martes, 3 de enero de 2023

Concierto de belleza al Papa Ratzinger. Por Monseñor Jesús Sanz Montes

Su legado en tres pinceladas: un inolvidable recital de la OSPA, un texto señero y una profunda cultura

Es inolvidable aquel concierto que la OSPA quiso ofrecer al Papa amante de la música en 2011. Eran los 25 años de nuestra orquesta del Principado. Aceptó la Santa Sede la propuesta. Sólo puso una condición el Papa: el repertorio sería español o inspirado en música española. Así fue. Su interpretación fue exquisita, y la acogida y el agradecimiento del Papa fue excepcional. Era un homenaje de toda Asturias a un Papa que nunca la visitó pero que la amaba por las noticias que tenía. El Papa Juan Pablo II le habló de Covadonga y su visita, y cuando pude verme con él, lo comentó con agradecimiento conmovido. Un concierto de música, para la letra de toda una vida. Es lo que estos días tantos logran señalar. También en Asturias.

La profunda preparación cultural, humanística y teológica de Ratzinger, será el talento que Dios regaló a su Iglesia contemporánea. Veníamos de un tiempo convulso tras crisis económicas e inolvidables guerras. La fractura que en occidente se abría, amenazaba con romper la historia cuando estaba olvidando y traicionando sus raíces cristianas en Europa. Hacía falta un vigía que alertase del peligro señalando de nuevo la meta. Sin aspavientos catastrofistas ni amenazas provocadoras, con la lucidez de quien humildemente dialoga respetando al otro desde el respeto supremo a la verdad, la caridad y la vida.

No había una huida pietista o una apostasía blasfema, sino una búsqueda compartida con quién no censurase las preguntas esenciales como punto de partida. Sólo quien ama esas preguntas, reconoce la respuesta cuando llega, como decía R. M. Rilke. La pregunta siempre será lo que está sin resolver en el corazón y despierta la inteligencia de quien de quien acierta a leer interiormente las cosas. Por eso Ratzinger como teólogo y pastor, no tuvo miedo a dialogar con la modernidad, con el mundo clásico, con la sabiduría bíblica y patrística, con los maestros medievales, con los santos de todos los tiempos, con los intelectuales contemporáneos, mostrando cómo la fe es razonable, la caridad se aviene con la verdad y la esperanza nos salva.

Siempre recordaré un texto señero en la misa ''pro eligendo Pontífice'', 18 de abril de 2005, que quizás abrió la puerta a los cardenales allí con-celebrantes para que le reconocieran como el que señalaba el Espíritu Santo para suceder a Juan Pablo II. Reflexionaba Ratzinger: ''Cuantas corrientes ideológicas, cuántas modas de pensamiento hemos conocido en las últimas décadas: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo. Cada día nacen nuevas sectas y se realiza lo que dice San Pablo sobre el engaño de los hombres (cf. Ef 4,14). Tener una fe clara, según el Credo de la Iglesia, a menudo se etiqueta como fundamentalismo. Mientras que el relativismo, el dejarse llevar ''por cualquier viento de doctrina'', aparece como la única actitud en los tiempos actuales. Se establece una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo. Nosotros tenemos otra medida: el Hijo de Dios, el verdadero hombre. Él es la medida del verdadero humanismo. Es esta amistad la que nos abre a todo lo que es bueno y nos da el criterio para discernir entre lo verdadero y lo falso, el engaño y la verdad. Esta fe adulta debemos madurar, a esta fe debemos guiar el rebaño de Cristo''.

Me parece un análisis lúcido que sigue teniendo validez. Es la herencia de un hombre que acomuna santidad y sabiduría en estos tiempos de confusión y mediocridad. Hay que mirar hacia los grandes horizontes que nos hacen mejores cuando hemos tenido la alegría inmerecida de ser acompañados por gente tan buena, tan sabia, tan entrañablemente padres.

Santo y sabio, es el legado que nos deja este ''humilde trabajador de la viña del Señor'', como se nos presentó en el día de su elección como sucesor de Pedro. Descanse en Paz. Que desde la ventana del cielo siga bendiciéndonos e interceda por nosotros con su paternidad pastoral. 

lunes, 2 de enero de 2023

Traslación del cuerpo de Benedicto XVI y llegada a la Basílica de San Pedro


La traslación del cuerpo del Sumo Pontífice emérito Benedicto XVI desde el Monasterio Mater Ecclesiae ha tenido lugar a las 7.00 horas y ha llegado a la Basílica Papal de San Pedro a las 7.15 horas.

El Emmo. Sr. Cardenal Mauro Gambeiti, Arcipreste de la Basílica Vaticana, ha presidido un breve rito de oración.

Después, se ha ultimado la preparación de la Basílica para la llegada de los fieles.



“Benedicto XVI, profeta y pastor”. Por Juan Antonio Martínez Camino

Hace casi 40 años, en 1985, sólo dos décadas después del Concilio, cuando llevaba ya cuatro años en Roma, el cardenal Ratzinger publicó su famoso y discutido libro-entrevista titulado Informe sobre la fe. El diagnóstico de la situación de la Iglesia, la identificación de sus causas y las propuestas de futuro que hacía el entonces Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe siguen siendo válidos. Lo acontecido desde entonces le ha dado por completo la razón. Ahora que Benedicto XVI se nos ha ido al Cielo - según confiamos en la misericordia divina - es bueno recordar aquellas páginas que revelan al gran papa como lúcido profeta y pastor valeroso.

Ratzinger hacía en el Informe una valoración de la situación de la Iglesia que escandalizó a los bienpensantes del primer postconcilio y que aún hoy encuentra muchas resistencias, a pesar de las evidencias acumuladas con el paso del tiempo en su favor. “Resulta incontestable - escribía - que los últimos veinte años han sido decisivamente desfavorables para la Iglesia católica. Los resultados que han seguido al Concilio parecen oponerse cruelmente a las esperanzas de todos, comenzando por el papa Juan XXIII y, después, las de Pablo VI” (35). Es cierto que en los años de san Juan Pablo VI y del propio Benedicto XVI - se puede añadir - se orientaron muchas cosas, pero la situación no parece globalmente mejor ¿Por qué este diagnóstico?

El Informe sobre la fe habla de las “graves hemorragias” y la “crisis de identidad” de “las grandes órdenes religiosas”; de la “crisis del sacerdote” y de la “atenuación” del impulso de la misión del obispo (capítulo IV); habla de una “teología individualista” y de una “catequesis hecha añicos” (V); de una enseñanza moral más deudora de una “sociedad radicalmente liberal y opulenta” que de la sabiduría de la Tradición católica (VI), con graves consecuencias tanto para la vida de la persona en la familia (VII) como para la espiritualidad, sometida al “espíritu del mundo” (VIII); habla de unas prácticas litúrgicas “en oposición a lo que dice el texto auténtico del Vaticano II”, que con frecuencia han “sumergido a la liturgia en la vorágine del ‘hazlo-como-quieras`, y así, poniéndola al nivel de nuestra mediocre estatura, no se ha hecho otra cosa que trivializarla” (IX). Sufrimos una cierta “protestantización” del catolicismo en asuntos fundamentales de la compresión de la Iglesia y de la Revelación (XI). Se reinterpreta el cristianismo entero en clave de acción social inmanentista (XII). La misión ad gentes ha sido puesta en cuestión (XIII).

2. La Iglesia ha de “abrirse al mundo” para evangelizarlo, no para perderse en él. La Iglesia está en el mundo, pero no es del mundo: no es una sociedad humana más, ni un “pueblo” en sentido meramente sociológico o étnico. La Iglesia es, ante todo, “sacramento” de Dios en el mundo. Es necesario avanzar en la comprensión de la Iglesia como “misterio”, como realidad humano-divina, como institución querida por Jesucristo, a quien hace presente en el mundo a través de la sucesión apostólica y de los sacramentos (57, 65, 145s, 173-180). Sólo se puede vivir seria y gozosamente el “hoy de la Iglesia”, cuando es comprendida así, con el Concilio. Sólo así tienen sentido el episcopado, el sacerdocio y la vida consagrada.

3. La comprensión sacramental de la Iglesia - que el Concilio desea - no es posible si fallan dos elementos fundamentales de la teología católica, como ha sucedido; a saber: la eclesialidad y la alianza con una filosofía del ser. La Iglesia no es un producto de la Escritura, sino a la inversa: “la Biblia es católica” (181s, 82ss) y sólo mantiene su sentido propio en la Iglesia católica. El Concilio no padece de “escriturismo”. Es necesario liberarse del historicismo y del racionalismo concomitante. Entonces, además de leer la Sagrada Escritura según su propio espíritu, se podrá también hacer una teología de la creación que no le hurte a Dios el ser y la naturaleza de las cosas, confinándolo en el supuesto campo cerrado de la historia (86s y 98). Cuando el ser es visto como portador de una marca divina, también la Iglesia puede ser vista y vivida como sacramento.

2. La Iglesia ha de “abrirse al mundo” para evangelizarlo, no para perderse en él. La Iglesia está en el mundo, pero no es del mundo: no es una sociedad humana más, ni un “pueblo” en sentido meramente sociológico o étnico. La Iglesia es, ante todo, “sacramento” de Dios en el mundo. Es necesario avanzar en la comprensión de la Iglesia como “misterio”, como realidad humano-divina, como institución querida por Jesucristo, a quien hace presente en el mundo a través de la sucesión apostólica y de los sacramentos (57, 65, 145s, 173-180). Sólo se puede vivir seria y gozosamente el “hoy de la Iglesia”, cuando es comprendida así, con el Concilio. Sólo así tienen sentido el episcopado, el sacerdocio y la vida consagrada.

3. La comprensión sacramental de la Iglesia - que el Concilio desea - no es posible si fallan dos elementos fundamentales de la teología católica, como ha sucedido; a saber: la eclesialidad y la alianza con una filosofía del ser. La Iglesia no es un producto de la Escritura, sino a la inversa: “la Biblia es católica” (181s, 82ss) y sólo mantiene su sentido propio en la Iglesia católica. El Concilio no padece de “escriturismo”. Es necesario liberarse del historicismo y del racionalismo concomitante. Entonces, además de leer la Sagrada Escritura según su propio espíritu, se podrá también hacer una teología de la creación que no le hurte a Dios el ser y la naturaleza de las cosas, confinándolo en el supuesto campo cerrado de la historia (86s y 98). Cuando el ser es visto como portador de una marca divina, también la Iglesia puede ser vista y vivida como sacramento.

Si los tres pilares fundamentales aludidos en los párrafos anteriores están suficientemente firmes, entonces la moral de la persona puede valorar mejor el lenguaje del cuerpo (VII y VIII) y la moral social no caerá en la tentación de articularse entorno al error de que “la acción es la verdad” (205). Entonces, la catequesis será capaz de ofrecer el núcleo permanente e irrenunciable de la fe. Entonces, la liturgia será “la fiesta de la fe” en la que, ante todo, se celebra y vive “el misterio de la acción de Dios en la Iglesia” (133). Entonces, nos podremos empeñar en una “verdadera reforma” de la Iglesia (61) y, al mismo tiempo, recuperaremos el aliento misionero, para que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (220).

Un sencillo y provechoso homenaje a Benedicto XVI, en la hora de su muerte, sería leer o releer su Informe sobre la fe. Primero, por agradecerle esta profecía luminosa, cuyo armazón teológico ha manifestado una gran solidez con el paso del tiempo. Es un libro que nos refresca los criterios básicos para orientar bien la vida cristiana y la obra de la evangelización. Segundo, porque su lectura permite comprender las raíces y las razones que han guiado importantes desarrollos pastorales y magisteriales del pontificado de su predecesor y del suyo propio: la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica y de documentos como Veritatis splendor, Fides et ratio, Dominus Iesus, Ecclesia de Eucharistia, Deus caritas est, Spe salvi, Summorum Pontificum, etc. Todo este camino de recepción del Concilio, se halla nuclearmente en germen en este libro, sin duda histórico, obra de un lúcido profeta y buen pastor valeroso, a quien Dios tenga en su seno.

Nota de condolencia a la Nunciatura en España


La Archidiócesis de Oviedo se une al río de oraciones por el eterno descanso de S.S. Benedicto XVI, con la inmensa gratitud por su sabio magisterio, su testimonio humilde de amor a Cristo y a su Iglesia, mientras con entrañas de padre abrazó a cada hombre y mujer como buen pastor que dio su vida por ellos. En nuestra catedral metropolitana celebraremos las exequias invocando la misericordia del Señor a cuyo encuentro ha ido este anciano pescador con sus viejas sandalias. Descanse en paz. Santo y sabio que el Señor nos regaló en estos tiempos convulsos.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

domingo, 1 de enero de 2023

María, Madre de Dios. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Hemos concluído el año civil con la tristeza del fallecimiento de nuestro querido Papa emérito Benedicto XVI; le ha bendecido el Señor con muchos años, y con la dicha de morir como vivió: con discreción, humildad, sencillez, buscando siempre la verdad desde el saber y el orar. En este año 2023 que iniciamos tomemos el compromiso de acercarnos a Benedicto XVI, a su vida y magisterio que suponen un legado inagotable para la Iglesia del mañana. Como nos recordó el Papa Francisco en el "Te Deum" de ayer: “Con conmoción recordamos su persona tan noble, tan gentil. Y sentimos con el corazón mucha gratitud: gratitud a Dios por haberlo donado a la Iglesia y al mundo; gratitud a él, por todo el bien que ha hecho y sobre todo por su testimonio de fe y de oración, especialmente en estos últimos años de vida retirada. Solo Dios conoce el valor y la fuerza de su intercesión, de sus sacrificios ofrecidos por el bien de la Iglesia”.Y comentada esta realidad tan presente en nuestra mente y corazón en estos días, nos adentramos en la solemnidad de Santa María Madre de Dios con la que concluimos la Octava de Navidad, y que coincide casualmente con el primer año del calendario civil. No hay mejor forma que empezar el nuevo año que de la mano de la nueva Eva, la nueva mujer que nos enseña a dejar la vieja vida para abrazar la nueva de la gracia. 

I. Sólo Cristo nos libera

San Pablo en su epístola a los Gálatas nos trae un texto que la liturgia nos propone interiorizar en estas fechas: ''Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley''. He aquí la catequesis que el apóstol nos regala, la verdad de que Jesucristo no vino a esclavizar a libres, sino a liberar a los esclavizados. Y la esclavitud tiene muchas fórmulas, no sólo barrotes o grilletes; hay esclavos del puritanismo religioso y de relajo moral, esclavos de ideologías y de modas, esclavos de tantas realidades que tenidas por buenas destruyen al hombre, le oprimen y subyugan. Estamos celebrando la Navidad, y la Navidad es Jesucristo; si sacamos a Jesucristo de nuestras celebraciones estos días pierden por completo su sentido. Serán unas fiestas sentimentales en pleno invierno, y un tanto absurdas, pues el sólo el motivo y el origen da sentido a la  celebración. Sería una tristeza quedarnos en la epidermis de estos días deslumbrados por el papel de regalo sin llegar a descubrir el regalo en sí. Dios viene a nosotros no para quitarnos, sino para darnos; no a empequeñecer, sino a engrandecer. No se anda San Pablo con chiquitas, y habla de ''rescatar a los que estaban bajo la ley''. Así es; Pablo era judío al igual que Jesús, y era consciente de la manipulación y tergiversación interesada que se hacía de las normas de Moisés, de la corrupción dentro de la religión, de la hipocresía... Por eso el apóstol no duda en afirmar que Cristo aunque nació bajo la ley por propio abajamiento al ser Hijo de Dios estaba por encima de cualquier norma. Dejemos que Jesús sea el centro y el sentido de nuestras fiestas, que reine en nuestros corazones para ser libres de tantas cadenas que nos atan sin Él.

II. No nos cansemos de pedir la Paz

El 1 de Enero desde 1968 es en la Iglesia la "Jornada Mundial de la Paz" que este año celebra su 54 edición. Pedimos a Dios, Creador y Señor del tiempo que nos bendiga con la Paz; la paz que necesitan nuestras familias, comunidades parroquiales, nuestro mundo... He aquí esa antiquísima y hermosa plegaria que regaló el Señor a Moisés, como nos relataba la primera lectura del Libro de los Números: ''El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor''. Vemos aquí cómo los textos litúrgicos, las oraciones y plegarias no son nada nuevo, sino que su origen se pierde en el tiempo. Forman parte del modo de orar del ser humano, acudir por medio de un texto establecido a la divinidad, más no limitemos nuestra oración al rezo vocal y formal, sino hablemos al Señor y dejemos que Él nos hable. Hay algo en esta oración que San Francisco hizo muy suya y que nos toca de cerca a los asturianos, como es el deseo de que ''El Señor te muestre tu rostro y te conceda la paz''. Nosotros que veneramos con cariño el Santo Sudario que se conserva en nuestra Catedral, hemos de interiorizar con mayor intensidad este anhelo del alma creyente como es aspirar a contemplar el rostro del Salvador. Esto mismo nos lo recordará hoy el salmista: ''Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros''. Pero esta oración del capítulo 6 del Libro de los Números no es una plegaria estándar, sino que es una súplica de paz. Ya en aquel tiempo tenían claro que el mejor deseo no era la salud, el dinero ni el amor, sino la paz, pues sin paz ningún bien merece la pena ser conquistado.

III. La Navidad de María 

El evangelio de esta Solemnidad tomado de San Lucas, nos presenta este fragmento del relato del nacimiento del Señor y la adoración de los pastores, la cual nos sirve para contemplar esta importante confesión de fe que el pueblo cristiano ha defendido desde antiguo: ''María, Madre de Dios''. Estamos muy acostumbrados a llamarla así, pero quizá nunca nos hemos detenido a pensar lo importante que es esta definición. En los primeros siglos este nombre dio lugar a muchas discusiones, unos decían que María era madre de Jesús pero no de Dios, por eso había que llamarla «Christotókos» (Madre de Cristo) hasta que la Iglesia se pronunció de forma solemne en el Concilio de Éfeso para afirmar que María es en verdad "Theotokos" (la Madre de Dios). No es Madre de Dios porque Cristo reciba de Ella lo divino, sino porque el Hijo de Dios, el Verbo encarnado en sus entrañas, toma de María el alma racional. Es un tema complejo, pero del que -también gracias a Dios- una vez clarificado hemos ido acercándonos a su comprensión. La maternidad de María que hoy celebramos es el centro de la mariología y el cimiento de todos los dogmas marianos de la historia, los cuales no dejan de ser una prolongación de éste (Inmaculada, Asunción...). En aquel gran debate había dos figuras destacadas: Nestorio de Constantinopla, que consideraba que María no era de ninguna manera Madre de Dios, y San Cirilio de Alejandría, que respondió muy bien al hereje y a su "escuela nestoriana" al afirmar que si sólo fuera Madre de Cristo Jesús habría nacido como un mortal cualquiera, mientras que desde el Concilio de Éfeso la Iglesia defiende que Cristo desde el momento mismo de su concepción tenía las dos naturalezas, la divina y la humana. Todo esto nos sobrepasa, ciertamente; sin embargo, los cristianos de a pie tenemos ese "olfato" especial para hacer nuestras las cosas de Dios; ese "sensus fidei" que nos permite desde nuestra pequeñez postrarnos ante las maravillas que ha hecho el Señor, y que en este caso hizo en María. A la luz de este precioso texto ponemos nuestros ojos en su imagen, en el pesebre, mirando con ternura a su Hijo. Y deseamos aquello que pedía San Juan Pablo II: ''Danos tus ojos, María, para descifrar el misterio que se oculta tras la fragilidad de los miembros del Hijo''. Acudimos como los pastores a adorarle a Él, al tiempo que felicitamos a su Madre por ser la llena de gracia, la bendita entre las mujeres, la dichosa por haber creído... "Encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre'': ¿los hemos encontrado nosotros en estos días?... Busquemos el calor de la gruta de Belén. No caigamos en la frivolidad y la superficialidad del envoltorio, sino que valoremos el regalo y aprendamos como María a conservar las cosas de Dios en nuestro corazón.

Benedicto XVI: el Papa sabio que luchó por preservar las raíces cristianas de Europa


Si de Juan Pablo II fue fácil y rápido su calificativo de ‘santo’ (aquel ‘santo súbito’, santo enseguida), de Benedicto XVI, será también fácil y rápido calificarle como ‘sabio’. Una sabiduría llena de bondad y mansedumbre frente a los violentos que imponen ideologías, de apasionada defensa de la verdad frente a los que de tantos modos la relativizan, y de cuidada belleza en cuanto dijo, explicó y predicó. Bondad, verdad y belleza, como tres trascendentales de la vida que permiten asomarse a la grandeza de alguien que los asumió y vivió con toda el alma.

Es conocida la triple matriz con que el cardenal Carlo María Martini explicó la rica personalidad de Joseph Ratzinger: su fe honda y la rectitud con la que la ha vivido, su maestría teológica y su capacidad dialéctica y dialógica, y su propio itinerario biográfico. Esta es la coyuntura con la que este hombre ha vivido su tiempo y sus espacios, poniendo en juego los distintos dones con los que Dios le equipó, y las distintas circunstancias que le fueron conduciendo y a las que él acertó también a acompañar.

Gozó de una la calidad intelectual de un hombre de Iglesia: saber dialogar con todo lo que acontece. Dialogar significa tener un juicio sobre las cosas y entrar en lo que éstas tengan de verdad plena, de media verdad o de mentira manifiesta. Ni el servilismo de quien acríticamente se rinde, ni la beligerancia de quien todo lo maldice y contradice, sino la sabia y serena libertad de quien, sin renunciar con humildad a su posición razonable, sabe dialogar con todos los demás.

Por más que a Joseph Ratzinger le hayan colocado antes, en y después de su llegada al papado una serie de etiquetas despectivas con cargas ideológicas que trataban de ridiculizarle hasta la censura, su figura se acrecienta más y más mientras nos narra con sencillez y audacia la palabra que nos debe anunciar en esta coyuntura histórica nuestra. Es quizás lo que más puede sorprender e irritar a sus no declarados enemigos. Él no ha querido dar por supuestas las verdades verdaderas en una Europa de raíces cristianas que se han debilitado en extremo. Tampoco ha juzgado como inocente el proyecto cultural que desde un laicismo anticristiano se nos impone en tantos escenarios políticos y areópagos mediáticos.

Esta fue su voz humilde y sólida que nos acercó a la verdad.

Porque sabemos que existen otros voceros que vociferan sus proyectos de civilizaciones aliadas, de educaciones domesticadas en su sistema, del relativismo total en la feria del disparate sin un horizonte moral, ansiosos de legislar con prisa ideológica lo que está destruyendo vidas antropológicas y tradiciones culturales. La voz de la Iglesia seguirá contando a quien la quiera escuchar, aquella vieja y eterna historia de la belleza y la bondad con la que Dios soñó la suerte de sus hijos en la mañana primera, por más que en el tramo cotidiano de nuestro andar no hayamos sido capaces de entender a Dios, de adherirnos a cuanto Él nos dijo y mostró para nuestra felicidad. Esto lo encontramos en la entraña biográfica de Ratzinger, que como Benedicto XVI expresó también su larga trayectoria humana, teológica y pastoral.

Ahora ha comenzado también para él ese encuentro con aquel Jesús que tanto amó con todo su corazón, que estudió con pasión y veneración, que explicó como profesor brillante y profundo, que predicó con belleza inolvidable, y que testimonió en tantos momentos pagando el alto precio que la fidelidad conlleva y contrae. Un encuentro que no defrauda con desencanto ni con trampa caduca. El cielo que Jesús nos prometió abre sus puertas a este anciano pescador que llega con sus viejas sandalias. Junto al Papa Santo, que fue Juan Pablo II, ahora el Papa Sabio. ¡Qué precioso legado nos regala Dios!

+ Fr. Jesús Sanz Montes es Arzobispo de Oviedo, 
coautor de un libro con el fallecido Papa emérito.

Evangelio Solemnidad Santa María Madre de Dios

Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,16-21):

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.

Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.

Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Palabra del Señor