domingo, 4 de junio de 2017

Evangelio Domingo de Pentecostés

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Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-23):


AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Palabra del Señor

sábado, 3 de junio de 2017

La salvación que llega por el Espíritu. Por Fray Miguel de Burgos Núñez

Este es un relato germinal, decisivo y programático propio de Lucas, como en el de la presencia de Jesús en Nazaret (Lc 4,1ss). Lucas nos quiere dar a entender que no se puede ser espectadores neutrales o marginales a la experiencia del Espíritu. Porque ésta es como un fenómeno absurdo o irracional hasta que no se entra dentro de la lógica de la acción gratuita y poderosa de Dios que transforma al hombre desde dentro y lo hace capaz de relaciones nuevas con los otros hombres. Y así, para expresar esta realidad de la acción libre y renovadora de Dios, la tradición cristiana tenía a disposición el lenguaje y los símbolos religiosos de los relatos bíblicos donde Dios interviene en la historia humana. La manifestación clásica de Dios en la historia de fe de Israel, es la liberación del Exodo, que culmina en el Sinaí con la constitución del pueblo de Dios sobre el fundamento del don de la Alianza.

Pentecostés era una fiesta judía, en realidad la "Fiesta de las Semanas" o "Hag Shabu'ot" o de las primicias de la recolección. El nombre de Pentecostés se traduce por "quincuagésimo," (cf Hch 2,1; 20,16; 1Cor 16,8). La fiesta se describe en Ex 23,16 como "la fiesta de la cosecha," y en Ex 34,22 como "el día de las primicias o los primeros frutos" (Num 28,26). Son siete semanas completas desde la pascua, cuarenta y nueve días, y en el quincuagésimo día es la fiesta (Hag Shabu´ot). La manera en que ésta se guarda se describe en Lev 23,15-19; Num 28,27-29. Además de los sacrificios prescritos para la ocasión, en cada uno está el traerle al Señor el "tributo de su libre ofrenda" (Dt 16,9-11). Es verdad que no existe unanimidad entre los investigadores sobre el sentido propio de la fiesta, al menos en el tiempo en que se redacta este capítulo. Las antiguas versiones litúrgicas, los "targumin" y los comentarios rabínicos señalaban estos aspectos teológicos en el sentido de poner de manifiesto la acogida del don de la Ley en el Sinaí, como condición de vida para la comunidad renovada y santa. Y después del año 70 d. C., prevaleció en la liturgia el cómputo farisaico que fijaba la celebración de Pentecostés 50 días después de la Pascua. En ese caso, una tradición anterior a Lucas, muy probablemente, habría cristianizado el calendario litúrgico judío.

Pero ese es el trasfondo solamente, de la misma manera que lo es, también sin duda, el episodio de la Torre de Babel, en el relato de Gn 11,1-9. Y sin duda, tiene una importancia sustancial, ya que Lucas no se queda solamente en los episodios exclusivamente israelitas. Algo muy parecido podemos ver en la Genealogía de Lc 3,1ss en que se remonta hasta Adán, más allá de Abrahán y Moisés, para mostrar que si bien la Iglesia es el nuevo Israel, es mucho más que eso; es el comienzo escatológico a partir del cuál la humanidad entera encontrará, finalmente, toda posibilidad de salvación.

Por eso mismo, no es una Ley nueva lo que se recibe en el día de Pentecostés, sino el don del Espíritu de Dios o del Espíritu del Señor. Es un cambio sustancial y decisivo y un don incomparable. El nuevo Israel y la nueva humanidad, pues, serán conducidos, no por un Ley que ya ha mostrado todas sus limitaciones en el viejo Israel, sino por el mismo Espíritu de Dios. Es el Espíritu el único que hace posible que todos los hombres, no sólo los israelitas, entren a formar parte del nuevo pueblo. Por eso, en el caso de la familia de Cornelio (Hch 10) - que se ha considerado como un segundo Pentecostés entre los paganos-, veremos al Espíritu adelantarse a la misma decisión de Pedro y de los que le acompañan, quien todavía no habían podido liberarse de sus concepciones judías y nacionalistas

Lo que Lucas quiere subrayar, pues, es la universalidad que caracteriza el tiempo del Espíritu y la habilitación profética del nuevo pueblo de Dios. Así se explica la intencionalidad -sin duda del redactor-, de transformar el relato primitivo de un milagro de "glosolalia", en un milagro de profecía, en cuanto todos los oyentes, de toda la humanidad representada en Jerusalén, entienden hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua. El don del Espíritu, en Pentecostés, es un fenómeno profético por el que todos escuchan cómo se interpreta al alcance de todos la "acción salvífica de Dios"; no es un fenómeno de idiomas, sino que esto acontece en el corazón de los hombres.

El relato de Pentecostés que hoy leemos en la Iª Lectura es un conjunto que abarca muchas experiencias a la vez, no solamente de un día. Esta fiesta de la Iglesia, que nace en las Pascua de su Señor, es como su bautismo de fuego. Porque ¿de qué vale ser bautizados si no se confiesa ante el mundo en nombre de quién hemos sido bautizados y el sentido de nuestra vida? Por eso, el día de la fiesta del Pentecostés, en que se celebraba la fiesta del don de la ley en el Sinaí como don de la Alianza de Dios con su pueblo, se nos describe que en el seno de la comunidad de los discípulos del Señor se operó un cambio definitivo por medio del Espíritu.

De esa manera se quiere significar que desde ahora Dios conducirá a su pueblo, un pueblo nuevo, la Iglesia, por medio del Espíritu y ya no por la ley. Desde esa perspectiva se le quiere dar una nueva identidad profética a ese pueblo, que dejará de ser nacionalista, cerrado, exclusivista. La Iglesia debe estar abierta a todos los hombres, a todas las razas y culturas, porque nadie puede estar excluido de la salvación de Dios. De ahí que se quiera significar todo ello con el don de lenguas, o mejor, con que todos los hombres entiendan ese proyecto salvífico de Dios en su propia lengua y en su propia cultura. Esto es lo que pone fin al episodio desconcertante de la torre de Babel en que cada hombre y cada grupo se fue por su sitio para independizarse de Dios. Eso es lo que lleva a cabo el Espíritu Santo: la unificación de la humanidad en un mismo proyecto salvífico divino.

Ven Espíritu Santo


viernes, 2 de junio de 2017

La Iglesia genera en la sociedad más del 138% del importe que recibe de la Agencia Tributaria

(Rel.)
La Conferencia Episcopal Española ha presentado este jueves la Memoria anual de Actividades de la Iglesia Católica correspondiente al ejercicio 2015. Con estos datos se pretende informar a la sociedad sobre la labor de la Iglesia y además derribar mitos que están siendo utilizados también por distintos partidos políticos.

Según los datos que ofrece, aunque valorar en términos económicos la aportación que realiza la Iglesia a la sociedad es una misión compleja, supondría un ahorro de miles de millones de euros para las arcas públicas. Es más, la cuantía que recibe en concepto de Asignación Tributaria genera en la sociedad más del 138% del importe recibido.

En 2015, la Iglesia recibió un total de 249.614.608 euros en concepto de la Asignación Tributaria de los contribuyentes. La mayor parte (199.718.758 eurois), más del 80% se distribuyó a las diócesis en función de sus necesidades generales. Cada diócesis, una vez recibida la cantidad que le corresponde, procede a su reparto atendiendo a las normas propias de organización económica diocesana. Este importe supone de media un 24% de los recursos disponibles para las diócesis, aunque para las de menor tamaño puede representar hasta el 80% del total de sus recursos.

Se trata de un modelo de reparto basado en la solidaridad y comunicación de bienes, donde prima la capacidad de atender las necesidades básicas, en especial las de las diócesis con menos recursos.

Del resto, un total de 48.154.626 se destina a partidas generales como la Seguridad Social del clero; centros de Formación eclesiásticos; funcionamiento de la CEE; aportación extraordinaria para las Cáritas Diocesanas, diversas actividades pastorales realizadas tanto en el ámbito nacional como en el extranjero; campañas de financiación, apoyo a la Conferencia de religiosos; ayudas para construcción y rehabilitación de templos y a instituciones de la Santa Sede, entre otros.

Actividad de la Iglesia católica

Sobre la práctica religiosa, la memoria e detalla que 2015 hubo 231.254 bautismos, 240.094 primeras comuniones, 51.810 matrimonios y 115.164 confirmaciones.

En España se han celebrado más de 9,5 millones de eucaristías al año y más de 10 millones de personas asistieron a Misa periódicamente, en las 22.999 parroquias atendidas por 18.576 sacerdotes. Según los datos de la Conferencia Episcopal, cada euro que se invierte en la Iglesia rinde como 2,24 euros en su servicio equivalente en el mercado.

La importante labor educativa

Los centros católicos concertados, actualmente muy perseguidos por distintas instituciones, suponen un ahorro al Estado de 2.563 millones de euros. Un ahorro que resulta de la diferencia entre el coste de una plaza en un centro público y el importe asignado al concierto por plaza, según ofrecen los datos publicados por el Ministerio de Educación. Son 1.476.918 alumnos los que se forman en centros católicos (8.649 alumnos más que en 2014).

Un estudio elaborado para la Memoria 2015 pone de manifiesto que la formación católica en los colegios genera importantes beneficios en los alumnos y en la sociedad en comparación con la media española; menores tasas de repetición en todas las etapas, menor gasto por alumno al año, reduce las diferencias sociales, menor índice de criminalidad y mayor tendencia a las donaciones. Además por cada euro invertido en actividades educativas católicas en colegios se generan 5 euros de forma directa en la sociedad.

Más de 13.000 misioneros

La Memoria dedica un apartado a la actividad evangelizadora en el extranjero. En los datos puede verse cómo están distribuidos y cuáles son los perfiles generales de los 13.000 misioneros españoles en el mundo, siendode ellas 502 familias en misión.

Ámbito cultural

Los datos en el ámbito cultural reflejan el interés turístico que despierta el patrimonio de la Iglesia. En 2015, la participación de millones de personas en peregrinaciones, celebraciones de Semana Santa y fiestas populares de carácter religioso así como las visitas a los bienes inmuebles de la Iglesia generó un impacto estimado en el PIB de España de 32.420 millones de euros, (casi un 3% del PIB).

Actividad caritativa y asistencial

Como venía sucediendo en años anteriores, en el contexto social actual, la Iglesia católica ha incrementado su actividad caritativa y asistencial. En 2015, uno de los principales destinos de los recursos de las diócesis españolas continuó siendo las actividades asistenciales que aumenta en relación al año anterior un 10%.

4.791.593 personas fueron acompañadas y atendidas en alguno de los 8.966 centros sociales y asistenciales de la Iglesia durante el año 2015; es imposible separar esta labor de la actividad pastoral.

El valor del impacto de la Iglesia generado por la actividad asistencial corresponde a 589.629.655 euros, que equivale al tercer puesto en el ranking de Comunidades Autónomas en materia de gasto asistencial, según un estudio realizado por la consultora KPMG.

Orar con el Salmo del día













Sal 10,4-7


R/. El Señor puso en el cielo su trono

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.

El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.
Bendecid al Señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes. 

jueves, 1 de junio de 2017

Matrimonio indisoluble .Por Pedro Trevijano

Jesucristo se pronunció categóricamente sobre la indisolubilidad del matrimonio, sobre todo en Mc 10,2-12. En la misma línea está 1 Cor 7,10-11. Jesús toma así posición tanto frente a la escuela laxista de Hillel como frente a la más rigorista de Shammaí para anular el permiso mosaico del divorcio, apelando contra esa concesión (Dt 24,1) a pasos antecedentes (Gén 1,27 y 2,24) y concluyendo que la intención original del Dios Creador era que el matrimonio debe perdurar hasta el fin de la vida, cimentado en el amor, la fidelidad (Mc 10,2-12) y la capacidad de perdonar (Mt 18,21-35), texto éste situado inmediatamente antes de la declaración de la indisolubilidad, siendo además para Jesús por supuesto monogámico (Mt 19,3-6).

Jesús declara en nombre de Dios que el sentido original y primario del matrimonio es que «lo que Dios ha unido no lo separe el hombre» (Mt 19,6; Mc 10,8), quedando así unida la indisolubilidad, es decir la fidelidad exclusiva del matrimonio, con la voluntad de Dios, por lo que Dios, y no sólo el hombre, actúaen la constitución de la pareja.

El divorcio pretende romper un matrimonio existente y supone la destrucción de un matrimonio y de una familia. El Catecismo de la Iglesia dice así: «El divorcio adquiere también su carácter inmoral a causa del desorden que introduce en la célula familiar y en la sociedad. Este desorden entraña daños graves: para el cónyuge, que se ve abandonado; para los hijos, traumatizados por la separación de los padres, y a menudo viviendo en tensión a causa de sus padres; por su efecto contagioso, que hace de éste una verdadera plaga social» (CEC, 2385). Por ello no podemos aceptar los divorcios como uniones de alianza en Cristo, ni que tengan una celebración religiosa, muy especialmente si pueden inducir al error de que se trata de una celebración ante la Iglesia.

La indisolubilidad significa que por la propia naturaleza de la unión matrimonial, los cónyuges quedan vinculados entre sí mientras ambos vivan. El ser humano es ciertamente capaz de compromiso permanente y, de hecho, millones de matrimonios, incluso podemos afirmar la gran mayoría, son fieles y perseverantes hasta la muerte. Amar es una decisión de la persona entera: «El amor no pasa nunca» (1 Cor 13,8). Quien es incapaz de concebir el amor para toda la vida, es incapaz de amar de verdad un solo día. Casarse con la intención de hacerlo para toda la vida, es una de las bases del matrimonio. El amor necesita duración porque sólo así tendrá la oportunidad de desarrollarse transformándose debidamente de acuerdo con las circunstancias cambiantes de la vida. Por una parte, se necesita toda la vida para realizar la vocación personal de cada uno y para trabajar mutuamente en la realización común. Por otra, el hijo necesita durante largo tiempo situaciones estables, para formar adecuadamente su personalidad. Para los hijos esto es muy bueno, pues suelen ser los grandes perjudicados de las rupturas matrimoniales, cuyas consecuencias son para ellos serios problemas de todo tipo. La familia no la forman simplemente los esposos, sino también los hijos, que tienen unos derechos que deben ser tenidos en cuenta y respetados, entre ellos el derecho a desarrollarse en un hogar familiar, y, por tanto, a que no sea destruido el matrimonio que les dio vida. El bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia.

Volviendo de Estados Unidos en Septiembre del 2015 el Papa en el avión ha dicho: «¿El divorcio católico? Eso no existe. O no hay matrimonio o es indisoluble».

En la visita ad limina de los Obispos chilenos, en este mes de Febrero, el Papa se les declaró contrario a la comunión, tanto de los divorciados reesposados, como de los políticos que votan a favor del aborto, poniéndoles el ejemplo de un familiar suyo, ejemplo que ya ha citado en alguna otra ocasión: «Tengo una sobrina casada con un divorciado, bueno, católico, de misa dominical y que cuando se confiesa le dice al sacerdote «sé que no puede absolverme, pero deme su bendición».

Carta Semanal del Sr. Arzobispo


Braceros para una inmensa mies

 Lo dijo el mismo Jesús al indicar que la cosa desbordaba: mucha es la mies y los brazos escasean para poder sembrar, hacer cosecha y repartir los bienes de sus frutos. Y tras llamar a algunos, muy pocos, con los que iba de aquí para allá diciendo palabras que llevaban vida, esparciendo la gracia que perdonaba y revivía en quien le acogían, pronunció aquella oración que ha ido pasando de boca en boca a través de los veinte siglos del cristianismo: "rogad al Dueño de la mies, que envíe obreros a su mies" (Lc 10,2). Y toda mies, como todo campo, tiene una geografía y una época, un tiempo y un espacio.

La geografía de esa mies coincide con el mapa de cada diócesis, en donde se fueron levantando las comunidades parroquiales, los centros de atención a enfermos, ancianos y necesitados de tantas ayudas, las instituciones educativas para niños y jóvenes. Cada una de estas realidades tiene su exigencia y reclama una atención que pone en vilo nuestra ayuda material y económica a través de los recursos de los que disponemos. Pero hay otro tipo de ayuda que es personal, que pasa por la dedicación de personas que debidamente preparadas puedan realmente acompañar todo cuanto en esa geografía llevan adelante los cristianos como concreción de la Buena Noticia que Jesús nos dejó para que encendiésemos la esperanza y llenásemos la ciudad de alegría.

El tiempo de esa mies tiene que ver con la época de cada tramo de la historia, y así vamos viendo pasar a través de los años los diferentes modos y maneras con los que abrazamos esa realidad inmensa que pide braceros para sembrar y recoger lo que se ofrece como una gracia que viene de Dios y su providencia. Aquí también hay un elemento personal que pasa por algunos hombres que han sido llamados precisamente a entregar su tiempo como quien dona la vida a quienes se les ha confiado.

La geografía de un lugar y el tiempo de una época pasan, por tanto, por una entrega personal en quienes han sido llamados por Dios. Esta es la alegría que tendremos esta semana, pues el domingo de Pentecostés podré ordenar a dos sacerdotes y a cuatro diáconos en nuestra Catedral de Oviedo. Un regalo para nuestra Diócesis y para la Iglesia universal. Nuestros Seminarios Metropolitano y Redemptoris Mater y el Seminario de la Unión Lumen Dei, se llenan de gratitud por estos hermanos que salen de sus centros de formación e irán por los espacios de la geografía y en el tiempo de nuestra época anunciando a Jesucristo como el Camino que no nos extravía, la Verdad que jamás nos engaña y la Vida que nos llena de plenitud bendita.

Son los braceros que esparcirán las semillas del Evangelio en todos los surcos en donde la luz de Dios, la gracia de su Palabra y de la Eucaristía, puedan llenar de su paz y ternura, del perdón y la misericordia, las vidas de los hombres y mujeres nuestros hermanos. El bálsamo de los sacramentos y la compañía de una entrega humana, hace que los sacerdotes sean ese regalo con el que Dios se pone a nuestro lado para sostener nuestra esperanza, nutrir nuestra fe y hacer que nuestra caridad arda. Por sus ojos nos contempla Dios, con sus manos nos bendice Él, en su corazón descansan nuestros secretos y con su ministerio el Señor nos levanta de caídas y nos acompaña en las andanzas.

Damos gracias al buen Dios por el regalo de estos dos sacerdotes y cuatro diáconos, y que nos siga bendiciendo con vocaciones sacerdotales, muchas y santas. Lo necesitamos para llevar a Dios por la geografía diocesana en este tiempo de encrucijadas.



+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo