sábado, 19 de febrero de 2022

Profundos mensajes teológicos en el prerrománico ovetense. Descifrado el enigma de Santullano

(lne) Las pinturas del templo prerrománico ovetense "hablan" de profundos mensajes teológicos, según el revolucionario estudio con el que el arqueólogo César García de Castro desvela su significado

Aunque el arte de la Monarquía Asturiana aún esconde muchos enigmas por estudiar y descubrir (más de los que corresponderían al conjunto patrimonial más distintivo de Asturias), acaso uno de los mayores misterios sea el significado de las pinturas murales de la iglesia de Julián de los Prados, en Oviedo. Este conjunto pictórico sin representación figurativa alguna es "la muestra de pintura mural altomedieval más importante de la Europa Occidental". Lo dice el arqueólogo César García de Castro, acaso el investigador que mejor conoce y más ha profundizado en el Prerrománico asturiano. Santullano es, a los ojos del hombre del siglo XX, una pintura tan bella como muda. No entendemos qué nos están contando esas paredes repletas de arquitecturas fingidas, estructuradas en dos o tres frisos. Porque nos están contando muchas cosas.












Estamos, en realidad, ante un hermosísimo contenedor de mensajes teológicos. García de Castro acaba de publicar en la revista especializada "Codex Aquilarensis" un detalladísimo estudio que desvela ese enigma y decodifica el significado de un conjunto artístico que, además, no tiene comparación; no se ha conservado ninguna iglesia que repita el programa pictórico de Santullano y que pueda darnos pistas del significado de unos murales que, en el momento de su realización, debieron conferir al templo un aspecto verdaderamente deslumbrante. 

El estudio de García de Castro pone patas arriba las interpretaciones que hasta ahora se habían hecho de esas pinturas y las hace "hablar" por primera vez, nos explica qué estamos viendo ahí. Haciendo un resumen muy superficial de su método de trabajo, García de Castro ha determinado, primero, la probable fecha de construcción del templo para, después, mirar el contexto histórico de aquellos años.

Eso es clave. Se trata de saber "qué tenían en la cabeza las personas" que pintaron Santullano. Y eso quiere decir: qué conceptos teológicos bullían en la mente de aquellos artistas. Porque lo que vemos en Santullano no es, mi mucho menos, una simple decoración vacía de contenido. Es, muy por el contrario, la materialización gráfica de profundos conceptos teológicos que resultan invisibles al hombre del siglo XXI, sumergido en una sociedad cada día más laica, desprendida casi por completo de aquel todo imaginario religioso. Pero si conseguimos meternos "dentro" de los ojos del artista/artistas de Santullano descubriremos la sorprendente potencia narrativa de esas pinturas. Y eso es, precisamente, lo que ha hecho García de Castro.

La clave de la celosía

Todo partió de la celosía original del templo. García de Castro observó la técnica con la que estaba hecha. Estuco prensado, polvo de mármol prensado. Bien. ¿De dónde surgió esa tecnología? ¿Fue un invento del Reino de Asturias? Evidentemente, no. Hubiera sido una insólita casualidad pues en aquellos años había un centro arquitectónico de referencia donde se implanta la utilización del estuco prensado. Se trata de la Roma del Papa Pascual I, que comienza su pontificado en el 817 y "es el gran constructor de la Roma carolingia", precisa García de Castro. "Es muy difícil pensar que esa técnica pudiera haber surgido en Asturias simultáneamente e independientemente de Roma. La técnica proviene del núcleo de creación arquitectónica más importante del momento: la Roma que está en un proceso de renovación y construcción. Ahí tenemos una fecha de partida: en Roma se está utilizando esa técnica entre los años 817 y 825. Por otra parte, sabemos sin duda por las crónicas que la iglesia de Santullano fue construida durante el reinado de Alfonso II, que muere en el 842. Por tanto, tiene que estar entre esas dos fechas". El arqueólogo asturiano determina que Santullano fue erigido entre 820 y 825. Ésa es la fecha de partida.

A partir de ese momento, queda levantar la cabeza y ver en qué se está pensando en ese momento en Europa. Y cuando se emprende esa tarea de búsqueda, lo que García de Castro está rastreando es qué dogmas religiosos formaban parte del debate y, por tanto, podrían haber configurado tanto la forma como el fondo de las pinturas de Santullano. Tras una profunda investigación comparativa cuyos minuciosos detalles concretos desbordan las aspiraciones de un artículo periodístico, García de Castro llega a la conclusión razonada de que, contra lo que hasta ahora se había pensado, la total ausencia de figuración que hay en Santullano no está en absoluto relacionada con algunos procesos históricos de la época con los que algunos autores la habían identificado. El arqueólogo descarta que el carácter anicónico (sin imágenes de Cristo o los santos) tenga que ver con el debate sobre el culto a las imágenes de Bizancio y la reacción de Aquisgrán en contra de la práctica de inclinarse y adorar el puro icono. O con la llamada querella adopcionista (la doctrina nacida en España en el siglo VIII que afirmaba que Jesús no era hijo de Dios por naturaleza, sino por adopción). O con una supuesta condición monacal de Alfonso II. La propuesta de construcción del templo que hace García de Castro le permite descartar que todos estos fenómenos histórico-religiosos mencionados fueran las "ideas" que guiaron la mano del artista de Santullano. En cambio, al volver la mirada sobre las pinturas, sí que logra decodificarlas a partir de otras referencias teológicas que en ese preciso momento estaban de plena vigencia.

El mensaje de las cruces

En la nave central y en el transepto (la nave transversal, el brazo corto de la iglesia) hay cuatro cruces con gemas bajo arco. Cuatro cruces gemadas similares a las grandes joyas del Prerrománico, como la Cruz de la Victoria o la Cruz de los Ángeles. Las cruces están en el orden superior de las pinturas. ¿Y ahí qué vemos? Pues vemos cruces pintadas y, a ambos lados, cortinajes. Primero. ¿Qué tipo de cruces son? Son cruces gemadas, son las llamadas cruces de la parusía, que es el concepto teológico que alude al regreso triunfante de Jesucristo al final de los tiempos. Y eso resulta plenamente coherente con las cortinas que hay al lado. ¿Por qué pintaron ahí esos cortinajes? "Esa representación tiene que ver con algo que está muy tratado durante toda la Edad Media, que es la exégesis de la Carta a los Hebreos". Es decir, en paralelo con la tradición judía, Cristo es el único gran sacerdote definitivo y el gran sacerdote judío, en la fiesta más importante del año (el Yom Kippur), traspasa el velo que protege el sancta santorum del templo de Jerusalén y allí rocía con sangre el propiciatorio del Arca de la Alianza. En la tradición cristiana la sangre que se vierte es la de Cristo, el único gran sacerdote que rompe el velo y nos permite acceder a la trascendencia. En los evangelios sinópticos, subraya García de Castro, se cuenta que en el momento de la muerte de Cristo el velo del templo de Jerusalén se rasga en dos: ahí se cierra una parte de la historia y comienza otra. Eso es, muy en resumidas cuentas, lo que nos narran las cruces de Santullano.

Los enigmáticos palacios

La indagación de García de Castro ha encontrado muchas respuestas a las preguntas que durante años permanecían sin responder en torno a Santullano. Pero no ha encontrado todas las respuestas. Admite que no ha encontrado explicación a los palacios que aparecen pintados en el friso de las cruces y en el inmediatamente inferior. "Sabemos que son iglesias, pequeños templos, pero no conocemos su sentido". Descarta, como sostenían otros investigadores, que la presencia de los palacios tanto en el friso superior como en el inferior haga referencia a la dicotomía Jerusalén celestial/Jerusalén terrenal, la reconstrucción de una ciudad espiritual obrada por Cristo, a la que se alude en el libro bíblico del Apocalipsis. García de Castro desestima por completo esa hipótesis pues para que esto fuera así, y de acuerdo con todas las representaciones de la época del concepto de la Jerusalén celestial, la figura del Cordero tendría que adquirir un relevante protagonismo. Y en Santullano no existe ni rastro de esa figura. García de Castro buscó una distribución o repetición de las figuras de los palacios que pudiera tener algún significado teológico o de otro tipo, pero no la halló. "No sabemos cuál es su sentido. Han pintado once tipos diferentes de iglesias aparentemente sin ningún orden. Parecen aleatoriamente distribuidas. Hay tipos que se repiten siete veces y tipos que se repiten una sola. Pero no sabemos por qué y no parece responder a ningún criterio nuestro de hoy en día. Ni la distribución está asociada con los puntos cardinales, ni con ninguna asociación simétrica. No están siempre los mismos motivos en el mismo sitio. No sé qué orden tenían en el siglo IX y no lo podemos saber".

Una visita al Paraíso

Pero, por fortuna, cuando la mirada de este experto se dirige a otras partes del templo, las paredes sí que hablan. ¿Qué hay en las pinturas de las capillas de Santullano? Miremos primero las bóvedas. "Las bóvedas son retículas de repetición infinita. Octágonos, rectángulos y hexágonos que se van desenvolviendo ordenadamente en una repetición infinita. Eso está en todos los techos de las iglesias asturianas, de Lillo a Valdediós. Es un signo de la pintura de Asturias. Históricamente se ha dicho que eran las decoraciones de los mosaicos romanos que suben a las bóvedas. Pero hay un principio esencial de la fenomenología de la religión que dice que lo sagrado no se pisa. Los mosaicos de suelo en las iglesias cristianas no tienen ningún tema sagrado, lo que hay son alusiones al Paraíso, al ámbito de la fertilidad, a la armonía de la creación, etcétera. Por tanto, no es razonable, sin una explicación, que lo que está en el suelo suba al techo sin más para envolver lo sagrado. Es decir, para que nos entendamos: el papel de periódico no envuelve el cáliz.

Por tanto, ¿qué es lo que hay ahí? Son estructuras cristalinas, representaciones plásticas bidimensionales de estructuras cristalinas. ¿Y qué son las estructuras cristalinas? Pues las piedras preciosas, los cristales de la naturaleza. ¿Y dónde están esas imágenes? Pues es las visiones del Paraíso de buena parte de toda la Alta Edad Media. En esa época imaginan el Paraíso como estancias construidas con piedras preciosas. Son estancias cuyas paredes refulgen al entrar en ellas. Ese concepto también sustenta a la catedral gótica. Las vidrieras góticas son estructuras cristalinas. La catedral gótica no es la metafísica de la luz. Es la metafísica de la luz tornasolada, es una recreación del Paraíso. De lo contrario las vidrieras serían transparentes". García de Castro añade, para sustentar su teoría, que en las capillas laterales también hay arcos pintados para reforzar la alusión paradisiaca, "porque el Paraíso está construido, es una morada". La interpretación, a su juicio, tiene todo el sentido porque ¿dónde se genera el Paraíso en una iglesia? "En el ámbito del altar. Allí es donde la acción eucarística es anticipación del Paraíso. La eucaristía es rememoración, conmemoración y anticipación".

Tres en uno

Queda una última, y apasionante mirada, al tímpano central de las capillas, lo que está encima de la ventana frente a la cual el sacerdote celebra, de espaldas a los fieles. "¿Qué tienen?, se pregunta García de Castro. "Pues hay pequeñas cruces. Tres en ritmo de tres. Tres en la capilla central y una en cada uno de los laterales. Es decir, son dos trinidades, que son signos trinitarios". Estamos en este lugar ante una representación del misterio de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, un ser único en tres personas distintas, el dogma central del cristianismo sobre la naturaleza de Dios. Un dogma para el que los autores de Santullano buscaron representación gráfica en esta zona del templo. "Encima de las ventanas de las capillas hay unas composiciones que están formadas por óvalos en tres posiciones distintas que se interrelacionan mediante un juego de diagonales y en cuyas junturas hay pequeñas cruces y los tres óvalos son idénticos", describe García de Castro. ¿Qué estamos viendo ahí? Miremos con los ojos del siglo IX: pues la plasmación iconográfica del concepto de la Santísima Trinidad según el marco categorial aplicado por San Agustín como algo "relacional, triple, diferenciado, inconfundible, infinito e igualitario". Es la repetición infinita de lo uno pero diferenciado. Así se expresa la esencia divina. Así se dibuja a Dios. Y así lo vemos en Santullano.

viernes, 18 de febrero de 2022

El párroco de Proaza participa en II Jornada de cuidados paliativos en un debate con una activista de Derecho a morir

(Alfa y Omega) Debate entre un sacerdote y una activista de Derecho a Morir: «No podemos disponer de nuestra propia vida»

La Sociedad Asturiana de Cuidados Paliativos reúne en sus jornadas sobre los cuidados al final de la vida a un sacerdote católico y a una representante de la asociación más activa en favor de la eutanasia «Lo más importante de tratar con un enfermo al final de su vida es escucharle, ofrecerle la magia de la escucha», ha dicho el sacerdote Rafael Giménez Rodríguez durante la II Jornada asturiana de cuidados paliativos, organizada este jueves por la Sociedad Asturiana de Cuidados Paliativos. 

La jornada, que ha tenido lugar en el Hospital Universitario Central de Asturias, en Oviedo, ha contado además con la intervención de María Fernanda del Castillo, presidenta de Derecho a Morir Dignamente en Asturias.

Rafael Giménez Rodríguez contó cómo entiende el final de la vida el cristianismo, y destacó que la fe católica «propone no disponer de la propia vida, por ser algo que se nos ha dado». Junto a ello, destacó la necesidad de «evitar el encarnizamiento terapéutico y el uso de medios desproporcionados», frente a los cuales abogó por dar a los enfermos «cuidados adecuados y normales y, sobre todo, acompañar».

Acerca de los requisitos indispensables para el acompañamiento, Giménez Rodríguez destacó tres claves: la disponibilidad «para que la persona en etapa terminal sepa que puede contar contigo»; el respeto, «para no forzar en ningún campo, en nada»; y, sobre todo, «la magia de la escucha, respetuosa y silenciosa, de los enfermos».

El sacerdote asturiano quiso contar una vivencia personal «que para mí fue un regalo», el acompañamiento de «un médico amigo en su etapa terminal». Ese amigo vivía en su casa con su familia, y «me llamaba cuando él quería, porque sabía que me tenía disponible». En una ocasión quiso confesarse, y ya muy al final de su vida pidió verle «rápidamente, lo más pronto posible», y entonces le contó un recuerdo que estaba disfrutando en aquel momento, su primer destino como médico. «Estaba feliz de contarlo y yo de escucharlo», dijo el sacerdote, antes de recalcar la necesidad de escuchar «sin interrumpir y sin contarle lo nuestro a esa persona a la que acompañamos».

«Una persona no puede morir como impongan otros», defendió María Fernanda del Castillo, presidenta de Derecho a Morir Dignamente en Asturias, quien destacó que la ley de eutanasia ha sido «una ley muy esperada por nuestra asociación. Desde 1984 estamos defendiendo que la gente pueda decidir su final, y entretanto muchos han recurrido a la clandestinidad».

Del Castillo lamentó que «a veces se contraponen cuidados paliativos y eutanasia, pero son dos prestaciones diferentes que pueden complementarse, no son incompatibles».

Para la presidenta de DMD Asturias, «el énfasis hay que ponerlo en la voluntad de la persona que pide la eutanasia», por lo que «nadie debe imponer sus creencias a los demás».

Respecto a los profesionales que se oponen a esta nueva ley, María Fernanda del Castillo atacó lo que denominó «objeción de conveniencia», por lo que «hay que pensar si se objeta por convicciones, o simplemente por comodidad y por evitar líos».

Carta semanal del Sr. Arzobispo

A la cabecera de los enfermos

Ya nos pasó la fecha hace una semana, y no hemos podido abordar el tema por la escalada de cuestiones más urgentes que nos dicta e impone la actualidad peleona. Pero cada 11 de febrero, festividad de la Virgen de Lourdes, se celebra la Jornada Mundial del Enfermo, y es una ocasión propicia para reflexionar en torno al sentido del dolor cristiano y sobre el deber cristiano de ocuparnos de él bajo cualquier situación que se presente. Como ha recordado el Papa en su mensaje, «¡Cuántas veces los Evangelios nos narran los encuentros de Jesús con personas que padecen diversas enfermedades! Él “recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas de los judíos, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente” (Mt 4,23). Podemos preguntarnos: ¿por qué esta atención particular de Jesús hacia los enfermos, hasta tal punto que se convierte también en la obra principal de la misión de los apóstoles, enviados por el Maestro a anunciar el Evangelio y a curar a los enfermos? (cf. Lc 9,2)… Cuando una persona experimenta en su propia carne la fragilidad y el sufrimiento a causa de la enfermedad, también su corazón se entristece, el miedo crece, los interrogantes se multiplican; hallar respuesta a la pregunta sobre el sentido de todo lo que sucede es cada vez más urgente. Cómo no recordar, a este respecto, a los numerosos enfermos que, durante este tiempo de pandemia, han vivido en la soledad de una unidad de cuidados intensivos la última etapa de su existencia atendidos, sin lugar a dudas, por agentes sanitarios generosos, pero lejos de sus seres queridos y de las personas más importantes de su vida terrenal. He aquí la importancia de contar con la presencia de testigos de la caridad de Dios que derramen sobre las heridas de los enfermos el aceite de la consolación y el vino de la esperanza, siguiendo el ejemplo de Jesús, misericordia del Padre».

Quienes hemos tenido la gracia de visitar con frecuencia ese santuario mariano de Lourdes, hemos podido comprobar la cantidad de milagros que allí se suceden. No me refiero a los escasamente 70 milagros que oficialmente la Iglesia Católica ha reconocido como tales, a través de estos 160 años de existencia de Lourdes, sino tantísimos milagros que acontecen en el corazón de las personas que acuden a la gruta de Massabielle, estuvieran enfermos del cuerpo o del alma.

Al igual que la Virgen en las bodas de Caná le dijo a su Hijo que aquellos novios se habían quedado sin vino, en esas otras bodas que son la vida misma de cada uno, tantas veces nos quedamos sin aquellas cosas necesarias para vivir. Entonces María vuelve a intervenir ante su Hijo para decirle: Jesús, se les ha agriado el vino de la bondad, han manchado el vino de la belleza, han llegado a enfrentar fatalmente el vino de la paz, no logran brindar de veras con el vino de un amor puro y duradero. Y entonces Jesús vuelve a intervenir en nuestra condición enferma, para darnos ese vino mejor para el que nuestro corazón ha nacido, que es el que nos permite amar a Dios y a las personas que Él ha puesto a nuestro lado.

María, nos cura al ponernos ante su Hijo con todas nuestras carencias, nuestras hambres, nuestras pobrezas. Y Jesús se hace alimento adecuado con el cual nuestro corazón es saciado y abrazado en aquello que más pudiera necesitar. Acompañando a nuestros enfermos y ancianos, nutriéndonos de la santa Eucaristía, seamos ese testimonio sencillo y creíble por el que estamos narrando a la sociedad que Dios está cercano, que se conmueve ante nuestras penas y sabe saltar de gozo en nuestras alegrías. Así lo vivió Santa María, y así lo pedimos vivir nosotros también, cuando nos ponemos a la cabecera de un enfermo, sea cual sea su dolencia. Ellos necesitan en esos momentos la cercanía tierna y misericordiosa de quien les acerque el bálsamo que fortalece la fe y despierta la esperanza. Esta es la mejor prueba de la caridad cristiana. Jesús lo dijo: “estuve enfermo y me visitasteis» (Mt 25, 36).

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

jueves, 17 de febrero de 2022

Diecisiete años sin D. Pablo Corro. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Cruzado el ecuador del mes de febrero, es inevitable por muchos no recordar al que fuera parte de esta Parroquia y compañero mío en el Seminario,  nuestro querido D. Pablo José Corro González. Su muerte conmocionó al barrio de Pumarín, a nuestra parroquia de Lugones y a toda la diócesis de Oviedo. En estas fechas hace ya diecisiete años, aparecía su cuerpo sin vida en la vivienda del tercer piso de la casa rectoral de Pumarín de Oviedo. Pablo tenía 35 años y era natural de Cangas de Onís; había sido seminarista, diácono y Vicario Parroquial en nuestra Parroquia. En el momento de su fallecimiento llevaba dos años ya en la de San José (Pumarín de Oviedo) además de ser el Coordinador de Catequesis del Arciprestazgo de Oviedo.

Aunque el Boletín Oficial del Arzobispado fija el día de su defunción el 15 de febrero, lo cierto es que D. Pablo falleció a primeras horas de la tarde del domingo 14 ante el ordenador de su apartamento, y no fue hallado muerto hasta pasada la una de la tarde del día 15 de febrero. Su silenciosa partida pasó desapercibida (igual que su entregada vida) puesto que tenía previsto desplazarse en la tarde del domingo a Madrid para participar en un acto de la Unión Eucarística Renovadora (UNER) que se desarrollaba al lunes siguiente. No estaba previsto que regresase antes de dos días.

Sacerdote inteligente, sencillo de corazón y con grandes dotes para la informática, así como la Pastoral Juvenil. Los agentes de la Policía Nacional que acudieron al que era su domicilio en Pumarín encontraron su cuerpo sin vida sentado a la mesa de su ordenador. Había llegado a San José en septiembre de 2003; anteriormente -de 2000 a 2003- había estado en nuestra parroquia de Lugones, la cual fuera su primer destino sacerdotal, aunque llevaba ya años vinculado como seminarista y diácono.

El funeral por su eterno descanso se celebró en Cangas de Onís al día siguiente de su hallazgo a las 12.30h recibiendo cristiana sepultura en el cementerio parroquial de la ciudad a continuación. Días más tarde se celebraron sendos funerales en San José de Oviedo, así como en nuestra parroquia de San Félix de Lugones. Se fue sin avisar, con apenas cinco años de ministerios sacerdotal.

El entonces párroco de Villalegre de Avilés y también aficionado a la informática -que empezaba a tener mucha relevancia en las noticias eclesiales- D. Julio Asterio (+), publicó un artículo muy sentido en su innovador y controvertido "blog" y que llevaba por título: ''En recuerdo a Pablo, sacerdote asturiano''. De aquella publicación quisiéramos rescatar un pequeño extracto que refleja muy bien los sentimientos de aquel momento: Nuestra vida, a medida que transcurre y se va convirtiendo en historia, comienza a acumular ausencias que nos van marcando. Las personas que descubrimos en la niñez y de las que fuimos aprendiendo a vivir comienzan, de forma paulatina, a pasar de estar presentes en nuestra vida a estar ausentes de ella. En la medida que las ausencias van creciendo nuestra propia historia se va haciendo más densa, más pesada. Pablo ha comenzado a ser una ausencia demasiado pronto y eso, aunque no sepamos ahora la razón o el sentido que puede tener, tiene que irremediablemente servir para algo dentro de los planes que Dios tiene para cada uno de nosotros y para el mundo.

La eucaristía de este martes día 15 la hemos aplicado por él, en su 17º aniversario. Todos los meses, desde que yo soy Párroco, hay una misa en sufragio por D. Pablo, así como de todos los sacerdotes que ejercieron en nuestra comunidad parroquial en el último siglo. No sólo nos sentimos en deuda de su labor, sino que estamos convencidos que nosotros queremos ayudarles con la oración como a buen seguro, si ya están ante el trono del Altísimo, no dejarán de hacerlo ellos por nosotros. Cuando acudimos a Covadonga es inevitable girar la cabeza al Camposanto cangués -así me lo enseñó Juan el de Rosi la primera vez que fui con feligreses al hogar de la Santina- al pasar por allí: ''D. Joaquín allí arriba está D. Pablo''... Ciertamente tiene que estar ya bien arriba, y seguro que él, que ya tiene línea directa con la Santísima Virgen al haber nacido tan cerca del Real Sitio, le hablará a nuestra Madre de esta Parroquia y de sus gentes que tanto quiso, le quisieron y junto a su Párroco actual le recuerdan.
D.E.P. Pablo.
Joaquín, párroco

Catequesis del Santo Padre sobre San José 12: San José, Patrono de la Iglesia universal

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Concluimos hoy el ciclo de catequesis sobre la figura de San José. Estas catequesis son complementarias a la Carta apostólica Patris corde, escrita con ocasión de los 150 años de la proclamación de San José como Patrón de la Iglesia Católica, por parte del beato Pó IX. ¿Pero qué significa este título? ¿Qué quiere decir que San José es “patrón de la Iglesia”? Sobre esto quisiera reflexionar hoy con vosotros.

También en este caso son los Evangelios los que nos dan la clave de lectura más correcta. De hecho, al final de cada historia que ve a José como protagonista, el Evangelio anota que él toma consigo al Niño y a su madre y hace lo que Dios le ha ordenado (cfr. Mt 1,24; 2,14.21). Resalta así el hecho de que José tiene la tarea de proteger a Jesús y a María. Él es su principal custodio: «De hecho, Jesús y María, su madre, son el tesoro más preciado de nuestra fe» (1) (Cart. ap. Patris corde, 5), y este tesoro es custodiado por san José.

En el plan de la salvación no se puede separar el Hijo de la Madre, de aquella que avanzó «en la peregrinación de la fe, y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz» (Lumen gentium, 58), como nos recuerda el Concilio Vaticano II. 

Jesús, María y José son en un cierto sentido el núcleo primordial de la Iglesia. Jesús es Hombre y Dios, María, la primera discípula, es la Madre; y José, el custodio. Y también nosotros «debemos preguntarnos siempre si estamos protegiendo con todas nuestras fuerzas a Jesús y María, que están misteriosamente confiados a nuestra responsabilidad, a nuestro cuidado, a nuestra custodia» (Patris corde, 5). Y aquí hay una huella muy hermosa de la vocación cristiana: custodiar. Custodiar la vida, custodiar el desarrollo humano, custodiar la mente humana, custodiar el corazón humano, custodiar el trabajo humano. El cristiano es —podemos decir— como san José: debe custodiar. Ser cristiano no es solo recibir la fe, confesar la fe, sino custodiar la vida, la propia vida, la vida de los otros, la vida de la Iglesia. El Hijo del Altísimo vino al mundo en una condición de gran debilidad: Jesús nació así, débil, débil. Quiso tener necesidad de ser defendido, protegido, cuidado. Dios se ha fiado de José, como hizo María, que en él ha encontrado el esposo que la ha amado y respetado y siempre ha cuidado de ella y del Niño. En este sentido, «san José no puede dejar de ser el Custodio de la Iglesia, porque la Iglesia es la extensión del Cuerpo de Cristo en la historia, y al mismo tiempo en la maternidad de la Iglesia se manifiesta la maternidad de María. José, a la vez que continúa protegiendo a la Iglesia, sigue amparando al Niño y a su madre, y nosotros también, amando a la Iglesia, continuamos amando al Niño y a su madre» (íbid.).

Este Niño es Aquel que dirá: «Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40). Por tanto, toda persona que tiene hambre y sed, todo extranjero, todo migrante, toda persona sin ropa, todo enfermo, todo preso es el “Niño” que José custodia. Y nosotros somos invitados a custodiar a esta gente, estos hermanos y hermanas nuestros, como lo ha hecho José. Por esto, él es invocado como protector de todos los necesitados, de los exiliados, de los afligidos, y también de los moribundos —hablamos de ellos el pasado miércoles—. Y también nosotros debemos aprender de José a “custodiar” estos bienes: amar al Niño y a su madre; amar los Sacramentos y al pueblo de Dios; amar a los pobres y nuestra parroquia. Cada una de estas realidades es siempre el Niño y su madre (cfr. Patris cord, 5). Nosotros debemos custodiar, porque con esto custodiamos a Jesús, como lo ha hecho José.

Hoy es común, es de todos los días criticar a la Iglesia, subrayar las incoherencias —hay muchas—, subrayar los pecados, que en realidad son nuestras incoherencias, nuestros pecados, porque desde siempre la Iglesia es un pueblo de pecadores que encuentran la misericordia de Dios. Preguntémonos si, en el fondo del corazón, nosotros amamos a la Iglesia así como es. Pueblo de Dios en camino, con muchos límites, pero con muchas ganas de servir y amar a Dios. De hecho, solo el amor nos hace capaces de decir plenamente la verdad, de forma no parcial; de decir lo que está mal, pero también de reconocer todo el bien y la santidad que están presentes en la Iglesia, a partir precisamente de Jesús y de María. Amar la Iglesia, custodiar la Iglesia y caminar con la Iglesia. Pero la Iglesia no es ese grupito que está cerca del sacerdote y manda a todos, no. La Iglesia somos todos, todos. En camino. Custodiar el uno del otro, custodiarnos mutuamente. Es una bonita pregunta, esta: yo, cuando tengo un problema con alguien, ¿trato de custodiarlo o lo condeno enseguida, hablo mal de él, lo destruyo? ¡Debemos custodiar, siempre custodiar!

Queridos hermanos y hermanas, os animo a pedir la intercesión de san José precisamente en los momentos más difíciles de vuestras vidas y de vuestras comunidades. Allí donde nuestros errores se convierten en escándalo, pidamos a san José la valentía de enfrentar la verdad, de pedir perdón y empezar de nuevo humildemente. Allí donde la persecución impide que el Evangelio sea anunciado, pidamos a san José la fuerza y la paciencia de saber soportar abusos y sufrimientos por amor al Evangelio. Allí donde los medios materiales y humanos escasean y nos hacen experimentar la pobreza, sobre todo cuando estamos llamados a servir a los últimos, los indefensos, los huérfanos, los enfermos, los descartados de la sociedad, recemos a san José para que haya para nosotros Providencia. ¡Cuántos santos se han dirigido a él! ¡Cuántas personas en la historia de la Iglesia han encontrado en él un patrón, un custodio, un padre!

Imitemos su ejemplo y por esto, todos juntos, rezamos hoy; rezamos a san José con la oración que puse en la conclusión de la Carta Patris corde, encomendándole nuestras intenciones y, de forma especial, la Iglesia que sufre y que está en la prueba. Y ahora, vosotros tenéis en mano en diferentes idiomas, creo que cuatro, la oración, y creo que estará también en la pantalla, así juntos, cada uno en su idioma, puede rezar a san José.

Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.

Oh, bienaventurado José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal. Amén.


(1) S. Rituum Congreg., Quemadmodum Deus (8 diciembre 1870): ASS 6 (1870-71), 193; B. Pío IX, Carta ap. Inclytum Patriarcham (7 julio 1871): l.c., 324-327.

miércoles, 16 de febrero de 2022

El sacerdote Cristóbal Déniz, nombrado obispo auxiliar de Canarias

El papa Francisco ha nombrado al sacerdote Cristóbal Déniz Hernández obispo auxiliar de la diócesis de Canarias. Cristóbal Déniz es en la actualidad vicario general de esta diócesis. El nombramiento se hace público hoy, miércoles 16 de febrero de 2022, a las 12.00 h., y así lo ha comunicado la Nunciatura Apostólica a la Conferencia Episcopal Española.

Cristóbal Déniz, vicario general de Canarias desde el año 2021

Cristóbal Déniz Hernández nació el 15 de junio de 1969 en Valsequillo, isla de Gran Canaria. Es Bachiller en Teología por el Centro Teológico de Las Palmas, afiliado a la Universidad Pontificia de Comillas (1995). Licenciado en Teología Moral por la Academia Alfonsiana de la Pontificia Universidad Lateranense (1997) y Doctor en Teología Moral también por la Pontificia Universidad Lateranense (2006). Fue ordenado sacerdote el 22 de septiembre de 1996.

Su ministerio sacerdotal lo ha desarrollado en la diócesis canaria, donde ha desempeñado las siguientes labores pastorales: párroco de la parroquia de Santa Rita de Telde (2006-2007); de la parroquia de San Antonio Abad de Tamaraceite y encargado de sus anejas (2008-2013); de Nuestra Señora de las Nieves en el Palmar (Teror) y adscrito a Nuestra Señora del Pino (2013-2015); y de San Nicolás de Bari y San Francisco de Sales (2015-2016).

Además, ha ocupado los cargos de director del secretariado de Pastoral Juvenil (1998-2001), vicerrector del seminario diocesano (2001-2004; 2007-2008) y vicario episcopal de Las Palmas de Gran Canaria (2014-2021).

En el campo de la docencia, es profesor estable agregado del Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias, sede Gran Canaria, centro agregado a la Facultad de Teología del Norte de España, sede Burgos desde el 1998. Imparte las materias de teología moral fundamental; teología moral de la persona; teología moral social; doctrina social de la Iglesia; y preparación para la DECA.

Ha sido director del Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias (2013-2019) y director delegado de la extensión de Canarias de la sección a distancia del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de la Universidad Eclesiástica de San Dámaso (2016-2020).

En la actualidad es vicario general de Canarias y el responsable diocesano para la consulta sinodal, desde 2021. Párroco de la parroquia del Santísimo Cristo Crucificado de Guanarteme, desde 2019. Desde este mismo año es canónigo de la catedral basílica de Canarias. Miembro del consejo presbiteral, desde 2006; del colegio de consultores, desde 2018; y del consejo pastoral diocesano, desde 2021.

Secretos de La Santina de Covadonga, el tesoro más querido de Asturias

(www.20minutos.es) En muchos lugares de Asturias historia y religión van de la mano. El símbolo más representativo de esta unión es La Santina de Covadonga, un icono asturiano y español que encierra apasionantes secretos.

Agnósticos y creyentes, todos acuden a visitarla en la Santa Cueva, ubicada en el corazón del monte Auseva, refugio del rey Pelayo ante la amenaza sarracena. Y Ella, allí, en su versión medieval y sedente, viendo los tiempos pasar.

La imagen actual no es ante la que oraba el rey Pelayo en el siglo VIII, ni la que en el siglo XIV esculpieron los monjes del monasterio de San Juan de la Hoz de Cillaperlata (Burgos) y cuya copia se encuentra aún allí. La talla actual es obsequio del Cabildo de la Catedral de Oviedo tras el incendio que en 1777 arrasó la capilla ubicada en la oquedad.

Imagen-relicario de madera

De estilo gótico-renacentista y datada en el siglo XVI, esta escultura es una imagen-relicario de madera, de 70 centímetros de altura y cuya parte posterior está preparada para acoger algún símbolo sagrado. Su rostro es dulce y sus manos oferentes. Originariamente no llevaba Niño, añadido al convertirse en la nueva Virgen de Covadonga. En su mano derecha lleva una rosa de plata sobredorada, símbolo de la pureza.

La imagen sin vestir es una talla policromada que luce un conjunto de color azul, salpicado de flores rojas y unas botas negras. Su melena, castaña, cae sobre su espalda.

A la Virgen de Covadonga se la reviste a partir del reinado de Isabel II, cuando esta le regaló su primer manto y rostrillo en seda nácar y bordados en oro. También su nieto, el rey Alfonso XIII, le obsequió uno, espectacular, en verde esmeralda. Así, cada diez días y según el tiempo litúrgico y meteorológico, las religiosas encargadas de ello le cambian el manto, ya que La Santina tiene en torno a cincuenta, de diversos colores.

La Batalla de Covadonga

Ya en 1918 y con motivo del 1.200 aniversario de la Batalla de Covadonga se llevan a cabo, con la presencia de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, dos grandes celebraciones: la coronación canónica de la Virgen de Covadonga (fue una de las primeras imágenes marianas de España en serlo) y la proclamación del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga.

La Virgen se merecía, pues, lucir una imponente corona como la que diseñó para la ocasión el sacerdote experto en orfebrería Félix Granda. Para su realización contó con los donativos aportados por muchos asturianos. Platino, oro, zafiros, rubíes y brillantes componen esta obra de arte de valor incalculable. La corona del Niño, por su parte, está inspirada en las del reino carolingio.

La Santina de Covadonga también sufrió numerosas vicisitudes, como su “rapto” en plena Guerra Civil, que se interpretó como un intento de salvarla entre tanta destrucción. Tras la guerra, La Santina fue recuperada y retornó a la cueva en 1939 con inmensa emoción para los asturianos. Por ello, la visita a La Santina de Covadonga es imprescindible para comprender la historia de Asturias y de España.