jueves, 20 de enero de 2022

San Ireneo de Lyon en camino a convertirse en Doctor de la Iglesia

Tal como informa un comunicado emitido este 20 de enero por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, esta mañana el Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, propuso al Papa Francisco durante su audiencia privada, que aceptara el dictamen afirmativo de la Sesión Plenaria de los Cardenales y Obispos miembros del mismo Dicasterio, sobre la concesión del título de Doctor de la Iglesia Universal a San Ireneo, Obispo de Lyon, que probablemente nació en Esmirna (actual Turquía) entre el año 130 y el 140 y murió en Lyon (Francia) en el 202.

Su nacimiento se sitúa hacia el año 130 y formó parte del grupo de seguidores de San Policarpo, obispo de Esmirna que, a su vez, fue discípulo del apóstol San Juan. En esa ciudad se educó hasta que el Prelado le mandó a la actual Francia. Una vez allí, y más concretamente en Lyon, se ordena sacerdote en medio de un ambiente cruel y cruenta persecución a los cristianos.

Pronto será enviado como Legado a Roma para suplicar al Papa Eleuterio que trate el tema de los montanistas, herejes que surgieron de la mano de Montano, hombre de Frigia que se autoproclamó profeta y aseguraba que cualquier pecado mortal cometido alejaba de Dios de tal forma que ni el Sacramento de la Reconciliación lo podía perdonar. Al mismo tiempo anunciaba como inminente la Segunda Venida de Cristo.

Ireneo fue elevado a la Sede Episcopal Lionesa, en un momento en el que el gnosticismo de Marción, había impactado en las filas cristianas, señalando que el Dios del Antiguo Testamento es distinto del Dios Neotestamentario, promoviendo también que habría almas destinadas a la condenación, anticipándose a la doctrina de Calvino sobre la predestinación.

En esta desviación calvinista se defendía que Dios creaba a los hombres de propio para que unos se salvasen y otros se condenasen de propio. El Obispo de Lyón refutó tal desviación en su Tratado contra los herejes. Muere mártir en torno al año 200, destacando su frase:“La gloria de Dios es que el hombre viva”.

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