domingo, 3 de octubre de 2021

El Amor de Dios. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Comenzamos ya de hoz a coz un nuevo curso, con todo lo que volver a empezar y nuevos proyectos trae de ilusión; y estos primeros días del mes de octubre sentimos de forma especial la nueva misión de la mano de Santa María del Rosario. Este domingo XXVII del Tiempo Ordinario la palabra de Dios nos habla del amor, como curiosamente todas las celebraciones de estos primeros días de mes nos inciden en esto mismo. Santa Teresita: mi vocación es el amor; Ángeles Custodios: Dios que nos ama nos manda sus mensajeros para que nos guarden; San Francisco de Borja, San Francisco de Asís... Son días propicios para dar gracias a Dios por el amor.

La epístola de San Pablo a los Hebreos nos presenta a Jesucristo que viene a nosotros, que quiere ser nuestro hermano, carne de nuestra carne. Me voy a quedar tan sólo con un detalle: siendo fieles a la traducción desde el texto original, realmente no dice "lo hiciste poco inferior a los ángeles", sino "lo hiciste poco inferior a los dioses". No es especialmente relevante que el pasaje pertenezca a un período histórico politeísta, sino que el autor sagrado nos lo compara con lo más alto.

La conocida lectura del Génesis no se limita a presentar la creación del hombre y la mujer, sino cómo Dios nos crea por amor y para el amor. Y no de cualquier manera ni con una dignidad limitada, sino que somos hechos a su imagen y semejanza. Pero lo que nos importa de verdad es por qué nos crea hombre y mujer, y esto es claramente porque Dios ama al ser humano. Él no quiere su soledad, su tristeza ni su finitud, quiere que se desarrolle y relacione, que sea feliz y crezca.

Con el texto creacional pasamos al evangelio de San Marcos que nos trae un tema algo más delicado que a menudo los sacerdotes no sabemos bien interpretar, o pasamos de puntillas omitiendo complicarnos la vida, o en contraposición nos volvemos unos moralistas fustigadores. Ni tanto ni tan corto: ¿qué nos está queriendo decir Jesús en este domingo? Pues de forma preclara que el amor ha de ser cuidado, vivido, sentido y transmitido; habiendo amor se superarán los obstáculos que vengan sin poner fin al querer. El amor que emana de Dios y tiende igualmente a Él en nosotros. No es un simple sentimiento de cariño que puede desgastarse, ni mucho menos una mera atracción física. El amor de Dios es la entrega mutua y recíproca que tiene su origen en el que Él nos tiene hasta la muerte en cruz de su Hijo.

El debate que los fariseos le exponen a Jesús sobre el tema del divorcio tan sólo buscaba meterle en un compromiso: en aquel momento había dos tendencias de rabinos muy enfrentados que representan muy bien las dos principales líneas que se dan en nuestra Iglesia de hoy: “conservadores” y “progresistas”; divorcio nunca o divorcio sí. ¿Y qué dice el Señor? Inicialmente les remite a “la Tora”, pero no para hacerles ver simplemente unas enseñanzas jurídicas, sino lo que en el fondo el Señor quiere manifestarles es que no hay justificación para el desamor; el amor está por encima de la ley, y si la ley habla de amor es precisamente por ser el fin principal para el cual hemos sido creados.

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