martes, 7 de julio de 2020

El progresismo como auto justificación del vago


(De profesión cura) Piénsenlo y verán como tengo mucha razón.

El progresista no necesita conocer, leer ni estudiar. Las cosas son como él piensa, cree y opina, Jesucristo lo haría o no lo haría así, lo importante es el espíritu del concilio, hay que ser libres a la hora de opinar y todo lo que suene a otra cosa es fascismo clerical y vuelta a la inquisición. Citar ante un progre el catecismo, los documentos del concilio a la letra, misales o rituales es simplemente acabar siendo tachado de intolerante, rígido, cavernícola, ultramontano e infocatólico.

Para un progre confesar individualmente no tiene sentido. Horas de confesionario que se ahorra. No merece la pena multiplicar misas, ya que Jesucristo no dijo más que una en toda su vida, y de paso menos trabajo aún.

Los papeles son eso, papeles. Ya está bien de tanto papel, tanto expediente, mantener libros parroquiales, archivar documentos, llevar la contabilidad al día con responsabilidad. Cristo no andaba con papeles y para las cuentas bastaba la bolsa de Judas. Menos horas de trabajo.

Los horarios coartan la libertad y nos hacen convertir el evangelio en puro funcionariado. No tiene sentido, pues, mantener horarios de despacho o de apertura de templos. Si alguien quiere algo que lo diga y ya se verá cómo responder.

El progre, aparentemente, abomina del maldito parné. La economía de la parroquia no es su fuerte. No es que no pida una colaboración a los fieles, es que directamente les dice no hace falta. Total, para su nómina y sus gastos se lo da el obispado correspondiente gracias a esas parroquias conservadoras y peseteras de las que, evidentemente, abomina.

Los laicos son clave en la vida de la Iglesia. Por eso tiene colaboradores para todo: para abrir y cerrar el templo, sacar adelante los cuatro papeles imprescindibles, impartir las catequesis por supuesto con total confianza por parte del sacerdote, atender Cáritas, limpiar la iglesia, preparar las misas.

Cáritas sí es importante. Y lo deben llevar los laicos, que ya es hora de superar el clericalismo.

Es decir, que gracias a la opción por la modernidad no hace falta estudiar, celebraciones las justas, los laicos trabajando y el señor cura… ¿qué hace el señor cura?

En estos casos el señor cura hacer, lo que se dice hacer, hace más bien poco. Es un ser libre que se dedica, eso dice, a estar con la gente, conocer el barrio, pastorear como Cristo, eso vende. Y, por supuesto, se dedica de vez en cuando a hacer experiencias y solidarizarse con los oprimidos, para lo cual no le queda más remedio que asistir a cursos y cursillos y viajar algunas veces pero no por capricho, sino impulsado por una exigencia interior de conocer a los más débiles y sentirse más solidario con su causa.

Es una caricatura, y como toda caricatura, imperfecta. No se lo tomen de otra manera. Por cierto, durante el tiempo este de más de dos meses de confinamiento, ¿qué ha pasado? De todo. Pero piensen en parroquias y en actividades y saquen sus propias conclusiones. Evidentemente los curas más progres y concienciados decidieron ser más responsables que nadie, cerrar los templos a cal y canto y suprimir cualquier posible actividad. Todo sea por la salud de sus fieles.

Insisto, que es pura caricatura sin otra pretensión que el ánimus iocandi. Cualquier parecido con la realidad, pura coincidencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario