(De profesión cura) Piensen y verán que no ando tan errado. Todas las grandes cuestiones del sínodo, al menos las más conocidas y divulgadas, son cosas que pasan por la entrepierna. A ver si no:
- Comunión para homosexuales que viven manteniendo relaciones de pareja.
- Comunión para divorciados vueltos a casar
- Fin del celibato sacerdotal
- Los casos de abusos sexuales
- Acceso de las mujeres al sacerdocio
¿Qué otras cosas se están planteando que merezca la pena reseñar? ¿La democracia interna, la sinodalidad diocesana con carácter decisorio y vinculante? Todo va a lo mismo.
Es hasta divertido. Años de quejas porque la Iglesia solo habla de sexo y mira por dónde, cuando pareciera que lo del sexto estaba superado, todo es el sexto. Porque a ver, si hay otras cosas, que las habrá, ni salen a los medios, ni aparecen artículos ni se hacen declaraciones sobre el particular. Todo lo que un profano puede estar sacando en conclusión de este magno proceso -recuerden el ratón ridículo- es que todo el problema de la Iglesia es dar la comunión sin más y que los curas se casen.
Y digo yo, ¿todavía hay alguien que se crea que aboliendo el sexto mandamiento los templos se van a llenar y los conventos y seminarios necesitarán ampliaciones? Se vaciarán a más velocidad, que es lo que muchos anhelan para justificar su falta de fe.
En el sínodo se deberían tratar cosas de calado, digo yo, por ejemplo, la unidad de doctrina, la unidad de fe, moral y liturgia. Tenemos que plantearnos la transmisión de la fe, la catequesis, la formación cristiana. Toca una revisión a fondo de la liturgia de la Iglesia. Necesitamos acabar con el relativismo y que la autoridad se ejerza, por bien de los fieles. Tal vez una reflexión sobre la vida religiosa. Me temo que se pasará de puntillas por cualquiera de estos asuntos. Eso sí, día sí y día también, con los gays, los divorciados y el celibato sacerdotal.
No me vale eso que andan diciendo algunos obispos, obispos, sí, de que como hay gente incapaz de vivir en castidad no queda más remedio que bendecir sus desahogos. Claro. Y como los hay incapaces de no meter mano en caudal ajeno, hágase un ritual para bendecir la apropiación indebida. A estas alturas no vamos a hablar ni del sacramento de la reconciliación ni de la gracia de Dios. Por cierto, últimamente estoy leyendo muchos ataques al sacramento de la penitencia. Normal. Va todo junto.
Cuántas iglesias cristianas ya tiene todo eso que se pide en el sínodo con el inestimable resultado de que, cuanto más ligeras de entrepierna, menos fieles en sus filas. Tal vez se trate de eso.
De verdad, ¿no nos da vergüenza? Ahí tenemos que los mismos que llevan cincuenta o sesenta años denunciando la obsesión de la Iglesia con el sexo, llegan al sínodo y todo es hablar de la entrepierna. Yo creía que Freud estaba superado.
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