domingo, 4 de agosto de 2019

Evangelio Domingo XVIII del Tiempo Ordinario














Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,13-21):

En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:

«Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia».

Él le dijo:

«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».

Y les dijo:

«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado,
su vida no depende de sus bienes».

Y les propuso una parábola:

«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose:

“¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo:

“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.

Pero Dios le dijo:

“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”.

Así es el que atesora para SÍ y no es rico ante Dios».

Palabra del Señor

sábado, 3 de agosto de 2019

Flores para Nuestra Señora


''Buen Suceso habéis tenido'' (Pablo V)

La Virgen del Buen Suceso y el Papa Camillo Borghese. Por Rodrigo Huerta Migoya

De las miles de historias, leyendas y anécdotas en torno a la devoción a Nuestra Señora del Buen Suceso, sin duda una de las más importantes fue lo ocurrido a comienzos del siglo XVII cuando el mismísimo Papa entonces hizo suyo este nombre y devoción a Madre de Dios del Buen Suceso.

Todo comenzó casi medio siglo atrás en Madrid, hacia 1567, cuando el noble católico Bernardino de Obregón tuvo una profunda experiencia espiritual con un mendigo. Bernardino decidió cambiar el rumbo de su propia vida, y así dejó atrás la ostentación y lujo en el que estaba instalado para dedicarse a los más pobres y harapientos de la capital de España. Empezó a tener voluntarios, colaboradores y otros jóvenes que se querían sumar a su buena obra, naciendo así  la Congregación Religiosa de los Mínimos para la Asistencia de Enfermos -llamados familiarmente ''Mínimos''-  cuya regla de vida se inspiró en la de la Orden Tercera de San Francisco de Paula. Contaron con la aprobación del Nuncio y la autorización del rey Felipe II,  el cual vio en ellos una solución a los problemas de atención sanitaria de la ciudad. Muere Obregón contagiado por una epidemia de peste en 1599, más una vez desaparecido él su familia religiosa sigue creciendo y su sucesor, el hermano Gabriel de Fontanet, considera que antes de continuar expandiéndose era menester pedir a Roma el reconocimiento definitivo y oficial de la Congregación. Así, en 1606 el superior general junto al hermano Guillermo de Rigosa inician el camino a pie de Madrid a Roma.

Cuando estaban a punto de llegar a la frontera de España con Francia, una gran tormenta les sorprendió y se perdieron por las inmediaciones de la Sierra de Valdacha. Tal fue la tormenta, las avalanchas y riadas que se empezaron a producir, que ya daban por perdidas sus vidas, más únicamente rezaban pidiendo a Dios una muerte serena. Y así buscando un lugar sereno donde esperar la muerte, "una luz les brilló", haciendo uso de la conocida expresión bíblica.

Los dos religiosos caminaron entonces hacia aquel lugar luminoso que vislumbraron de lejos, y allí encontraron una cueva cuyo interior estaba plagado de flores silvestres, las cuales crecían a los pies de una hermosa imagen de la Madre de Dios. Los frailes se quedaron perplejos; pasaban las horas y no sabían qué milagro era mayor, si el haber salvado la vida, que la tormenta ya pasara o la hermosura de la talla descubierta, la cual parecía demasiado hermosa para haber sido realizada por cualquier artesano.

Decidieron llevarse la efigie con ellos, por lo que la metieron en uno de los canastos del equipaje y partieron con la Madre de Dios como compañera de camino hacia la Ciudad Eterna. Una vez en Roma, durante la audiencia con el Papa Pablo V los dos hermanos de Congregación le explicaron al Pontífice con todo lujo de detalles lo que les había ocurrido y cómo habían encontrado la pequeña talla en el momento más crítico. Cuando los religiosos mostraron la Imagen, el Papa se arrodilló ante ella, le puso su cruz pectoral al cuello y tomándola en sus manos con piedad la besó y abrazó.

Al Romano Pontífice lo que más le impactó fue el rostro de la Virgen, pues era tan dulce que parecía estar sonriendo; cuando tantísimas imágenes de ese tiempo y anteriores mostraban una Madre de Dios más bien seria y sin expresión. A su regreso a España los frailes contaron que el Papa había dicho: ''Buen Suceso habéis tenido'', de ahí que desde entonces surgiera este nueva advocación de Nuestra Señora del Buen Suceso.

Cuando los religiosos presentaron los temas burocráticos que tenían previsto tratar con el Vicario de Cristo, éste aludió a la sonrisa de la Virgen y al éxito de su viaje aduciendo que si Dios y su Santísima Madre estaban con ellos, cómo se iba a oponer él a una obra que ya contaba con el aprobado del Cielo. Incluso se llegó a decir que el Papa al despedirlos, no les deseó que su obra llegara a buen término, sino que en concreto ''que tengan de nuevo un Buen Suceso''

Poco tiempo después se cuenta que la Congregación escribió desde España al Pontífice recordándole lo sucedido, y rogándole que reconociera oficialmente esta nueva advocación, petición a la que Su Santidad no sólo accedió sino que le concedió numerosas indulgencias, rogando se propagara en la Iglesia Católica este piadoso nombre y advocación de la Madre del Cielo. Desde aquel día capillas, ermitas, santuarios, oratorios, iglesias, parroquias, conventos, basílicas etc., están dedicados a este querido nombre de Nuestra Señora.

No tenemos constancia de en qué fecha llegó esta advocación a nuestra Parroquia de Lugones, pero que está claro es que fue muy pronto, ya que a principios del siglo XVIII su culto estaba ya muy arraigado en el lugar.

Pero también esta devoción coexistía en la zona con uno de los santos más queridos en la Iglesia Universal, San Antonio de Padua, y cuya capilla se encontraba dentro de las propiedades de la Familia Estrada Nora, en el Carbayu. Con el paso de los años el culto al Santo Paduano quedó en un segundo lugar, pasando la Santísima Virgen del "Buen Suceso" a ser Patrona del Carbayu por decisión de sus gentes.

viernes, 2 de agosto de 2019

''Quisiera volverme niño''. Por José Antonio Noval Cueto

(enprodelhumanismo) 

Aunque sólo fuera para revivir aquellos momentos del verano de los 70, cuando empezaba la temporada de fiestas y nosotros, los preadolescentes, esperábamos ansiosos el mes de agosto o nuestra temporada festiva. No teníamos necesidad ni de tren, autobús ni llanera. La fiesta era en casa. La única preocupación que no lloviera. Los días previos, ¡vaya nervios!, esperábamos el telediario para escuchar al hombre del tiempo y don Mariano Medina con los medios que tenía intentaba contentar a todos y aprovechándose de Álvaro de la Iglesia nos decía aquello de que “por el Norte viene un fresco general que de momento no trae lluvias en las primeras horas del día”, después el azar dirá.

Hasta que llegaban las fiestas, los domingos cine en el Avenida o en el Nora y después a observar las extensas caravanas de coches que transitaban por la vieja carretera Oviedo-Avilés-Gijón, que obligaba a la Guardia Civil de Tráfico a apostarse en el Cruce Nuevo para regular el tráfico. Este salón del automóvil improvisado y rodante era muy repetitivo, poco original, dominaban la Seat con sus 600, 850, 1500 ; la Renault con su 4-4, 4-L, 5-5 Gordini, su R-12, bien el Simca 1.000, bien el Citroen 2 caballos y ya en gama alta el Dogde Dar o el exclusivo Mercedes. La ilusión de los jóvenes eran el Alpini, el Morris-MG o el Seat- Coupe…Hacía las 22:30 la serpiente luminosa se apagaba y el furgón de cola eran los autobuses de Traval . Después del auge de las motos, empezaba el arraigo del coche. Era la época de los planes de desarrollo, la llamada década prodigiosa.

Antes del inicio de la fiesta, subida al Carbayu a ver si las barracas traían alguna novedad, pero siempre más o menos eran las mismas y el disfrute dependía de la paga o de las propinas de última hora, ya de abuelos , tíos o padrinos. Las típicas eran el tiro, las lanchas, las tómbolas, la churrería, los coches de choque, la noria, la cesta… amén de otros puestos que se improvisaban, de quitar o poner, ya para vender chucherías (pipas, chufas, avellanas, palomitas, regaliz, caramelos), ya para probar suerte a la ruleta( que siempre tenía algún colaborador para animar la participación y que con los billetes sujetados por una goma incitaban a probar suerte), bien para vender globos de diferentes colores, amén del barquillero…Los bares solían ser los de siempre: Juan el Cazuelu, Infiesta... La luz del prau y la gramola del Topu, que instalaba su pequeña caseta al lado del quiosco de la orquesta. Luces y banderines y en la calle La Estación o José Tartiere competición ciclista , en diferentes categorías, donde la familia Cima siempre obtenía premio por su buen hacer y donde empezó a forjarse uno de los mejores corredores que dio fama a Lugones, José Enrique Cima, buen ciclista y mejor persona. En la entrega de premios las autoridades, trajes regionales, pareja de tambor y gaita. El domingo, día grande, misa al aire libre, se instaba un altar portátil en la parte posterior de la Capilla y desde allí don Jesús, don Julio pronunciaban sus preparadas homilías marianas a la Virgen del Buen Suceso. Los monaguillos medio asustados cumplían su cometido. El exceso de público y algunas veces el calor, los encogía. Concluida la ceremonia, sesión vermout, sidra, refrescos…La Romería era más o menos idéntica a la que luce a tamaño escala en el Museo de la Romería que minuciosa y trabajosamente ha hecho Manolito durante tantos años y que evidencia la capacidad humana para hacer realidad un sueño, y este no es otro que inmortalizar su romería, que no muera, que perdure, y va camino de conseguirlo. Lo más difícil ya está hecho. Pocas sociedades de festejos pueden presentar este palmarés que viene avalado por una afluencia masiva de público que año a año se incrementa. Solo queda pedir buen tiempo y buena convivencia.

Quisiera volverme niño para hacer realidad mis vivencias – no cambio ni renuncio a mi infancia, la del juego colectivo y compartido, la de la zapatilla, la de ojo de buey, cuchillo o tijera, la del pañuelu, la del futbolín o metegol como llaman en Argentina, cuando el único programador que teníamos era nuestra imaginación y cuando la palabra aburrimiento no existía- y una de esas experiencias que recuerdo con agrado y que me ha sido muy útil , me ocurrió en las fiestas del Carbayu de no sé qué año. Tendría yo trece o catorce años. Tenía ganas de un original llavero que pendía de unos palillos en la barraca de Tiro, pero había que tener puntería, y las escopetas de perdigón no siempre tenían el punto de mira bien puesto- o eso decíamos para justificar nuestra impericia-. Lo cierto es que pedí mis perdigones, tiré, volví a pedir, tiré, volví a pedir, tiré… pero no rompía los palillos, y cuando ya desesperado y casi sin paga le devuelvo la escopeta - aún me parece ver a la chica delgada, discreta y responsable que me atendía, quizás de mi misma edad o poco más – la coge y cuando menos lo esperaba, me entrega el llavero. Quería al menos compensar, atenuar mi pérdida. En un momento pasé de la desesperación a la alegría. Desde ese día supe que el dinero no lo consigue todo y que quien menos esperas te puede dar una buena lección, en este caso de generosidad, solo se necesita que uno escuche y vea, que esté próximo, que huya de las etiquetas, de los estereotipos.

El escrito llega a su fin, empieza el baile, ya se oyen los acordes de “A Santiago voy ligerito, caminando…”, y en mi cabeza rebullen las certeras palabras del poeta Rainer María Rilke cuando dice que la patria del hombre es la infancia. ¡Hagamos todo lo posible para que los niños sean felices! Es su mejor garantía de futuro. De ello puedo dar fe y las fiestas del Carbayu han contribuido a ello. ¡Muchas gracias!¡Felices Fiestas 2019!

Oración a Nuestra Señora del Buen Suceso

Bienaventurada Virgen María,
Madre de Dios y Madre nuestra;
Señora del Buen Suceso,
Reina de Cielo y Tierra,
Patrona del Carbayu,
Vida y esperanza nuestra.

Ante tu imagen santa venimos
a mostrarte nuestras almas
con sus cantos y sus llantos,
con sus alegrías y espantos;
a implorarte protección,
guía consejo y amparo.

Vos, salud de los enfermos
y causa de toda alegría,
acoge los nuestros ruegos
Rosa mistica escogida,
Estrella de la mañana,
Luz de consuelo y vida,
presentadlos al Señor
para que se cumpla en nosotros
todo como Él nos diga. Amén

Autor: R. H. M. 

jueves, 1 de agosto de 2019

Monseñor Lugones ha celebrado sus 20 años de ordenación episcopal

(AICA).- El obispo de Lomas de Zamora, monseñor Jorge Lugones SJ, quien hoy -fiesta de San Ignacio de Loyola- cumple 67 años de vida, celebró anoche el 20º aniversario de su ordenación episcopal con una misa en la catedral Nuestra Señora de la Paz.

En la homilía, el prelado evocó al cardenal Jorge Bergoglio SJ, hoy papa Francisco, quien lo consagró obispo el 30 de julio de 1999 en el “Domo del Centenario”, de la ciudad de Resistencia, Chaco, y a los consagrantes, los arzobispos ya fallecidos Juan José Iriarte y Carmelo Juan Giaquinta.

Monseñor Lugones aseguró que la Virgen María “tuvo mucho que ver en mi vocación” y enumeró una serie de hechos de su vida que estuvieron bajo la impronta mariana. “Me bautizaron el día del Inmaculado Corazón de María, hoy María Reina; hice mis votos religiosos en la fiesta de María, Madre y Reina de la Compañía de Jesús; llegué a Lomas un 22 (de noviembre de 2008) y me recibió la Madre, Nuestra Señora de la Paz, la que unió a los argentinos”, subrayó.

El obispo lomense invitó a pedirle a la Virgen que “una a los argentinos y nos libre del espíritu de división”.

La misa de acción de gracias por los 20 años de la ordenación episcopal de monseñor Lugones fue concelebrada por el obispo de Morón, monseñor Jorge Vázquez; el obispo auxiliar de Lomas de Zamora, monseñor Jorge Torres Carbonell; EL vicario general de la diócesis, presbítero Hugo Barrios y otros sacerdotes presentes.

San Félix de Gerona el Africano. Por Rodrigo H. Migoya


San Félix nace entre mediados y finales del siglo III d.C. en Scilitana -actual Túnez- en el seno de un familia acomodada. En algunos lugares han representado recientemente la imagen de San Félix con tez morena y rasgos africanos y, sin embargo, a San Agustín que nació también al norte de África con muy pocos años de diferencia nunca nadie lo ha representado con tales rasgos. Y es que San Félix, con toda seguridad no era "negro", como mucho moreno de piel, pues por su estatus social, su buen desenvolvimiento en la sociedad romana y su amplio bagaje académico todo apunta a que era descendiente de las familias romanas que ocupaban dicho territorio. No olvidemos que desde la caída de Cartago en el año 146 a. C. hasta el siglo VII con la conquista musulmana, tenemos más de ochocientos años de dominio y control de Roma sobre toda esta zona.

Con ello caemos ya en la cuenta de dos evidencias que a buen seguro marcarán la niñez de Félix  profundamente; en primer lugar en contexto romano perseguidor de la fe donde estaba totalmente prohibido hablar de Cristo y hacerse cristiano, hasta el punto que en las calles de su ciudad natal podían leerse los carteles de advertencia 

Ahí ya tenemos un primer interrogante: ¿qué será eso que está prohibido?, ¿quién será ese del que no se puede hablar? Y para un niño inquieto ya pudo tener en ello un primer atisbo para hacer verdad que lo prohibido siempre es atrayente. Lo había sentenciado el Paranoico Nerón: Ut christiani non sint. “No deben existir los cristianos”.

Otra segunda realidad que se respiraba era una tradición muy reciente de mártires en dicha región; un siglo atrás llegaron a ser denominados como los ''mártires scilitanos''. El martirologio romano fijaba su memoria litúrgica el 17 de Julio por creerse que dicho día del año 180 habían sido apresados y juzgados por ser seguidores del Nazareno. Atención aquí, pues en ese grupo de mártires hay también un San Félix apodado precisamente el Scilitano por haber sido apresado y martirizado en dicho lugar, pero no confundirlo con nuestro San Félix, el cual para distinguirlo de éste lo llamamos oficialmente el de Gerona o el africano, pues aunque era scilitano de nacimiento ese adjetivo ya estaba adjudicado a su tocayo mártir del siglo II. El grupo de Santos Mártires Scilitanos está compuesto por cinco mujeres y siete hombres: San Félix, San Nartzalo, San Citino, San Venturio, San Aquilino, San Letancio, San Esperato, Santa Jenara, Santa Generosa, Santa Vestina, Santa Segunda y Santa Donata. 

Pasamos de nuevo al siglo posterior con San Félix, que con grandes dotes para el estudio y con una familia de posibles es enviado a estudiar a la ciudad portuaria de Cesarea Marítima, en la región de Samaría -actual Israel-. Allí Félix, junto a su amigo -luego San Cucufate- no sólo perfeccionan sus estudios en latín, derecho y filosofía, sino que además conviven con nuevas culturas y conocen de cerca el cristianismo en los lugares originales, geograficamente hablando. Aquí descubren a Cristo, y teniendolo todo, deciden renunciar a su cómoda vida para anunciar a los demás la buena noticia del Evangelio. 

Inician su catecumenado y tras recibir los sacramentos de iniciación y se ofrecen a ir a colaborar al lugar donde se les requiera. Son entonces destinados a Hispania, que en esos momentos era uno de los lugares donde más estaban sufriendo los cristianos bajo la persecución del emperador Diocleciano y el gobernador en suelo hispano Decio. Ellos son conscientes de que van a una misión delicada en un territorio hostil, por lo que viajan a la península por barco haciéndose pasar por mercaderes. 

Aquí experimentará la incomprensión, la persecución, la cárcel, la tortura... pero todo ello lo supera con fuerza de Dios, pues llega con un bagaje interior tan hondo, que aunque no fuera mayor en edad ya estaba maduro para el Señor. Y es que para entender en toda su riqueza la historia de San Félix no podemos perder de vista sus raíces. Es verdad que es en Hispania donde vive en su plenitud su apostolado, su predicación y su entrega hasta las últimas consecuencias, donde se ganará la palma del martirio y se extenderá su fama de santidad. Pero sin remitirnos sus orígenes y formación su personalidad nos quedaría incompleta. 

La riqueza espiritual del norte de África en los primeros siglos de cristianismo es de una altura y valor sin igual: San Cipriano de Cartago, Santa Perpetua y Felicidad (siglo II) , San Pacomio (siglo III) Santa Mónica y su hijo San Agustín (siglo IV)... De forma concreta, hasta la regulación del culto, fue una tierra rica de cristianos auténticos, como así lo acredita tantísima sangre derramada en aquellas latitudes. Un año antes de ser martirizado San Félix, cuarenta y nueve paisanos suyos de la comunidad cristiana de Abitinia -a la vera de donde él había nacido- fueron martirizados por no renunciar al sacramento de la Eucaristía, su mayor tesoro. 

Entre ellos, cuatro también llamados Félix; uno hijo de un presbítero, otro un jóven, otro que colaboraba como lector en las celebraciones y un cuarto Félix del que sin tener toda la seguridad parece que fue el que hizo las veces de portavoz de la comunidad cristiana en las negociaciones con el procónsul. Cuando el romano les ofreció perdonarles la vida con tal de entregaran las Sagradas Escrituras que poseían y que dejara de reunirse para celebrar la Eucaristía uno llamado Félix -seguramente Octavio Félix el dueño de la casa en la que se reunían- le respondió: “¡Un cristiano no puede existir sin celebrar los misterios del Señor, y los misterios del Señor no se celebran sin la presencia de los cristianos! El cristiano vive de la celebración de la liturgia… Sábete que cuando oigas el nombre cristiano es uno que se reúne con otros hermanos ante el Señor, y cuando oigas hablar de reuniones, reconoce en ellas el nombre de cristiano”. Estos son los llamados mártires del día del Señor o del domingo. Como testamento de su oblación dejaron esa frase que emplearon como decisión de morir antes que renunciar a Cristo: «Sine dominico non possumus» -"Sin el domingo no podemos vivir"-.

Desconocemos si le llegaría o no a San Félix la noticia de esta matanza y este hermoso testimonio de sus paisanos meses antes de su propia muerte, pero lo que está claro es que tanto los Mártires de Abitinia como San Félix bebieron de la misma fuente espiritual; es decir, del ejemplo de muchísimos mártires de años anteriores que dieron semillas de nuevos y valerosos cristianos dispuestos a seguir los pasos de su Maestro y de sus antecesores en las comunidades cristianas primitivas.

El martirio de los primeros tiempos en un amplísimo número de víctimas, tuvo el mismo esquema que en el caso de San Félix; es decir, el problema no era sólo renegar de Cristo sino por ende reconocer la divinidad del Emperador, la cual se ejemplificaba retractándose públicamente y mostrando sus respetos a la "deidad imperial" mediante el ofrecimiento de incienso a su imagen o comiendo de las ofrendas sacrificadas a este. En definitiva, la apostasía a Cristo debía ir aparejada a la sustitución del lugar de Dios que debería ocupar "el señor de Roma". Ahí es donde los mártires se mostraron inflexibles y valientes y su su fidelidad, aferrándose sólo a Cristo y haciendo suyas las palabras del Evangelio: ''amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas'' (Mc 12, 30).