viernes, 12 de abril de 2024

Desde nuestro brocal: Los nuevos miserables

Fue una obra maestra de la literatura francesa. Quedó plasmada la realidad social, cultural y religiosa de aquella Francia del siglo XIX, y con su estilo propio del género romántico, abordará el debate sobre el significado del bien y del mal, la ley que regula la vida, la política que introduce su legislatura, la ética que marca el horizonte de conducta, la justicia como garante deseable, y la religión como apoyo moral y transcendente. Toda una cosmovisión en aquella encrucijada del año 1862 en que vio la luz esta novela de Víctor Hugo, una de las obras literarias más importantes de su época. 

Hay una escena que marcará para siempre el destino de un delincuente sorprendido en su robo. Habiendo sido acogido por el obispo en su propia casa, se levantó a media noche para hacer acopio de la cubertería de plata. Siendo sorprendido, hirió al su pobre hospedero y procedió a la huida cobarde y desagradecida. Pero, tras ser apresado en su delirante delito, le llevaron a casa del obispo para que devolviera lo robado. Cuál fue la sorpresa de los guardias y del propio ladrón, cuando aquel prelado dijo: “te dije que te llevases también estos candelabros. Tómalos y véndelos igualmente”. El delito se disolvió, el ladrón apareció como un beneficiado, y puesto inmediatamente en libertad. 

Hay una escena preciosa cuando quedan solos el obispo y el ladrón, frente a frente. El delincuente no sabía qué decir ni qué hacer, estando en el sonrojo de algo que le desbordaba al ver que su mal hacer fue tratado por un bien inmerecido e inesperado. Le dice entonces el obispo: este acto de caridad te compromete para siempre, estas cosas que me robaste y que ahora te pido que te lleves son el precio de tu libertad, para que a partir de ahora vivas de otra manera. Puedes elegir entre el bien o el mal, entre lo justo o lo injusto, entre la verdad o la mentira. Yo he pagado para que elijas lo correcto, aquello que te hace un hombre nuevo y una buena persona. 

La novela desarrolla esta redención, cuando por caminos honestos aquel delincuente maltratado por la vida que reaccionó con rencor y resentimiento ante todo y ante todos, quizás por primera vez en su vida fue tratado con una dignidad y un amor que para él eran desconocidos. La vida le cambió y llegó a ser un rico honorable. El abrazo misericordioso del obispo, introdujo en su vida una dimensión que supondrá un verdadero punto de partida en el itinerario que cambió completamente su destino. Todo por aquel gesto de amor y de misericordia que transformó para siempre su camino. Uno recuerda inevitablemente lo que en el evangelio se cuenta del encuentro entre Jesús y Zaqueo, el ladrón abusador más odiado de Jericó. Aquella noche en la que Jesús se autoinvitó a cenar con Zaqueo, experimentó quizás por primera vez también, la vida que se estaba perdiendo y la vida que en aquel encuentro con Jesús tan inmerecidamente encontró. 

Hace unos años se estrenó una película francesa que lleva el mismo título, “Los miserables”, dirigida por Ladj Ly en 2019. No sigue la novela de Víctor Hugo, pero es que los miserables no tienen raza, ni época, ni condición. En cualquier lugar y tiempo, en cualquier contexto los encontramos por doquier. Aquí los miserables son los adultos y los niños y jóvenes del suburbio parisino de Montfermeil, y las redadas discutibles de algunos policías de la brigada anticorrupción. El realismo de la descripción es patente en esta película, así como los mundos y submundos donde se da la droga, la prostitución, el terrorismo islámico, las corrupciones de las maras y las mafias varias. Pero termina con una cita significativa de la novela de Víctor Hugo: “no hay malas hierbas ni malos hombres, no hay más que malos cultivadores”. Todo un alegato a favor de la vida si acertamos a dejar crecer la semilla bondadosa y divina que plantó en nosotros quien nos creó.

 + Jesús Sanz Montes, 
Arzobispo de Oviedo

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