sábado, 22 de diciembre de 2012

Para vivir una Navidad Cristiana



Dicen las encuestas que la Navidad de los recortes y los desahucios se afronta con ánimo de gastar menos, pero que, a pesar de todo, cada español se gastará 412 euros en regalos y Papá Noel, los Reyes y sus pajes dedicarán de media unos 113 euros por familia. 

Aun así el 45 por ciento de los encuestados asegura que gastará menos que en años anteriores. Pero todavía se puede hacer mucho más. ¿Sabían ustedes que en EEUU existe toda una corriente llamada Buy Nothing Christmas (“no compre nada esta Navidad”) que invita a la “rebeldía” de reducir el consumismo y recuperar el sentido auténtico de esta fiesta? No son los únicos.  En un mundo en crisis que empieza a aprender a la fuerza el valor de la austeridad comienzan a abrirse camino toda una serie de alternativas al consumismo feroz que desde hace unas décadas está minando la celebración del nacimiento de Jesús. 

“Solo se necesita un poco de pensamiento creativo para encontrar alternativas al consumismo excesivo”, explican desde Buynothingchristmas, donde cuentan con todo un catálogo de ideas y productos de comercio justo para regalar esta Navidad.

“Comprar” y “consumir” no son sinónimosExiste también quienes alertan de que si, en tiempos de crisis dejamos de comprar, podría resultar contraproducente y que un exceso de cautela podría terminar de hundir la situación del pequeño comercio: “No es una invitación al consumismo desenfrenado, sino la idea de que en una severa recesión como la que estamos viviendo puede ser más ético, en la medida de lo posible, que cada cual gaste el dinero en un producto que tenga tras de sí el trabajo de la gente a que deje drásticamente de comprar”, explica el economista italiano Stefan Zamagni, en el diario Avvenire, desde donde propone una “Navidad sobria, ma non troppo”. 

Para Zamagni, el consumo también puede ser ético, y existe, además, una importante diferencia entre “comprar” y “consumir”. Se puede, por ejemplo, comprar alimentos para que los consuman otros que lo necesitan. O vender productos regalados para ayudar a la creación de una escuela en un país subdesarrollado. 

“Todos estos conceptos han sido bien analizados y expresados por Benedicto XVI en la encíclica Caritas in veritate, donde se habla, por ejemplo, del ‘consumidor socialmente responsable’ o donde se resaltan las virtudes del comercio equitativo y solidario que no excluye el propio provecho, pero lo considera como instrumento para llevar a cabo fines humanitarios y sociales, de humanización del mercado y de la sociedad”, explica Zamagni.

Los mejores regalos nunca vienen envueltosUna opinión compartida por la periodista católica Heidi Schlumpf del National Catholic Reporter, que ha elaborado una lista con diez propuestas para recuperar la auténtica Navidad a la hora de comprar: “Irónicamente, la Navidad se ha convertido en un tiempo de comprar hasta la extenuación, lo cual es algo lamentable, pero tampoco estoy sugiriendo que todos tengamos que renunciar a hacer regalos o exclusivamente dedicarnos a hacer obras de caridad durante este tiempo. Lo que sí convendría es dejar el consumo desenfrenado y buscar maneras de que los regalos sean menos costosos y más significativos”, explica Schlumpf.

Diez propuestas para que los regalos sean un reflejo de tus valores 

1. Compra menos: un regalo por persona es más que suficiente.

2. Compra en pequeñas empresas y en pequeño comercio local. Los precios pueden ser un poco más altos, pero estarás ayudando al comerciante y a reavivar la economía.

3. Regala experiencias, no cosas. ¿Qué se le puede regalar a una persona que, literalmente, ya tiene todo lo que quiere o todo lo que necesita? No añadas gadgets inútiles que acabarán en la basura: regala unas entradas para una buena obra de teatro, unas clases de baile que sacarán de casa a una persona deprimida, un taller de pintura o escritura a alguien demasiado absorbido por su trabajo, un masaje relajante a una persona dedicada al cuidado de un enfermo… ¡Y mejor aún si esa experiencia es compartida!

4. Regala algo hecho por ti. ¡No tiene precio! Puedes siempre dar algo de ti mismo en un regalo creativo, desde una canción grabada, un texto escrito a mano, un vídeo de recuerdos de creación propia, productos de tu propia huerta, pañuelos de seda pintados a mano, artesanía… Y si son los propios niños los que hacen los regalos para sus familiares “porque a los mayores los Reyes nos traen menos cosas”, ¡mejor que mejor!

5. Compra y regala artesanía. Si no tienes el don de la creatividad, regala el de otros. La calle en estas fechas se llena de mercadillos de artesanía, donde se pueden encontrar maravillosos regalos a buen precio a la vez que apoyas a los pequeños comerciantes y artesanos. También puedes comprar a aquellos que trabajan desde casa y tienen sus pequeñas tiendas online. 

6. Compra libros y suscripciones. ¿Por qué no apoyar a una pequeña editorial emergente, comprar ese e-book de cocina de tu amigo que quizá nunca llegue a una librería, editar por sorpresa esa novela que tu padre guarda en el cajón o mostrar tu apoyo a medios de comunicación católicos a través de suscripciones a revistas? ¡Algunas incluso son gratuitas!

7. Compra productos seminuevos. Si crees que el mundo no necesita más plástico, considera la compra de juguetes de segunda mano, ¡hay miles de ofertas online de productos en perfecto estado y muy buen precio!

8. Dona dinero o colabora con entidades católicas y ONG’s. Hay muchas organizaciones sin fines de lucro con catálogos para recaudar fondos para obras sociales mediante la venta de productos propios o productos de comercio justo.

9. Regala imágenes propias. Una tarjeta navideña con la foto de tu familia puede acabar en la basura, pero si esa foto la regalas debidamente enmarcada, o añades varias en forma de libro o calendario, puede ser un fabuloso regalo para verlo durante todo el año.

10. Regala tiempo: el tuyo. Un regalo no tiene que ser necesariamente algo que se puede envolver y poner bajo el árbol. En su lugar, crear vales de regalo con ayudas en forma de tiempo dedicado a los tuyos (vale por una mañana en el zoo, una tarde de plancha, un fin de semana de voluntariado, de ayuda para pintar el piso, de llevar a los abuelos a un concierto, de quedarme con los niños…) ¡pueden ser el regalo más valioso! 

Esperanza de los pobres

"Si alguien te recuerda tu vocación con su ejemplo, te da también esperanza y coraje y entonces tienes que ser más fiel a tu vocacion": así resume el padre franciscano Rami Asakrieh la benéfica influencia que recibe de lo que cada año hacen Anton Mousallam y su familia por los habitantes más necesitados de Belén.

"Es muy modesto y muy honesto y respetado: un cristiano tradicional, un hombre de palabra", continúa el padre Asakrieh en un reportaje de Catholic News Service.  

Anton, de 54 años, habla a gusto de su abuelo, organista de la iglesia de la Natividad, o de sus hijos y sus logros en la escuela, o de la importancia de ir a misa, o de su tristeza al ver cómo desciende el número de cristianos en Belén: sólo una docena asisten a la misa diaria, frente al triple de hace sólo pocos años. Pero le cuesta hablar de sus obras de caridad, sólo responde que es parte de su educación vivir su fe: "Soy cristiano, soy católico, sigo la Biblia", dice. Y pasa a otra cosa.

Apoyo moral, más que material

Y sin embargo esas obras de caridad hacen mucho bien a mucha gente. Cuando completa su trabajo en una agencia de viajes, para él empieza una jornada entregada a visitar enfermos, ancianos y pobres, en hospitales y en casas particulares, llevando sobre todo ropa y medicinas.

"No se trata sólo de dinero, a veces la gente lo que necesita es apoyo moral", explica finalmente: "Nuestro padre siempre nos decía que tuviésemos presentes a quienes tienen menos que nosotros. O tenemos una presencia activa o no somos cristianos".

En una ocasión, Anton se desprendió de muebles de su propia sala de estar para amueblar la de una madre de tres hijos sin recursos, y de buena parte de sus camisas. "No es el fin del mundo", responde, preguntado por ello.

"No todo el mundo sabe lo que hace Mousallam", dice Fida Salsa, la farmacéutica a quien compra las medicinas que luego reparte: "Hay muchas buenas personas en Belén, pero Abu Hanna [el padre de Hanna, como le conocen] es el mejor, siempre amable y generoso".

Tanto la esposa de Anton, Anita, como su primogénito Hanna (de 32 años, profesor universitaria y su colaboradora en el negocio familiar de la agencia de viajes) y sus hermanos, están orgullosos de ayudarle en lo que pueden. Y agradecidos: "Nos dio la oportunidad de aprender lo que significa realmente tener buenas costumbres, hacer obra cristiana, y nos lo inculcó a fondo".

VIII Concierto Coral Navideño

En la tarde de ayer se celebró en nuestra parroquia el VII encuentro coral navideño organizado por la Coral San Félix de Lugones . 

Además del coro anfitrión participaron las corales del grupo Covadonga de Gijón y el de Santa María de Lieres . 

Después del concierto se remató el acto con el villancico Noche de Paz interpretado por las tres agrupaciones participantes.

Desde nuestro Blog agradecer al Coro San Félix de Lugones por su estrecha colaboración con la parroquia al ofrecerse cantar las Fiesta de Santa Bárbara Cecilia , Santa Bárbara y demás fechas señaladas . Gracias a todos.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Cáritas pide que suenen las campanas para defender la justicia

Con ocasión de la campaña de Navidad, Cáritas diocesana de Asturias solicita de las parroquias que hagan sonar sus campanas el día 25 de diciembre y el 1 de enero como expresión del apoyo de la comunidad cristiana de Asturias a los Objetivos del Milenio, refrendados por esta organización de Iglesia.

La idea es que en las distintas comunidades parroquiales se hagan 8 campanadas, una por cada Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM), con el fin simbólico de recordar a los gobernantes que esos objetivos están lejos de cumplirse por su falta de voluntad política.

Los Objetivos del Milenio suscritos por 189 países buscan erradicar la pobreza y el hambre, lograr la enseñanza primaria universal, la igualdad entre los géneros, reducir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir el SIDA y el paludismo, garantizar el sustento del medioambiente y fomentar una asociación mundial para el desarrollo.

El Credo explicado por Benedicto XVI


Nuevo ciclo de la catequesis semanal del papa

 (Zenit) La audiencia general de esta mañana tuvo lugar a las 10,30 en la plaza de San Pedro, donde Benedicto XVI se encontró con grupos de peregrinos y fieles de Italia y de otros países. En su discurso, el papa inició un nuevo ciclo de catequesis dedicado al Año de la Fe, "para retomar y profundizar las verdades centrales de la fe sobre Dios, sobre el hombre, sobre la Iglesia, sobre toda la realidad social y cósmica, meditando y reflexionando sobre las afirmaciones del Credo".

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy quisiera presentar el nuevo ciclo de catequesis, que se lleva a cabo durante todo el Año de la Fe que acaba de empezar y que interrumpe --por este período--, el ciclo dedicado a la escuela de oración. Con la Carta apostólica Porta Fidei elegí este Año especial, justamente para que la Iglesia renueve el entusiasmo de creer en Jesucristo, único Salvador del mundo, reavive la alegría de caminar por la vía que nos ha mostrado, y testifique en modo concreto la fuerza transformante de la fe.

El aniversario de los cincuenta años de la apertura del Concilio Vaticano II es una gran oportunidad para volver a Dios, para profundizar y vivir con mayor valentía la propia fe, para fortalecer la pertenencia a la Iglesia, "maestra en humanidad", y que, a través de la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos y las obras de caridad nos lleve a encontrar y conocer a Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Se trata del encuentro no con una idea o con un proyecto de vida, sino con una Persona viva que nos transforma profundamente, revelándonos nuestra verdadera identidad como hijos de Dios. El encuentro con Cristo renueva nuestras relaciones humanas, dirigiéndolas, de día en día, hacia una mayor solidaridad y fraternidad, en la lógica del amor.

Tener fe en el Señor no es algo que interesa solamente a nuestra inteligencia, al área del conocimiento intelectual, sino que es un cambio que implica toda la vida, a nosotros mismos: sentimiento, corazón, intelecto, voluntad, corporeidad, emociones, relaciones humanas. Con la fe realmente cambia todo en nosotros y por nosotros, y se revela claramente nuestro destino futuro, la verdad de nuestra vocación en la historia, el significado de la vida, la alegría de ser peregrinos hacia la Patria celeste.
Pero --nos preguntamos--, ¿la fe es verdaderamente una fuerza transformadora en nuestra vida, en mi vida? ¿O solo es uno de los elementos que forman parte de la existencia, sin ser aquello determinante que la implica por completo?

Con la catequesis de este Año de la Fe nos gustaría realizar un camino para fortalecer o reencontrar la alegría de la fe, entendiendo que ella no es algo ajeno, desconectada de la vida real, sino que es el alma. La fe en un Dios que es amor, y que se ha hecho cercano al hombre encarnándose y entregándose a sí mismo en la cruz para salvarnos y reabrirnos las puertas del Cielo, indica de modo luminoso, que solo en el amor está la plenitud del hombre. Es necesario repetirlo con claridad, que mientras las transformaciones culturales de hoy muestran a menudo muchas formas de barbarie, que pasan bajo el signo de "conquistas de la civilización": la fe afirma que no existe una verdadera humanidad si no es en los lugares, en los gestos, dentro del plazo y en la forma en la que el hombre está animado por el amor que viene de Dios; que se expresa como un don, se manifiesta en relaciones llenas de amor, de compasión, de atención y de servicio desinteresado frente a los demás. Donde hay dominación, posesión, explotación, mercantilización del otro para el propio egoísmo, donde está la arrogancia del yo encerrado en sí mismo, el hombre termina empobrecido, desfigurado, degradado. La fe cristiana, activa en el amor y fuerte en la esperanza, no limita, sino que humaniza la vida, más áun, la vuelve plenamente humana.
La fe es acoger este mensaje transformante en nuestra vida, es acoger la revelación de Dios, que nos hace saber quién es Él, cómo actúa, cuáles son sus planes para nosotros. Es cierto que el misterio de Dios permanece siempre más allá de nuestros conceptos y de nuestra razón, de nuestros rituales y oraciones. Sin embargo, con la revelación Dios mismo se autocomunica, se relata, se vuelve accesible. Y nosotros somos capaces de escuchar su Palabra y de recibir su verdad. He aquí la maravilla de la fe: Dios, en su amor, crea en nosotros --a través de la obra del Espíritu Santo--, las condiciones adecuadas para que podamos reconocer su Palabra. Dios mismo, en su voluntad de manifestarse, de ponerse en contacto con nosotros, de estar presente en nuestra historia, nos permite escucharlo y acogerlo. San Pablo lo expresa así con alegría y gratitud: "No cesamos de dar gracias a Dios porque, al recibir la palabra de Dios que les predicamos, la acogieron, no como palabra de hombre, sino cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece activa en ustedes, los creyentes " (1 Ts. 2,13).
 Dios se ha revelado con palabras y hechos a través de una larga historia de amistad con el hombre, que culmina en la Encarnación del Hijo de Dios y en su misterio de la Muerte y Resurrección. Dios no solo se ha revelado en la historia de un pueblo, no solo habló por medio de los profetas, sino que ha cruzado su Cielo para entrar en la tierra de los hombres como un hombre, para que pudiéramos encontrarle y escucharle. Y desde Jerusalén, el anuncio del Evangelio de la salvación se ha extendido hasta los confines de la tierra. La Iglesia, nacida del costado de Cristo, se ha vuelto portadora de una sólida y nueva esperanza: Jesús de Nazaret, crucificado y resucitado, salvador del mundo, que está sentado a la diestra del Padre y es el juez de vivos y muertos. Este es el kerigma, el anuncio central y rompedor de la fe. Pero desde el principio, surgió el problema de la "regla de la fe", es decir, de la fidelidad de los creyentes a la verdad del Evangelio en la cual permanecer con solidez, a la verdad salvífica sobre Dios y sobre el hombre, para preservarla y transmitirla. San Pablo escribe: "Serán salvados, si lo guardan [el evangelio] tal como se lo prediqué... Si no, ¡habrán creído en vano!" (1 Cor. 15,2).
Pero, ¿dónde encontramos la fórmula esencial de la fe? ¿Dónde encontramos la verdad que se nos ha transmitido fielmente y que es la luz para nuestra vida diaria? La respuesta es simple: en el Credo, en la Profesión de Fe o Símbolo de la Fe, nosotros nos remitimos al hecho original de la Persona y de la Historia de Jesús de Nazaret; se hace concreto lo que el Apóstol de los gentiles decía a los cristianos de Corinto: "Porque yo les transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado, y que resucitó al tercer día." (1 Cor. 15,3).
Incluso hoy tenemos necesidad de que el Credo sea mejor conocido, entendido y orado. Sobre todo, es importante que el Credo sea, por así decirlo, "reconocido". Conocer, en realidad, podría ser una operación tan solo intelectual, mientras "reconocer" significa la necesidad de descubrir la profunda conexión entre la verdad que profesamos en el Credo y nuestra vida cotidiana, para que estas verdades sean real y efectivamente --como siempre fueron--, luz para los pasos en nuestro vivir, y vida que vence ciertos desiertos de la vida contemporánea. En el Credo se engrana la vida moral del cristiano, que en él encuentra su fundamento y su justificación.

No es casualidad que el beato Juan Pablo II quisiera que el Catecismo de la Iglesia Católica, norma segura para la enseñanza de la fe y fuente fiable para una catequesis renovada, fuese configurado sobre el Credo. Se ha tratado de confirmar y proteger este núcleo central de las verdades de la fe, convirtiéndolo a un lenguaje más inteligible a los hombres de nuestro tiempo, a nosotros. Es un deber de la Iglesia transmitir la fe, comunicar el Evangelio, para que las verdades cristianas sean luz en las nuevas transformaciones culturales, y los cristianos sean capaces de dar razón de su esperanza (cf. 1 Pe. 3,14).
Hoy vivimos en una sociedad profundamente cambiada, incluso en comparación con el pasado reciente y en constante movimiento. Los procesos de la secularización y de una extendida mentalidad nihilista, en lo que todo es relativo, han marcado fuertemente la mentalidad general. Por lo tanto, la vida es vivida con frecuencia a la ligera, sin ideales claros y esperanzas sólidas, dentro de relaciones sociales y familiares líquidas, provisionales. Sobretodo las nuevas generaciones no están siendo educadas en la búsqueda de la verdad y del sentido profundo de la existencia que supere lo contingente, en pos de una estabilidad de los afectos, de la confianza. Por el contrario, el relativismo lleva a no tener puntos fijos; la sospecha y la volubilidad provocan rupturas en las relaciones humanas, a la vez que se vive con experimentos que duran poco, sin asumir una responsabilidad.

Si el individualismo y el relativismo parecen dominar el ánimo de muchos contemporáneos, no podemos decir que los creyentes sigan siendo totalmente inmunes a estos peligros con los que nos enfrentamos en la transmisión de la fe. La consulta promovida en todos los continentes, para la celebración del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización, ha puesto de relieve algunos: una fe vivida de un modo pasivo y privado, la negación de la educación en la fe, la diferencia entre vida y fe. 

 
El cristiano a menudo ni siquiera conoce el núcleo central de su propia fe católica, el Credo, dejando así espacio a un cierto sincretismo y relativismo religioso, sin claridad sobre las verdades a creer y la unicidad salvífica del cristianismo. No está muy lejos hoy el riesgo de construir, por así decirlo, una religión "hágalo usted mismo". Por el contrario, debemos volver a Dios, al Dios de Jesucristo, debemos redescubrir el mensaje del Evangelio, hacerlo entrar en modo más profundo en nuestras conciencias y en la vida cotidiana.

En las catequesis de este Año de la Fe quisiera ofrecer una ayuda para hacer este viaje, para retomar y profundizar las verdades centrales de la fe sobre Dios, sobre el hombre, sobre la Iglesia, sobre toda la realidad social y cósmica, meditando y reflexionando sobre las afirmaciones del Credo. Y quisiera dejar en evidencia que estos contenidos o verdades de la fe (fides quae) se conectan directamente a nuestras vidas; exigen una conversión de vida, dando paso a una nueva manera de creer en Dios (fides qua). Conocer a Dios, encontrarle, explorar los rasgos de su rostro ponen en juego nuestra vida, porque Él entra en la dinámica profunda del ser humano.

Que el camino que realizaremos este año nos haga crecer a todos en la fe y en el amor a Cristo, para que podamos aprender a vivir, en las decisiones y acciones diarias, la vida buena y hermosa del Evangelio. Gracias.

Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.

27.10.2013, ¡ya son 329!. Por el Rvdo. Sr. D. Jorge Teulón

Otros 34 mártires españoles víctimas de la persecución religiosa durante los días de la Guerra Civil española (1936-39) serán beatificados, después de que ayer Su Santidad el Papa firmase los decretos de martirio, lo que permite se sumen a los 295 que están esperando ser elevados a los altares. Como anunció el mes pasado el presidente de la Conferencia Episcopal Española, cardenal Antonio María Rouco Varela, la beatificación tendrá lugar, D.m., en Tarragona el 27 de octubre de 2013.

Las Causas aprobadas, en la mañana de ayer, por el papa Benedicto XVI fueron: 

José Javier Gorosterratzu y cinco compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor, asesinados por odio a la fe en España entre 1936 y 1938, los llamados “mártires de Cuenca”.

Ricardo Gil Barceló, sacerdote junto al postulante Antonio Arrué Peiró, de la Congregación de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, asesinado en Valencia.

Manuel Sanz Domínguez, monje profeso y Reformador de la Orden de San Jerónimo, nacido en Sotodosos el 31 de diciembre de 1887 y asesinado en Paracuellos de Jarama (Madrid) entre el 6 y el 8 de noviembre de 1936.

Las religiosas Josefa Pilar García y Solanas y ocho compañeras de la Congregación de las Mínimas Descalzas de San Francisco de Paula, así como la laica Lucrecia García y Solanas, todas asesinadas en Barcelona entre 1936 y 1937.

Melchora de la Adoración Cortés Bueno y otras 14 hermanas de la Congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, asesinadas por odio a la fe entre 1936 y 1937.

En el umbral de la Navidad. Por Antonio Cañizares Llovera


Pisamos ya los umbrales de la Navidad, en la que parece que todo se llena de una luz nueva, y se abre el nuevo día de una alegría también nueva, que tiene su razón de ser, su origen y su sentido, por el hecho del Dios –con–nosotros. 

La semana pasada, subrayaba, en esta página, la dimensión de alegría del mensaje cristiano, que en su entraña más viva encierra una alegría que nos trasciende. La alegría es nota característica de la fe cristiana. Los primeros cristianos eran conocidos por su caridad, mas admiraban por su alegría. Pero, hoy, los cristianos ¿somos capaces de hacer comprender a los demás hombres de nuestro tiempo este mensaje religioso: Dios, Dios cercano a los hombres, Dios-con-nosotros, es la alegría, nuestra alegría y nuestra dicha?¿Quién nos escucha?,¿Quién nos cree verdaderamente? Tal vez no tengamos éxito en este anuncio. Pero no por ello podemos dejar de proclamarlo, y menos aún en estos días. No nos creen frecuentemente los hombres del pensamiento, enfrascados en la duda y en los problemas; no nos creen los hombres de acción fascinados en el esfuerzo por conquistar la tierra, o envueltos en un relativismo que duda de todo y todo lo antepone a sus logros; no nos creen los jóvenes, arrastrados por la civilización del disfrute a toda costa... Es la suerte del Evangelio en la humanidad, el cual significa precisamente anuncio de una dicha que desborda todo cálculo, anuncio de una noticia capaz de llenar de felicidad que no es obra de nuestras manos ni de nuestros proyectos.

La fe cristiana, el acontecimiento cristiano, ha ofrecido y sigue ofreciendo como don decisivo esta verdad: la felicidad es posible, es real, está muy cerca, al alcance de todos, en Dios, sólo en Dios, por Jesucristo; es gracia, es don. Permanece esta certeza impávida: Dios, revelado y entregado por completo en Jesucristo, y sólo Él, es la plena, la verdadera, la suprema felicidad del hombre. Permanece esta pedagogía para enseñar deber, pero, sobre todo, Dios es la alegría, la felicidad y la dicha. La misma Cruz del Calvario es gozosa, porque ella lleva a su colmo y a su cima, a su plenitud, el amor Dios y Dios-con-nosotros, el despojamiento, el rebajamiento y el anonadamiento del Hijo de Dios al hacerse hombre por nosotros ahí hemos conocido el amor. 

Es necesario que en la conciencia del hombre contemporáneo resurja con fuerza la certeza de que existe Alguien que tiene en sus manos el destino de este mundo que pasa. Y este Alguien es Amor. Amor hecho hombre, humanado. Amor anonadado en la encamación y nacimiento, crucificado y resucitado. Amor continuamente presente entre los hombres. Esta es la misión de la Iglesia: anunciar la alegría para todo el mundo, el Evangelio que es Jesucristo. Para eso, Dios, en este tiempo de Adviento, recuerda a la Iglesia y a los que la formamos que nos ha llamado a ser como Juan Bautista, esto es: pura y total referencia a Cristo, testigos de la Luz que es Él e ilumina todo hombre, testigos de la Luz para llevar a los hombres a la fe. 

La Iglesia no puede ni debe hacer otra cosa entre los hombres, y a su servicio, que anunciar a Jesucristo, dárselo a conocer, invitar a que lo sigan y le amen. Es verdad que no somos dignos ni siquiera de desatarle las correas de su sandalia. Pero como, en su benevolencia y gracia, nos ha llamado, no podemos responder mejor a lo que necesitan —y en el fondo, piden– los hombres que entregarles a Jesucristo, señalarlo próximo en medio de ellos, mostrar que pasa junto a ellos el «Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». En el fondo del hombre contemporáneo, sobre todo de los jóvenes, hay una gran aspiración, una búsqueda principal por encima de cualquier otra: Tienen sed, necesidad de Cristo, de ver a Cristo: «Maestro, ¿dónde vives?». 

A la Iglesia le piden a Cristo, y esperan de ella que se lo muestre y les lleve a Él. El resto lo pueden pedir a muchos otros. De ella, pues, tienen derecho a esperar que les entregue a Cristo, ante todo mediante el anuncio de la Palabra y los sacramentos, pero también e inseparablemente, con el testimonio de su amor, de su caridad, de su cercanía, y de su solidaridad, de modo que vean el rostro de Dios humanado, que compartió en todo nuestra condición humana, menos en el pecado, y trajo la Buena Noticia a los pobres y a los que sufren, y la libertad a los cautivos. Éste es el mensaje de la Navidad, del nacimiento de Jesús, Hijo de Dios, en Belén.