lunes, 3 de enero de 2022

Mons. Francisco Simón Conesa Ferrer, nombrado obispo de Solsona

(C.E.E.) El papa Francisco ha nombrado a Mons. Francisco Simón Conesa Ferrer obispo de Solsona. Mons. Conesa es en la actualidad obispo de Menorca. El nombramiento se hace público hoy, lunes 3 de enero de 2022, a las 12.00 h., y así lo ha comunicado la Nunciatura Apostólica a la Conferencia Episcopal Española.

Mons. Conesa, nombrado obispo de Menorca en 2016

Mons. Francisco Simón Conesa nació en Elche el 25 de agosto del año 1961. Fue ordenado sacerdote el 29 de septiembre de 1985. Es doctor en Teología (1994) y en Filosofía (1995) por la Universidad de Navarra.

Su ministerio sacerdotal lo desarrolló en la dioócesis de Orihuela - Alicante, en las parroquias de Nuestra Señora del Carmen de Elche, la Inmaculada de San Vicente del Raspeig y de Nuestra Señora de Gracia de Alicante. Entre 1998 y 2014 fue el vicario general de la diócesis de Orihuela-Alicante.

Ha sido profesor de filosofía y teología del seminario diocesano de Orihuela-Alicante; profesor asociado de la facultad de Teología de la Universidad de Navarra; canónigo magistral de la catedral de Orihuela y rector de la basílica de Santa María de Elche.

El 27 de octubre de 2016 se hizo público su nombramiento como obispo de Menorca. Recibió la ordenación episcopal y tomó posesión de esa diócesis el 7 de enero de 2017.

En la Conferencia Episcopal Española es miembro de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe desde 2017.

Carta semanal del Sr. Arzobispo

«Sed realistas: pedid lo imposible»

Llegan estas fechas en la encrucijada de un año que termina y de otro que comienza. Hacemos los acostumbrados ritos que hemos heredado con el desenfado de unas uvas que engullimos a trancas y barrancas, a ritmo de campanadas cerrando los doce meses que así dulcemente terminan. Peor lo tienen en Italia, que celebran el trasiego comiendo lentejas en la última cena del año. Y, más allá de los ritos y costumbrismos del momento, lo cierto es que nos esforzamos por estrenar algo que realmente pueda sonar a nuevo, que pueda ser renovado de alguna manera.

Pero luego nos topamos con una realidad que es más terca que nuestros buenos deseos, y nos venimos a convencer que la vida no cambia por unas uvas o unas lentejas tomadas con solemne y casa supersticiosa devoción. Todo nos espera entrando en enero, prácticamente igual que lo dejamos cuando lo despedimos terminando diciembre. Pero hay algo que es sincero y verdadero: el deseo de un cambio, de un estreno, de pasar hoja a lo que meses atrás nos señala como que hubiera sido mejorable en tantos sentidos, en tantas relaciones, en todos los climas y los meses.

Me viene a la memoria lo que decía una célebre pintada en las paredes de la Universidad Sorbona de París durante la revolución de mayo de 1968: “sed realistas: pedid lo imposible”. Si no hubiera un indómito deseo en lo más noble de nosotros que nos hace aspirar a ese mundo mejor que no logran amasar nuestras manos, jamás pediríamos lo imposible, sino que nos resignaríamos a lo que hay, a lo que nos imponen, a lo que nos compra-venden. Y, sin embargo, los únicos realistas, los únicos que verdaderamente viven la más legítima revolución, son los que no aceptan que las cosas sean así porque sí, porque se den, porque su propia inercia así nos las asigna.

Dios ha venido para romper esa inercia fatal que nos permita volver a empezar. La Navidad no es sólo la historia lejana de algo que sucedió hace muchos siglos, sino la narración de algo que sigue sucediendo en nosotros y entre nosotros. Que Dios es cercano, que no es enemigo y desea nuestro bien. Él ha venido para abrazar las preguntas que cada uno tiene en su corazón, preguntas tantas veces disimuladas, trucadas o censuradas, pero que siguen desafiando nuestra propia felicidad. Por esta razón hacemos fiesta, engalanamos calles, y nos disponemos al sincero afecto y a la verdadera paz.

Y así también, un rito como este de estrenar el nuevo año, tiene sin duda alguna un trasfondo más amplio que desborda propiamente una fecha redonda como el primero de enero. Porque nuestro corazón, no sólo en este día, sino siempre, tiene una sed infinita de estrenar una felicidad para la que ha sido creado. Por eso nos encontramos y reconocemos siempre que hay una ocasión para volver a recordar esta verdad profunda de nuestro hondón más verdadero que palpita en las entretelas del alma.

En este nuevo año 2022 os deseo a todos vosotros, que podáis experimentar en vuestra propia vida el fruto del nacimiento de ese príncipe de la Paz que se hizo niño para nuestra salvación. Dejemos crecer a ese divino niño en nosotros y entre nosotros: que la Navidad no sea de quita y pon, sino que continúe como luz durante todo el año. Y que Santa María, nos ayude a todos a hacer lo que el Señor nos diga –como fue su propia historia de fidelidad para con Dios–, que nos empuje a percatarnos del vino que le falta a la humanidad en las bodas de la vida –como ella hizo en Caná–, que nos abra al reconocimiento de Jesús en su Eucaristía como el pan adecuado para todas nuestras hambres a fin de poder hallarle también en todas sus demás presencias, particularmente en los distintos rostros de pobreza de nuestros hermanos. Paz y Bien. Feliz año nuevo.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

domingo, 2 de enero de 2022

Dios ha nacido. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Nos encontramos en el Segundo Domingo de Navidad, donde seguimos adentrándonos en el misterio de este Dios-Niño. Estos días seguimos queriendo abrir la puerta al Verbo eterno encarnado a través del cual no sólo vemos la grandeza de Dios al abajarse a nuestra carne, sino que nos impele a valorar aún más nuestra propia condición al ver cómo el mismo Salvador la adoptó como suya. 

Hoy en su epístola a los Efesios, San Pablo aborda el "ser hijos", y en estos días de Navidad no sólo nos comprobamos que Dios nos envía a su Hijo, también que nosotros por este Hijo somos hijos del mismo Dios al que nos atrevemos a llamar padre. El Creador nos contempla, abraza y salva por su Unigénito por medio del cual somos redimidos de todas nuestras faltas. Mirar al niño Jesús estas semanas nos facilita visualizar lo que significa el amor de Dios; nos mira con misericordia, nos sonríe, nos llama por nuestro nombre.

La primera lectura tomada del libro de la sabiduría, nos habla del auténtico saber que es el de Dios, el cual supera toda capacidad humana. Es un himno de alabanza al lugar que ocupa el saber como instrumento para tender puentes entre Dios y la humanidad. Y esta verdad la veremos más clara y perfectamente reflejada en el evangelio de este domingo en que la Iglesia nos presenta de nuevo el prólogo del evangelista San Juan, aunque más extenso. Es volver sobre este texto tan profundo del que tanto podemos aprender.

En él vemos a Dios como el Verbo, la Palabra... Podríamos aventurarnos a decir que aquí contemplamos cómo el que es la Verdad, la Sabiduría. Dios mismo toma la iniciativa no simplemente de facilitar puentes entre Él y el mundo, sino directamente saltándose todas las barreras e intermediaciones e ir Él mismo a cada hombre como uno más, como un humano más de carne y hueso.

No vivimos un tiempo mejor ni peor, sino que casi podemos decir que vivimos un tiempo bastante próximo al que nuestro Redentor descubrió al venir a este mundo. Una humanidad perdida, aturdida y desconcertada que no escucha, hedonista y egoísta, que mira con indiferencia el sufrimiento que producen las tinieblas en que vive que vivir a la luz de la Palabra encarnada. Por eso en este tiempo de la pascua navideña hemos de ser testigos y mensajeros como los ángeles y los pastores de Belén, que digamos a mundo: ¡''Dios ha nacido, venid''! 

Evangelio Domingo II de Navidad

Lectura del santo evangelio según san Juan [1, 1-18]

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, 
porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Palabra del Señor

sábado, 1 de enero de 2022

Con María empezamos el año. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Concluimos hoy la Octava de Navidad con la Solemnidad de Santa María Madre de Dios; qué mejor forma que empezar el año civil que de la mano de la Santísima Virgen. Hay quienes hablan de la misa de año nuevo, pero no; es la solemnidad de la maternidad de María, que coincide con esta fecha al celebrarse ocho días después del día del nacimiento. María y José, fieles a la tradición judía llevaron al Niño Dios a circuncidar. En la liturgia antigua se conmemoraba aquel hecho -la circuncisión- hasta que la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II decidió trasladar esta celebración mariana del 11 de octubre al 1 de enero. Contemplar este misterio de la maternidad de María, como todas las verdades de fe nos sobrepasa; cómo pensar que una mujer mortal pudiera dar a luz y criar a Dios.

La Octava es una prolongación del día mismo de Navidad, el día en que María dio a luz al salvador "sin perder la gloria de su virginidad" -como proclama la liturgia-. La antífona del "benedictus" que hemos rezado en laudes esta mañana nos decía: ''Hoy se nos ha manifestado un misterio admirable: en Cristo se han unido dos naturalezas, Dios se ha hecho hombre y, sin dejar de ser lo que era, ha asumido lo que no era, sin sufrir mezcla ni división''. Fue un tema muy discutido, pero que el pueblo fiel desde los albores de la cristiandad tuvo perfectamente claro hasta el punto de ser ésta, sin duda, la fiesta mariana más antigua de la Iglesia Occidental en la que se reconoce aquello que los obispos reunidos en Éfeso afirmaron en el año 431:“La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios”.

También nosotros hoy desde nuestra humildad queremos proclamar esta verdad: Sí, Santa María, Tú eres la Madre de Dios, la "Theotókos", pues gracias a Tí la Palabra se hizo carne entre nosotros. En estos días en que nos afanamos en comidas, compras y decorados especiales, no podemos olvidar que Dios se complace en los sencillos y humildes; son siempre sus predilectos, aquellos que Él elige para desconcertar a los que piensan según los cálculos humanos. Dejémonos sorprender también hoy por el Señor como lo hizo María y digámosle sí como lo hizo María.

Es un día especial tan bien para orar por el fin de la violencia, dado que la Iglesia Universal de la Paz este año suma su LV edición. El Papa Francisco en su mensaje para esta celebración no se ha limitado a abordar la cuestión espiritual de pedir por la paz, o la moral de las consecuencias de la violencia, sino que en esta ocasión nos habla de poner los medios reales para lograr la paz verdadera. La receta del Papa es muy directa, según Él, para lograr una paz duradera necesitamos: diálogo entre generaciones, educación y trabajo. En la Eucaristía de hoy, en el momento de la fracción, miremos con los ojos del alma a Cristo, el hijo de María realmente presente en la patena y pidámosle a Él que es el verdadero Príncipe de la Paz y Cordero de Dios, que le dé al mundo la paz que tanto necesita.  

Feliz y Próspero 2022

Evangelio Solemnidad Santa María Madre de Dios

Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,16-21):

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.

Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.

Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Palabra del Señor