jueves, 4 de diciembre de 2014

Carta semanal del Sr. Arzobispo



Relevo en Covadonga. Gratitud y acogida

Durante muchos años hemos encontrado en ese rincón tan querido de nuestras montañas como es Covadonga, una presencia amable, discreta, verdaderamente entregada. En un lugar especialmente significativo de nuestra tradición cristiana como es la casa de la Virgen en cuya Santa Cueva y aledaños se venera a la Santina, hay varias personas que con motivo distinto cuidan del lugar: el Cabildo de canónigos, Institución Teresiana, Esclavas del Corazón de María Inmaculada, Carmelitas misioneras del Espíritu Santo, Escolanía, personal de servicio, etc. De todos ellos depende tantas veces la acogida y el acompañamiento de cuantos por razones diversas acudimos a ese bendito Santuario mariano.

Hoy quiero referirme a quienes tras muchos años de trabajo verdaderamente apostólico al frente de la Casa diocesana de Espiritualidad en Covadonga acaban de dejarla para incorporarse a otro lugar: se trata de la Compañía de Esclavas del Corazón de María Inmaculada. Esta comunidad fue aprobada en nuestra Diócesis de Oviedo en 1955 como asociación por el entonces Arzobispo D. Javier Lauzurica. Posteriormente, el Arzobispo D. Gabino Díaz Merchán procedió a erigir dicha asociación como Congregación religiosa de Derecho Diocesano en 1992.

Es una larga y hermosa historia que tuvo comienzo en Madrid en los años duros del final de la guerra y en los no menos fáciles que vinieron a continuación. Nombres como Madrid y Algete (Madrid), y dentro de nuestro ámbito norteño los de Colunga, Balmori, Cangas de Onís, Oviedo y finalmente Covadonga, son los puntos que señalan la geografía de la entrega de unas mujeres que han tenido y tienen nombre y edad. Las cinco hermanas que quedan son por tantos conocidas: Hnas. Victorina, Luz, Ana María, Carmen y Mercedes. Ellas y todas las que las precedieron, se dieron con toda generosidad primero al Señor y a su Madre bendita, y luego inseparablemente a cuantos se cruzaban en sus vidas reclamando algún servicio pastoral y humanitario, al que ellas no dudaron en responder.

La entrega a los niños en los colegios en los que trabajaron, también a los ancianos en algunas residencias, su importante labor educativa con los pequeños sordos en la Fundación Vinjoy y su dilatada presencia en la Casa de Espiritualidad en Covadonga, llenan páginas muy bellas del trabajo sencillo y discreto, pero colmado de dedicación amorosa por parte de estas queridas hermanas. La adoración de la santa Eucaristía, la devoción a la Virgen Inmaculada y la disponibilidad en el servicio diocesano de la Iglesia han marcado esta historia de donación a Dios y a los hermanos. Ahora continúan su testimonio trabajando en la Basílica San Juan el Real (Oviedo) en algunas tareas parroquiales. Toda nuestra gratitud a estas hermanas.

También agradecidos a las jóvenes religiosas que acaban de llegar a Covadonga, Hijas de Santa María, para hacerse cargo de la Casa de Espiritualidad. Su juventud, su trayectoria como Congregación todavía reciente, hace que nos llene de esperanza y que el servicio que sin duda prestarán junto a otras presencias de sacerdotes y religiosas en Covadonga, hará que ese corazón asturiano de espiritualidad y religiosidad popular siga palpitando latidos de esperanza y alegría para cuantos necesitados de ellas se allegan a ese lugar bendecido por nuestra Santina. En estos momentos de particular intemperie necesitamos unas referencias claras y significativas en donde a nuestra espera se le pone nombre y en donde somos abrazados por quien con su gracia nos da cumplida la respuesta.


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

miércoles, 3 de diciembre de 2014

AVISO PARROQUIAL

TRIDUO Y FIESTA  A SANTA BÁRBARA MÁRTIR 


JUEVES 4 a las 19:20 Bárbara modelo de pureza

VIERNES 5 a las 19:20 Bárbara modelo de contemplación 

SÁBADO 6 a las 19:20 Bárbara modelo de entrega 

DÍA  7 Domingo II de Adviento 
Fiesta de Santa Bárbara  a las 12.30 

Fallece Sor Mari Luz Ibarz, , la monja que ha visitado a centenares de presos: “Señor que te conozcan a ti”


(ENTREVISTA DE ENERO DE 2011)

* De prisión en prisión por toda España, con sus biblias en el carro, abrazando y rezando a algunos que no tienen quien rece por ellos y mucho menos quien los abrace

* Clama a los encarcelados: «Cuando os enteréis de lo preciosos que sois, lo grandes, se os quitarán los complejos. Los hijos de Dios viven en la cárcel»

14 de enero de 2011.- «¿Qué somos nosotros?», pregunta una voz que emerge a borbotones de un hábito azul.«Santos, somos santos», le responde un coro de presos al borde del éxtasis. Nunca vimos una ceremonia tan sentida, un rito tan intenso como este rezo bíblico entre los muros desnudos de una cárcel. Estamos en la de Estremera, la más moderna de Madrid, que acoge a unos 1.700 reclusos. Oficia una monja y sus acólitos son una veintena de reclusos: ladrones, traficantes, maltratadores, ex toxicómanos, homicidas... Eso dicen sus expedientes, porque hoy, en esta sala de la prisión, son catequistas, delegados evangelizadores de sus módulos.

Sor Mari Luz llega con prisa, arrastrando un viejo carro de la compra repleto de biblias, devocionarios, cuadernillos, sobres, rosarios, oraciones... Lo primero que asoman son sus zapatones negros, masculinos y gastados, que parecen llevarla a ella, y que no le estorban ni para andar entre charcos ni para echar una carrera siguiendo el ritmo de una reclusa veinteañera. Corre junto a ella por el patio de la prisión, la besa y la abraza cariñosa como a todo el que se cruza. Tampoco parecen pesarle sus 72 años, ni el frío helador que se cuela por los corredores en la mañana de diciembre. Ella reta al frío, al cansancio y a los incrédulos. Se cubre con un abrigo azul de tergal, que no fue diseñado para la intemperie, y administra amores y consuelo con agotadora energía.

(Cruz Morcillo / ABC) «Gracias por esta mano que nos has dado para escribir, para acariciar; gracias por hacernos tus hijos amados». Es lunes, son las once de la mañana y comienza el curso bíblico. La monja hoy no ha madrugado. Cada día que acude a la cárcel (dos o tres veces por semana) a visitar a «sus hijos», a «sus preciosos»—como los llama— se levanta a las cuatro de la madrugada en el convento donde vive; espera una hora, dos o las que hagan falta en la calle, con los pies ateridos, y se sube en Madrid al autobús de los funcionarios que trabajan en Estremera (a 70 kilómetros). Algunos de ellos la miran con desgana, elevan el tono y lo impostan para dirigirse a la monja tan frágil en apariencia, casi evanescente, dejándole claro quién pone las reglas. Ella responde educada y hace la señal de la santa cruz en la frente a quien se le acerca, con mimo, como quien reparte caramelos. Lleva más de 30 años haciéndolo, de prisión en prisión por toda España, con sus biblias en el carro y su fe en el corazón, abrazando y rezando a algunos que no tienen quien rece por ellos y mucho menos quien los abrace.


Mari Luz Ibarz Bazán, Hija de la Caridad, es quizá la única persona ajena a la institución con salvoconducto para entrar en todos los centros penitenciarios del país. «Son buenas personas, no hay más que verlos. Ninguno tendría que estar aquí. Cometieron un error, todos los cometemos», nos dice desde el azul relampaguente de sus ojos. La veintena de jueces que les condenaron no piensan lo mismo, pero ella aleja con un aleteo de la mano esa opinión restándole importancia. De su carro de la compra emergen como de una chistera biblias y rosarios blancos de plástico que cada interno se coloca al cuello o se enreda en la muñeca, mientras lee el Evangelio.
Tras las puertas metálicas que se cierran a tu espalda con un angustioso click para recordarte que estás en la cárcel, el Espíritu Santo es invocado con acentos arrastrados de medio mundo: con palabras de Brasil, de Ecuador, de Perú, de Colombia, de Santo Domingo, de madrileño castizo y gallego susurrante... Y hay algunos presos que, oyendo a sor Mari Luz, su ángel como la llaman, casi no hablan, sino que parecen a punto de echar a volar... Es el preludio de la oración, de los saludos afectuosos, de reconvenir a alguno de los hombretones: «¿Y la Biblia, dónde la tienes?», le espeta la religiosa a Edison, ecuatoriano, de 24 años, condenado a nueve por tráfico de drogas. «Me quedé en el paro, no me salía nada y me ofrecieron dinero por traer cocaína. Me arrepentiré toda la vida». Edison lleva 20 meses dentro; saldrá de permiso en 2011 y verá a su niño de tres años. Dice que siempre fue creyente, pero se alejó de la Iglesia.«Ahora —explica— es lo que me mantiene a salvo aquí». Antes de rezar y cantar a Dios, sor Mari Luz se acerca a cada uno de los «hermanitos». Ellos son los encargados de dar testimonio en sus respectivos módulos, con frecuencia soportando las mofas de otros presos. La crisis de la religión campa dentro y fuera. La monja le habla a cada uno por su nombre, conoce de sobra sus historias de penumbra. La amnesia de la cárcel, esa que se obstina en segregar mentiras, también revolotea por aquí. Pero hay una diferencia: la mayoría de estos reos reconocen su delito, nada que ver con la moneda común del talego donde admitir nunca estuvo bien visto.

Un maltratador y un espía

«Yo estoy aquí por incumplir dos órdenes de alejamiento —comienza Manuel, madrileño por los cuatro costados que se reconoce creyente desde niño. No podía acercarme a mi mujer y lo hice. Ya sabe que la violencia de género está muy penada. Me han condenado a 23 meses. Bebía como un loco desde siempre y hasta hace unos años también me drogaba. Ahora quiero salir e ir a vivir a una comunidad cristiana». Manuel tiene hepatitis C y está a punto de empezar un tratamiento médico duro. Tiene 49 años y está solo o casi. «Sor Mari Luz es como la madre que me falta» (la suya vive, pero no quiere saber nada de él). «Es mi consuelo en un sitio tan inhóspito y cruel», dice.


Esta mujer, una anciana según su DNI, es un torbellino capaz de reconciliarle a uno con el mundo. Jamás se sienta ni flaquea. Aguanta estoica, como un látigo, más de dos horas de pie. Baila con sus presos, les recrimina, les pregunta por su familia, por sus lecturas, les manda «deberes bíblicos», les palmea las mejillas y los abronca, si toca. El grupo bate palmas, ora y los hombres, transfigurados, se agarran al rosario como tabla salvavidas.

La hermana Ibarz se mete en cada recoveco de la prisión, en todos los módulos; obliga a los funcionarios a hacer malabares, a improvisar, y pregunta con dulzura, pero firme, si puede colarse en una terapia de desintoxicación de drogas, una de las más duras de la cárcel. En ella hay tipos mal encarados que la miran de soslayo en medio de una nube de humo y alguien parece a punto de empujarla en un descuido. Ella no se inmuta y reparte estampas y rosarios, vírgenes y versículos. «Yo nunca les pregunto qué han hecho. Si quieren desahogarse, me lo cuentan», se justifica mientras pone al tanto a unos y a otros de la charla que tuvo con uno de sus abogados o de la llamada que hizo a la madre, les entrega alguna tarjeta de teléfono que ha traído para que puedan llamar o unos sobres con sellos y unas tarjetas para escribir felicitaciones de Navidad. No tiene nada, pero esa nada parece multiplicarse.

Cuando parece que ya no queda lugar para la sorpresa, se abraza nada más y nada menos que a Roberto Flórez, el ex espía del CNI condenado por traición. Él, un pincel, es uno de los presos de apoyo del módulo especial para discapacitados intelectuales y en ese entorno reina a su antojo. La religiosa y Flórez —a quien el Supremo acaba de rebajar su condena en tres años— parecen viejos camaradas posando juntos ante el muro de la prisión y esa imagen poderosa se engancha a la retina.

Sentados en los pupitres blancos de la sala donde transcurre el curso bíblico, los catequistas-presos subrayan oraciones aplicados como colegiales y buscan a San Mateo o la carta de San Pablo a los efesios. Impresiona la atmósfera de recogimiento y silencio, que acalla los sonidos siempre excesivos de la prisión. A Óscar, 34 años, con la huella de las drogas salpicándole el rostro, le cuesta estar quieto. Está con metadona. Tiene dos hijas de 13 y 15 años, pero hace mucho que no las ve. Llama «mama» a la monja y dice que esta mujercilla de manos breves le ha cambiado la vida. Tanto que, cuando sale de permiso, pasa la tarde con el grupo de oración de sor Mari Luz. «Es una santa. Si ella no hubiera llegado a mi vida, no sé qué habría sido de mí».


«Ningún asesino es asesino las 24 horas; ningún violador es violador las 24 horas», reflexiona el director de Estremera, Jaime González Novo, apoyo indiscutible de la religiosa, pese a que esta mujer le cause más de un dolor de cabeza con sus continuas demandas en favor de los presos. «Para ella todos son buenísimos y preciosos, pero es una persona excepcional, no se desprende jamás de los internos». El director desgrana el difícil equilibrio entre seguridad y programas de tratamiento, y el curso bíblico lo es. «Si salen muchos presos de los módulos es un riesgo para la seguridad; sin embargo, los programas son claves. Estamos aquí para reinsertar y la hermana tiene demanda». Tanta que hay una lista de entre 200 y 300 para ir a misa los domingos. «¿Por qué Mohamed quiere ir a la actividad de la monja pero luego pide seguir el Ramadán?», cuenta Novo. «Porque encuentra comprensión, amor, se siente querido y eso aquí dentro es un tesoro».

«Cuando os enteréis de lo preciosos que sois, lo grandes, se os quitarán los complejos. Los hijos de Dios viven en la cárcel», clama ella con una sonrisa. «Es la única que te da cariño, mi refugio», relata César Arturo, peruano de 24 años, al que un viaje malhadado dejó en la cuneta con una maleta de cocaína y nueve años de condena. Esboza un amago de mueca cuando lahermana Ibarz le suelta en público: «Estás muy guapo, te has cortado el pelo, pero me gustabas más antes».

La mañana acaba con nieve. Fernando y Montse, un matrimonio de la renovación carismática, padres de cuatro hijos, él economista, ella empresaria, ejemplo de compromiso en tiempos sin alma, han acompañado desde el amanecer a la religiosa. Dicen que a ellos también les ha cambiado la vida conocerla. Sor Mari Luz, ajena a los piropos, mordisquea un sándwich de tomate y bebe una infusión antes de salir de la cárcel. Casi no come. Está enferma, pero a ella poco le importa. «Me jubilaré cuando vaya al cielo», masculla. Seguro que lo consigue.

Carta de un Sacerdote a un feligrés



Mi querido hermano (a) feligrés:

Te agradezco por el tiempo que te vas a tomar a leer estas pequeñas líneas. ¿Sabes? Fueron muchos años los que estudié en el seminario y a veces no son suficientes para hacer de nosotros los sacerdotes, personas más sensibles, más comprensivas, más piadosas. A veces cuando se es seminarista, es alegre, sociable, y con muchos ideales por delante. Desgraciadamente cuando un seminarista llega a ser sacerdote, la realidad nos convierte en seres distintos, nos convertimos en, incomprensibles ante el dolor humano, nos parecemos a empleados gubernamentales que trabajamos en “horarios establecidos” y fuera de ello no atendemos, nos volvemos amargados, enojones, etc. La cruda realidad de dirigir a un pueblo, nos supera, es verdad, porque no es lo mismo atender a 3 o 4 o hasta 5 hijos que atender una comunidad de 3 mil, 5 mil o más de 10 mil feligreses. ¿Te confieso algo? Esto no en pocas veces me llega a bloquear, porque no en pocas ocasiones no he querido delegar trabajo a otros, por la tentación de que digan que el “padre… trabaja mucho que ni tiempo tiene de descansar” Lo sé, es uno de nuestros pecados como sacerdotes: el protagonismo individulista.

Te confieso que muchas ocasiones te has enojado conmigo por mi forma de responderte, por “no tener tiempo para confesarte” “no tener tiempo para escuchar tus problemas cuando me pides un consejo” y no en pocas ocasiones vas tras de mí hablándome y pidiéndome favores mientras yo corro al coche porque tengo una Misa en otro lugar. No es tu culpa, es la mía, porque a veces lleno mi agenda de manera tal que consciente o inconscientemente no me da tiempo para ti.

¿Recuerdas las reuniones de consejo pastoral? Esas reuniones donde se supone que debo escucharte y saber aceptar correcciones, sugerencias y propuestas que ayuden al bien de la iglesia. ¿Pero tú te has dado cuenta de que me sale lo autoritario y al final de todo? Se hace lo que yo diga.

No recuerdo si fue en este domingo pasado o el anterior donde durante la homilía, pero compartía la palabra de Dios y la señora María Feliciana no dejaba en paz el celular y le llamé la atención porque sonaba y sonaba, sé que muchos se enojaron conmigo por hacerlo frente a todos pero te pregunto ¿Qué sentirías tú si en tu trabajo ves que hablas con tus empleados y uno de ellos no te hace caso por estar con el celular mandando mensajes? Sé que mucha de la culpa por la que muchos católicos se salen de la iglesia es por causa mía, por mi mal testimonio, por mi forma de ser, por mi poco interés, por mi flojera ¿Por qué no? O por acostumbrarme a que me sirva y no a servir.

Mucho hay que decir, pero al mismo tiempo en que escribo estas líneas siento en mi garganta un nudo grande, me conmuevo porque te he lastimado fuertemente y hasta quizás hay un rencor hacia mí. Por desgracia no soy el único sacerdote que actúa así y eso afecta a nuestra amada Iglesia y, aunque no lo creas la amo, y así como yo, hay muchos.

Te preguntarás ¿Y por qué no pedir perdón? Bueno, quise esperar hasta este momento para hacerlo, pero era necesario hacer un “mea culpa” para que no sólo leyeras, sino comprendieras. Sólo te pido que no me critiques, porque sabes que hay la crítica destructiva, corrígeme. No me solapes, ayúdame a salir de mi bache espiritual. No intento justificar mis actos ni el de otros, Dios conoce mi corazón y me juzgará por lo que hice, hago y haré. Pero ¿Qué es de a cabeza sin el cuerpo? ¿Qué es del párroco sin su feligresía? ¿Qué es del pastor sin ovejas?

Te pido perdón, sí perdón por no ser el sacerdote que esperabas, por no amarte lo suficiente, por no darte mi tiempo, por no escucharte y aconsejarte, por responderte mal cuando me pedías algo, por ser insensible y poco dispuesto a ayudarte. Perdón porque me pedías que fuera a ver a un familiar enfermo y dije NO PUEDO, cuando quizás sí podía, perdón por enviarte a evangelizar sin que yo fuera por delante, perdón porque sé que eres casado (a) y te exijo mucho tiempo para las cosas de la parroquia, perdón por celebrar la misa a la carrera en tan sólo 20 minutos. En fin, mucho hay de qué pedir perdón. Pero ¿sabes? La conversión dura toda la vida y prometo hacer mi mejor esfuerzo por cambiar. Te pido que no dejes de orar por mí, no te pido que todo el día lo hagas, pero sí que eleves con mucha fe una plegaria a Dios por este, tu párroco pecador.

Me despido de ti no sin antes agradecerte el tiempo que te tomó leer estas líneas y te pido que en cuanto la termines de leer, puedas elevar a Dios una pequeña oración por mí, tu amigo, tu hermano, tu pastor. Y no dejes de rezar por los que vienen atrás. Con mucho cariño y amor fraternal en Cristo.

Tu amigo: el Padre…

N.B. Espero que podamos vernos el domingo en la Eucaristía y podamos compartir este banquete celestial junto con tu familia, y al vernos, podamos juntos al menos compartir una sonrisa sincera.

martes, 2 de diciembre de 2014

Iglesia Católica es institución que más ayuda a enfermos de SIDA en el mundo


Del total de personas infectadas en el mundo con el VIH/, aproximadamente el 25 por ciento es atendida por alguna institución de la Iglesia Catolica, lo que la convierte en la institución más importante a nivel mundial en este tema. Este porcentaje aumenta en el caso deÁfrica, en donde la Iglesia  cuida de casi el 50 por ciento de los afectados por este flagelo.

En entrevista concedida a la plataforma multimedia de la organización Ayuda a la Iglesia que Sufre, Wheregodweeps.org, el P. Michael Czerny, fundador de la Red Jesuita para lucha contra el SIDA  en África, precisa que en algunos lugares alejados de las grandes ciudades, la cantidad de personas que sufren esta enfermedad y que son atendidas por la Iglesia llega incluso al 100 por ciento.

"Con frecuencia los únicos servicios para lidiar con el SIDA en áreas remotas con las clínicas de la Iglesia", añade el sacerdote jesuita que dirige la mencionada red en la ciudad de Nairobi, Kenia.

El sacerdote resalta luego que "la Iglesia en el mundo es la entidad que más cuida a enfermos de VIH, a quienes ya padecen el SIDA y cuida además de quienes son afectados por este flagelo: las viudas, los huérfanos y demás personas que tienen que lidiar con este problema".

"Dado que el HIV y el SIDA no son solo una infección o enfermedad sino también un problema personal, familiar, social y espiritual, lo que la Iglesia puede hacer y lo que efectivamente hace que me enorgullece es acoger a la personas de manera integral, considerando su dimensión psicológica y espiritual, básicamente, y no solo al nivel médico", explica.

El SIDA y el condón

Tras comentar que se lucha contra el SIDA con espíritu de familia , llevando a Cristo a todos los afectados, amigos y parientes, el P. Czerny recuerda lo dicho por el Papa en su viaje a África en 2009 sobre el hecho de que el condón no resuelve el problema, sino una auténtica humanización de la sexualidad.

Esta afirmación secundada por el Dr. Edward Green, entonces Director del programa para la prevención del SIDA de la Universidad de Harvard. Este experto explicó, días después del viaje del Santo Padre, que "el condón no previene el SIDA, solo la conducta sexual responsable puede responder a esta pandemia".

Luego de explicar que la clave para la lucha contra el SIDA está en la promoción de la abstinencia y la fidelidad, que permiten vivir la sexualidad de manera sana y bella, el sacerdote denuncia que en África, "la masiva promoción del condón es sinónimo de destrucción".

"Eso no está haciendo frente al problema, pero desafortunadamente no es el único ejemplo de aproximaciones equivocadas impuestas a África a las cuales ha sobrevivido este continente", añade.

Finalmente el P. Czerny expresa su esperanza de que "con la enseñanza que el Santo Padre ha dado progresemos. El éxito real está en que la gente joven sea capaz de vivir su sexualidad más responsablemente. Cuando las parejas casadas viven su sexualidad de esta forma, y cuando el SIDA se enfrenta todos juntos como la familia de Dios, entonces avanzamos en África".

lunes, 1 de diciembre de 2014

175 Aniversario de las Hermanas del Santo Ángel


El sacerdote Luis Antonio Ormières y la Madre San Pascual fundaron la congregación del Ángel de la Guarda en el año 1839, en Francia.

Se cumplen, por tanto, 175 años del nacimiento de la Institución, y los actos conmemorativos de dicha efeméride van a tener lugar en el colegio que tienen en Gijón –el segundo de la institución levantado en España–, por ser éste el lugar en el que falleció el fundador, en 1890.

El próximo domingo, 7 de diciembre, tendrá lugar una conferencia en el colegio a cargo de la Superiora General, Hna. Blanca García, una Eucaristía presidida por el Arzobispo, y una comida fraterna.


El baculazo como opción no tan extraordinaria


Tienen los fieles tal impresión de falta de autoridad en sus pastores que cuando un obispo ante una situación especialmente complicada señala que hasta aquí hemos llegado y toma una decisión firme, decimos que ha pegado un baculazo. Por ejemplo: vaya baculazo, ¿no te has enterado? El obispo llamó ayer al párroco de Tal, le ha cantado las cuarenta por aquello que ya sabes y sin más, trasladado a la otra punta.

Pocos baculazos hay. Los obispos, y lo entiendo porque a los párrocos nos pasa algo parecido, tienen horror sobre todo a ser tachados de dictadores, tiranos y poco de democráticos, como si ser democrática fuera la primera nota distintiva de la realidad eclesial. Todo muy por las buenas y sobre todo con mucha “moderancia” que decía aquel de mi pueblo. No tiene que ver. Mucha moderancia, mucha serenidad, nada de agresividad ni pérdida de nervios, pero el báculo en su sitio pastoreando a las ovejas y sacudiendo en todo lo alto al lobo si hace falta.

Hace un par de días estábamos en una de las reuniones del catecumenado de adultos de la parroquia y en ella revisábamos las notas características de la Iglesia: una, santa, católica y apostólica. Alguno de los asistentes me decía que si función del apóstol y del obispo como sucesor es defender y transmitir la fe recibidas de los apóstoles,cómo se explicaba que en algunas parroquias o en algunas facultades se enseñaran y transmitieran barbaridades y aquí nunca pasa nada.

Hablamos de ayudar a los pobres y desvalidos, de proteger a los débiles.Completamente de acuerdo. Pero no nos creamos que débiles son solo ese parado sin subsidio, el chaval metido en la droga, la madre de familia que necesita imperiosamente pagar un recibo de la luz, las personas que viven en la calle. Estos necesitan cariño, ayuda eficaz, protección y un báculo que los pastoree y conduzca por el camino de la dignidad y de la vida.

Hay otros débiles en la comunidad que a veces pudieran sentirse dejados de la mano de su obispo y pastor. Pienso en las Rafaelas y Joaquinas de todo el mundo, en la gente de fe honda y muy elemental, en esas viejecitas que llevan una vida entera alimentándose de rosario y misa diaria. Pongo mi corazón en esos chiquitines que nos confían con siete u ocho añitos para que les enseñemos los rudimentos de nuestra fe. En los jóvenes que buscan vivir con sinceridad el evangelio sin componendas. Me acuerdo de esos miles y miles de católicos que cada domingo acuden a celebrar la eucaristía. Esos son hoy los débiles de la comunidad.

Estos pobres, sean Joaquina y Rafaela, el niño de primera comunión, los jóvenes, la gente de misa dominical necesitan un pastor que garantice que son cuidados y atendidos según la fe y la doctrina recibida de los apóstoles. Alguien que les asegure al cien por cien que las misas se van a celebrar según manda la iglesia y no según el capricho del cura de turno, que la catequesis de los niños transmite la fe de la Iglesia y no se queda en qué bonito es compartir. Necesitan que su obispo cuide de los jóvenes de forma que reciban íntegra la doctrina, sin falsear lo que nos parece más complejo.

Demasiadas veces los fieles se encuentran a merced de nuestros caprichos de curas párrocos. Uno dice que confesarse no es necesario, el otro que lo importante es compartir. Ese que el rosario ná de ná, aquél que el sexo no es pecado, mientras que para Fulano ducharse desnudo es pecado mortal y acudir a la playa riesgo casi segur de condenación eterna.

Báculo, señores obispos. Empuñado con guante de seda, pero báculo. Por Joaquina, por Rafaela, por el chiquitín que acaba de comenzar la catequesis, por los jóvenes para que reciban una fe sin adulterar, por las familias que acuden a misa cada domingo. Báculo. De pastor que cuida, de pastor que espanta al lobo. Por todos ellos.

Jorge Glez. Guadalix