jueves, 4 de octubre de 2018

Carta semanal del Sr. Arzobispo

Mensajeros de una buena noticia

De nuevo cita en la catedral, pero no en el atrio, sino ya dentro del templo de la iglesia madre de nuestra Archidiócesis. Me venía el recuerdo de lo que una semana atrás habíamos vivido en el mismo escenario con quienes empezaban su andadura iniciando su camino cristiano como adultos sin bautizar todavía, o los que lo querían reiniciar porque estaba prácticamente intacto desde que recibieron el bautismo después de nacer. Unos y otros comenzaban, con ritmos distintos, una formación integral para ser cristianos con la madurez de una libertad abierta a la gracia de Dios y a la necesidad que nuestro mundo tiene de encontrar razones para la esperanza. 

Esta vez no eran estos catecúmenos los que llenaron la catedral de Oviedo. Eran los catequistas de nuestras parroquias y unidades pastorales, al igual que los profesores de religión católica en los diversos centros de enseñanza del Principado. En la Archidiócesis tenemos muchas áreas para acompañar sectorialmente a la comunidad cristiana y para mantener un diálogo con la sociedad plural de la que formamos parte. Hay delegaciones de pastoral juvenil, vocacional, pastoral de los enfermos, pastoral de la caridad social desde los diversos compromisos con los más desfavorecidos, los medios de comunicación, la cultura y la universidad, las peregrinaciones y la piedad popular, la familia y la vida, la pastoral penitenciaria, etcétera. Son las puertas de nuestra Iglesia particular a las que llaman quienes necesitan algo que saben que nosotros podemos ofrecerles.

Pero hay dos delegaciones de enorme importancia y trascendencia: la catequesis y la enseñanza. Eran las dos que estaban convocadas en la catedral para dar comienzo a un nuevo año pastoral. Lo hacíamos en el contexto celebrativo de una Eucaristía y desde ahí fueron enviados en nombre de la Iglesia diocesana con una palabra de ánimo, agradecimiento y confianza por parte del arzobispo. Y así procedimos tras profesar la fe y renovar la disponibilidad personal como hijos de la Iglesia. 

El día escogido fue el de la fiesta de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, que tanta incidencia tienen en la historia de la Salvación, tal y como nos atestigua la Biblia en las misiones especialmente decisivas que Dios les confió a cada uno de ellos. Nos pusimos bajo su intercesión arcangélica. Pero fue oportuno recordar cómo ángel significa mensajero. Y en este sentido, un catequista o un profesor de religión, cada uno con su cometido, su método y su escenario, está igualmente llamado a ser mensajero de la Buena Noticia. No son ellos el mensaje, sino simplemente quienes lo acercan con su palabra encendida, su doctrina bien formada y su propia vida testimoniada.

Dios ha querido eternamente silenciar una palabra para decírmela a mí y susurrarla conmigo. Quiso Él también eternamente retener una gracia para dármela a mí y repartirla conmigo. Mis labios y mis manos son instrumentos bondadosos y libres de una Palabra y de una Gracia que no tienen mi medida ni son fruto de mi pretensión o genialidad. Pero para que el trabajo de un catequista o de un docente de religión sea fructuoso tiene que haber calado en ellos el mensaje del que son mensajeros. De lo contrario se estaría contando una verdad prestada que no abraza la propia vida y, por eso, no ayuda a hacer creíble el mensaje de la Palabra de la que soy portavoz y el mensaje de la gracia de la que soy portador. Así, junto a la gratitud por los hermanos que se jubilaban en su docencia, a los demás los enviamos en nombre de la Iglesia, con la bendición de Dios, para que sean mensajeros de un mensaje que a buena noticia sabe, encendiendo de esperanza el corazón.

+Fray Jesús Sanz Montes O. F. M.
Arzobispo de Oviedo

miércoles, 3 de octubre de 2018

Necrológica


Falleció el sacerdote diocesano, Monseñor José Manuel Álvarez Iglesias

Nació el 15 de mayo de 1921 en Pola de Laviana

Pasó la Guerra Civil en Palencia, y al regresar en Mayo de 1939 se incorpora a la Acción Católica de Laviana.

Ingresa en el seminario de Valdediós pero al no encajar decide abandonarlo para ir a estudiar a la Universidad Pontifica de Salamanca con ayuda de los Padres Dominicos.

Concluye sus estudios en Salamanca donde es ordenado sacerdote -con letras dimisorias del Obispo de Oviedo- el 7 de julio de 1946 de manos del asturiano Monseñor Francisco Barbado Viejo O. P.

Entre sis encomiendas están las de:

• Consiliario de la Hermandad de Ferroviarios de Acción Católica (1946-1947).

• Archivero y oficial 2º de la Secretaría del Arzobispado (1946-1947).

• Capellán y Vicedirector de la Adoración Nocturna (1947)

• Capellán del Regimiento del Milán Nº3 de Oviedo (1947-1951).

• Vice-Consiliario diocesano Obrero (1947-1950)

• Vice-Consiliario Diocesano de la HOAC (1948-1950)

• Consiliario Diocesano de la Juventud Obrera de la Acción Católica (1948-1950)

• Secretario de la Escuela Social Sacerdotal (1949-1951)

• Capellán Provincial del Frente de Juventudes (1950-1961)

• Coadjutor de San Julián de Oviedo (1951-1953)

• Consiliario del Consejo Diocesano de los J.O.C (1955-1960)

• Rector del Colegio Sacerdotal “Vasco de Quiroga” de la OCSHA en Madrid (1960-1968)

• Consiliario nacional de Acción Social Patronal (1961-1971)

• Vicario General del Arzobispado de Oviedo (1970-1981)

• Director del Secretariado Social (1982-1992)

• Miembro del Consejo Presbiteral (1982-1985)

• Miembro del equipo sacerdotal de San Tirso de Oviedo (1984-1986)

• Moderador Grupo Sacerdotes de San Pablo de la Argañosa (1986-1994)

• Miembro elegido del Consejo Pastoral Dioceano (1989-1993)

• Profesor CEDISET, Seminario Metropolitano (1990-1993)

• Delegado Diocesano de Pastoral Familiar (1994-1999)

• Vocal Secretario de Estudio y Reflexión Vida y Ministerio Presbiteral (2004-2012)

• Consiliario Movimiento Acción Social Empresarial (1994-2012)

*En 1982 se le concedió la distinción pontificia de Prelado de honor de Su Santidad

En 1994 pasó a la situación de jubilado. Mientras las salud y las fuerzas se lo permitieron siguió colaborando con la diócesis en aquello que le era posible.

Muy mermado físicamente por el desgaste propio de sus 97 años pasó de este mundo al Padre en su domicilio particular de la Calle Padre Aller del barrio de Vallobín.

Su funeral se celebrará mañana jueves, en la parroquia de Pola de Laviana, a las 13 h. estará presidido el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz. Además, el viernes, también a las 13 h. se celebrará otra eucaristía por su eterno descanso en la parroquia de San Pablo de la Argañosa.

D. E. P.

''Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve'' (Sal 50, 8)

San Pío de Pietrelcina, mártir del confesonario y apóstol de la eucaristía. Por Valentí Serra de Manresa

(Infocatolica) Actualmente, y a nivel mundial, es muy conocida la figura del «Padre Pío», religioso capuchino fallecido con universal fama de santidad en la población italiana de San Giovanni Rotondo el día 23 de septiembre de 1968. El Padre Pío ha sido considerado una de las personas más famosas del siglo XX; fue un humilde sacerdote capuchino que cada día celebraba con especial unción espiritual la Santa Misa; adoraba con fe y amor al Santísimo Sacramento y, asiduamente, «confesaba de la mañana a la noche», siendo calificado por algunos de sus biógrafos como «mártir del confesionario», puesto que dedicó buena parte de su vida pastoral al ministerio de la reconciliación.

Fueron incontables las multitudes de fieles que diariamente acudían a las misas celebradas por el Padre Pío –calificadas por el beato Pablo VI, de «auténticas misiones populares»–y, sobre todo, fueron incontables las multitudes que acudían al confesionario del santo capuchino que atendía fielmente y de manera ininterrumpida en San Giovanni Rotondo, tanto, que para organizar la concurrencia de fieles fue necesario introducir, a partir de enero de 1950, la llamada «prenotación» –o inscripción previa– que demostró ser un método bastante eficaz para mantener el orden y la disciplina en la iglesia conventual de los capuchinos, pues era tan enorme la afluencia de fieles que algunos peregrinos debían esperar hasta quince días, y a veces más, para poder confesarse con el capuchino estigmatizado.

Pío de Pietrelcina (Francesco Forgione) nació, el 25 de mayo de 1887, en Pietrelcina, población italiana del Benevento, y el año 1903 ingresó en la Orden de los capuchinos donde Francesco Forgione recibió el nombre de Fray Pío. Después de cursar la filosofía y teología recibió la ordenación sacerdotal el año 1910 en la catedral de Benevento. En julio de 1916 fue destinado al convento de San Giovanni Rotondo, situado al pie de la montaña del Gargano donde, salvo breves interrupciones, permaneció hasta su muerte el 23 de septiembre de 1968. Durante la mañana del viernes 20 de septiembre de 1918, orando ante el crucifijo del coro de la vieja iglesia conventual, recibió el don de los estigmas que durante medio siglo permanecieron abiertos y sangrantes. Durante su vida fomentó la devoción a la Pasión de Cristo y a la Eucaristía y fundó un moderno Hospital y los famosos Grupos de Oración, extendidos por el mundo entero. Beatificado por Juan Pablo II el 9 de mayo de 1999, posteriormente lo canonizó el día 17 de junio de 2002, siendo la canonización con más participación de peregrinos.

¿Y por qué san Pío de Pietrelcina dedicó el mayor esfuerzo de su actividad sacerdotal a la celebración de la Santa Misa y a dedicar tantas horas a la contemplación de la Eucaristía visitando el Sagrario, con tantos sacrificios personales y asidua dedicación al servicio de la reconciliación?, pues para realizar lo que se expone, con tanta claridad, en el Catecismo de la Iglesia católica (nn. 1468-1470), del cual acabamos de celebrar los 25 años de su publicación: para conferir la gracia santificante a los pecadores y reconciliarlos con Dios y guiarlos hacia la santidad de vida.

Con ocasión de la muerte del Padre Pío el periódico de la Santa Sede, L’Osservatore Romano, en septiembre de 1968 quiso poner de manifiesto que en el convento de capuchinos de San Giovanni Rotondo el confesionario del Padre Pío «era un tribunal de misericordia y de firmeza; y aún aquellos que no obtenían la absolución, sentían el deseo de regresar y de encontrar allí paz y comprensión, pues para ellos se había abierto, desde ese momento, un nuevo período de vida espiritual».

San Pío de Pietrelcina fue un modélico sacerdote capuchino que conoció muy a fondo, por experiencia propia, el dolor y las violentas luchas con el espíritu del mal. El amor a la cruz, a la Sagrada Eucaristía y a las almas lo condujo a ser estigmatizado en comunión con Cristo, y su gran misión fue la de colaborar a través del ejercicio sacerdotal en la redención de las almas. San Pío de Pietrelcina, fiel discípulo de san Francisco y, como él estigmatizado, contempló y predicó asiduamente la encarnación y la pasión salvadora del Hijo de Dios; y la caridad y el amor de Cristo se manifiesta de modo especial no sólo en el Calvario, sino también en el santísimo sacramento de la Eucaristía, que es el sacramento de la unidad y del amor que nos impulsa amarnos mutuamente y amar a Dios, tal como nos enseña san Pío en sus escritos.

El Padre Pío fue un sacerdote según el corazón de Cristo y un confesor fuera de serie, que se guiaba por una prudencia venida de Dios que le había concedido una gracia peculiar, que le otorgaba un conocimiento interior de las conciencias y que, en comunión con Cristo-Sacerdote, siempre celebró la Santa Misa con peculiar unción sacerdotal.

Valentí Serra de Manresa, ofm cap

Publicado en La Lámpara del Santísimo, revista del Consejo Nacional de la Adoración Nocturna Española (1-X-2018)

martes, 2 de octubre de 2018

¿Quiénes son los ángeles custodios?

(Catholic.net) Dios ha asignado a cada hombre un ángel para protegerle y facilitarle el camino de la salvación mientras está en este mundo. Afirma a este respecto San Jerónimo: “Grande es la dignidad de las almas cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer, tiene un ángel destinado para su custodia”.

En el antiguo testamento se puede observar cómo Dios se sirve de sus ángeles para proteger a los hombres de la acción del demonio, para ayudar al justo o librarlo del peligro, como cuando Elías fue alimentado por un ángel (1 Reyes 19, 5.)

En el nuevo testamento también se pueden observar muchos sucesos y ejemplos en los que se ve la misión de los ángeles: el mensaje a José para que huyera a Egipto, la liberación de Pedro en la cárcel, los ángeles que sirvieron a Jesús después de las tentaciones en el desierto.

La misión de los ángeles custodios es acompañar a cada hombre en el camino por la vida, cuidarlo en la tierra de los peligros de alma y cuerpo, protegerlo del mal y guiarlo en el difícil camino para llegar al Cielo. Se puede decir que es un compañero de viaje que siempre está al lado de cada hombre, en las buenas y en las malas. No se separa de él ni un solo momento. Está con él mientras trabaja, mientras descansa, cuando se divierte, cuando reza, cuando le pide ayuda y cuando no se la pide. No se aparta de él ni siquiera cuando pierde la gracia de Dios por el pecado. Le prestará auxilio para enfrentarse con mejor ánimo a las dificultades de la vida diaria y a las tentaciones que se presentan en la vida.

Muchas veces se piensa en el ángel de la guarda como algo infantil, pero no debía ser así, pues si pensamos que la persona crece y que con este crecimiento se tendrá que enfrentar a una vida con mayores dificultades y tentaciones, el ángel custodio resulta de gran ayuda.

Para que la relación de la persona con el ángel custodio sea eficaz, necesita hablar con él, llamarle, tratarlo como el amigo que es. Así podrá convertirse en un fiel y poderoso aliado nuestro. Debemos confiar en nuestro ángel de la guarda y pedirle ayuda, pues además de que él nos guía y nos protege, está cerquísima de Dios y le puede decir directamente lo que queremos o necesitamos. Recordemos que los ángeles no pueden conocer nuestros pensamientos y deseos íntimos si nosotros no se los hacemos saber de alguna manera, ya que sólo Dios conoce exactamente lo que hay dentro de nuestro corazón. Los ángeles sólo pueden conocer lo que queremos intuyéndolo por nuestras obras, palabras, gestos, etc.

También se les pueden pedir favores especiales a los ángeles de la guarda de otras personas para que las protejan de determinado peligro o las guíen en una situación difícil.
El culto a los ángeles de la guarda comenzó en la península Ibérica y después se propagó a otros países. Existe un libro acerca de esta devoción en Barcelona con fecha de 1494.

Cuida tu fe

Actualmente se habla mucho de los ángeles: se encuentran libros de todo tipo que tratan este tema; se venden “angelitos” de oro, plata o cuarzo; las personas se los cuelgan al cuello y comentan su importancia y sus nombres. Hay que tener cuidado al comprar estos materiales, pues muchas veces dan a los ángeles atribuciones que no le corresponden y los elevan a un lugar de semi-dioses, los convierten en “amuletos” que hacen caer en la idolatría, o crean confusiones entre las inspiraciones del Espíritu Santo y los consejos de los ángeles.

Es verdad que los ángeles son muy importantes en la Iglesia y en la vida de todo católico, pero son criaturas de Dios, por lo que no se les puede igualar a Dios ni adorarlos como si fueran dioses. No son lo único que nos puede acercar a Dios ni podemos reducir toda la enseñanza de la Iglesia a éstos. No hay que olvidar los mandamientos de Dios, los mandamientos de la Iglesia, los sacramentos, la oración, y otros medios que nos ayudan a vivir cerca de Dios.

Prefiero verte ir al cielo con el arado al hombro. Por José Antonio Noval Cueto

"Prefiero verte ir al cielo con el arado al hombro". Esta frase que puede sorprenderte refleja bien a las claras la personalidad del protagonista de estas letras, don Lázaro San Martín Camino, sacerdote de Santa María de la O de Miyares (Infiesto), que al ver los titubeos de un pariente seminarista le responde de esa manera, antes que “al infierno con el cáliz en la mano”. Reacción propia de un auténtico sacerdote, conocedor de la importancia y trascendencia de su misión, de una persona sin doblez y así nos lo ha hecho saber con su vida, y de contárnoslo se ha preocupado y preparado muy, muy mucho su sobrino bisnieto, monseñor Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid en la actualidad.

Dicen que un buen libro, un buen amigo y un buen consejo son los tres grandes bienes de la Humanidad y esta reflexión me viene a la cabeza ahora que acabo de leer el libro: ”Don Lázaro, Sacerdote y Mártir de Cristo en Asturias (1872-1936)", publicado en la sección de Biografías de la BAC (Biblioteca de Autores Cristianos) y que ha llegado a mis manos por gentileza de su autor. Editado en 2011, después de corregir y completar una primera edición de 1995 y que titulaba “Don Lázaro: Testigo de Cristo en Asturias”. Es un libro hecho desde el cariño, desde el rigor histórico, desde el perdón y con la única pretensión de divulgar, de dar a conocer la vida ejemplar de un santo cura de aldea, que incluso en las circunstancias difíciles y trágicas que rodean su vida aún tiene la generosidad del perdón para quienes le maltratan y le matan un 18 de agosto de 1936 en la playa de San Lorenzo (Gijón). ¡Me cuesta asimilar la Escalerona, lugar de recreo y baño, como escenario del crimen y en pleno siglo XX!, pero las locuras humanas surgen cuando menos se esperan, por muy extraño que nos parezca, y el siglo XX no ha sido una excepción, de ahí que se le haya definido como el siglo de los mártires.

El libro de ágil y edificante lectura consta de un Prólogo, escrito por el arzobispo de Oviedo don Jesús Sanz Montes, que da las claves y objetivo principal del trabajo, que no es otro que retratar la vida de un sacerdote santo para beneficio de todos y en agradecimiento a Dios. En la Introducción don Juan Antonio confiesa qué supuso para él don Lázaro y dice: “Más que una figura sobre la que escribir fue para mí presencia de vida; más que un personaje de la historia fue una persona de la familia y seguro que también uno de los medios o, mejor, de los testigos por los que la Gracia suscitó en mí su vocación…”.

Con estas intenciones y con ese rigor y cariño que impregna cada página del libro sólo hay que dejar que las obras de don Lázaro y los testimonios de quienes le conocieron (vecinos, feligreses, familiares, amigos…) hablen, inicien el camino, marquen la ruta que toma origen en la parroquia sierense de Marcenado donde nació un 19 de abril de 1872, hijo de unos campesinos renteros y llega a término en San Lorenzo un 18 de agosto de 1936, precisamente un martes que aunque… ”el cielo estaba claro, sin embargo, no había niños haciendo castillos en la arena… ni heladeros en el paseo del Muro…”.

Libro de lectura amena y bien estructurado. Se organiza en seis capítulos, de mediana extensión, con la novedad que el capítulo 1 habla del final de la historia, del desenlace y trágica muerte del sacerdote y los demás según el orden natural de los hechos: nacimiento, formación, seminario, parroquias… La primera en Santiago de Sierra (Tineo) de 1896 a 1899; la segunda en San Julián de Viñón (1899 a 1918), donde es uno de los promotores de la construcción de sus escuelas –las primeras del concejo– y de la creación de la sociedad de seguros Peñacabrera que diera cobertura a campesinos y ganaderos; y su última parroquia, Santa María de la O de Miyares (Piloña) o su plenitud como pastor, como sacerdote, durante los años 1918 a 1936 y, a la vez, arcipreste de Piloña desde el 16 de junio de 1936. El capítulo 6 contiene el testimonio de once personas que directa o indirectamente conocieron a don Lázaro y dan testimonio de su labor humana y pastoral. El resto del libro, bajo el epígrafe de “Apéndice documental”, aporta cartas, sermón de don Lázaro, fragmentos de las Actas de Miyares y declaraciones del padre Migoya y de don Narciso Camino con motivo del sesenta aniversario de su muerte. A todo esto hemos de añadir un aporte fotográfico de 46 fotos.

En este ameno recorrido surgen palabras, anécdotas, ejemplos y testimonios que engrandecen la figura del sacerdote y la importancia de su misión, que va desde una genuflexión bien hecha –“su genuflexión ante el Sagrario era una auténtica confesión de fe”– a sus preparadas homilías dominicales donde trataba de poner el Evangelio al alcance de todos, el cultivo de los sacramentos y su atención preferente por los niños –importancia de la catequesis–, enfermos y familias con necesidades, y es que con su conducta demostraba que lo único que importaba era seguir la voluntad de Dios y de ello ha dado testimonio con su vida, y así lo recuerda una placa de la iglesia de Miyares, colocada un 18 de agosto de 1945, que dice: “A la memoria de don Lázaro San Martino Camino… muerto por su Dios un 18 de agosto de 1936…”.

Libros como éste hacen mucho bien y el compartirlo con vosotros me lleva a escribir estas letras que evidencian la ejemplaridad y santidad de un sacerdote sierense, de Marcenado, de nombre Lázaro, hijo de Francisco Antonio y de Josefa del Carmen. Espero y deseo que no tardando mucho sea venerado en los altares de nuestros templos y que ejemplos como éste cundan. ¡Enhorabuena, don Juan Antonio! ¡Muchas gracias!

P.D. “Al que me confesare delante de los hombres, yo le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos…”.

lunes, 1 de octubre de 2018

Intenciones Apostolado de la Oración - Octubre 2018


Por la evangelización: La misión de los consagrados
Para que los consagrados y las consagradas despierten su fervor misionero y estén presentes entre los pobres, los marginados y con los que no tienen voz.



Por los no creyentes o lo que se han alejado de la fe, para que por el testimonio de las buenas obras de los creyentes y los signos del amor de Dios puedan llegar a reconocerlo como Padre de todos los hombres.

Muy pronto en Cines