miércoles, 22 de febrero de 2017

San Pedro Poveda y la masonería. Por Jorge Teulón


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Su primer biógrafo (el libro aparece en 1942) fuel el padre carmelita descalzo Silverio de Santa Teresa, que al dirigirse al lector en las primeras páginas de su obra afirma: “conocí y traté a don Pedro y siempre salí admirado de su sólida cultura y muy edificado de su caridad dulce, de su humildad de la mejor ley y de su exquisita educación. Considero su amistad como uno de los mejores recuerdos de mi vida. Su muerte gloriosa ha acrecido en mí esta estima y veneración, que ya antes de ella eran grandes. La Vida está escrita no como don Pedro merece, sino como yo he podido”.

La masonería

En el capítulo X, titulado “Trabajos por fundar la Institución Católica de Enseñanza en Sevilla”, recoge el padre Silverio unas notas autobiográficas, tratando el tema de la masonería:

“Lo que más fuerte estímulo me produjo para esta Obra fueron las conclusiones masónicas del Congreso de Trouville (Francia, a principios del siglo XX), en que descaradamente se exhortaba a los maestros a realizar labor anticatólica con el Catecismo en la mano y que fueran francamente ateos: “Ganado el profesorado oficial, llevaremos la incredulidad hasta el último rincón de los pueblos católicos”. Me propuse combatir al enemigo con sus mismas armas, ganando a los maestros del Estado y formando a los jóvenes para que se opongan a estas corrientes de incredulidad. La Institución Teresiana se hizo cuando me convencí que por los caminos emprendidos no se conseguía nada. Tenía sí, muchas cartas laudatorias, recibía muchas pruebas de aprobación el Ensayo, pero nada más. Escribí entonces y di a la estampa el Diario de una Fundación, por si alguno picaba, viendo que lo que pretendía era fácil, pero ese diario no se vivió, fue una ficción”.

En el vigésimo quinto aniversario del martirio del padre Poveda sale a la luz otra biografía. Esta vez la escribe un padre jesuita, Domingo Mondrone, que afirma: “la presente biografía debería hacer revivir al apóstol y mártir de la enseñanza católica”.

El padre Mondrone explica en su libro, y volvemos sobre ello, las conclusiones de la masonería (páginas 117-119):

“Desde el momento en que le llegaron a las manos las conclusiones tomadas por la masonería en el Congreso de Trouville en el que se había concertado el plan de descristianización de España, el padre Poveda ya no tuvo reposo. Los propósitos de la secta son así referidos en los Proyectos:

“Dos personas hay que pueden dar una gran fuerza a la masonería: el maestro y la mujer: Así, pues, debemos ocuparnos principalmente de la niñez, impregnándola en nuestros principios, y sólo podremos vencer cuando el maestro ataque de frente al enemigo, al clericalismo. La Iglesia no podrá ser destruida sino por la escuela sin Dios. Para nada nos estorbará el mandato de enseñar la doctrina cristiana en las escuelas públicas, si nosotros conseguimos formar una generación de maestros ateos, porque ellos se encargarán de descristianizar prácticamente a sus alumnos…”.

“Pongan todos los católicos todo su empeño en hacer fundaciones particulares, en crear Patronatos, donde nosotros, tarde o temprano, hemos de intervenir; gasten ellos en obras que, al fin, han de pasar de uno u otro modo por los Centros oficiales; pero nosotros formemos maestros y así, con un esfuerzo relativamente pequeño, habremos conseguido una propaganda más extensa y eficaz. Al Estado (a los Gobiernos radicales) no le preocupa la formación de un Magisterio competente para el sagrado fin a que se destina: lo que le interesa, y en lo que pone verdadero empeño es en mejorar la suerte del Profesorado, en asirlo con las fuertes ligaduras del dinero, poniéndolo así en mejores condiciones que el Sacerdote, frente al cual quiere colocarlo para descristianizar hasta las aldeas más remotas”.

“Ya nada quedará a salvo, pues el Maestro, porta-estandarte de esta propaganda, existe en todos los pueblos por pequeños que sean. Crear escuelas y dotarlas bien… Es urgente la formación de Maestros porque se aproxima el día en que han de ser expulsadas las Órdenes Religiosas, y entonces será a nuestros Maestros a quienes entreguemos la herencia. Hasta hoy, el Maestro, mal mirado y peor retribuido, pudo ser instrumento del clericalismo; pero a medida que se conceda más prestigio y se le otorgue mejor recompensa, acudirán a las Normales hombres de valer, sobre los cuales no podrán ejercer presión ya ni el Cura ni el cacique”.

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