jueves, 18 de agosto de 2016

PEREGRINACIÓN NOVENA DE COVADONGA 2016


DÍA: Miércoles, 31 de Agosto
SALIDA:  9´30h. Calle La Iglesia
PRECIO: 25€                                                          
(plaza del autocar y menú incluido)

RESERVAS
En horarios de Sacristía       
   (Rosi: 660 73 26 47)
NOTAS: 1-La adjudicación de las plazas del autocar serán por riguroso orden de reserva y pago de las mismas.
2-Paradas en Villaviciosa y Ribadesella .
3-Como en años  anteriores Menú-Espicha en “La Cerezal” de Collera :
Paté de Cabracho y bogavantes; tortos de maíz caseros al cabrales; empanada casera de picadillo; tortilla casera de patata; mejillones a la vinagreta; calamares a la romana; croquetas caseras de jamón; chorizos caseros a la sidra; chipirones guisados al vino tinto; lacón cocido con cachelos…
4_ Covadonga: Misa de la Novena y procesión.

5-De regreso pararemos en Arriondas para merendar.

miércoles, 17 de agosto de 2016

EN MEMORIA CRÍTICA DE GUSTAVO BUENO. Por D. Fernando Llenín Iglesias


Después de haber leído estos días numerosos artículos laudatorios y llenos de reconocimiento y admiración hacia Gustavo Bueno por parte de sus discípulos y amigos, yo quiero en estas líneas, necesariamente breves, escribir sobre él o, mejor, sobre su filosofía, pero no una loa, sino un crítica. Una crítica respetuosa, pero discrepante. Yo no soy discípulo de Bueno; fui alumno. Le admiré y le sufrí; me provocó y me enseñó. Pero no me convenció.

Para sus discípulos, el Materialismo Académico de Gustavo Bueno es la más potente filosofía crítica que incluye, representa y supera toda posición filosófica hasta el presente. Resultando así el Materialismo filosófico académico de Gustavo Bueno una suerte de nuevo corpus dogmático desde el que declarar o no la ortodoxia filosófica. Casi rayan en el entusiasmo y la veneración religiosa, repitiendo las tesis del “maestro” al que han conocido en estos últimos años y les ha abierto los ojos. ¡Por fin, han visto la luz!

Cuando en el curso 1972/73 me matriculé en primero de Filosofia y Letras, las lecciones de Bueno giraban precisamente en torno a la muerte de la filosofía, el neopositivismo y el círculo de Viena, Wittgenstein, la lógica matemática, el marxismo y un lenguaje que, a mis 17 años, me parecía, a la vez, fascinante y difícil. Bueno no hacía concesiones; no era precisamente un profesor a quien se podía seguir sin aguzar la atención. Entraba en clase con su especie de uniforme, un traje gris y un polo en lugar de camisa y corbata. Como mucho, llevaba en el bolsillo una “ficha” de cartulina, se subía a la tarima y comenzaba a hablar con pasión, hilando un discurso que era como un torrente de palabras para mí todas nuevas.

Sobre todo, me sorprendía su constante y furibunda crítica a la metafísica, término que utilizaba cuando quería “triturar” al adversario. Bueno entiende por Metafísica lo que carece de sentido, tildándolo de monista, espiritualista, irracional, ilusorio y falso. Ni siquiera es conocimiento, es irreal.

Para él, pensar es pensar contra alguien. Especialmente, a este propósito, estaba permanentemente presente en sus lecciones la cuestión de Dios y la Religión. Parecía una obsesión. No había clase ni tema en que, sin saber cómo, no apareciese el tema de Dios. Yo creo que nunca hasta entonces había oído hablar tanto de Dios. Ni en las clases de religión.

Hablemos, pues, del Dios de G. Bueno. Por supuesto, un Dios al que se oponía con todas sus fuerzas. Un día (seguramente un día en que se excedió en demasía) retó a los alumnos que estábamos en el aula a subir a la tarima y demostrar frente a él la existencia de Dios. Naturalmente, nadie se movió, pero yo, que nunca me he dejado avasallar, salí indignado de aquella clase. Bueno provocaba en mí una suerte de contradicción: me atraía su difícil exposición, me retaba y me provocaba a buscar una crítica a su crítica.

Al curso siguiente, ingresé en el Seminario de Oviedo y en él busqué también respuestas a los interrogantes que Bueno me suscitaba, provocando, a mi vez, la incomprensión de algunos profesores. Recuerdo uno que, seguramente molesto por las continuas preguntas y objeciones que yo le ponía en clase, con muy poca psicología por su parte, llegó a invitarme a abandonar el Seminario acusándome, para mi estupor, de ser un “infiltrado de Bueno”.

Para él, toda filosofía verdadera ha de ser entendida como materialista, incluso aquellas que puedan originalmente no ser consideradas como tales. Por ejemplo, decía que el desarrollo del pensamiento cristiano constituye uno de los tramos más ricos e interesantes de la historia del materialismo, porque está ligado a la corporeidad. Los dogmas de la Creación, la divina providencia y, sobre todo, el dogma de la Encarnación suponen la elevación del estatuto del cuerpo. Por tanto, el cristianismo, mal que le pese, ha realizado históricamente una labor de educador de la conciencia materialista, al predicar el respeto al mundo corpóreo, como obra de Dios, y excomulgar a quienes, por desprecio, se abstienen de boda, carne o vino.

En sus “Ensayos materialistas” elabora su ontología crítica y dialéctica. Pero aborrece de todo lo que él llamaba el “materialismo grosero”, porque su filosofía materialista académica aspiraba a ser una “Geometría de las Ideas”. En este sentido, citaba muchas veces el caso de nuestro premio nobel, Severo Ochoa, quien en cierta ocasión afirmó: “todo es química”. Semejante simpleza le dejó a él, como a mí, estupefacto (pero no es infrecuente entre científicos muy reconocidos en sus especialidades cuando se meten a filosofar).

La Idea de Materia es indeterminada, infinita, inconmensurable, plural, que se hace y se deshace en constante fluir. ¡Dios me libre de pensar que la Idea de Materia Transcendental es un sustituto terciogenérico de la realidad divina! Porque la idea de Dios es –dice- el descubrimiento de nuestro siglo, como “depósito de las esencias” y se corresponde con el tercer Género de materialidad (M3). Dios es la resultante de sustantivar el pensamiento o la infinitud, trasladándolo al mundo de los “transfísico”, de lo que está “más allá del horizonte de las focas”. Es la autoproyección de la conciencia gnóstica espiritualista, frente a la que se yergue la conciencia materialista.

Sin embargo, la religión es asunto propio de la Antropología. ¿Es un hecho la religación? Bueno dice que sí, pero la interpreta en clave materialista y antimetafísica. La religión es verdadera como categoría antropológica. En la antropología materialista, el hombre es un “esfera”, un “espacio antropológico”.

Es aquí justamente, donde surge la Religión: las relaciones con las divinidades o “númenes”. Se trata de las relaciones que el hombre tiene con determinados animales. Los hombres desde su origen evolutivo se han relacionado con animales con los que han mantenido sentimientos de temor, adulación o amistad. Esta es la tesis fundamental de la filosofía materialista de la Religión de Bueno: los hombres no han hecho a Dios a imagen y semejanza del hombre, como decía Feuerbach, sino a imagen y semejanza de los animales.

La religión brota –dice- de la animalidad constitutiva del hombre, de la “religación” del hombre a los animales. No a todos. No todos los animales son divinos, sino sólo algunos como, por ejemplo, el reno, el oso o el gato, que siempre fue divino. La Teología es así, en realidad, Etología. Por eso, dice, el ateísmo no procede de la impiedad moderna, sino des desprecio por los animales.

Para concluir diré que la filosofía de Gustavo Bueno se nos muestra curiosamente como una filosofía platónica que construye la realidad por medio de una “geometría de la Ideas” y, por tanto, como un epígono del Idealismo tan denostado por él. Todo lo real es material; la Idea de Materia es la clave interpretativa de toda posible realidad y el criterio último y absoluto de la verdad.

Su filosofía es una abstracción, un constructo geométrico, un idealismo invertido. Decir que todo lo real es material y fuera de la materia no hay nada, es un postulado, un supuesto absoluto, una opción tomada como principio dogmático desde el que se anatematiza al otro, al “adversario”, aun a costa de la verdad. Porque tergiversa los sistemas filosóficos utilizando lo que yo llamo el “método maniqueo”, que introduce elementos aparentemente inocuos para poder así caricaturizar y ridiculizar al adversario.

Es curiosísimo comprobar como en los Ensayos materialista Bueno ejemplifica y reduce toda la filosofía que combate a Berkeley y Malebranche, presentándolos como los representantes prístinos de un delirante sistema idealista metafísico cristiano. Esa manipulación artificial me produjo siempre una especial irritación intelectual.

Hay modos de hacer filosofía, ya ensayados en la larga historia de la filosofía, que, situándose combativamente contra el otro como adversario a triturar, no alcanzan su objetivo, porque combaten contra sí mismos y culminan en un melancólico y triste final autodestructivo.

En cuanto a su más famosa tesis sobre el origen animal de la religión, podríamos hablar largo y tendido. Baste decir que, como él mismo confiesa en “Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la Religión”, la idea se le ocurrió un día de paseo en que se encontró con un perro gigantesco ante el que, naturalmente, sintió temor. Pero al considerar para sí mismo que él era un ser superior, pasó prudentemente por la orilla opuesta en actitud indiferente. Tras alcanzar una distancia, se volvió para ver qué hacía el perro y, ¡oh, sorpresa!, el perro hizo exactamente lo mismo. En aquel instante, sus miradas se encontraron y Bueno tuvo una especie de revelación, iluminación o intuición. Comprendió que si él hubiera sido un hombre religioso habría reconocido al perro como un ser superior, un “númen”, un “animal divino”.

Es decir, los animales, por ellos, desde ellos, con ellos y en ellos, son la fuente de toda numinosidad o religiosidad. El origen de la religión es la religación del hombre a la animalidad, que se irá desplegando históricamente en tres estadios: religiones primarias, secundarias y terciarias. Muestra así Bueno su raíz en el positivismo ateo de Compte. Una clasificación coherente con su sistema, pero que de ninguna manera es seguida por la comunidad científica que estudia la fenomenología y la historia de las religiones.

La teoría del origen animal de la religión es, cuando menos, absolutamente gratuita. Yo no la llamaría una “Idea”, sino una ocurrencia. En “El animal divino” dice en las páginas 154s que hay que optar y él opta por el materialismo: “No somos agnósticos, no dudamos sobre la existencia de los dioses espirituales; somos dogmáticos en este punto… y partimos de la hipótesis de que estos dioses (y, por supuesto, el Dios monoteísta) no existen en la realidad”. Es lo coherente con el Materialismo de Bueno.

Pero es que esa supuesta “religión natural” o primaria es sólo “opción”. Que ese sea el origen de la religión es una simple ocurrencia. Es cierto una cosa: sobre cómo empezó la religión históricamente cada cual puede decir lo que quiera, porque ni lo sabemos ni seguramente podremos saberlo nunca. A lo sumo, conjeturarlo. Pero lo que yo sostengo es que la teoría de Bueno no es siquiera una “conjetura”, porque siguiendo el Tractatus de Wittgenstein (del que tanto nos hablaba en clase) no es empíricamente verificable, y siguiendo a Popper (al que tanto denostaba <y copiaba>) no es tampoco empíricamente refutable o “falsable”. Por tanto, la tesis básica de “El animal divino” es simplemente una tesis “sin sentido”.

La religión brota –dice- de la animalidad constitutiva del hombre, de la “religación” del hombre a los animales. No a todos. No todos los animales son divinos, sino sólo algunos como, por ejemplo, el reno, el oso o el gato, que siempre fue divino. La Teología es así, en realidad, Etología. Por eso, dice, el ateísmo no procede de la impiedad moderna, sino des desprecio por los animales.

Para concluir diré que la filosofía de Gustavo Bueno se nos muestra curiosamente como una filosofía platónica que construye la realidad por medio de una “geometría de la Ideas” y, por tanto, como un epígono del Idealismo tan denostado por él. Todo lo real es material; la Idea de Materia es la clave interpretativa de toda posible realidad y el criterio último y absoluto de la verdad.

Su filosofía es una abstracción, un constructo geométrico, un idealismo invertido. Decir que todo lo real es material y fuera de la materia no hay nada, es un postulado, un supuesto absoluto, una opción tomada como principio dogmático desde el que se anatematiza al otro, al “adversario”, aun a costa de la verdad. Porque tergiversa los sistemas filosóficos utilizando lo que yo llamo el “método maniqueo”, que introduce elementos aparentemente inocuos para poder así caricaturizar y ridiculizar al adversario.

Es curiosísimo comprobar como en los Ensayos materialista Bueno ejemplifica y reduce toda la filosofía que combate a Berkeley y Malebranche, presentándolos como los representantes prístinos de un delirante sistema idealista metafísico cristiano. Esa manipulación artificial me produjo siempre una especial irritación intelectual.

Hay modos de hacer filosofía, ya ensayados en la larga historia de la filosofía, que, situándose combativamente contra el otro como adversario a triturar, no alcanzan su objetivo, porque combaten contra sí mismos y culminan en un melancólico y triste final autodestructivo.

En cuanto a su más famosa tesis sobre el origen animal de la religión, podríamos hablar largo y tendido. Baste decir que, como él mismo confiesa en “Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la Religión”, la idea se le ocurrió un día de paseo en que se encontró con un perro gigantesco ante el que, naturalmente, sintió temor. Pero al considerar para sí mismo que él era un ser superior, pasó prudentemente por la orilla opuesta en actitud indiferente. Tras alcanzar una distancia, se volvió para ver qué hacía el perro y, ¡oh, sorpresa!, el perro hizo exactamente lo mismo. En aquel instante, sus miradas se encontraron y Bueno tuvo una especie de revelación, iluminación o intuición. Comprendió que si él hubiera sido un hombre religioso habría reconocido al perro como un ser superior, un “númen”, un “animal divino”.

Es decir, los animales, por ellos, desde ellos, con ellos y en ellos, son la fuente de toda numinosidad o religiosidad. El origen de la religión es la religación del hombre a la animalidad, que se irá desplegando históricamente en tres estadios: religiones primarias, secundarias y terciarias. Muestra así Bueno su raíz en el positivismo ateo de Compte. Una clasificación coherente con su sistema, pero que de ninguna manera es seguida por la comunidad científica que estudia la fenomenología y la historia de las religiones.

La teoría del origen animal de la religión es, cuando menos, absolutamente gratuita. Yo no la llamaría una “Idea”, sino una ocurrencia. En “El animal divino” dice en las páginas 154s que hay que optar y él opta por el materialismo: “No somos agnósticos, no dudamos sobre la existencia de los dioses espirituales; somos dogmáticos en este punto… y partimos de la hipótesis de que estos dioses (y, por supuesto, el Dios monoteísta) no existen en la realidad”. Es lo coherente con el Materialismo de Bueno.

Pero es que esa supuesta “religión natural” o primaria es sólo “opción”. Que ese sea el origen de la religión es una simple ocurrencia. Es cierto una cosa: sobre cómo empezó la religión históricamente cada cual puede decir lo que quiera, porque ni lo sabemos ni seguramente podremos saberlo nunca. A lo sumo, conjeturarlo. Pero lo que yo sostengo es que la teoría de Bueno no es siquiera una “conjetura”, porque siguiendo el Tractatus de Wittgenstein (del que tanto nos hablaba en clase) no es empíricamente verificable, y siguiendo a Popper (al que tanto denostaba <y copiaba>) no es tampoco empíricamente refutable o “falsable”. Por tanto, la tesis básica de “El animal divino” es simplemente una tesis “sin sentido”.

10 útiles sugerencias para controlar la lengua y acabar con el chisme



Jesús dijo que de la abundancia del corazón, habla la boca y que de cada palabra que sale de nuestra boca tendremos que rendir cuentas; Santiago, por su parte, en el capítulo 3 claramente nos desafía a utilizar nuestra lengua para rendir honor a Dios.

Enseguida se describen diez útiles sugerencias para leer y tratar de aplicarlas a nuestro diario hablar.
1.- Orar: El Espíritu Santo

Miren a los apóstoles! Antes de pentecostés ellos huyeron y san Pedro lo negó con su lengua. Después de la Primer Novena, que fue Pentecostés, hubo una transformación radical. Pedro lanzó una homilía de Pentecostés y logró la conversión de ¡3000 personas! ¿Cómo? Orando al Espíritu Santo. Una cortita pero potente oración: “Ven Espíritu Santo, Ven, a través del Corazón de María”.
2.- Pensar

Santiago dice que debemos estar listos para escuchar y lentos para hablar. Por lo tanto, evitemos la impulsividad. ¡Piensa antes de hablar!¿Cuántas veces hemos hablado con la efervescencia del momento, sin reflexionar, hiriendo a la persona y teniendo que pagar las consecuencias? La Imitación de Cristo afirma: Pocos han lamentado por mantener el silencio, muchos por haber hablado de más.
3.- La Regla de Oro

Recuerden esta preciosa y poderosa máxima de Jesús: “Haz a los demás lo que quieras que te hagan a ti”. Así podemos aplicar esto a la oración: “Di a los demás lo que quieras que te digan”.
4.- ¡El Silencio!

Las madres a menudo enseñan a sus hijos esta lección: “Si no tienes nada bueno que decir, entonces no lo digas” ¡Gran consejo!
5.- ¿Agitado?

En los momentos de agitación, lo mejor es evitar el habla. Es mejor retirarse a su habitación, rezar una parte del Rosario, y después entrar en una conversación tranquila y serena. En la agitación, el espíritu malo trabaja en nosotros y dicta nuestro discurso.
6.- ¡Ánimo!

Aprende a decir palabras de aliento. Todos necesitamos esas palabras, de aliento, afirmación y apoyo. Sé un Bernabé. Él fue uno de los últimos Apóstoles y su nombre significa “Hijo de consolación”. ¿Por qué no formar un club “Bernabé”?
7.- ¡Perdón!

Cuando fallen en su discurso perjudicando al prójimo, reúnan la suficiente humildad y el coraje para expresar dos palabras muy difíciles: “¡Lo Siento!” Shakespeare dio en el clavo cuando dijo: “Errar es humano, perdonar es divino”
8.- Lectura Espiritual

Podría ser que lleguemos al vacío interior, y darnos cuenta que tenemos tan pocas cosas valiosas que decir. Formen un hábito de buena lectura espiritual (al menos media hora diaria) y muchos de los pensamientos santos y edificantes santificarán sus corazones y serán transformados en palabras que verdaderamente santifiquen a los demás. San Ignacio, en la “Contemplación para Alcanzar Amor” dice que ¡el amor se expresa dando! ¿Por qué no compartir los tesoros espirituales de su corazón con los demás?
9.- Recordar la Santa Comunión

Recuerden que con la misma lengua que se recibe al Señor Eucarístico, el Señor de Señores y Rey de Reyes, también se habla. Entonces esperemos que nuestro discurso refleje a AQUEL que hemos recibido en nuestra lengua y en nuestro corazón.
10.- María como Modelo

Miremos a María y pidamos su intercesión poderosa para que nos ayude con nuestro discurso. Imaginen a María hablando con San José, con Santa Isabel, con Jesús y con otros. ¡Cuánto amor, atención, bondad, mansedumbre, humildad, discreción y gozo!! Seguramente, María, que dijo “SÍ” a la Palabra de Dios, alcanzará para nosotros la gracia de expresar con claridad, de manera convincente y con caridad, cada palabra que salga de nuestra boca. “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador”


Adaptación y traducción al español por Rafael Ruiz, paraPildorasdeFe.net, de artículo publicado en:FatherBroom.com, autor:Padre Ed Broom

martes, 16 de agosto de 2016

Oración a San Roque



Glorioso San Roque, rogad por nosotros que, por nuestros pecados, no nos atrevemos a presentarnos delante de Dios. Padrenuestro, avemaría y gloria.

Roque santo, rogad por nosotros a Dios, que es Padre de misericordia, ahora que gozáis de su vista en la gloria celestial. Padrenuestro, avemaría y gloria.

San Roque glorioso, presentad nuestras humildes súplicas, uniéndolas a las de la Inmaculada Virgen María y a las de todos los Santos Franciscanos, para que seamos oídos y podamos dar a todos las gracias en el nombre de Jesús. Padrenuestro, avemaría y gloria.

La cruz santa + selle nuestra frente.
La cruz, santa + selle nuestra boca.
La cruz santa + selle nuestro corazón.

Por el amor que a la cruz profesó San Roque, con cuya señal libró a los pueblos del mal contagioso, libradnos, Señor.

V. Rogad a Cristo, Roque santo, en todas nuestras flaquezas.
R. Para que seamos dignos de sus promesas,

ORACIÓN.- Oh, Dios, que por medio de vuestro Ángel presentasteis al Bienaventurado San Roque una tablilla escrita, prometiéndole que cualquiera que de corazón le invocare quedaría libre de los estragos de la peste, concedednos la gracia de que celebrando su gloriosa memoria, mediante sus méritos y ruegos, seamos libres de todo contagio tanto de cuerpo como de alma. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

De acuerdo, hablemos sobre religión y política. Por Joseph Pearce


En más de una ocasión se ha dicho que, por mera cortesía, no debemos hablar sobre religión ni política. El resultado de esta costumbre es que nunca discutimos nada de importancia alguna. Limitamos nuestra conversación “en gentil compañía” a banalidades cuando mucho, y a chismes cuando menos. Sin embargo, conversar sobre la religión y la política en público, en “plaza principal" como solíamos hacer, es de crucial importancia para la vida de una sociedad auténticamente libre. Ya sea el miedo a la policía la razón de nuestro silencio, ya lo sea el temor del trato descortés, el resultado es el mismo: el acallar la libre discusión de los dos temas más importantes que gobiernan la vida de la humanidad.

Religión y política son inseparables para el cristiano dada la inseparabilidad de los dos grandes mandamientos de Cristo, que amemos al Señor nuestro Dios y que amemos a nuestro prójimo. Así, el objetivo de los laicistas fundamentalistas de separar la religión de la política es más que una afrenta al cristiano: es una estrategia para prohibirle a los cristianos participar en la vida política. Pero esto no es nada nuevo. El fundamentalismo laicista siempre ha sido intolerante hacia el cristianismo y siempre ha tratado de excluir a los cristianos de la vida política de la sociedad. Desde la persecución de la Iglesia primitiva (siglos I al III) y el martirio de innumerables primeros cristianos, hasta la Revolución Francesa y su Reino del Terror, incluyendo el siglo pasado con la exterminación de cristianos en los campos de concentración del socialismo internacional y nacional, la intolerancia del fundamentalismo laicista ha crucificado continuamente el cuerpo de Cristo y ha corrompido el sector político de igual manera.

A pesar de utilizar medios maléficos correspondientes a sus ignominiosos fines, el fundamentalismo laicista siempre ha preferido el poder de la mentira para promover sus objetivos, manejando el engaño y practicando el nefasto arte de la propaganda. El doble discurso y la neolengua orwelliana han conformado su mentalidad y vocabulario desde sus inicios. En nombre de la sacrílega trinidad liberté, egalité y fraternité, los revolucionarios franceses y rusos le robaron la libertad a los cristianos, los discriminaron invocando la igualdad, y los asesinaron en nombre de la fraternidad. Por lo tanto, no es de sorprender que la nueva generación de fundamentalistas laicistas no tolere el cristianismo en nombre de la tolerancia o que sancione matar a niños por nacer en nombre de la libertad.

Sin embargo, la mayor hipocresía del fundamentalismo laicista no ha de encontrarse en su abuso de la lengua sino en su insistencia de excluir la religión de la plaza pública a pesar de constituir en sí otra religión. Si el teísmo constituye una posición religiosa, también lo es el ateísmo. Mantener como dogma que Dios no existe o debe excluirse del ámbito público constituye una posición religiosa. Creamos o no que Dios existe, su existencia está al centro [de la dialéctica en cuestión]. La existencia de Dios es la piedra de toque, el criterio conceptual sobre el cual se fundamentan todas las demás premisas de nuestros argumentos. Para el teísta, la presencia real de Dios es el principio definidor que se encuentra en el corazón de la realidad: para el ateo ese principio es la ausencia real de Dios. Dios es crucial en ambos casos, y por lo tanto, en ambos -irónicamente- está presente.

El hecho es que toda política tiene raíces en los primeros principios filosóficos, entre las cuales las premisas metafísicas sobre la existencia o la no-existencia de Dios son las de mayor importancia. La historia reciente demuestra que extraer a Dios crea un vacío que se llena con todo tipo de peligrosas y fatales estupideces. Rousseau creía que el pecado no le era inherente al hombre, es decir, que no hubo una rebelión primordial contra Dios. Esa rebelión primordial nos trajo múltiples formas de salvajismo en la búsqueda del míticobon sauvage [salvaje noble], entre las cuales una de las más destructivas fue el mencionado Reino de Terror que acompaño a la Revolución Francesa.

Que las ideas rousseaunianas han penetrado la sociedad moderna se nota todavía más en el desprecio contemporáneo por la civilización. La sabiduría de los siglos y la herencia de los sabios se descartan con la arrogancia de la ignorancia. Por lo cual el hombre moderno queda reducido a ser un fanático dedicado a seguir teorías necias y pasajeras. El determinismo de Hegel, politizado por Marx, condujo al asesinato de millones en el altar del progreso inalterable hacia la dictadura del proletariado sobre el hombre. ElÜbermensch [superhombre] de Nietzsche, politizado por Hitler, condujo a la raza maestra de los nazis y al asesinato de millones en el altar de orgullo racial.

Como nos recuerda Richard Weaver, las ideas traen consecuencias, e ideas perversas traen consecuencias perversas. Y como nos repitiera incansablemente G. K. Chesterton, cuando la gente deja de creer en Dios, no es que entonces crean en Nada, sino que ahora creen en cualquier cosa. Dios existe, la Nada no. Como consecuencia, la gente puede creer en Dios, pero nadie puede creer en Nada. Es imposible para un ateo ser simple y llanamente un ateo: tiene que convertirse en algo más, y ese algo más es casi siempre algo peor. Sea que a Dios lo reemplace la ausencia de Dios de Marx, o la de Nietzsche, o la de Stalin, o la de Hitler, o la de Margaret Sanger y su Planned Parenthood [Paternidad Planificada] que concluye en la masacre de los inocentes, la ausencia de Dios inevitablemente conduce a la presencia del mal.

Las lecciones de la historia son lo suficientemente claras para que cualquiera que tenga ojos puede verlas. La remoción de Dios de la plaza pública nos lleva a una plaza en la que erigiremos guillotinas en Su lugar. La separación forzada de la religión y la política conduce al más mortal de los divorcios: la única alternativa para una nación bajo Dios, es la de todas las naciones bajo Dios-sabe-qué. ¡Que Dios nos libre de caer en manos de tal Sin-Dios!

lunes, 15 de agosto de 2016

¿Qué es el Dogma de la Asunción?.



(ARCIPRENSA) 

El dogma de la Asunción se refiere a que la Madre de Dios, luego de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.

Este Dogma fue proclamado por el Papa Pío XII, el 1º de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus:

"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".

Ahora bien, ¿por qué es importante que los católicos recordemos y profundicemos en el Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo? El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica responde a este interrogante:

"La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos" (#966).

La importancia de la Asunción para nosotros, hombres y mujeres de comienzos del Tercer Milenio de la Era Cristiana, radica en la relación que hay entre la Resurrección de Cristo y la nuestra. La presencia de María, mujer de nuestra raza, ser humano como nosotros, quien se halla en cuerpo y alma ya glorificada en el Cielo, es eso: una anticipación de nuestra propia resurrección.

Más aún, la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo es un Dogma de nuestra fe católica, expresamente definido por el Papa Pío XII hablando "ex-cathedra". Y ... ¿qué es un Dogma? Puesto en los términos más sencillos, Dogma es una verdad de Fe, revelada por Dios (en la Sagrada Escritura o contenida en la Tradición), y que además es propuesta por la Iglesia como realmente revelada por Dios.

En este caso se dice que el Papa habla "ex-cathedra", es decir, que habla y determina algo en virtud de la autoridad suprema que tiene como Vicario de Cristo y Cabeza Visible de la Iglesia, Maestro Supremo de la Fe, con intención de proponer un asunto como creencia obligatoria de los fieles Católicos.

El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (#966) nos lo explica así, citando a Lumen Gentium 59, que a la vez cita la Bula de la Proclamación del Dogma: "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada a la gloria del Cielo y elevada al Trono del Señor como Reina del Universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte".
Y el Papa San Juan Pablo II, en una de sus Catequesis sobre la Asunción, explica esto mismo en los siguientes términos:

"El dogma de la Asunción afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio" (San Juan Pablo II, 2-julio-97).

"Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen, es posible comprender el plan de la Providencia Divina con respecto a la humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad, prometida a los elegidos mediante la resurrección de los cuerpos" (San Juan Pablo II , Audiencia General del 9-julio-97).

Continúa el Papa: "María Santísima nos muestra el destino final de quienes `oyen la Palabra de Dios y la cumplen' (Lc. 11, 28). Nos estimula a elevar nuestra mirada a las alturas, donde se encuentra Cristo, sentado a la derecha del Padre, y donde está también la humilde esclava de Nazaret, ya en la gloria celestial" (San Juan Pablo II, 15-agosto-97)

Los hombres y mujeres de hoy vivimos pendientes del enigma de la muerte. Aunque lo enfoquemos de diversas formas, según la cultura y las creencias que tengamos, aunque lo evadamos en nuestro pensamiento, aunque tratemos de prolongar por todos los medios a nuestro alcance nuestros días en la tierra, todos tenemos una necesidad grande de esa esperanza cierta de inmortalidad contenida en la promesa de Cristo sobre nuestra futura resurrección.

Mucho bien haría a muchos cristianos oír y leer más sobre este misterio de la Asunción de María, el cual nos atañe tan directamente. ¿Por qué se ha logrado colar la creencia en el mito pagano de la re-encarnación entre nosotros? Si pensamos bien, estas ideas extrañas a nuestra fe cristiana se han ido metiendo en la medida que hemos dejado de pensar, de predicar y de recordar los misterios, que como el de la Asunción, tienen que ver con la otra vida, con la escatología, con las realidades últimas del ser humano.

El misterio de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo nos invita a hacer una pausa en la agitada vida que llevamos para reflexionar sobre el sentido de nuestra vida aquí en la tierra, sobre nuestro fin último: la Vida Eterna, junto con la Santísima Trinidad, la Santísima Virgen María y los Angeles y Santos del Cielo. El saber que María ya está en el Cielo gloriosa en cuerpo y alma, como se nos ha prometido a aquéllos que hagamos la Voluntad de Dios, nos renueva la esperanza en nuestra futura inmortalidad y felicidad perfecta para siempre.

sábado, 13 de agosto de 2016

Evangelio Domingo XX del Tiempo Ordinario


Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (12, 49-53)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»

Palabra del Señor