La Casa Sacerdotal diocesana fue inaugurada en el año 1973, siendo Arzobispo Mons. Gabino Díaz Merchán. Situada en el centro de Oviedo, en plena calle de su patrón, San José, tiene capacidad para albergar hasta a 70 sacerdotes, aunque en estos momentos cuenta con 55 residentes, con un promedio de edad de 84 años. Para su cuidado y sostenimiento, cuentan con 24 empleados, que el próximo mes de junio pasarán a ser 19, tras la jubilación de una parte de la plantilla que no se repondrá, debido a la menor solicitud de las plazas. Junto a ellos, se encuentra una comunidad de cinco religiosas Dominicas de la Anunciata, presente desde los inicios de la Casa, y que realiza labores de apoyo en diferentes ámbitos.
El objetivo y la razón de existir de este centro es, según su director, Jesús García Valle, “acoger a los sacerdotes mayores, que una vez que finalizan sus labores pastorales en las parroquias, y debido a que, en ocasiones, no tienen familia, la Casa Sacerdotal les atiende como residencia de mayores, de forma que puedan tener todas sus necesidades cubiertas”.
Para ello, el ambiente en el centro es pausado, tranquilo y sobre todo, muy familiar, donde hay momentos para la vida de piedad, con la celebración de la Eucaristía, por la mañana y por la tarde, la oración y el rezo del rosario, todo ello siempre en horarios “comunes, donde procuramos estar juntos fomentando entre todos la unidad y la convivencia”, explica el director.
La rutina diaria es algo que los mayores agradecen, aunque también la casa procura tener actividades lúdicas en Navidad y en otoño, y otras de tipo religioso, como los Ejercicios Espirituales, que precisamente durante estos días están teniendo lugar, de manos del Obispo emérito de Segovia, Mons. Ángel Rubio.
“Intentamos ir llenando la casa con alguna que otra actividad que sea apropiada –señala el director–, y que se adapte a lo que son las personas mayores, porque también ellos están cansados y si se les saca de la rutina y la vida ordinaria, se sienten un poco perdidos. Sin embargo, no queríamos dejar de celebrar la fiesta de San José, el patrón de la casa, de la Iglesia universal, el abogado de la buena muerte y el patrón del Seminario”.
Para ello, la Casa Sacerdotal ha organizado unos sencillos actos que darán comienzo el jueves 17, a las seis de la tarde, con un pregón titulado “Silencio clamoroso”, a cargo del sacerdote Diego Riesco. Al día siguiente, viernes 18, el conjunto de Violas Artevi, del Conservatorio Superior de Música del Principado dará un concierto en el Salón de Actos de la Casa, a las seis de la tarde, y finalmente, el día 19, fiesta de San José propiamente, tendrá lugar una Eucaristía a las 11 de la mañana, seguida de una pequeña procesión con la imagen de San José y finalmente una comida de hermandad.
No todos los residentes seguirán de la misma manera estos actos. Los hay que, por su precario estado de salud, lo vivirán desde la enfermería, o desde su habitación. Otros, sin embargo, a pesar de encontrarse al límite de sus fuerzas, aún encuentran energía para seguir trabajando como si en vez de haberse jubilado, “hubiesen cambiado de parroquia”, tal y como afirma José Antonio Argüelles, administrador. “No llegan aquí antes de los 70 –explica–. Normalmente vienen cuando ya se sienten sin fuerzas para continuar la labor parroquial, en lugares que aman y que no abandonan fácilmente, porque sienten como su familia. Pero cuando ya se ven limitados, o enfermos, entonces piden la jubilación. Llegan aquí ancianos y gastados”. “Sin embargo –precisa– los hay que al llegar se ofrecen a colaborar con parroquias de los alrededores, con grupos o comunidades cristianas, con colegios, y llevan a cabo una encomiable labor de ayuda. Más de uno morirá con las botas puestas y el rosario en la mano, trabajando y rezando por la diócesis”, destaca.
Entre los años que suman sus habitantes, la Casa Sacerdotal cuenta con mucha vida y muchas experiencias que contar. Acogió a Juan Pablo II en su visita de 1989, alberga en sus instalaciones la librería diocesana, y sirve de lugar de reunión para la Provincia Eclesiástica, así como sede de grupos cristianos y formación del clero.
No se trata, por tanto, de una residencia de ancianos sacerdotes, sino de un lugar de encuentro privilegiado de la diócesis, “de familia y de fraternidad”, señala su director, Jesús García Valle.
“Me gustaría que la Casa Sacerdotal fuese un lugar de encuentro para todos los sacerdotes” –afirma–. “Que hagan uso de ella. Tenemos muchas dependencias, y se ponen al servicio de todos los sacerdotes para que éste sea un lugar de término, de encuentro, y no sólo de paso. Que cuenten el venir, el participar, el intercambio, la preocupación, y el agradecimiento”.
Con este propósito, acuden los seminaristas todos los sábados, como una actividad más dentro de su programación, para rezar y acompañar a los sacerdotes de la Casa. Algo “muy importante”, a ojos del director, quien señala la posibilidad de crear un grupo de “Amigos de San José”, como una “asociación donde todos, sacerdotes y seglares, tuviésemos como preocupación y objetivo la Casa Sacerdotal, y que abarcara distintas maneras de ayudar y colaborar, y dentro de ello, estaría un voluntariado para llegar a donde la Casa no puede llegar”.
Prestando a su vez una ayuda primordial se encuentra la comunidad de Dominicas de la Anunciata, que desde los primeros tiempos atiende la Casa. Su superiora, la hermana Anunciación Pérez, señala que todas tienen una responsabilidad, en la enfermería, la portería, la coordinación de los trabajadores o la sacristía, pero lo más importante –afirma– es la atención a los ancianos. “Yo me dedico mucho a visitarles. A todos los que no salen de su habitación, raro es el día que no vaya a saludarles. Junto con la labor de coordinar, atender imprevistos y completar ausencias o bajas, la tarea de estar y acompañar es la más importante y necesaria”.
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