domingo, 13 de abril de 2014

Reflexión a la Palabra . Por Rodrigo Huerta Migoya

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. Ciclo A


1 Los niños hebreos
En la primera lectura, Isaías proclama su agradecimiento al Señor por el don que le ha dado, el de la palabra. El profeta era ya adulto cuando cayó en la cuenta de talento tan preciado, más al pensar hoy en los niños hebreos podríamos matizar algún detalle de aquellos anónimos personajes con un papel tan destacado en el escenario de la liturgia de este domingo de ramos.
Estos pequeños, al igual que Isaías, se hicieron profetas al anunciar con sus blancas voces que el Mesías estaba cerca, que iba a pasar por sus vidas. Dios nuevamente vuelve a valirse de los sencillos: “de la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza” (Salmo 8,2). El padre vuelve a revelarse a los humildes, los pequeños a los que en el pórtico de la ciudad también les dio una lengua de iniciado, diciendo al abatido una palabra de aliento. Que más alentador que gritar: viene, viene Jesús, viene a tú vida: ¡Acógelo!


2 Con ramos de olivo
Dice ese canto de ofertorio del popular grupo familiar “Brotes de Olivo”: la uva la pisó/ el hombre en el lagar/ igual que tú /te dejaste pisar. Que contradicción hablar hoy de pasar por encima del Redentor cuando las gentes de Jerusalén salían a su paso con alfombras que el borrico pisaba. ¿Cómo que pisar a Jesús? Hacía tiempo que les venía anunciando su misión pero no acababan de entender que el culmen de su peregrinar consistía en un sacrificio y no de animales, precisamente. Subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte por el camino y les dijo: He aquí que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte, y le entregaran a los gentiles para que le escarnezcan y le azoten y le crucifiquen, pero al tercer día resucitará [Mateo 20:17-19].
Hablamos de una entrada de triunfo, pero esta alfombra roja no era más que el preámbulo de la cuenta atrás. Jesús llora al ver Jerusalén, entra con el corazón en un puño. La liturgia del día nos pone en antecedente: el color rojo, la lectura de la Pasión…
La bendición de palmas y ramos nos ayuda a entrar en sintonía en la Semana Mayor, grande y santa. He ahí el mensaje del olivo que nos habla de paz, la misma que Noé recibió como la señal de que el diluvio había cesado. Este árbol insigne fue testigo mudo de aquellos días con sus sosiegos y alborotos  como en el huerto de Getsemani (que significa presa de aceite) o la entrada en la ciudad. Esto quedó muy marcado entre los primeros cristianos, los cuales decoraron las catacumbas con olivo, en especial las tumbas de los mártires. Olivo de aceituna de Él, que sabe el aceite para rellenar nuestras lámparas. El mismo del que David cantó: “olivo frondoso en la casa de Dios” (Salmo 52,8).
Señor, que siempre estemos atentos con las lámparas cargadas y encendidas, para que cuando llegues nos encuentres en vela.





3 Salieron al encuentro del Señor

Señor, queremos recibirte, pero ¿Cómo salir a tú encuentro?. Quizás para encontrarnos frente a ti necesitamos hacer lo mismo que para entrar en tú reino, ser como niños. Y es que sólo con el corazón puro e inocente podremos vislumbrar el más ínfimo y menor de los esplendores que de tú rostro manan.

El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.

¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: «¡Hosanna!»,
 y haceos como los niños hebreos
al paso del Redentor.

¡Gloria y honor al que viene en nombre del Señor! Amén.
                                                               (Himno Laudes Liturgia de las Horas del Domingo de ramos)

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