miércoles, 26 de abril de 2023

Jornada de oración por las vocaciones y vocaciones nativas 2023

 

La reflexión del Papa sobre la vida consagrada: "Su oración es una fuerza invisible que sostiene la Iglesia"

La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente 12. Testigos: el monaquismo y la fuerza de la intecesión. Gregorio de Narek

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Proseguimos las catequesis sobre los testigos del celo apostólico. Empezamos por san Pablo y la vez pasada vimos los mártires, que anuncian a Jesús con la vida, hasta donarla por Él y por el Evangelio. Pero hay otro gran testimonio que atraviesa la historia de la fe: el de las monjas y los monjes, hermanas y hermanos que renuncian a sí mismos, renuncian al mundo para imitar a Jesús en el camino de la pobreza, la castidad y la obediencia y para interceder a favor de todos. Sus vidas hablan de sí, pero nosotros podríamos preguntarnos: ¿cómo puede la gente que vive en un monasterio ayudar al anuncio del Evangelio? ¿No sería mejor que usaran sus energías en la misión? ¿Saliendo del monasterio y predicando el Evangelio fuera del monasterio? En realidad, los monjes son el corazón palpitante del anuncio, su oración es oxígeno para todos los miembros del Cuerpo de Cristo, su oración es la fuerza invisible que sostiene la misión. No es casualidad que la patrona de las misiones sea una monja, santa Teresa del Niño Jesús. Escuchemos cómo descubrió su vocación, escribió esto: «Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que, si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre... Comprendí que el amor encerraba en sí todas las vocaciones […]. Entonces, al borde de mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío..., al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor...! […] En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor» (Manuscrito autobiográfico “B”, 8 de septiembre de 1896). Los contemplativos, los monjes, las monjas: gente que reza, trabaja, reza en silencio, por toda la Iglesia. Y esto es el amor: es el amor que se expresa rezando por la Iglesia, trabajando por la Iglesia, en los monasterios.

Este amor por todos anima la vida de los monjes y se traduce en su oración de intercesión. Al respecto quisiera traeros como ejemplo a san Gregorio de Narek, doctor de la Iglesia. Es un monje armenio, que vivió entorno al año 1000, que nos ha dejado un libro de oraciones, en el cual se ha derramado la fe del pueblo armenio, el primero en abrazar el cristianismo; un pueblo que, aferrado a la cruz de Cristo, ha sufrido tanto a lo largo de la historia. Y san Gregorio pasó en el monasterio de Narek casi toda su vida. Allí aprendió a escrutar las profundidades del alma humana y, fundiendo poesía y oración, marcó la cima tanto de la literatura como de la espiritualidad armenia. El aspecto que más conmueve en él es precisamente la solidaridad universal de la que es intérprete. Y entre los monjes y las monjas hay una solidaridad universal: cualquier cosa que sucede en el mundo, encuentra lugar en su corazón y rezan. El corazón de los monjes y las monjas es un corazón que capta como una antena, capta qué sucede en el mundo y reza e intercede por esto. Y así viven en unión con el Señor y con todos. Escribe san Gregorio de Narek: «Yo cargué voluntariamente todas las culpas, desde las del primer padre hasta las del último de sus descendientes» (Libro de las Lamentaciones, 72). Y como hizo Jesús, los monjes toman sobre ellos los problemas del mundo, las dificultades, las enfermedades, tantas cosas y rezan por los demás. Y estos son los grandes evangelizadores. ¿Cómo es que los monasterios viven encerrados y evangelizan? Porque con la palabra, el ejemplo, la intercesión y el trabajo cotidiano, los monjes son un puente de intercesión por todas las personas y por los pecados. Ellos lloran también con las lágrimas, lloran por sus pecados —todos somos pecadores— y también lloran por los pecados del mundo, y rezan e interceden con las manos y el corazón hacia lo alto. Pensemos un poco en esta —permitidme la palabra— “reserva” que nosotros tenemos en la Iglesia: son la verdadera fuerza, la verdadera fuerza que lleva adelante al pueblo de Dios y de aquí viene la costumbre de que la gente —el pueblo de Dios— cuando encuentra a un consagrado, una consagrada, dice: “Reza por mí, reza por mí”, porque sabe que hay una oración de intercesión. Nos hará bien —si podemos— visitar algún monasterio, porque ahí se reza y se trabaja. Cada uno tiene su propia regla, pero las manos siempre están ocupadas: ocupadas con el trabajo, ocupadas con la oración. Que el Señor nos dé nuevos monasterios, nos dé monjes y monjas que lleven adelante la Iglesia con su intercesión. Gracias.

martes, 25 de abril de 2023

La sabiduría de lo viejo. Por Rodrigo Menéndez Piñar

(Boletín Covadonga/ Infocatólica) 
Entonces no tengo más que decir ─concluyó Celeborn─. Pero no desprecies las tradiciones que nos llegan de antaño; ocurre a menudo que las viejas guardan en la memoria cosas que los sabios de otro tiempo necesitaban saber.

Así respondió Celeborn, el gran señor de los Galadrim en Lorien, al orgulloso capitán de Gondor, Boromir, cuando éste achacaba a cuentos de viejas, adecuados para niños las advertencias de no perderse en el bosque de Fangorn. Y como al personaje de Tolkien, le ocurre también a nuestro mundo moderno: válido y potente en muchos aspectos, pero demasiado orgulloso para reconocer una grandeza anterior a la suya, gracias a la cual, como enanos en hombros de gigantes, puede haber llegado a ver un poco más lejos.

Uno de los padres de la Modernidad, Inmanuel Kant, comienza su ensayo ¿Qué es la Ilustración? Diciendo:

La Ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón! he aquí el lema de la ilustración.

Y en sus conocidas líneas explicará cómo el hombre, al fin, ha salido de su minoría de edad, despojándose de las cadenas de la vieja civilización, para llegar al cenit de su ser. La oscuridad en la que había vivido hasta ahora la humanidad ha sido iluminada por los nuevos caminos abiertos por la razón, capaz de apartarnos de las sendas ya trilladas de la historia y que han quedado obsoletas. Una de las aplicaciones prácticas que el propio Kant pone sobre la mesa es si es legítimo a un clérigo someter su razón, mediante juramento, a las doctrinas inalterables que debe enseñar como ministro religioso. Aunque este planteamiento requiere aclarar qué entiende Kant de cada noción (fe, razón, libertad...), la huella divulgativa que produjo su corriente iluminista fue convencer a toda la humanidad de que hasta entonces ha vivido en la noche, en las meras sombras de la realidad. Ahora, sin embargo, debe zafarse de las redes que la atan y que impiden la verdadera luz, así como ese clérigo debe comprender que es un atentado terriblemente inmoral contra la misma humanidad pretender configurar la mente y comprometer la voluntad con unas doctrinas que no pueden cambiar. Ese inmovilismo pétreo lo mantiene esclavo, dentro de la caverna. La Ilustración ha venido para sacarnos a ver la realidad y poder llegar al verdadero conocimiento.

Hoy surcamos la posmodernidad, llegando poco a poco a la culminación de ese despojo de un viejo orden y una vieja sabiduría, afectando profundamente al mismo ser más básico del hombre. Las conquistas más adelantadas ya consideran que no hay propiamente hombre, sino que debe incluso autodeterminarse en su propia naturaleza para definirse de una u otra manera. El expolio es tal, que ya ni se reconoce uno de los elementos más evidentes en la naturaleza, como es la diferencia sexual. Con todo, estas locuras que denuncia el mero sentido común no son revoluciones ex nihilo, ni su aceptación viene de una demencia que súbitamente se ha apoderado de las masas. Es parte de un proceso de ingeniería social, dirigido especialmente a los más jóvenes, pero que no tiene como único objetivo ofrecer una nueva doctrina, un nuevo análisis del ser humano, una nueva consideración más plena y avanzada del hombre. Gran parte de sus fuerzas, antes de inyectar en las conciencias una ideología antinatural ─que de una u otra manera repite los mismos erorres de siempre─, ha sido la expropiación ─nunca mejor dicho─ del propio hombre, es decir, el saqueo y la detonación de todo un orden de sabiduría, social, político, cultural, antropológico, que se fue estructurando a lo largo de los siglos como desarrollo natural del propio hombre. Quizá nadie como el gran Rafael Gambra expresó esto en su obra El Silencio de Dios, al analizar las consecuencias de la doble revolución posmoderna del nuevo (des)orden político después de la Segunda Guerra Mundial y del nuevo (des)orden religioso posconciliar:

Podríamos describir este efecto psicológio como una pérdida general de la noción de lo que nos es propio, de aquello que nos pertenece y a la vez nos cobija y nos alberga en el plano superior al de la vida individual; la pérdida igualmente del espíritu de defenderlo, y del sentido de conservación y de lealtad que le son concomitantes. Cabría también describirlo como un estado de delicuescencia intelectual y emocional en el que desaparece el sentido de los límites y de la continuidad, de lo que es estable e intangible por constituir el cuadro ─o más bien el suelo mismo─ de nuestra existencia humana. Consecuencia de tal actitud mental es la espontánea entrega de cuanto el hombre posee como patrimonio común de su cultura a eso que hoy se llama «el viento de la Historia». O ─lo que es igual─ la aceptación de antemano de cualquier cambio ideológico o estructural como exigencia de una evolución incontenible. Esto nos permite ver hoy cómo ciertas figuras del magisterio seglar o religioso de nuestro ambiente atemperan rápidamente su opinión a las corrientes de la época, se apresuran a desentenderse de lo que afirmaron en un pasado cercano, hacen blanco lo que ayer era negro, y todo ello sin conciencia alguna de deslealtad o de incoherencia.

Cuando el suelo mismo de la existencia humana ha sucumbido, no hay manera de sostenerse. A la gran parte de la población le ocurre esto. Dejando de lado a los gerifaltes del nuevo orden mundial, el grueso de los pueblos no alberga maldad torcida en sus corazones ni intenciones viles en sus acciones. Simple y sencillamente no tienen suelo, les han despojado de lo que les es propio. No saben de donde proceden ni lo que son realmente, por haber cortado el cauce de la tradición. Y entonces no pueden sino someterse, amando su propia esclavitud, al nuevo hombre que se presenta como legítimo arquetipo: Ecce Antihomo.

Tal vez por ignorar todo lo anterior, muchos se sorprenden y sufren terriblemente al contemplar impotentes a sus pequeños, a sus hijos y nietos, a esta juventud loca, como dicen en los pueblos. Han sido educados con buenas intenciones, en disciplina de trabajo, en una sustancial honradez respecto a sus propios deberes. Han sido llevados a catequesis, han recibido los sacramentos. En cambio, no se les ha proporcionado el entorno verdaderamente natural para su crecimiento y desarrollo. No han conocido y ni vivido con suficiente pureza el orden natural y cristiano. Sin pretenderlo ellos mismos, por ignorancia, han despreciado la sabiduría de lo viejo, el cuadro acorde a la naturaleza humana, y están quasi folium universi, o, dicho de otra manera, son paja que arrebata el viento, como reza el primero de los salmos. No hay arraigo, no hay raíz, están edificados sobre arena, porque han sido desprendidos de la Ciudad católica, la cual no ha sido reproducida en sus familias, en sus amistades, en sus referentes, en sus ambientes... En definitiva, no han conocido la obra de la fe en la historia. Una obra que no es la sustancia de la fe, sino que tiene carácter accidental. Pero son precisamente los accidentes, en buena filosofía, los que manifiestan y permiten al hombre conocer la sustancia.

Aquello que escribió Adam Smith, padre de la economía moderna, puede ser extendido a todos los órdenes, no sólo el económico:

En los países comerciales, […] los descendientes de la misma familia, al no tener motivos para permanecer juntos, se separan y dispersan naturalmente, según lo sugiera el interés o las inclinaciones. Pronto dejan de ser importantes unos para otros, y en pocas generaciones no sólo pierden toda preocupación mutua, sino toda memoria de su origen común y de la conexión que se entabló entre sus antepasados.

No es sencillo sobrevivir en la ciudad antinatural y anticatólica que grita: ¡Traditio delenda est! Es la tarea del Príncipe de este Mundo. Aun así, tenemos la obligación de permanecer firmes y de ser los vigías en esta noche que atravesamos. Declarar la luz, la verdadera, la del viejo orden y llevarla y plantarla allá donde podamos. Muchos están descorazonados por la revolución global a la que asistimos. Otros, insensatos, forman parte del optimismo antropológico propio de la Modernidad, sumándose a sus filas. Pero la tarea del centinela es otra. Como dice aquella anciana Lulú Thiberville, representante de la sabiduría de lo viejo, en la gran novela de Natalia Sanmartín El Despertar de la Señorita Prim:

─Porque, en el fondo, siempre es lo mismo, ¿sabe? Siempre se trata de lo mismo. Son viejos errores gigantescos que emergen una y otra vez de las profundidades, como astutos monstruos al acecho. Si una pudiera sentarse junto a la ventana y ver transcurrir la historia humana, ¿sabe usted lo que vería? (...) Yo se lo diré. Vería una inmensa cadena de errores repetidos a través de los siglos, eso es lo que vería. Los contemplaría adornados con distintos ropajes, ocultos tras diversas caretas, camuflados bajo una multitud de disfraces, siempre los mismos. No, no es fácil darse cuenta, por supuesto que no lo es. Hay que estar muy despierto y tener los ojos bien abiertos para detectar esas viejas y malignas amenazas que regresan una y otra vez. ¿Cree usted que desvarío? No, querida. Usted no puede verlo, la mayoría de las personas ya no son capaces de verlo. Pero está oscureciendo y yo siento caer la noche. Esos pobres niños, ¿qué cree que están recibiendo en las escuelas? (...)

─ Supongo que conocimientos. (...)

─ Se equivoca. Lo que reciben es sofismo, pestilente y podrido sofismo. Los sofistas han tomado las escuelas y trabajan por su causa.

─ ¿No es usted algo pesimista? (...)

La anciana la contempló en silencio.

─ ¿Pesimista? En absoluto, querida mía. ¿Pero qué ha de hacer un centinela sino dar aviso de lo que observa? No hay centinelas pesimistas u optimistas, Prudencia. Hay centinelas despiertos y centinelas dormidos.

Acaso la diferencia de nuestra época no esté en los errores de siempre, sino en haber sido despojados de aquello que los enfrentaba: la sabiduría de lo viejo.

El documental de Jordi Évole, no del Papa. Por Patxi Bronchalo

Estos días mucha gente me ha preguntado: ¿has visto el documental del Papa? Y no, la verdad es que no lo había visto, pero hoy ya puedo decir que sí. ¿Qué me parece? Que no es el documental del Papa sino que es el documental de Jordi Évole.

El Papa habla de casi todo: aborto, inmigración, género, abusos, etc. A la gente le habrá gustado mas o menos el tono y la contundencia de las respuestas de Francisco, y he visto estos días cómo muchos están discutiendo por eso. En mi opinión se está poniendo el acento en esto. Me parece una trampa. Se están peleando por nimiedades. El Papa es un hombre bueno que escucha y responde con sencillez a lo que los jóvenes le plantean y ya está. El problema no está en las respuestas, sino en el mensaje que detrás de todo lo hablado en el documental la realización ha logrado dar, por eso insisto: el documental de Évole. La visión que él ha querido que veamos y tengamos.

El documental está grabado en falso directo. Ello hace que quien lo monta pueda jugar con la imagen y la música para influir en la sensación y el pensamiento que quiere dejar en el espectador que lo ve. Por poner algunos ejemplos, ¿os habéis fijado que la única vez que aparecen parejas en situación cariñosa es en los casos de la chica lesbiana y de la que se declara no binaria? No hay ni una sola aparición de un hombre y una mujer que se quieren en todo el documental. ¿Y habéis visto las músicas y los planos que acompañan la presentación de cada uno de los chicos? La chica dedicada al porno sale con su hija pequeña y música dulce. La que defiende el aborto sale rezando con una música preciosa. Todo esto tiene una intencionalidad en quien lo realiza.

¿Quién sale peor parada en su presentación? Exacto. María, la chica católica. A María hacen que quede bien claro que es de una universidad privada y eclesial. A María le ponen una música tenue, muy baja, bajo unos árboles de hoja caduca de otoño. A María y su familia les sacan rezando en planos grabados desde abajo, haciendo ver que nos miran por encima a todos. Y No hay ni un solo plano de la familia numerosa entera, y eso que María lo primero que dice cuando se presenta es que es la mayor de seis hermanos. Lo que más me ha gustado del documental es la valentía de esta chica para hablar con verdad y a la vez con amor y sin juzgar a los demás. Si lees esto, gracias, María.

El final del documental es la gran explicación que Jordi Évole hace de su obra. En el documental el Papa ha hablado del daño del aborto, sin entrar a decirle a la chica abortista que su defensa es errónea. El Papa ha dicho lo dañino que es el porno, sin entrar al daño que puede hacer la chica que se dedica a ello (eso lo ha hecho muy bien María). El Papa ha escuchado con amor a la que se declara “no binaria” y ha hablado de acogida de Dios a todos (dice ciegos, cojos, sordos, indicando así que ahí también hay herida para quien quiera entender). El Papa ha consolado al chico abusado (por cierto, no es casual que las dos realidades eclesiales citadas en el documental sean Opus Dei y Camino, ambas las etiquetadas hoy como “ultracatólicas”).

Después de todo eso, Jordi Évole muestra al final el por qué del título del documental y da la interpretación que todos tienen que creer, aparece en grande en la pantalla: Amén. Francisco responde. El título es la sentencia impuesta para el espectador: todo es igual, el Papa lo bendice todo, la Iglesia no tiene nada que decir de nada, solo Amén, Amén a todo. El mensaje final no es que el Papa habla de todo sino que todo vale para el Papa. La sensación que tengo es que quien ha hecho este documental se ha aprovechado de la bondad y la sencillez del Papa para utilizarlo hacia sus propios fines.

lunes, 24 de abril de 2023

La Capilla de La Cadellada. Por Jorge Juan Fernández Sangrador

La Capilla de La Cadellada, en Oviedo, se encuentra actualmente en desuso. Estaba prevista su demolición cuando se pensó en la construcción del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Sin embargo, un mural con la Ultima Cena de Jesucristo, obra de Paulino Vicente, impidió que el plan fuese llevado a efecto.

Ahora, según ha publicado La Nueva España, podría ser declarada Bien de Interés Cultural (BIC). Así de fútiles y mudables son los criterios humanos, que pasan del intento de aniquilación al de exaltación en cuanto se produce el mínimo cambio en las circunstancias sociales.

La Capilla fue el lugar sacro erigido para la asistencia religiosa de los pacientes y el personal sanitario del Hospital Psiquiátrico Regional. A petición, en su día, del párroco de Nuestra Señora de Covadonga se permitió que los feligreses de esa comunidad cristiana pudieran hacer uso de ella.

En octubre de 1996 fue firmado un Convenio entre la Diócesis de Oviedo y el Servicio de Salud del Principado de Asturias que refrendaba la posibilidad de uso por parte de la feligresía parroquial, lo cual satisfacía, además, plenamente a la Administración pública, ya que de ese modo los residentes en el Hospital Psiquiátrico Regional estarían integrados en el entorno vecinal.

Así pues, la comunidad parroquial fungió mientras todo aquello se mantuvo en funcionamiento de vector de unión entre los pacientes del Hospital y el barrio. Y que esta labor ejercida por la Parroquia no se les pase por alto a quienes ahora, para hacer no se sabe qué en la Capilla, pretenden desahuciar a la Parroquia de aquel espacio. En fin, lo típico: quítate tú para que me ponga yo. Sin embargo, la experiencia dice que, cuando algo es de la Iglesia, es de todos; cuando no, es de unos pocos, que pretenden dirigir a los más que se dejen.

En enero de 2014, la Diócesis propuso firmar un nuevo Convenio con el Gobierno del Principado de Asturias en el que figurasen los siguientes puntos: 1) La Capilla exterior del HUCA sería de uso compartido entre la capellanía del Hospital y la Parroquia de Nuestra Señora de Covadonga; 2) el rector sería el párroco de Nuestra Señora de Covadonga; 3) el adecentamiento de la Capilla y la restauración del mural de la Última Cena se haría con fondos de la dotación presupuestaria para la puesta en marcha de servicios en el nuevo HUCA.

De todo el dinero que se metió allí, en el HUCA, la cifra con la que se pudo haber rehabilitado la Capilla hubiera sido proporcionalmente insignificante, pero no se hizo, pues era un lugar de culto católico y no había ni intención ni voluntad de emplear allí un solo céntimo. Y si la Diócesis quería la Capilla, que la pagase ella.

La Diócesis estaba dispuesta a financiar la obra, pero no a aceptar un proyecto arquitectónico impuesto por el Gobierno del Principado de Asturias, que se elevaba a una suma de dinero altísima para ser asumida por un particular. No se dio el visto bueno a que la Diócesis fuera realizando la obra por fases, con un presupuesto más ajustado a los fines cultuales, pastorales y asistenciales. Debía ser el que ya estaba confeccionado, en su totalidad, y no cabía otro.

Lo que en aquella negociación causaba estupor era que, después de pagar íntegramente la obra, en su alto coste, la Parroquia no podía hacer uso pleno de la Capilla. No se debían celebrar misas con el difunto de cuerpo presente, ni actos religiosos, como bodas, bautizos y primeras comuniones, en los que hubiera alboroto en el exterior, ni procesiones alrededor del templo. Se adujo que era por no perturbar a los pacientes y usuarios del Hospital.

El Convenio no fue firmado, la Capilla quedó segregada del plan general de construcción del nuevo Hospital; la torre, con una plataforma en su interior de excrementos de paloma del grosor del permafrost siberiano, hubo que cincharla porque estuvo a punto de desplomarse; el sótano, que fue en otro tiempo una morgue, devino una sentina de basura y el mural de Paulino Vicente siguió deteriorándose.

Desde entonces, representantes del Gobierno del Principado de Asturias preguntan periódicamente a la Diócesis si se haría cargo de la Capilla. Y siempre se les responde que sí. Les sobreviene, como es comprensible, un pánico atroz cuando alguien se la pide para destinarla a centro social: ¿para hacer qué? ¿contra quién? ¿cuánto va a acabar costando? ¿quién va a pagar? ¿cómo se autofinanciará?

Basta sólo con ver en lo que han quedado y el estado en el que se encuentran muchos, tal vez la mayoría, de los centros de interpretación de temática variopinta en Asturias. Y es que, aunque puede que a un amplio sector de la clase gubernamental no le guste la Iglesia, estima, aun así, que es mejor viajar con ésta antes que con algunos del propio partido político y espectro ideológico.

¿Qué labores desarrollaría la Diócesis de Oviedo en la Capilla exterior del HUCA? Además de las específicas de la Parroquia de Nuestra Señora de Covadonga, la Capilla sería un santuario del consuelo para los enfermos y sus familias, un espacio para recogerse, rezar, llorar, esperar, hablar con alguien que los escuche, recibir el tenue rayo de luz que puede iluminar y conferir un poco de sentido y aceptación a la persona que sufre en la espesa oscuridad de su drama personal, inesperado, desasosegante, irremediable y paralizador. Y para alabar y dar gracias a Dios.

La Capilla de La Cadellada será siempre un edificio sagrado, una mole estilizada y grácil configurada por el misterio sobrenatural al que nunca dejará de ofrecerle el servicio de ser su traslúcida envolvente; con su torre, de estilo centroeuropeo, que señala continuamente hacia el cielo y, dentro del templo, la representación de la Última Cena de Cristo antes de su pasión, muerte y gloriosa resurrección. Lo que fue consagrado a Dios una vez, no se desacraliza jamás, por muchos decretos que firme la autoridad eclesiástica y por sórdido que sea el uso al que se dedique ese espacio.

Y sea cual sea el destino que se le dé en el futuro, quien dirija la vista hacia la Capilla desde los amplios ventanales del HUCA verá que es ella en sí misma, con su volumetría, la que anuncia, por encima de los designios interesados de los hombres, que Dios está siempre cerca y que nadie logrará nunca desalojarlo de su Casa, aunque ésta sea destinada a cualquiera de las nimias, insatisfactorias y evanescentes aficiones y ocurrencias humanas.

Fechas de Primeras Comuniones 2023


domingo, 23 de abril de 2023

''Caminando a una aldea llamada Emaús''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

En este peregrinar pascual nos vemos ya en el domingo III donde la palabra de Dios nos presentará el que quizás sea uno de los textos que mejor iluminan la espiritualidad de este tiempo y que la Iglesia nos invita a hacer nuestra no sólo estas semanas, sino durante toda nuestra vida. Saber hacer camino; es decir, vivir sin ignorar lo que que ocurre alrededor no pensando sólo en nosotros, sino teniendo la sensibilidad de reconocer a Jesucristo resucitado que sale a nuestro encuentro y camina a nuestro lado regalándonos su palabra y alimento. Ahora que está de moda el término "sinodalidad", tenemos aquí el ejemplo por antonomasia de lo que es caminar juntos, cada cual a su ritmo y estilo, pero todos en las misma dirección de Emaús; esto es, en la intimidad con el Señor.

I. Vivir del mañana

Siempre que tenemos un día malo parece que nos queda la cierta tranquilidad de acostarnos pronto esperando que mañana sea otro día; una oportunidad nueva para poder arreglar lo estropeado y empezar de nuevo. Esta es también una constante cuando en lugar de un día son muchos seguidos, siempre esperamos que vuelva a aparecer el sol entre tantos nubarrones. Vivimos sujetos a ese ancla que es la esperanza, pero no una esperanza basada en la suerte, "el karma" o el azar, sino en alguien que da sentido a nuestros dolores y penas porque las ha experimentado en primera persona: Jesús de Nazaret. Esto es lo que nos recuerda San Pedro en el fragmento de su primera carta y que escuchamos en este día; el anuncio se nos hace a nosotros para que nosotros lo gritemos al mundo, y es que Cristo ha sufrido, muerto y resucitado para poder vivir más allá, para que haya mañana tras la muerte, y haya luz tras la noche oscura. Pero que Cristo nos haya salvado no significa como dicen muchos que esto sea "jauja", que podamos hacer lo que queramos con tal de querernos; no, el Apóstol nos lo ha dicho claramente: ''Puesto que podéis llamar Padre al que juzga imparcialmente según las obras de cada uno, comportaos con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación, pues ya sabéis que fuisteis liberados de vuestra conducta inútil, heredada de vuestros padres, pero no con algo corruptible, con oro o plata, sino con una sangre preciosa''. No rechacemos la sangre del Señor, no menospreciemos su prueba sublime de amor por nosotros. Esto es igual que cuando una persona hace un sacrificio muy grande, por ejemplo una madre que dona su riñón para salvar a su hijo con problemas de drogas o alcoholismo, y la madre muere en la operación salvándose él: ¿Cómo reaccionará ese hijo? ¿manteniendo el mismo estilo de vida anterior, o empezando una vida sana como agradecimiento a su madre que dio su vida por él?. A esto somos llamados también nosotros en la Pascua. 

II. Predicar la vida nueva en Cristo resucitado

En la primera lectura del libro de los Hechos nos detenemos ante el discurso de San Pedro, y es que nos encontramos ante la evangelización y las primeras catequesis que los discípulos anunciaban ya ante los judíos y ante hombres y mujeres de toda raza y religión. En este caso la mayoría de los oyentes debían de ser judíos, por lo que San Pedro comienza con una petición clara: ''escuchad atentamente mis palabras'', que es en definitiva el primer mandamiento hebreo: "¡Escucha Israel!". Después Pedro pasa a hablar del hecho concreto de Jesucristo: ''lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte''. Y por último remata su predicación relacionando a Jesús con el Antiguo Testamento, para que comprendan los judíos que el Nazareno no fue un hombre simplemente extraordinario, sino que se trata del Mesías esperado desde hacía siglos. En este caso concreto San Pedro les habla del rey David, de sus cánticos y en especial un hecho tangible: ''el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios “le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo”; previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que “no lo abandonará en el lugar de los muertos” y que “su carne no experimentará corrupción”. "A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos''... Nosotros creemos que Jesús es el Mesías, pero no debemos dejar de interiorizar cómo hemos sido liberados por su muerte y Resurrección; pensar en nuestra muerte sólo cobra sentido en paralelo con la suya, y que la vida nueva y verdadera no empieza sólo con la resurrección de nuestra carne, sino que debemos resucitar ya aquí muriendo al hombre viejo y resucitando a una vida de mayor fidelidad al evangelio, de conversión de costumbres, actitudes, comportamientos y relaciones, encaminándonos así a la santidad. 

III. Al partir el pan

El evangelio de este domingo es un texto para saborearlo y de los que personalmente más me agradan, pues es la realidad misma de nuestra "distraída" vida que está plagada de múltiples realidades que nos dispersan y nos hacen incapaces de ver las pistas y guiños que nos hace el Señor... Sobre el texto sabemos que uno de los discípulos se llamaba Cleofás, y del otro el evangelista no nos dice ni palabra. Si algún día tenéis la oportunidad de ir a Emaús y participar allí de la Eucaristía y visitar el pueblo, encontrareis algo muy sugerente: un panel o montaje fotográfico donde sale Jesús con los dos discípulos y uno de ellos tiene la cara recortada y pongas allí la tuya para una la foto. Es esto lo que decimos siempre, ese discípulo sin nombre somos nosotros: tú y yo. En estos domingos de Pascua vemos que Jesús resucitado se aparece, y que para Él no hay barreras, atraviesa muros, entra en casas cerradas... Y hoy sin embargo, lo vemos como simple peregrino. Pero no perdamos de vista esto, hoy Jesucristo vencedor de la muerte quiere atravesar el muro más duro y difícil, el del corazón del hombre. Viene a cambiar nuestro corazón de piedra por uno de carne, para que sepamos pasar del abatimiento a la esperanza, del individualismo a la vida en comunidad, de la deserción a la vida testimonial. Se nos presenta como compañero de camino, pero no por que empiece a caminar ahora con nosotros, sino para que nos enteremos de una vez de que Él siempre ha estado ahí para nosotros, aunque nosotros no hayamos estado para Él. Y que nos dice: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?», que es lo mismo que decirnos: ¿Qué traéis entre manos? ¿Cuáles son vuestras preocupaciones? ¿en que os puedo ser de utilidad?. Nosotros podríamos decir muchas cosas, pues son tantas las que van mal en nuestro mundo que al final aquellos dos iban hablando de lo que hablamos todos en cualquier tertulia, de lo mal que está todo por haber tanto mal en nuestro mundo. Y es que para ellos el mal había puesto fin a su esperanza. Ellos son muy sinceros: ''Nosotros esperábamos que..''. Cuánta gente en nuestro mundo se ha quedado aquí, a mitad de camino y no han llegado hasta Emaús. Y es que se han quedado en sus expectativas y pequeños horizontes, en aquello puntual que pensaban que Jesús iba a solucionar, en sus simples aspiraciones terrenas. Ahora que estamos en período preelectoral lo vemos perfectamente, hay promesas y promesas, y todos van a solucionar todo; también Cleofás y su compañero pensaban en clave política: ''esperábamos que él iba a liberar a Israel''; es decir, no querían a Jesús para otra cosa que para que les quitara a los romanos de encima. Y aquí Jesús les da un aldabonazo: "¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas!"... Y el Señor se hace Maestro paciente que empieza de nuevo a repasar con nosotros la historia de salvación, lo que las escrituras anunciaron y lo que estas querían realmente decir. Jesús paciente, vuelve a explicárnoslo todo, pues aún no nos hemos enterado de qué va esta historia. Esto que hemos proclamado en este evangelio es lo que hacemos todos los domingos: salimos de casa, venimos a la iglesia y por el camino encontramos amigos y vecinos con los que charlar; hablamos seguramente de la última mala noticia del telediario y llegamos aquí a la iglesia, a Emaús, donde -como dice la liturgia- "Jesús nos explica las escrituras y parte para nosotros el pan". Esto es la santa misa, liturgia de la palabra primero y después de la Eucaristía. La pregunta es: ¿le reconocemos en ambos momentos?. Da igual que el sacerdote de mi pueblo sea feo, pequeño o antipático, que se llame Pepe o Manolo; nosotros no tenemos que creer en el cura ni vamos a la iglesia a verle a él, sino a Jesucristo vivo en medio de nosotros y a reconocerle en sus mensajeros. A aquellos discípulos ''se les abrieron los ojos y lo reconocieron al partir el pan". No se nos abren los ojos escuchando hablar a un sacerdote por bueno que sea, como mucho se nos puede encender el corazón, pero cuando realmente reconocemos al Señor es en su presencia viva y real en la Eucaristía... Caminemos pues, esperanzados, hacia Emaús.