Joaquín''... Aquí está el motivo del tirón de orejas de San Pablo que viene a decirles que no se han enterado de lo que es ser cristianos; ¡no habéis entendido nada! ''¿Está dividido Cristo?''... No podemos avanzar a ningún destino divididos, sólo unidos todos con diferentes sensibilidades y carismas y en el puesto de cada cual, podremos ser testigos visibles creíbles del Señor. El diablo -el que divide- busca en todo momento este triunfo de la división; no caigamos en su trampa que sólo busca ''hacer ineficaz la cruz de Cristo''.

II. Vivir la Paz

La primera lectura tomada del Libro 8 de Isaías, nos presenta un precioso pasaje bien conocido denominado "El cántico o poema de la paz". Enero es considerado por muchos el mes de la paz; es el deseo con el que iniciamos un nuevo año, y así la Iglesia nos presenta algunas fechas significativas: el 1 de enero "La Jornada Mundial de la Paz"; "El Octavario por la Unidad de los Cristianos" los días previos a "La fiesta de la conversión de San Pablo", lo cual es una búsqueda de pacificar enfrentamientos del pasado, y, en muchos lugares de España y Asturias, se celebra en estos días próximos al 24 de enero a "Nuestra Señora: la Virgen de la Paz". Como véis, en este texto la paz es un anhelo constante del ser humano desde que el mundo es mundo; un sueño que a veces tarda en llegar, que muchos ni llegan a ver y que tantos otros han perdido ya la esperanza de experimentarla. Los versículos que hemos escuchado vienen a ser la introducción o comienzo del citado poema donde se nos habla de cómo el Señor humilló un territorio. ¿A que se refiere todo este lenguaje tan extraño para muchos?... Es más sencillo de lo que parece; nos habla del norte de Galilea, que era una zona que sufrió mucho en el devenir de la historia pues fue dominada por Asiria, y el mismo autor la denomina: ''Galilea de los gentiles''. Es otra experiencia de opresión, de falta de libertad, por eso utiliza esas palabras que a nosotros nos suenan a la navidad o la noche de reyes: ''El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló''. He aquí el sentido -y necesidad- de conocer la Sagrada Escritura como nos pide el Papa, pues es mucho lo que se esconde en cada línea. En esta frase vemos a la perfección cómo algo escrito por un hombre de carne y hueso no es simplemente una frase corriente; es una afirmación que habla de la libertad de la Galilea del norte que estaba oprimida, pero también nos sirve a nosotros para comprender que Jesucristo es la luz que viene a nuestras vidas para sacarnos de nuestras oscuridades. Cuando se nos explica que los autores de la Biblia escribieron bajo inspiración, no se dice por decir; aquí encontramos las pruebas. Vivir ligados a la palabra de Dios, es un camino que lleva a vivir espiritualmente en la paz y a ponerla en práctica, pues en esa palabra revelada Dios no habló en pasado, sino que nos sigue hablando en absoluto presente. 

III. Vivir el Evangelio para alcanzar el reino

Y por último, el evangelio que este capítulo 4 de San Mateo nos habla de conversión y seguimiento, pero veamos algunos detalles importantes: Jesús está introduciéndose en su vida pública, y el evangelista nos dice dónde está y qué ha pasado. Y es que han arrestado a Juan, y por eso Jesús se retira a Galilea: ''se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí''. Aquí no tenemos que hacer paralelismos de comentar lo que hemos escuchado en la primera lectura, el mismo autor dice que Jesús se establece en este lugar, precisamente para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías: «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló». Está claro que San Mateo se ha dado cuenta de que esa "luz grande" es Jesús y no otras cosas buenas que les pudiera haber pasado; la pregunta es: ¿se enterará la gente de allí? ¿nos enteraremos nosotros?... Jesús predica, y hoy la Iglesia continúa esta misión de gritar a nuestro mundo: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». No sólo Jesús es la nueva luz para Galilea, sino qué, además, sueña con una Galilea nueva. Sólo por la conversión llegamos a Dios; sólo el buen camino nos llevará a las puertas del reino de los cielos. Galilea no tenía buena fama, aquella tribus de Zabulón y Neftalí eran famosas por ser muy próximas al paganismo, era una comarca de gente fría, ruda, una periférica... Y por ahí empieza Jesús, por los últimos, los mal vistos, los de mala fama y, por si fuera poco al empezar su predicación -la historia del amor de Dios por los hombres arranca aquí- de entre esta gente elige a sus colaboradores más próximos, a sus apóstoles, a sus mejores amigos. Y así, junto al lago, ve a aquellos humildes pescadores y los llama para que le sigan y hacerlos "pescadores de hombres". Esta invitación nos la hace Jesús a nosotros: ¡venid!; quiere que hagamos eso que tantas veces hemos cantado en nuestra vida: ''no has buscado ni a sabios ni a ricos, tan sólo quieres que yo te siga''... ¿le seguimos realmente; hemos dejado en la arena nuestra barca y nos atrevemos a ir con Él a buscar otro mar?... No nos quedemos en un querer a Jesús y seguirle sólo en la intimidad, sino hagámoslo vocacional y testimonialmente  ''proclamando el evangelio del reino''.

Evangelio Domingo III del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Mateo (4,12-23):

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:

«Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló».

Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:

«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».

Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores.

Les dijo:

«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó.

Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.

Palabra del Señor

sábado, 21 de enero de 2023

''El directorio de Catequesis: retos y propuestas''

 

Nota de los obispos de Castilla y León


Ante el debate suscitado estos días sobre la vida humana naciente y la cuestión del aborto, los obispos de las diócesis de Castilla y León queremos recordar los principios que la Iglesia ha propuesto de modo constante en torno al don de la maternidad y la dignidad de la vida humana naciente.

1. Todo ser humano, más allá de cualquier condicionamiento, desde su concepción hasta su muerte natural, es siempre un bien para la humanidad y un don de Dios, creado a su imagen y semejanza, que debe ser acogido, protegido y amado.

2. Nuestro reconocimiento y profundo agradecimiento a las mujeres gestantes que con su entrega portan con amor en su seno el don precioso de la vida, esperanza y futuro de nuestra sociedad, particularmente en una tierra como la nuestra que se va despoblando y sus habitantes envejeciendo. Este reconocimiento se hace extensivo a quienes componen su núcleo familiar más íntimo que les acompañan en estas etapas decisivas de la vida. En palabras del Papa Francisco: “El embarazo es una época difícil, pero también es un tiempo maravilloso… Cada mujer participa del misterio de la creación, que se renueva en la generación humana… Pensemos cuánto vale ese embrión desde el instante en que es concebido” (AL, 168).

3. Queremos estar cerca de las mujeres embarazadas que atraviesan circunstancias no deseadas o difíciles de tipo personal, familiar, laboral, económico o de cualquier índole, y ponernos a su servicio. Es necesario que tengan la certeza de que no están solas en sus dificultades y que pueden contar con toda la ayuda que podamos prestar desde los organismos eclesiales y de ayuda a la mujer gestante. Así mismo, es preciso que la sociedad, sus instituciones y administraciones públicas y los diversos ámbitos económicos, laborales y sociales respondan adecuadamente a todas sus necesidades.

4. Vuelve a decirnos el Papa Francisco: “Si un niño llega al mundo en circunstancias no deseadas, los padres, u otros miembros de la familia, deben hacer todo lo posible por aceptarlo como don de Dios y por asumir la responsabilidad de acogerlo con apertura y cariño. Porque «cuando se trata de los niños que vienen al mundo, ningún sacrificio de los adultos será considerado demasiado costoso o demasiado grande, con tal de evitar que un niño piense que es un error, que no vale nada y que ha sido abandonado a las heridas de la vida y a la prepotencia de los hombres»” (AL, 166).

5. La muerte provocada del ser humano, también en el seno materno mediante la práctica del aborto, no puede ser considerada como un derecho, pues niega de raíz la vida, fundamento de la dignidad humana que sostiene todos los demás derechos. Ofrecer un período de reflexión y proporcionar información sobre alternativas al aborto permiten a la mujer gestante contar con elementos necesarios para ponderar sus decisiones. Así mismo, los profesionales sanitarios pueden ejercer el derecho fundamental de objeción de conciencia sin sufrir la estigmatización que supone el ser obligados a inscribirse en una lista de objetores. Del mismo modo, desvincular de la ayuda y cuidado de sus padres, en el ejercicio de su patria potestad, a una menor embarazada que se plantea abortar la hace vulnerable y la deja sola ante una situación tan complicada.

6. Por eso, es necesario proporcionar siempre toda la ayuda y acompañamiento necesarios a las personas que pasan por situaciones de dificultad o vulnerabilidad, como es el caso de mujeres embarazadas en circunstancias no deseadas o difíciles, junto con la acogida y protección del nasciturus, habitualmente ignorado como parte concernida en esta cuestión, y que debe ser considerado como un bien primordial que el ordenamiento jurídico está llamado a reconocer, tutelar y promover. El cuidado y promoción de ambas realidades son indicadores ciertos de sociedades verdaderamente humanas, fraternas y civilizadas.

7. Es conveniente abordar esta cuestión mediante un amplio diálogo social, sosegado y racional, partiendo de la realidad, con la participación de los diversos ámbitos que configuran la sociedad, más allá de posicionamientos ideológicos o partidistas y con la ayuda de los conocimientos proporcionados por la ciencia y la antropología. De este modo podremos considerar adecuadamente las cuestiones esenciales en torno al inicio de la vida humana, la gestación y la maternidad y ver el modo de superar sus desafíos y dificultades. Lo cual lleva consigo el compromiso esencial de reconocer, promover y proteger siempre la vida de todo ser humano, desde su inicio en el seno materno hasta su fin natural, custodiando su dignidad como un bien esencial que constituye el fundamento del bien común y de la sociedad.

20 de enero de 2023

✠ Mario Iceta Gavicagogeascoa
Arzobispo de Burgos

✠ Luis Javier Argüello García
Arzobispo de Valladolid

✠ César Augusto Franco Martínez
Obispo de Segovia

✠ Jesús Fernández González
Obispo de Astorga

✠ Luis Ángel de las Heras Berzal, CMF
Obispo de León

✠ Manuel Herrero Fernández, OSA
Obispo de Palencia

✠ Abilio Martínez Varea
Obispo de Osma-Soria

✠ José Luis Retana Gozalo
Obispo de Ciudad Rodrigo y obispo de Salamanca

✠ Fernando Valera Sánchez
Obispo de Zamora

✠ Jesús García Burillo
Administrador diocesano de Ávila

viernes, 20 de enero de 2023

Carta semanal del Sr. Arzobispo

“Si Dios quiere”: algo más que una frase

Ha sido un comienzo de año que nos ha golpeado con fuerza en donde más nos duele, donde más experimentamos nuestra pequeñez y vulnerabilidad: cuando la hermana muerte se hace mensajera inapelable del Dios de la vida. Primero fue Benedicto XVI, nuestro querido papa sabio y humilde, pero luego se han sucedido en Asturias dos adioses más que han puesto a prueba nuestra fortaleza y esperanza: José Manuel Álvarez (65 años) y Enrique Álvarez Moro (41). El día que enterrábamos al primero fallecido por un cáncer, se mataba el segundo en coche viniendo al entierro. Todo un misterio que nos ha sumido en el dolor a tantas personas que pudimos conocerlos, quererlos y beneficiarnos de su entrega y ministerio con una humanidad llena de entraña y amistad. 

Tantas veces damos por descontado nuestro ir de aquí para allá, paseando nuestra prisa y quehaceres, como si nada pudiera modificar lo que teníamos planeado. Comenzamos un nuevo día mirando la agenda de nuestros quehaceres, tantas cosas de esas que a diario llevamos adelante sin caer jamás en la osadía de anotar: a las 14’05 morirme de infarto o estrellarme en el coche. Esa anotación está escrita, pero sólo la conoce Dios que es quien lleva nuestra agenda verdadera que nunca nos comunica y que sólo conocemos cuando llega. Hemos perdido en la práctica eso que el sentido cristiano ha dejado esculpido en nuestro lenguaje cuando nos referimos a lo que haremos esta tarde, o mañana, o dentro de un año: “si Dios quiere”, decimos, sin caer en la cuenta de la verdad que encierra esa expresión tan cristiana. Está indicado que la vida está en manos de Otro, que no la decidimos nosotros, ni nuestros títulos académicos, ni los logros redondos, ni las prisas ansiosas, ni las trampas y pecados. Sólo la decide Dios, con el que no siempre contamos dejándonos llevar por nuestros cálculos y medidas en un trozo de historia, la nuestra, que cabe solamente en lo que rodean nuestros brazos, otea nuestra mirada, recuerda selectivamente el pasado o sueña mirando nuestro incierto mañana. 

Ante el Señor no hay recoveco privado donde no tenga Él acceso, ni trampa con la que podamos maquillar nuestra realidad, ni cartón con el que ocultar la vergüenza que nos daña. Y, sin embargo, esto no nos pone ante un Dios huraño, fisgón, que como el gran gendarme esperase nuestro último desliz para multarnos con la eterna condenación. Más bien nos empuja a una confianza filial que permite reconocer nuestra pequeñez, nuestra humilde condición vulnerable y tan fácil presa de nuestros diversos pecados. Pero es esa confianza filial la que nos permite volver a la casa en donde nos espera un Padre que cada día aguarda nuestro regreso para darnos el abrazo de su perdón. 

Hemos llorado como se llora un amigo, un hijo, un hermano, que por más que lo miremos no podemos darle el aliento que en él se quedó para siempre frío. Un silencio que nos deja mudos y una ausencia en la que parecemos huérfanos, ante un hecho tan incomprensible humanamente hablando. Pero si tenemos la confianza filial, a pesar de no entender lo que nos ha pasado con la muerte de un ser querido entonces nuestro corazón lleno de lágrimas se abre también a la esperanza que no defrauda ni nos miente. 

Hay una santa rebeldía que nos grita en los adentros, esa que se hizo también grito y plegaria en el mismo Jesús cuando llegó el momento redentor en que abrió para siempre el callejón sin salida con el que nos acorrala la muerte. Una rebeldía que se hace rezo, poniendo en nuestra mirada el consuelo de saber que la muerte no es la última palabra que se escuchará sobre nuestra historia. Hay una palabra final que será de luz, de reencuentro, sin separarnos jamás de aquellos que en Dios gozaremos para siempre de su amor y su amistad, que con Cristo resucitado nos dará la eternidad. 

+ Jesús Sanz Montes, 
Arzobispo de Oviedo