martes, 18 de septiembre de 2018

Santoral del Día: San José de Cupertino

(COPE) Hoy conmemoramos a un Santo italiano de nombre José. Nace en Cupertino, un pequeño pueblo de Italia, en el año 1603. Sus padres eran muy pobres. Una de las muestras es que su padre no podía pagar la cuota donde residían de alquiler y los amos les echaron, teniendo que refugiarse en una casa extremadamente humilde. Así vive José. Su sencillez le hacía una persona poco relevante ante los demás. Nadie valoraba que Dios escoge lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, como dice San Pablo. Y este iba a ser su caso.

De pequeño quería ingresar en los franciscanos, pero, después de tenerle un período a prueba, le echaron. Él no se dio por vencido y buscó un carisma de esa misma rama. Entonces lo intenta en los Padres capuchinos. Aquí sí parece atinar porque le acogen. Pero sus despistes como romper platos o no ser habilidoso en las tareas que le encomendaban los religiosos, le ponen otra vez en su casa. Un tío suyo le acoge con dudas y al final retorna al hogar materno.

Su madre insiste a los franciscanos para que le acojan. La decepción anterior se opone, pero hay una solución: que entre como obrero a disposición de lo que le pidan. Nadie se imagina que, en breve, logre prepararse para el sacerdocio y que, a pesar de todo, se ordene. Su bondad se gana a todos.

Una vez en el ejercicio de su ministerio descubre que, como no era de palabra fácil, no tenía dotes de predicar. Por eso se dedicó a confesar y dirigir espiritualmente a las almas. Uno de sus dones era la experiencia profunda de Dios con abundantes éxtasis y el don de la levitación. Por esta gracia, quedaba suspendido en el aire por fuerza divina. Esta vivencia logra la conversión de muchas personas y que muchas gentes se acerquen a él para ir a Dios. Muere en 1663.

Detectives del Archivo Diocesano

(El Comercio)

Están de vacaciones, pero el primer jueves de octubre seis jubilados volverán a subirse al coche para acudir al sótano del número uno de la ovetense Corrada del Obispo. Allí, como cada jueves a las cuatro de la tarde, encontrarán a «seis o siete personas» esperando su llegada. Serán investigadores, genealogistas o personas que buscan sus orígenes, ya sea por motivos afectivos o para intentar llegar desde el pasado a un futuro mejor. Entonces Carlos García Castañedo, José Luis Sola, Santiago Sagredo, Sabino Suárez, José Antonio Llamas y Sixto Castañeira Fernández. abrirán las puertas del Archivo Histórico Diocesano y comenzarán a trabajar.

Estos jubilados de la enseñanza -fueron profesores de Filosofía, Latín o Griego en los institutos Jovellanos y Doña Jimena- llevan trece años desempeñando una labor minuciosa que comparan medio en broma con la mayéutica socrática. «Hacemos lo mismo que la madre del filósofo, que era comadrona». No les falta razón. Forman parte de un equipo de quince voluntarios que partiendo de la información más insignificante -apenas un apellido, a veces un lugar de nacimiento, incluso un vago «nació en Asturias»- indagan en el pasado que entierran los libros de 950 parroquias para dar con los antepasados de descendientes de asturianos.

Comandados por Agustín Hevia Ballina, reciben solicitudes de todas partes del mundo. Aunque también ayudan a los investigadores, la labor «verdaderamente interesante», de la que se sienten más orgullosos comenzó hace unos cinco años, cuando entró en vigor la ley de Memoria Histórica. «Entonces empezó a llegar un aluvión de peticiones, sobre todo de Cuba, pero de toda Hispanoamérica», cuentan. Son ciudadanos nacidos en América que buscan a sus antepasados asturianos. Reclaman sus partidas de bautismo para obtener la doble nacionalidad y optar a la pensión que concede el reino de España a sus súbditos. En las misivas hay ruegos e historias de todo tipo, muchas veces teñidas de una miseria que empuja a estos guardianes del archivo a buscar con mayor ahínco en los miles de volúmenes que conforman el archivo. Llevan ya 14.471 solicitudes resueltas y cada semana les llegan, de media, cincuenta más.

¿Cómo funciona el proceso? «Llaman o mandan una carta y dicen 'oiga, yo quiero hacerme español'. Entonces les damos el correo electrónico -archivo@iglesiadeasturias.org- y les pedimos cinco cosas: nombre y dos apellidos, nombre de padre y madre, parroquia donde ha sido bautizado o lugar donde ha nacido, la fecha más aproximada y su dirección postal». Todo ello para enviar la partida de bautismo, casamiento o defunción «sea en extracto o literal, con faltas de ortografía y todo». «Creo que por Cuba se comenta de boca en boca que en el archivo de Oviedo se atiende bien», bromean.
«Una puerta abierta»

Lo más complicado es saber fecha -que calculan a partir de los años de los padres- y lugar de nacimiento. Si por casualidad no disponen de alguno de esos datos -y al contrario de lo que ocurre en el Registro Civil, donde se exige saber la fecha exacta-, buscan «diez años antes y diez después. En caso de encontrarnos con algún hermano o padre recorremos el libro entero si hace falta hasta que aparece el nombre». El proceso puede llevar desde un día a meses y una vez culminado, puede ayudar a los demandantes a sobrevivir. Como se encargan de transmitir a los solicitantes, hay esperanza hasta para quienes estén inscritos en alguno de los cientos de libros parroquiales que se han quemado, ya que la partida bautismal se puede reconstruir a partir de la de casamiento por la iglesia en Cuba». 

«Siempre dejamos una puerta abierta».

«¿Sabe lo difícil que es encontrar a gente que no sabe decir más que 'nací en Asturias'?», pregunta retóricamente Carlos García. «Es muy complicado entre tanta parroquia... Pero lo hacemos, solo por el apellido». «Cerra viene de Ribadesella, Ruenes es típico de Llanes; nos hemos encontrado un Cotallo en La Rebollada (Laviana) u Orbiz Llaneza en San Miguel de Lada (Langreo). En alguna ocasión también Caraduje en Santa Eulalia de Oscos, Martino en Vallobal (Piloña)...», recitan. Su formación clásica es extremadamente útil para la labor que desempeñan. «Encontré un Osendi en Tineo, lo cual es curioso porque los apellidos generalmente son toponímicos o patronímicos, pero no había ningún sitio que se llamara Osendi. Sí descubrí un nombre antiguo, Ausendo, que evidentemente es de donde viene este apellido que al final también es patronímico», comenta García. Saben, por ejemplo, que Rosas puede haber sido el Roces asturiano, castellanizado y después americanizado. También que Lorences, Felcies y Garcés son de los pocos apellidos que no tomaron la 'z' final.

«Una vez, un señor me comentó que sabía que su abuelo había nacido aquí, pero desconocía la zona. Así que cogí el plano y empecé a enumerar pueblos: Muñera, Entrialgo, Condado... Hasta que llegué a Villoria y saltó de alegría, porque al decírselo recordó que su antepasado le había hablado del lugar», rememora Santiago. Buscando el apellido Cotayo, común en la zona de Laviana, Carlos encontró uno que la guía de teléfonos situó en Ribadeo. «Así que llamé por teléfono y pregunté, '¿qué hace un Cotayo en Ribadeo'? 'Soy la veterinaria, pero efectivamente vengo de Laviana', me dijo».

A veces, la búsqueda les deja historias cómicas, como aquella vez que alguien fue, «muy orgulloso», a solicitar la partida de nacimiento de un tal Borbón y se encontró con que originariamente era Barbón. También descubren epidemias, curiosidades - «uno de los curas de Valle de Lago contaba cómo se dedicaba a trasladar las truchas con sus feligreses al lago de Somiedo- e incluso cotilleos. «Buscando en una partida leí de un cura que bautizaba a una criatura hija de una señora que había abandonado a su marido y vivía con otro. La ponía verde, e insinuaba que desconocía si el niño sería del marido», relata José Luis. «Esto es precioso», reflexionan, «y trabajamos muy a gusto porque el archivo nos da tanto como le damos a él, o incluso más».

lunes, 17 de septiembre de 2018

Inicio del ministerio en nuestras Parroquias vecinas


Munilla, acosado de nuevo por feministas radicales: su reacción provocó el aplauso de los feligreses

(Rel.) Este domingo el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, volvió a ser víctima del acoso de un grupo de feministas que le increpó a la entrada del santuario de Arrate, donde el prelado acudía a celebrar la misa con las religiosas carmelitas samaritanas que se han instalado en un edificio propiedad del obispado y que a partir de ahora será su convento.

Munilla sufrió el ‘escrache’ del grupo feminista radical Nalua, que con pancartas y al grito de 'Gora Borroka feminista' (Viva la lucha feminista), ataviadas con caretas y con el torso desnudo esperaban la entrada del obispo, que fue ayudado por las propias religiosas carmelitas.

La ejemplar reacción de Munilla


El obispo de San Sebastián no entró al trapo de las provocaciones y el acoso de estas feministas, y su única reacción se produjo en el interior del santuario. En cuanto consiguió entrar al templo se dirigió directamente al lugar en el que se encontraba el Santísimo. Allí se arrodilló y rezó en silencio durante unos segundos. Devolvió bien por mal.



Ante la ejemplar reacción de Munilla los fieles presentes en el interior del santuario de Arrate rompieron en un fuerte aplauso a su obispo.

Segundo acoso en pocos meses

No es la primera vez que el obispo de San Sebastián es blanco de estos grupos feministas. Sin ir más lejos, el pasado 8 de marzo en la catedral del Buen Pastor de San Sebastián un grupo de radicales se desnudó frente a la catedral después de que el obispo explicase qué hay detrás de este feminismo radical cargado de ideología.

Aquella polémica surgió por la manipulación que un medio laicista hizo de unas declaraciones suyas de cara al Día de la mujer, tras asegurar que Munilla había dicho que las feministas llevaban el demonio dentro, interpretación bastante alejada de lo dicho realmente por el obispo.

El prelado denunció entonces "la dificultad de expresarse" ante un panorama de "pensamiento único políticamente correcto formulado por la ideología de género", que rechaza a quienes se salgan de ese marco. Munilla reiteró su defensa de un "feminismo de equidad, que no es el de la ideología de género" ni tiene por qué asumir "ni el aborto libre ni que antropológicamente el hombre y la mujer nacen sexualmente neutros y es la cultura la que nos hace hombres y mujeres". El feminismo de equidad "entiende que la mujer debe tener los mismos derechos que el hombre en su dignidad laboral" y que "la maternidad debe tener reconocimiento y tutela".

"La maternidad es una de las fuentes de dignificación principales de la identidad de la mujer", afirmó, "y es la fuente del futuro de la sociedad, tenemos que tutelarla".

Munilla, como había hecho el día anterior, reprobó la "violencia machista", que nace de "un animalismo en el hombre, de una no superación de la condición animal".

Pero también denunció un "holocausto femenino del cual nadie habla": "En el mundo faltan 120 millones de mujeres" por la descompensación introducida por el aborto selectivo, "sirviéndose de la reivindicación del feminismo radical del aborto libre como bandera de la libertad de la mujer". Pero ello "ha resultado ser en detrimento de la propia dignidad de la mujer, ése es el gol que yo dije ayer que el demonio había metido al feminismo radical, un gol en detrimento de la dignidad de la propia mujer". Una "agresión" contra ella, insistió, invitando a reflexionar sobre lo que significan 120 millones de mujeres que no están y serían necesarias para hacer "un mundo justo".

domingo, 16 de septiembre de 2018

Evangelio Domingo XXIV del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,27-35):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?»
Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.»
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.» Se lo explicaba con toda claridad.
Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»
Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»

Palabra del Señor

Covadonga y su sentido, 718-2018. Por Rafael Sánchez Saus

(ABC) En 2018 se cumplen mil trescientos años de la batalla de Covadonga. La del 718 sigue siendo la fecha más plausible para los especialistas y por eso resulta llamativo el poco eco de la efeméride, habida cuenta la importancia que toda la historiografía, actual y pasada, ha dado y sigue dando a lo sucedido en el monte Auseva, al margen de su verdadera dimensión militar. Como es sabido, la derrota árabe frente a Pelayo y los suyos propició la aparición de una zona de resistencia que muy pronto dio paso a una realidad de mayor fuste, la reconquista desde el reino de Asturias.

Para comprender el verdadero relieve de lo que Covadonga supuso, es preciso tener en cuenta la continuidad existente entre el naciente reino norteño con el hispano-visigodo con capital en Toledo, de forma que el primero sólo es inteligible a la luz de la tradición romano-gótica. Recordemos que a lo largo de los siglos precedentes se extendió en el Regnun Hispaniorum una idea según la cual los godos eran el pueblo elegido por Dios e Hispania la tierra prometida conforme al modelo presentado por el pueblo de Israel. Esta idea fue la que permitió explicar, según el ejemplo del Antiguo Testamento, la pérdida del reino hispano-godo como un castigo de Dios que, naturalmente, debía ser seguido del perdón cuando el pueblo hubiera purgado su pecado. Esa idea es un motivo constante en el renacido reino en las montañas desde los primeros tiempos. Un documento regio de 812 afirma que, merced a la ayuda divina, el reino hispano-visigodo había destacado sobre los demás, pero que por haber ofendido a Dios sucumbió ante los musulmanes. Entonces, Dios eligió a Pelayo, quien luchó victoriosamente y salvó al pueblo cristiano: «Cristo tuvo a bien elegir, dentro de la ruina, a don Pelayo, quien elevado a la autoridad de príncipe, pudo evitar el total derrumbe, pues luchando victoriosamente venció a los enemigos y preservó a la gente de Asturias».

Las crónicas que nos han conservado el relato de lo sucedido en Covadonga fueron escritas durante el reinado de Alfonso III, entre el 866 y el 910. Un reinado que se caracterizó por los éxitos militares frente al Islam, los avances de la repoblación al sur de la cordillera y un despegue y rearme cultural de indudable importancia. Fruto de todo ello fue la manifestación de esa ya por entonces vieja conciencia de continuidad con el pasado de la Hispania visigótica, expresada por Alfonso III en la asunción de títulos como Totius Hispaniae Imperator o Hispaniae Rex en tiempos que, por vez primera, quedaba expresada la voluntad de atisbar el desvanecimiento el poder islámico sobre España.

Fue en aquellos años cuando se conformó una verdadera conciencia histórica de los acontecimientos en torno a Covadonga, enjuiciados desde entonces como la primera piedra de la «Restauratio Hispaniae», entendida ésta como recuperación del perdido reino de Don Rodrigo. Pero quizá lo más interesante acerca de la fecundidad de esta idea y de la toma de conciencia que la hizo posible, es la forma en que sucesivas generaciones de españoles han visto iluminada su historia por el hecho germinal de Covadonga.

Así, el recuerdo de Pelayo fue haciéndose cada vez más insistente y más cargado de consecuencias a medida que fue creciendo la conciencia de unidad hispana. Bástenos recordar un ejemplo catalán de 1496, el de las Cròniques d’Espanya del barcelonés Pere Miquel Carbonell, quien narra cómo Pelayo no fue elegido rey sólo por los asturianos, sino por los cristianos procedentes de diversas partes que se habían refugiado entre aquellas montañas, por lo que sostiene que Pelayo hubo de intitularse desde el primer momento rey de España.

La pujante historiografía del Siglo de Oro, en autores como Florián de Ocampo, Ambrosio de Morales, el padre Mariana, F. Prudencio de Sandoval o Diego de Saavedra Fajardo, mantuvo en lo esencial el relato y el sentido de Covadonga. En ella puede observarse el deseo de vincularlo al nuevo papel de España en el mundo a través del ensalzamiento de los orígenes de una monarquía llamada a convertirse en defensora universal de la fe católica. Para el gran Saavedra Fajardo, la protección divina habría llevado a los españoles a la fundación de «la mayor Monarquía que se ha visto en el mundo».

Los cambios en la interpretación de Covadonga de los siglos XVIII y XIX se resumen en ese hito historiográfico que es la enorme Historia de España de Modesto Lafuente, comenzada a publicarse en 1850. Éste se sirve también de las viejas crónicas asturianas, pero hay un cambio esencial: ya no es Dios quien actúa, sino exclusivamente un puñado de españoles, eso sí cristianos, en los que nace un pensamiento grande, glorioso, salvador y temerario llamado a fructificar con el correr de los siglos. Se cercena así la raíz misma de la visión providencialista y triunfa la visión de un liberalismo ocupado en la construcción del Estado-nación. Pero al prescindirse de la concepción tradicional en la que Dios actuaba en defensa de los suyos para asegurar su vida y su libertad, idea que permitía todos los acrecentamientos de sentido reseñados, se produce un inevitable empobrecimiento del proyecto vinculado a la idea de España, que pierde su dimensión universal para reducirse a lo puramente nacional.

Sabemos de las dificultades que este concepto de Estado-nación propugnado por el liberalismo revolucionario primero, conservador después, tuvo para asentarse en España. A ello se unió la pugna intelectual y política en torno al ser o la esencia de España. El sentido de Covadonga se ha visto también envuelto en estos debates, junto con su legado: el extendido reino astur-cantábrico, con la progresiva reconquista, repoblación y construcción progresiva de la conciencia colectiva en torno al concepto de España. Hoy estamos ante otra nueva fase de la reinterpretación de sentido de Covadonga en clave reductora e incluso negacionista. Las ideas ahora dominantes dejarán su huella, pero también pasarán. Es lícito esperar, como quienes escribieron la Crónica Profética hace casi doce siglos, la «Restauratio Hispaniae», y con ella una nueva interpretación del sentido de la historia de Covadonga y de España que permita enlazar con lo que aquellos hombres afirmaron con alegría y confianza: que Dios no abandona a su pueblo ni traiciona su alianza.

sábado, 15 de septiembre de 2018

EXPERIMENTAR A JESÚS Y DESPUÉS RESPONDER. Por José María Martín OSA

1.- “Para ti quién soy yo?”. La pregunta de Jesús a sus discípulos alcanza, después de dos mil años, a cada uno de nosotros y pide una respuesta. Una respuesta que no se encuentra en los libros como una fórmula, sino en la experiencia de quien sigue de verdad a Jesús. Hoy escuchamos muchas veces dentro de nosotros la misma pregunta dirigida por Jesús a los apóstoles. Jesús se dirige a nosotros y nos pregunta: “para ti, ¿quién soy yo?” Seguramente daremos la misma respuesta de Pedro, la que hemos aprendido en el catecismo: “¡Tú eres el Hijo de Dios vivo, Tú eres el Redentor, Tú eres el Señor!”. Pedro fue ciertamente el más valiente ese día, cuando Jesús preguntó a los discípulos. Pedro respondió con firmeza: “Tú eres el Mesías”. Y después de esta confesión probablemente se sintió satisfecho dentro de sí: ¡he respondido bien! Sin embargo, el diálogo con Jesús no termina así: “el Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días”. Pedro no lo entendía. No estaba de acuerdo con lo que había oído, no le gustaba ese camino proyectado por Jesús. Él razonaba así: “¡Tú eres el Mesías! ¡Tú vences y vamos adelante!”. Por esta razón no comprendía este camino de sufrimiento indicado por Jesús.

2.- Conocemos a Jesús como discípulos. Para responder a la pregunta de Jesús es necesario hacer el camino que hizo Pedro. En efecto, después de esta humillación, Pedro siguió adelante con Jesús, contempló los milagros que hacía Jesús, vio sus poderes... Sin embargo, Pedro negó a Jesús, traicionó a Jesús. Precisamente en ese momento aprendió esa difícil ciencia —más que ciencia, sabiduría— de las lágrimas, del llanto. Pedro pidió perdón al Señor. Reconoció en Jesús al “Siervo de Yahvé”, del que habla el profeta Isaías, que sufre los ultrajes y salivazos, que es apaleado sin tener ninguna culpa. Para conocer a Jesús no es necesario solo un estudio de teología, sino una vida de discípulo. De este modo, caminando con Jesús aprendemos quién es Él, aprendemos esa ciencia de Jesús. Conocemos a Jesús como discípulos. Lo conocemos en el encuentro cotidiano con el Señor, todos los días. Con nuestras victorias y nuestras debilidades. Por lo tanto, la pregunta a Pedro —¿Quién soy yo para vosotros, para ti? — se comprende sólo a lo largo del camino, después de un largo camino. Una senda de gracia y de pecado. Es el camino del discípulo. En efecto, Jesús no dijo a Pedro y a sus apóstoles: ¡conóceme! Dijo: ¡sígueme! Y precisamente este seguir a Jesús nos hace conocer a Jesús. Seguir a Jesús con nuestras virtudes y también con nuestros pecados. Pero seguir siempre a Jesús…… Se trata de un camino que no podemos hacer solos. Por lo tanto, se conoce a Jesús como discípulos por el camino de la vida, siguiéndole a Él.

3.- Todavía no estamos convertidos a Jesucristo. Quizá porque todavía no ha pasado por nuestra vida Jesús de Nazaret, quizá porque todavía no hemos tenido experiencia de Él. Tenemos un barniz de cristianos, pero por dentro no se nota que Jesús haya transformado nuestra vida. Gandhi dijo que los cristianos nos parecemos a una piedra arrojada al fondo de un lago. Por fuera parece que está mojada, pero el agua no ha penetrado por sus poros y no ha conseguido empaparla. Así ocurre con nosotros cuando no dejamos que la Palabra de Dios penetre en nuestro interior. Por eso nuestra fe es tan poco radical y nos conformamos con cumplir. Lo peor es que somos piedra de escándalo para muchos, porque es una fe sin obras que está muerta como dice la Carta de Santiago.

4.- Llevar la cruz de cada día. Es más fácil cumplir preceptos que no alteran nuestra vida que "mojarse" de verdad y dejar que el Evangelio cuestione nuestra vida y nuestras seguridades. No se trata de adaptar el Evangelio a nuestra vida, sino nuestra vida al Evangelio. Es más fácil responder de memoria, como un loro, que Jesucristo es el Hijo de Dios, que asumir el escándalo de la cruz. La cruz no hay que buscarla fuera. Está junto a ti, cuando reconoces tus debilidades, cuando las cosas no te salen bien, cuando llega el dolor o la enfermedad. No se trata de mera resignación, sino de ver en la cruz un sentido de liberación. Y, por supuesto, estar dispuesto a ayudar a los demás a llevar su cruz. Hay que ser capaces de dar la propia vida por Jesús y por el Evangelio para poder recuperarla. ¿Estás dispuesto a seguir a Jesús? Si tienes este propósito, no te equivocarás, pues aunque aparentemente pierdas tu vida, encontrarás la vida de verdad, la que Él te ofrece. Entonces podrás experimentar la grata seguridad del profeta Isaías de que "El Señor te ayuda", y que "El sostiene tu vida", como nos dice el autor del Salmo 53.