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lunes, 4 de mayo de 2020
domingo, 3 de mayo de 2020
Carta semanal del Sr. Arzobispo
Cuando la vida predica con el ejemplo
Van pasando los días, y esta pascua “confinada” sigue haciendo recuento de una terca realidad llena de incertidumbre con un desigual motivo de esperanza según nos acerquen a diario los datos estadísticos: contagios, curaciones, defunciones. Y en medio de este paisaje, la realidad social de un pueblo entero que acepta el retiro en las casas como medida de seguridad, y el panorama laboral que se avecina con inmensa preocupación para muchas familias y trabajadores. Ahí están tantas personas aportando lo que cada uno puede ofrecer ante este desafío tan insospechado que tenemos delante.
Ya hablé semanas atrás que tenemos muchos “ángeles” con mascarillas y guantes que nos bendicen con su trabajo de parte de Dios. Así, quiero agradecer, una vez más, la generosa entrega de tantos sacerdotes que siguen ofreciendo el precioso testimonio de su ministerio puesto al servicio de lo que las personas esperan de nuestra vocación. Poner esperanza en quien la ha perdido, encender luz en quien se siente apagado, acercar el bálsamo de la gracia a los que necesitan en sus almas ser nutridos y curados por Dios con los sacramentos y nuestra plegaria, acompañar a las familias en el adiós fúnebre a sus seres queridos. Pero también el ministerio se hace gesto humilde al servicio de los hermanos más necesitados y vulnerables: hacerles la compra, traerles medicinas, cocinar para ellos y abrir las puertas a quienes no tienen casa. ¡Cuántas formas de creatividad litúrgica para acercar la palabra de Dios, la oración viva, la vecindad de un Dios que no está ausente ni callado, la materna compañía de la Virgen María, nuestra Santina! ¡Y cuántas formas de caridad a través de los gestos concretos siendo testigos de un encuentro que cambia mi vida y no simplemente predicadores de un relato que no tiene que ver conmigo! ¡Muchas gracias por la entrega, por el riesgo, por expresar de tantos modos que, a imagen del Buen Pastor, Jesucristo, nuestros sacerdotes están dando de veras la vida!
He escrito una carta a mis hermanos los curas diocesanos pidiéndoles un gesto más con entera libertad. No se trata del “plus” que se les pide a quienes nadan en la abundancia permitiéndose cómodamente un detalle de caridad desde lo que les sobra. Me consta de los apuros que algunos tienen y conozco cuál es el alcance de nuestras humildes nóminas. Por eso, con total libertad, y en conciencia, les he invitado a que cada uno decida en su corazón lo que puede aportar desde el propio bolsillo como ayuda a los que menos tienen. Haremos el bien y nos hará bien. Cada cual fijará la cantidad y también su modalidad en el tiempo: cuánto podemos dar y hasta cuándo lo daremos.
Hay una mirada que es la que nos acompaña siempre con ojos de verdadero Padre, y es la única que aquí interesa proponer como garante de nuestra caridad. «Somos lo que somos ante Dios, y nada más», decía San Francisco de Asís. Nadie va a fiscalizar nuestro gesto, aunque el Señor sí que sabrá cuánto y hasta cuándo aportaremos nuestra cantidad de cristiana solidaridad, como hacían los primeros cristianos. También nosotros necesitamos este gesto pedagógico que nos educa en la gratuidad.
Mirando a familias enteras, a personas sin trabajo, a tantos que ya empiezan a llamar a nuestra puerta ante lo que llega o ya les ha llegado como pobreza real por el desastre económico que se deriva de la pandemia, nosotros como sacerdotes queremos expresar la caridad pastoral compartiendo algo de nuestro propio dinero con el que honestamente nos mantenemos desde nuestro trabajo sacerdotal. Miramos a Jesús, y en Él aprendemos a mirar a los más necesitados. Es tiempo de amar en lo concreto siendo testigos de un encuentro con Jesús que nos ha cambiado la vida de verdad. A toda la preciosa labor de Cáritas, añadamos esta predicación desde el ejemplo.
+ Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Evangelio Domingo IV de Pascua
Lectura del santo evangelio según san Juan (10,1-10):
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».
Palabra del Señor
sábado, 2 de mayo de 2020
Buen Pastor. Por Joaquín Manuel Serrano Vila
El cuarto domingo de Pascua tiene nombre propio: ''Domingo del Buen Pastor'', y es que el Señor una vez resucitado no se desentendió de nosotros, sino que aseguró a los apóstoles su presencia, aliento y compañía. Como sabéis, en los primeros siglos la Cruz no era el símbolo de los seguidores de Jesús, pues al principio fueron reacios a ésta por traerles a la memoria el horror de la muerte del Señor; sin embargo, una de las representaciones más antiguas de nuestro Salvador fue precisamente la Buen Pastor. Si algún día tenéis la oportunidad de ir a Roma y visitar las catacumbas de San Calixto -o si ya habéis estado- hay un fresco donde Jesús está con la oveja al hombro, pintado ya en el siglo III.
La misión del pastor es la de cuidar de su rebaño, y es con lo que nos encontramos en el fragmento de la primera lectura del Libro de los Hechos. Pedro toca el corazón de los que le escuchaban, y cuando estos le preguntan qué han de hacer, éste les responde que bautizarse. Pedro busca el bien de aquellos que atendían sus predicaciones, que querían dar un paso decisivo y deseaban que Jesús fuese ya algo de ellos y ellos de Él. Por eso cuando hablamos de Cristo como buen pastor, pensamos casi por inercia en los sacerdotes por ser quienes buscamos en la vida asemejarnos lo más posible a su modelo, el cual da la vida por su rebaño en la cruz. Por este motivo la Iglesia celebra hoy también la "Jornada de oración por las vocaciones nativas", llamado antiguamente el "Día del clero indígena". Ésta nació para orar pidiendo que surgieran vocaciones propias en las tierras y lugares de misión. Y ha dado fruto, hasta tal punto que en buena medida en España muchas diócesis como la nuestra cuenta ya en su presbiterio con sacerdotes y religiosos nacidos en otros continentes que nos vienen a traer la fe que en otro tiempo les llevamos, y parece que en parte hemos perdido.
Es un día para orar por todas las vocaciones, pues se necesitan muchos sacerdotes para todos los campos de trabajo: las misiones, las parroquias, conventos, hospitales, tanatorios, colegios, atención de emigrantes... Y no hemos de pedir al Señor únicamente que nos de pastores, sino que, además, sean buenos pastores configurados con Él como cabeza de todos.
El salmo de hoy -tan conocido, repetido y propio para el momento que vivimos- nos viene muy bien para meditar a Jesús como nuestro propio pastor, conscientes de que en la vida de todo creyente y hasta en los momentos de mayor dificultad y angustia como éstos, podemos hacer nuestro este canto: Aunque camine por cañadas oscuras,nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
Y en su carta, el apóstol San Pedro aborda hasta qué extremo llegó el amor del Pastor Bueno por nosotros, el cual se dejó sacrificar como cordero inocente y, no sólo eso, sino que con su muerte nos ha rescatado del abismo y el pecado, nos ha reunido en torno a Él y nos ha hecho pueblo redimido por su sangre. Por eso el apóstol afirma: ''Con sus heridas fuisteis curados, pues andabais errantes como ovejas, pero ahora os habéis convertido al pastor y guardián de vuestras almas''.
Finalmente, el hermoso Evangelio de este domingo donde Jesús se da a conocer como la Puerta de Salvación, pone de manifiesto que la gloria del cielo y el reino prometido no tiene puerta trasera, sino única, delantera y visible. El que ama de verdad va de frente, sin trampas y directo.Y las ovejas lo saben, por eso tienen claro que el pastor nunca se hará presente a hurtadillas o por ventanas traseras, sino que siempre vendrá cara. ''Las ovejas atienden a su voz'', por eso nosotros estamos atentos a la Palabra de Dios, pues en ella reconocemos que nuestro pastor nos habla. En Él nos sentimos amados y reconocidos por nuestro propio nombre; conoce nuestros defectos, y aún así no deja de querernos.
A veces somos ovejas un tanto ingenuas que nos dejamos engañar por otras voces, por ladrones y bandidos que no son nuestro pastor. Somos incluso a veces más tercos y menos cautelosos que las propias ovejas y nos alejamos del redil, nos metemos en la hierba alta o en las peñas escarpadas, más siempre el Señor viene a salvarnos, a curar nuestras heridas y llevarnos de vuelta a casa. Jesús al afirmar que "él es la puerta de las ovejas" nos indica que sólo siguiendo su camino y guiados por su cayado llegaremos a los verdes pastos de la eternidad.
Cardenal Rouco: “Hay que volver a la Eucaristía, a las misas, cuanto antes”
“La Iglesia acierta cuando habla de Cristo. Si se reduce todo a puro instrumentalismo, a puro practicismo, te quedas sin nada”
(RC) El pasado 6 de abril, el arzobispo emérito de Madrid, cardenal Antonio María Rouco Varela, salía de su retiro y publicaba en el diario ABC un Tercera titulada “Confianza en Dios en tiempos difíciles”. Una página que tuvo muchas visitas en la web y que fue muy bien acogida por los lectores.
Abordamos en esta entrevista, en exclusiva para Religión Confidencial, algunas cuestiones que se han ido sumando a las preocupaciones sobre los efectos del COVID-19 en la conciencia de los católicos y en la sociedad.
P.- Don Antonio, ¿cómo ha percibido en este tiempo de confinamiento la acción de la Iglesia?
R.- He percibido estos días, en algunos ambientes, un déficit de reflexión, diríamos, de interpretación teológica a fondo de este signo de los tiempos que estamos viviendo. Limitarnos solo a hacer una aplicación voluntarista de las exigencias de los mandamientos, del gran mandamiento de la caridad, del mandamiento o de la voluntad del Señor a través del mandamiento de la caridad, es insuficiente. Hay que hacerlo, pero, para poder hacerlo y vivirlo a fondo, tienes que tener la fuente de inspiración en la verdad del Espíritu, del Espíritu Santo que viene del Resucitado. Desde el punto de vista intelectual, y desde el punto de vista también diríamos más existencial. O, por decirlo de forma más eclesialmente aplicable, más pastoral. Si no, te quedas sin la fuente. Y claro, ya no correrá el agua.
Al mismo tiempo estamos viendo una actitud de tanta generosidad por tantos -para empezar, en el campo de los profesionales de la medicina- en relación con el bien social, de una forma tan entregada, tan sacrificada, a veces tan heroicamente sacrificada, que no se explica sin la gran tradición de esa forma de vivir la existencia tan característica de la multisecular experiencia histórica de España, que procede de sus hondas raíces cristianas.
Reconstruir el mundo
P. En esta crisis hemos podido asistir a muy diferentes formas de actuar eclesial, que han puesto en evidencia que hay debates postconciliares que no han concluido.
R. Ciertamente, afloran tendencias que han estado muy presentes a lo largo y a lo ancho de los 50 años de post Concilio. Que se superan de algún modo -se compensan y se superan- por esa forma de entender la evangelización tan profundamente anclada en la historia del magisterio pontificio contemporáneo: en la Evangelii Nuntiandi, de San Pablo VI, en el gran, abundante y luminoso magisterio teológico y teológico-pastoral de San Juan Pablo II y, por supuesto, en esos años de exquisito cuidado magisterial de la verdad de la vida cristiana y del diagnóstico de los grandes problemas de Europa –que vienen de antiguo- del pontificado de Benedicto XVI, para el cual la crisis de Europa en el fondo es una crisis de fe. Y que mantiene su actualidad en el Pontificado del Papa Francisco, muy singularmente en la exhortación Evangelii Gaudium que siguió al sínodo sobre la Nueva Evangelización. Por lo tanto, esa elevación de la mirada teológica y de la mirada histórica que hace el magisterio, y con él la inmensa mayoría del episcopado mundial, hay que acentuarla en estos momentos históricos. ¡Hay que conectar con esa línea de inspiración teológica y pastoral, si queremos responder mínimamente a los problemas que nos está presentando esta emergencia mundial! Que no es una tercera guerra mundial, pero en sus efectos tiene ciertas semejanzas.
P. Sin embargo, entramos en una crisis económica y social con unos efectos similares a los de las grandes catástrofes sociales contemporáneas.
R.- En los años 60, en que se celebra el Concilio, la amenaza atómica no era ninguna broma: era algo que estaba presente en la política internacional, estaba presente en la sensibilidad de la gente y de las jóvenes generaciones, las nuestras, y no sin miedo. Nos decíamos: bueno, pues aquí, o hacemos la paz sobre la base del gran valor de la dignidad de la persona humana, de un bien común en el que todos los aspectos de la existencia del hombre, se tienen en cuenta, no solamente los puramente materiales sino también los morales y los espirituales, o, si no, la otra alternativa es una especie de gran cementerio, de un mundo convertido en un tremendo y gran cementerio. Ese principio o imperativo -la reconstrucción del mundo después de esta crisis sobre la base de la dignidad inviolable de la persona humana- debe volver a tener vigencia: ¡una prioridad máxima!
La muerte y los novísimos
P.- ¿Cree que ha habido un déficit de predicación sobre la muerte y sobre los novísimos, sobre las realidades últimas?
R.- Bueno, pues claro que efectivamente hemos descuidado ese discurso. Y tenemos miedo de hablar de lo que significa la muerte, y tenemos miedo a hablar de la otra vida: ¡de la eternidad de la vida! Y eso que Benedicto XVI ha sido muy lúcido, creo yo, por ejemplo en su libro sobre Jesús de Nazaret, cuando en el segundo tomo explica cómo la vida eterna ya está operando en nosotros, en el tiempo. Está en nosotros, no sólo ontológicamente, sino existencialmente. La hemos recibido del resucitado por el Bautismo. Lo que pasa es que después de la muerte física encuentra su plenitud –si no hemos vuelto “al pecado que mata”-, porque ya es vivirla en la plena comunión con el misterio de Dios: del Dios hecho hombre, del Cristo, que ha introducido a la naturaleza humana en el corazón mismo del misterio de la Trinidad.
Otro de los problemas es el de negarse a pensar que, efectivamente, la historia va a tener un final. No solo la historia personal de cada uno, sino la historia general de la humanidad. En fin, es estar ciegos, cuando se olvida que el mundo, todo lo creado, el hombre, la humanidad, la historia por lo tanto, el hombre que la vive y la protagoniza de tejas abajo, no está completamente en sus manos, que hay un plan sobre la realidad creada y sobre la historia, y que el autor de ese plan es el Dios Creador y Redentor, fuente primera y última del bien, de la verdad, de la belleza y de la felicidad, que incluye el perdón y la misericordia para el hombre cuando retorna a “la casa del Padre” aunque se le haya escapado, lo haya negado o haya roto con él. Y naturalmente así, con ese olvido, no se acierta.
La Iglesia acierta cuando habla de Jesús
P. ¿Cómo acierta la Iglesia en este momento?
R.- La Iglesia no acierta si no ofrece sobre todo el Kerygma de la palabra, si no anuncia a Jesús muerto y resucitado, que no es una quimera, que no es un recuerdo del pasado, que no es una simple o hipotética proyección de futuro, sino que está vivo en medio de nosotros. Y con el que hay que unirse en lo más interior del corazón y en lo más palpable y expresivo de la comunicación humana. La Iglesia es sacramento. Es decir, signo eficaz y vivo de una realidad que no se ve, pero que actúa, que se siente, que se piensa, que se quiere... Bueno, pues si lo reduces a puro instrumentalismo y a puro practicismo, te quedas sin nada. Te quedas absolutamente sin nada. ¿Qué pasa con los que han muerto solos en un hospital? ¿Qué pasa? Te duele el alma, te duele el corazón. Rezas. Imploras…
Si hay algún papel que tiene que jugar más la iglesia en este momento, no sólo es el de las obras prácticas de caridad, que tiene que haberlas, claro, y muy eficaz y generosamente, pero que han de mostrar en su contenido, en su sentido y en su fuerza más que una mera solidaridad humana. Tienen que ser vehículo del verdadero amor, de amor al hombre, de amor a la persona, de amor redentor y salvador. Y muy concretamente vivido desde la relación más íntima donde la caridad se expresa, que es la de la familia, de los padres, de los hijos, de la esposa, del esposo, hasta la comunidad de vecinos, de ciudad, de pueblo, de toda la familia humana. Para ello, es imprescindible la palabra, la palabra de la verdad en el amor, es decir, tienes que llevar a Cristo, tienes que llevar a Cristo a través de la caridad fundamentada sacramentalmente en la Eucaristía. Lo que no es posible sin los ministros servidores de la Palabra y del Sacramento, consagrados por el Sacramento del Orden: los Obispos, los sacerdotes, los diáconos. Tienen que estar cerca. Ciertamente con toda la proximidad humana, que les es propia, pero siendo ministros de quien son, inexcusablemente: del Señor, del Señor que es la vida y que da la vida, que sana y que salva. Luego vendrán las consecuencias prácticas, morales y de existencia cristiana.
La vuelta a la Eucaristía
P.- ¿Cree que hay que volver pronto a las eucaristías, a la vida eucarística?
R.- ¡Cuánto antes! Siempre cuidando y guardando las medidas de seguridad sanitaria que las autoridades determinen en el servicio al bien común.
P. En este período de tiempo, ¿considera que ha estado en juego, en España, la libertad religiosa? ¿Cree que hay un riesgo de que algunos se aprovechen de esta situación para cercenar libertades fundamentales de los católicos y de la Iglesia?
R.- Desde el punto de vista legal –es decir, del ordenamiento jurídico vigente- no. Y, desde el punto de vista de la opinión pública y de la sensibilidad general de la sociedad, creo que tampoco. Es probable que lo que ha habido sea diversidad en la interpretación concreta de las normas que rigen el estado de alarma. Resulta, sin embargo, imprescindible aclararlas en el sentido de un reconocimiento inequívoco de un derecho fundamental, clave para el conjunto de los derechos humanos, como es el derecho a la libertad religiosa.
viernes, 1 de mayo de 2020
Dibujos para la Santina en el mes de mayo
(Santuario de Covadonga) Ante este tiempo de emergencia sanitaria, desde el Cabildo del Santuario de Covadonga se ha querido proponer una actividad especial para este mes de mayo, mes de la Virgen, que comienza. «Invitemos a nuestros niños, los niños de la casa, los del colegio o los de casa, en estos días de confinamiento, a hacer un dibujo de la Virgen de Covadonga», explica el canónigo José Juan Hernández. «Puede estar en la Santa Cueva, en una procesión, sola, en un sitio imaginario, con flores, con una plegaria etc.». Ese dibujo puede enviarse a través de whatsapp al número 626 55 95 86, o al correo electrónico josejuandeniz@hotmail.com, y los dibujos se expondrán en la página de Facebook oficial del Santuario. El dibujo debe llevar escrito en una esquina el nombre del niño/a, su edad y la parroquia a la que pertenece. Además, «a finales del mes de mayo los llevaremos todos en papel delante de la Santina y haremos una celebración, dándole gracias y consagrándonos a Ella».
Carta del Párroco con motivo de San José Obrero
Queridos feligreses y amigos:
Hemos vivido unas semanas muy duras, semanas de enterrar difuntos a diario, poner unciones de enfermos, atender situaciones de necesidad, desesperación y pobreza... en definitiva tratar de servir, que es lo que la Iglesia busca siempre ''dándose por completo''.
He de confesaros que echo de menos a los ancianos de las residencias a los que las hermanas del Santo Ángel y yo mismo visitábamos; echo en falta a los niños que tan bien han sobrellevado este confinamiento y cuya experiencia seguro que marcará sus vidas. Pienso en las personas sin familia que viven una soledad mayor de la habitual, los mayores que están en casa enfermos o solos, las familias de Lugones que tienen familiares trabajando en el campo de la sanidad, la seguridad o el sector servicios... Todos en definitiva nos echamos de menos. Esto tendrá un antes y un después. Creo que nos hemos vuelto más humanos, más sensibles; siento que ha crecido la empatía en medio de nuestros antagonismos. Cuando en la calle desierta nos cruzamos con un vecino ya no es como antes que cada cuál iba a su aire, sino que con mascarillas y guantes o sin ellos, nuestras miradas se cruzan y nos saludamos con aquel ''Buenos días'' o ''Buenas tardes'' de nuestros padres. Cuando se comparte un "enemigo común" que nos somete a todos, somos capaces hasta de entendernos con la persona que menos hubiéramos imaginado.
Tengo muchas ganas de ver de nuevo a las Hermanas, a las catequistas, al equipo de Cáritas al completo, a los monaguillos, los colaboradores, cofrades, floreras, los peques y mayores del cate, los chavales del campamento, los grupos de pastoral, Consejo Pastoral-Económico, fieles, bienhechores, amigos... todos los que formáis la gran familia de esta Parroquia de los que nunca me cansaré de presumir pues sois mi orgullo personal con el que Dios me bendijo. Un día le dije al Sr. Arzobispo que el Señor me había bendecido con esta Parroquia, y Don Jesús con su poética elocuencia de profundo tono espiritual me respondió: ''Joaquín déjate bendecir por Dios en ella''. En estas semanas he hecho caso, y, además de dejarme bendecir, me he dejado querer y he querido mucho. Aunque sabéis que nunca ha ido conmigo ese estilo de aceptar muchas invitaciones, esta vez me ha tocado ser humilde y comprobar que los fieles me han demostrado su cariño con mil detalles que no hay dinero que lo pueda pagar.
Cuántos se han preocupado por mí; si estaba resfriado, si comía caliente, si necesitaba algo; llamadas y mensajes para ver cómo estaba, y esto desde el minuto cero... ¡gracias, gracias, gracias!. Las mismas Hermanas desde el primer día se ofrecieron para hacerme la comida, pero tampoco me han faltado feligreses -¡amigos!- que en esta y otras necesidades se hicieran presentes. Gracias también a Don Serrano y a Rodrigo que me ha ayudado y acompañado en Triduo Pascual y algún domingo al principio. Gracias en definitiva a todos.
No dejo de rezar por Lugones, por los creyentes y no creyentes, por los de otras religiones, incluso los que se consideran enemigos de la nuestra o los que indolentes e irreflexivos nos critican con dureza. Todos han pasado estos días por mi pensamiento y corazón. Sin olvidar que aunque podamos recuperar libertad de movimiento se abre ahora una etapa aún más difícil, si cabe, en el aspecto social y económico, y creo que ésta puede matar más y más lentamente que el COVID 19 . Pienso en nuestros comerciantes, restaurantes, bares y empresas de la localidad y de fuera de ella; en definitiva en todos a los que esta realidad está golpeando tan de cerca. Las personas con rostro concreto que se han quedado sin trabajo, sin salario o sin negocio, y en sus familias...
Sé que los rezos del cura a muchos les parecerán un bobada cuando hay tantísimas realidades imperantes y muy urgentes en estos momentos, y es verdad, pero nuestra primera misión es esta. Sin embargo, la Parroquia a través de Cáritas no ha dejado de ayudar y de dar respuesta desde nuestras humildes posibilidades, pero sabemos que todo será poco cuando ya antes había necesidad. Aún así, si sabéis de alguna persona mayor o enferma a la que le daría esperanza o ánimo que el Párroco la visitara o hiciera una llamada, una familia que esté pasando apuros y no se atreviera a pedir ayuda, o cualquier realidad que nos trascienda y en la que podríamos echar una mano, no dudéis en acudir a nosotros o hacernos una confidencia.
Para cualquier situación de necesidad sabéis que CÁRITAS ha habilitado un teléfono para atender a todos los que ya estaban sufriendo necesidad, y ahora para intentar paliar las consecuencias de este momento. Su número es 985 20 53 00
Y para todos los que queráis llamarnos o escribirme personalmente a mí ante casos de necesidad de alguna persona concreta o familia a las que les haría bien un saludo o una visita interesándonos por ellos, podéis comunicárnolos confidencialmente llamando al teléfono de la Parroquia 985 26 04 14, ó a mi móvil personal (o por whatsapp) 659 31 33 53.
Os adelantamos que en los próximos días publicaremos una nota y carteles de cómo afrontaremos el descofinamiento desde en la Parroquia. Además del reto de aplicar todas las medidas y precauciones que detallaremos minuciosamente, hay algo para lo que nadie tiene un manual, y es cómo será lo que encontraremos al final de este túnel, aunque todo apunta a que los meses próximos serán de estrechez para todos. Por tanto, sigamos muy unidos.
En este primer día del mes de Mayo en que comenzamos el "mes de las flores" de la mano de San José Obrero, tendremos presentes en la eucaristía de la tarde a tantas personas que se han quedado sin trabajo, que sus empleos están en peligro, a los enviados a los ERTEs, parados de larga duración o a los que están en forzosas excedencias. Que el bendito San José que trabajó con sus manos en la austeridad de su taller de Nazaret interceda por todas estas situaciones que traemos a caballo en nuestro corazón.
Que Santa María, a la que "suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas" sea nuestro modelo para el tiempo nuevo que se nos presenta, para que nos mantengamos unidos y cerca de los que sufren.
De forma especial aplicaremos la misa de hoy por todos los difuntos del Barrio de "los Bloques de la Sindical" cuyo patrono celebramos, así como por todos los obreros y trabajadores fallecidos.
En este primer día del mes de Mayo en que comenzamos el "mes de las flores" de la mano de San José Obrero, tendremos presentes en la eucaristía de la tarde a tantas personas que se han quedado sin trabajo, que sus empleos están en peligro, a los enviados a los ERTEs, parados de larga duración o a los que están en forzosas excedencias. Que el bendito San José que trabajó con sus manos en la austeridad de su taller de Nazaret interceda por todas estas situaciones que traemos a caballo en nuestro corazón.
Que Santa María, a la que "suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas" sea nuestro modelo para el tiempo nuevo que se nos presenta, para que nos mantengamos unidos y cerca de los que sufren.
De forma especial aplicaremos la misa de hoy por todos los difuntos del Barrio de "los Bloques de la Sindical" cuyo patrono celebramos, así como por todos los obreros y trabajadores fallecidos.
Joaquín, Párroco
Lugones, 1 de Mayo de 2020
Memoria de San José Obrero
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